ARMANDO zarazú aldave
DÍA DEL MAESTRO PERUANO
El 6 de julio, Día del Maestro peruano, tiene especial significado para Chiquianmarka, debido a que la mayoría de los que escriben en la revista son maestros. De los cuales, con pocas excepciones, casi todos están jubilados, retirados, cesantes, o como quiera llamárseles. Si bien es cierto que mi vida profesional educativa la desarrollé en el extranjero, cierto es también que jamás dejé de pregonar a los cuatro vientos mis orígenes, además de lucir siempre con orgullo, mi cultura peruana, hecho que, indudablemente me hacía sentir el Día del Maestro como una celebración mía también.
Escribo esta nota en primera persona, algo que nunca hago, rompiendo de esa forma, una autoimpuesta regla, por la sencilla razón que, acabo de incorporarme a ese dinámico grupo, de maestros cesantes, con nostalgia mal disimulada y despidiéndome de mis estudiantes, quienes, durante muchísimos años, fueron mi preocupación profesional diaria y con quienes pasé gratos e inolvidables momentos. Estudiamos, sufrimos, reímos, bailamos juntos. En buen castellano, fueron parte intrínseca de mi diario vivir.
Efectivamente, hace un par de semanas guardé papeles importantes, empaqueté algunos recuerdos o artesanías típicas de diferentes países, la mayoría obsequio de mis estudiantes acumulados a lo largo de tantos años; regalé algunos, al igual que muchos de los libros que tenía en mi aula y que mis estudiantes recibieron con alegría, entusiasmo y, a la vez tristeza, porque para muchos de ellos, los maestros o maestras representamos algo más que la persona que les imparte las lecciones diarias, sino también alguien en quien confían y representa la figura materna o paterna que algunas veces les falta. Todo fue así de fácil y sencillo, aparentemente se entiende, porque bien sabe el que ha pasado por estos momentos, que la procesión va por dentro y, los recuerdos, memorias y experiencias vividas durante años en el salón de clase, comienzan a aflorar a medida que se pone un pie fuera de la escuela, trayendo alegrías y tristezas al mismo tiempo. He pasado dos años menos de las últimas cuatro décadas de mi vida trabajando en centros educativos estadounidenses, en el último un cuarto de siglo exactamente, por lo tanto los recuerdos son recientes y más dolorosos.
Pese a haberme formado, cultural y académicamente en una cultura diferente, supe enfrentar el reto y adaptarme poco a poco, para ir ganando la confianza y afecto de mis colegas y, lo más importante, de mis estudiantes para poder realizar mi trabajo con facilidad, responsabilidad y eficacia. Así fueron pasando los años, cada vez veía, conn mayor frecuencia, que mis estudiantes me trataban como a uno de los suyos, pese a que bien podía haber sido el abuelo de la mayoría de ellos. Hoy, muchos son profesionales o se desempeñan en diversas áreas del campo laboral. Algunos, para alegría mía, escogieron seguir mi ejemplo y han elegido el magisterio como profesión. He tenido la suerte y alegría de haber trabajado en mi colegio con algunos de mis estudiantes. En muchos casos, el vínculo amical forjado durante su paso por mi aula, continúa y se mantiene incólume con muchos de ellos.
Escribo esta nota en primera persona, algo que nunca hago, rompiendo de esa forma, una autoimpuesta regla, por la sencilla razón que, acabo de incorporarme a ese dinámico grupo, de maestros cesantes, con nostalgia mal disimulada y despidiéndome de mis estudiantes, quienes, durante muchísimos años, fueron mi preocupación profesional diaria y con quienes pasé gratos e inolvidables momentos. Estudiamos, sufrimos, reímos, bailamos juntos. En buen castellano, fueron parte intrínseca de mi diario vivir.
Efectivamente, hace un par de semanas guardé papeles importantes, empaqueté algunos recuerdos o artesanías típicas de diferentes países, la mayoría obsequio de mis estudiantes acumulados a lo largo de tantos años; regalé algunos, al igual que muchos de los libros que tenía en mi aula y que mis estudiantes recibieron con alegría, entusiasmo y, a la vez tristeza, porque para muchos de ellos, los maestros o maestras representamos algo más que la persona que les imparte las lecciones diarias, sino también alguien en quien confían y representa la figura materna o paterna que algunas veces les falta. Todo fue así de fácil y sencillo, aparentemente se entiende, porque bien sabe el que ha pasado por estos momentos, que la procesión va por dentro y, los recuerdos, memorias y experiencias vividas durante años en el salón de clase, comienzan a aflorar a medida que se pone un pie fuera de la escuela, trayendo alegrías y tristezas al mismo tiempo. He pasado dos años menos de las últimas cuatro décadas de mi vida trabajando en centros educativos estadounidenses, en el último un cuarto de siglo exactamente, por lo tanto los recuerdos son recientes y más dolorosos.
