vidal alvarado cruz
DOMINGO DE QUASIMODO
Las ceremonias de Semana Santa, terminan el domingo posterior a la resurrección. En ese día se celebra una misa sumamente concurrida. Solía llevar en el pasado el sacerdote, la hostia, consagrada hasta el domicilio de algunos enfermos graves que no podían movilizarse hasta el templo y cumplir con la comunión.
Generalmente, en estos casos pocos fieles acompañaban al cura; a este le precedía un muchacho, que iba tocando una pequeña campana portátil. Los habitantes que advertían el paso del Señor, se arrodillaban en sus puertas hasta que la comitiva cruzaba la esquina. El hecho siguiente sucedió de un modo que vale la pena recordarlo. Pero antes conviene motivar este relato con la predilección que tenían los chiquianos or la mazamorra de tocos.
Los tocos son el resultado de la transformación de la papa, mediante el entierro de este tubérculo en un pozo de agua, por espacio de unas seis semanas. Después de ese lapso de ese lapso se saca el producto que sale cn¡on la cáscara arrugada, además de un olor característico sui-generis. Con los tocos se prepara una mazamorra semejante a la morada de los limeños, con la diferencia que la de tocos es más agradable, que crea una especie de adicción, pues quien la prueba una vez ya no quiere perder la oportunidad de volverla a tomar nuevamente.
Al otro lado de la cordillera de Huayhuash hay un pueblo que se llama Obas, pertenece a la provincia del 2 de Mayo en el departamento de Huanuco.
En Obas hay una papa especial que la llaman Sisi, con la que preparan los tocos. Tan singular que, convertida en tocos, sirve para preparar un postre que nuestras abuelas dirían es de “chuparse los dedos”.
En Chiquián, ni la llegada de una famosa compañía de Arte ni algún acontecimiento extraordinario tiene tanta resonancia, como la llegada de los “Tocos de Obas” que, lamentablemente, ocurría una o dos veces por año.
Los obasinos que generalmente llegaban a la ciudad, llevan los tocos en pacas preparadas de ichu. La noticia de su arribo se extiende rápidamente por todo el vecindario. Las chipas se acaban en un abrir y cerrar de ojos. El lugar donde se expenden, se convierte por breves minutos, en un centro de concentración de damas con sus respectivos mates o plates, para recibir la mercadería.
Siempre la demanda es superior a la oferta, por lo que casi siempre, ocurren laberintos en las colas, para conseguir siquiera cinco tocos por persona.
Esta vez se realizaba la misa y el templo estaba repleto de gente, de la puerta hasta el altar mayor, el noventinueve por ciento delos fieles eran mujeres. El sacerdote celebrante pronunció su sermón y continuó normalmente con sus actos litúrgicos.
Antes de la consagración elevó los ojos al cielo, cruzó las manos, se agachó y sobre la hostia hizo unos pasos mágicos con la mano derecha. Todo esto de espaldas al público como de costumbre. El sacerdote, luego de dar unos pases sobre la hostia dio una media vuelta hacia los creyentes, para decir con los brazos en alto ”Dominus Vobiscum”. ¡Oh sorpresa! Cuando levantó los ojos, vio el templo que estaba completamente vacío. Todos habían huido en silenciosa estampida. Después de permanecer casi udo por algunos segundos, preguntó a sacristán:
-¿Qué ha pasado?
El acólito alargando el cuello como si quisiera comunicarle un gran secreto contestó:
- “Ha llegado tocos”.
El cura recuperado de su sorpresa, apartó la casulla con la mano izquierda y con la derecha remangó la túnica y la sotana hasta encontrar el bolsillo, donde cuardaba el sencillo. Y dijo al sacristán alargándole una moneda:
-Corre y cómprame.
-Di que es para el señor cura.
-Amén- Dijo el sacristán.
Y salió corriendo velozmente como alma perseguida por el diablo.
Vidal Alvarado Cruz
Generalmente, en estos casos pocos fieles acompañaban al cura; a este le precedía un muchacho, que iba tocando una pequeña campana portátil. Los habitantes que advertían el paso del Señor, se arrodillaban en sus puertas hasta que la comitiva cruzaba la esquina. El hecho siguiente sucedió de un modo que vale la pena recordarlo. Pero antes conviene motivar este relato con la predilección que tenían los chiquianos or la mazamorra de tocos.
Los tocos son el resultado de la transformación de la papa, mediante el entierro de este tubérculo en un pozo de agua, por espacio de unas seis semanas. Después de ese lapso de ese lapso se saca el producto que sale cn¡on la cáscara arrugada, además de un olor característico sui-generis. Con los tocos se prepara una mazamorra semejante a la morada de los limeños, con la diferencia que la de tocos es más agradable, que crea una especie de adicción, pues quien la prueba una vez ya no quiere perder la oportunidad de volverla a tomar nuevamente.
Al otro lado de la cordillera de Huayhuash hay un pueblo que se llama Obas, pertenece a la provincia del 2 de Mayo en el departamento de Huanuco.
En Obas hay una papa especial que la llaman Sisi, con la que preparan los tocos. Tan singular que, convertida en tocos, sirve para preparar un postre que nuestras abuelas dirían es de “chuparse los dedos”.
En Chiquián, ni la llegada de una famosa compañía de Arte ni algún acontecimiento extraordinario tiene tanta resonancia, como la llegada de los “Tocos de Obas” que, lamentablemente, ocurría una o dos veces por año.
Los obasinos que generalmente llegaban a la ciudad, llevan los tocos en pacas preparadas de ichu. La noticia de su arribo se extiende rápidamente por todo el vecindario. Las chipas se acaban en un abrir y cerrar de ojos. El lugar donde se expenden, se convierte por breves minutos, en un centro de concentración de damas con sus respectivos mates o plates, para recibir la mercadería.
Siempre la demanda es superior a la oferta, por lo que casi siempre, ocurren laberintos en las colas, para conseguir siquiera cinco tocos por persona.
Esta vez se realizaba la misa y el templo estaba repleto de gente, de la puerta hasta el altar mayor, el noventinueve por ciento delos fieles eran mujeres. El sacerdote celebrante pronunció su sermón y continuó normalmente con sus actos litúrgicos.
Antes de la consagración elevó los ojos al cielo, cruzó las manos, se agachó y sobre la hostia hizo unos pasos mágicos con la mano derecha. Todo esto de espaldas al público como de costumbre. El sacerdote, luego de dar unos pases sobre la hostia dio una media vuelta hacia los creyentes, para decir con los brazos en alto ”Dominus Vobiscum”. ¡Oh sorpresa! Cuando levantó los ojos, vio el templo que estaba completamente vacío. Todos habían huido en silenciosa estampida. Después de permanecer casi udo por algunos segundos, preguntó a sacristán:
-¿Qué ha pasado?
El acólito alargando el cuello como si quisiera comunicarle un gran secreto contestó:
- “Ha llegado tocos”.
El cura recuperado de su sorpresa, apartó la casulla con la mano izquierda y con la derecha remangó la túnica y la sotana hasta encontrar el bolsillo, donde cuardaba el sencillo. Y dijo al sacristán alargándole una moneda:
-Corre y cómprame.
-Di que es para el señor cura.
-Amén- Dijo el sacristán.
Y salió corriendo velozmente como alma perseguida por el diablo.
Vidal Alvarado Cruz