Pese a haberme formado, cultural y académicamente en una cultura diferente, supe enfrentar el reto y adaptarme poco a poco, para ir ganando la confianza y afecto de mis colegas y, lo más importante, de mis estudiantes para poder realizar mi trabajo con facilidad, responsabilidad y eficacia. Así fueron pasando los años, cada vez veía, conn mayor frecuencia, que mis estudiantes me trataban como a uno de los suyos, pese a que bien podía haber sido el abuelo de la mayoría de ellos. Hoy, muchos son profesionales o se desempeñan en diversas áreas del campo laboral. Algunos, para alegría mía, escogieron seguir mi ejemplo y han elegido el magisterio como profesión. He tenido la suerte y alegría de haber trabajado en mi colegio con algunos de mis estudiantes. En muchos casos, el vínculo amical forjado durante su paso por mi aula, continúa y se mantiene incólume con muchos de ellos.
Estudiantes de Torrington High School, en el estado de Connecticut, EEUU, bailando la Valicha
(Ninguna es o tiene raíces peruanas)
(Ninguna es o tiene raíces peruanas)
Desde muy joven siempre sentí apego a las artes, sobre todo a la música y danzas tradicionales, de nuestra tierra para ser exacto. En este país fui conociendo las mismas expresiones culturales de diferentes partes del mundo. Hacer que los estudiantes las practiquen entre ellos, las enseñen a sus compañeros/as y presentarlas en actividades culturales de la escuela y donde sea que fuera posible forjó un vínculo cultural especial, maestro-estudiante, basado en el principio que primero es necesario aprender a valorar lo suyo y sentirse orgullosos de ello, de saber quiénes son y mostrarlo sin temores cada vez que era posible, a fin de ganarse el respeto de quienes no los conocían, rompiendo el estereotipo que muchas veces existe, más por desconocimiento e ignorancia, que por otra cosa.
El maestro no solo imparte conocimientos, sino que también es el guía y modelo para sus estudiantes, quienes lo ven como alguien que sabe y conoce todo, al cual pueden acudir cuando necesitan apoyo o tienen una duda sobre algo o necesitan consejo. Además, y esto es lo más importante, confían en el maestro cuando atraviesan momentos dificiles, lo hacen porque muchas veces es la única persona mayor con quien se sienten cómodos para contarles sus problemas porque le tienen confianza y que saben no los va defraudar.
Ser maestro es hermoso, es una profesión que no la cambiaría por nada si tuviera la oportunidad de empezar de nuevo. Eso es lo que más me apena y ¡Vaya si no lo siento!
Este será mi primer Día del Maestro que pasaré sin la esperanza de volver a mi salón de clases como años anteriores. Me uniré a mis amigos de Chiquianmarka para celebrar con ellos, recordar y compartir, cada uno sus propias experiencias.
¡FELIZ DÍA DEL MAESTRO! A todos los educadores peruanos.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
El maestro no solo imparte conocimientos, sino que también es el guía y modelo para sus estudiantes, quienes lo ven como alguien que sabe y conoce todo, al cual pueden acudir cuando necesitan apoyo o tienen una duda sobre algo o necesitan consejo. Además, y esto es lo más importante, confían en el maestro cuando atraviesan momentos dificiles, lo hacen porque muchas veces es la única persona mayor con quien se sienten cómodos para contarles sus problemas porque le tienen confianza y que saben no los va defraudar.
Ser maestro es hermoso, es una profesión que no la cambiaría por nada si tuviera la oportunidad de empezar de nuevo. Eso es lo que más me apena y ¡Vaya si no lo siento!
Este será mi primer Día del Maestro que pasaré sin la esperanza de volver a mi salón de clases como años anteriores. Me uniré a mis amigos de Chiquianmarka para celebrar con ellos, recordar y compartir, cada uno sus propias experiencias.
¡FELIZ DÍA DEL MAESTRO! A todos los educadores peruanos.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]