armando zarazu aldave
EN BUSCA DE NUESTRA IDENTIDAD CULTURAL
En estos días, cuando las formas de vida son impuestos más con criterio comercial y ajustándose a modelos que no se ajustan a nuestra realidad cultural, sino que son copia de otras sociedades, lejanas culturalmente a la nuestra, caso del Halloween o Noche de las Brujas, por ejemplo. Festividad que nada tiene que ver con nosotros porque, primero, la época en que se celebra en los Estados Unidos, es otoño y las cosechas han terminado, permitiendo los mitos y tradiciones que van con ella, mientras que en nuestra Latinoamérica la primavera empieza a calentar el ambiente, como preludio del verano. Igual se podría mencionar a la Navidad y su importado árbol de Navidad y Papá Noel incluido. Por ahora limitémonos a enfocar el tema de la búsqueda de una identidad cultural y a quienes, desde la trinchera literaria, han tratado de abrirnos los ojos y hacernos ver nuestra realidad cultural, con poca fortuna en algunos casos, pero con esperanza y claridad meridiana que, sin lugar a duda, merecen dedicarles un tiempo a leer sus obras y conocer sus enseñanzas.
Uno de los escritores que mejor ha enfocado el tema es, sin lugar a dudas, el escritor cubano Alejo Carpentier para quien “El hombre nacido, crecido, formado, en nuestras proliferantes ciudades de concreto armado, ciudades de América Latina, tiene el deber ineludible de conocer a sus clásicos americanos, de releerlos, de meditarlos, para hallar sus raíces, sus árboles genealógicos de palmera, de apamate, o de ceiba, para tratar de saber quién es, que es y qué papel habrá de desempeñar, en absoluta identificación consigo mismo, en los vastos y turbulentos escenarios donde, en la actualidad se están presentando las comedias, dramas, tragedias - sangrientas y multitudinarias tragedias - de nuestro continente”. (1)
Su novela, Los pasos perdidos, es un excelente intento para lograr su cometido. Indudablemente que este libro de Alejo Carpentier está identificado plenamente con la cultura latinoamericana y sus avatares. A través de su lectura se encuentran menciones a aspectos fundamentales de esa identidad. Lo primero que en ella se puede notar es el reencuentro del narrador con “el idioma que hablé en mi infancia; el idioma en que aprendí a leer y a solfear”. Mencionando al Quijote reafirma el predominio de la lengua de Cervantes en los países ubicados en la parte sur del continente, idioma que ha permitido la existencia de escritores de la calidad del autor de esta obra, algunos laureados con el Nóbel en literatura.
Uno de los problemas grandes que ha frenado tremendamente el desarrollo de nuestros países latinoamericanos ha sido la inestabilidad política, motivada por las luchas internas, todas ellas a espaldas de los intereses del pueblo y en beneficio de unos pocos. Guerras fratricidas peleadas por ejércitos, cuyos soldados muchas veces no sabían porqué eran conducidos a la muerte. El toque de queda que experimenta el narrador ha sido la constante, en algunas oportunidades por años, de gobiernos dictatoriales cuyo interés no era más que perpetuarse en el poder para beneficio propio. “La teoría del gusano” puede entenderse como una expresión popular para explicar las consecuencias negativas de esa lacra que ha oprimido por generaciones a los pueblos latinoamericanos.
Una de las primeras consecuencias de la conquista española fue el mestizaje racial que hoy puebla nuestros países. Carpentier menciona el tema cuando describe a Rosario y explica “que varias razas se encontraban mezcladas en esta mujer” y luego hace referencia “a los formidables encuentros habidos en los grandes lugares de reunión de América, entre celtas, negros, latinos, indios y hasta cristianos nuevos”. Educando al lector sobre la heterogeneidad racial y por ende cultural, de Latinoamérica. Una característica que, lamentablemente y, de manera muy frecuente en nuestra sociedad peruana, es pasada por alto, al extremo que el “choleo” es de uso constante e indiscriminado cuando se trata de menospreciar a alguien y recordarle, de paso, que su origen racial “no está a la altura” de los supuestos “decentes o notables del pueblo”.
Trescientos años de asfixiante dominación cultural española dejaron huella indeleble en nuestros pensadores, los cuales, una vez expulsados estos, miraban, con honrosas excepciones, a la vieja Europa como la panacea del conocimiento, motivando que la realidad latinoamericana sea vista con ojos extranjerizantes, olvidando la realidad de nuestros pueblos, la cual era vista como inferior e incapaz de producir un proceso de inspiración artística y cultural, que no sea la de seguir modelos de otras realidades. En uno de los pasajes del libro Carpentier nos presenta a jóvenes artistas, quienes, al reunirse con Mouche, no hacen sino preocuparse en conocer todas las últimas informaciones, muchas de ellas banales, acerca de París, la meca cultural añorada de muchos de nuestros intelectuales, olvidando olímpicamente los sucesos políticos sociales que los había obligado a abandonar tierra. Es evidente la crítica que hace el autor a esta situación que, felizmente va quedando en el olvido entre las jóvenes generaciones de intelectuales comprometidos con su cultura.
La destrucción, por la llamada civilización, de la cultura autóctona es otra de las características de la realidad latinoamericana, vemos lo que está pasando con nuestras tradiciones andinas. Los pasos perdidos la muestra descarnadamente. Realza su valor pero también nos muestra el lento ocaso de los valores culturales de nuestros ancestros, algo que, lamentablemente continúa, en beneficio de falsos valores inculcados con mentalidad comercial y cubiertos bajo el falso velo de modernidad. En definitiva, el libro, pese a su vocabulario rebuscado y difícil, puede identificarse fácilmente con cualquiera de los pueblos que conforman nuestra América Latina, los cuales, como bien nos dice Alejo Carpentier en las últimas páginas del libro, “los mundos nuevos tienen que ser vividos antes que explicados”.
(1) Libro del mismo autor titulado Razón de ser (1980).
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
Uno de los escritores que mejor ha enfocado el tema es, sin lugar a dudas, el escritor cubano Alejo Carpentier para quien “El hombre nacido, crecido, formado, en nuestras proliferantes ciudades de concreto armado, ciudades de América Latina, tiene el deber ineludible de conocer a sus clásicos americanos, de releerlos, de meditarlos, para hallar sus raíces, sus árboles genealógicos de palmera, de apamate, o de ceiba, para tratar de saber quién es, que es y qué papel habrá de desempeñar, en absoluta identificación consigo mismo, en los vastos y turbulentos escenarios donde, en la actualidad se están presentando las comedias, dramas, tragedias - sangrientas y multitudinarias tragedias - de nuestro continente”. (1)
Su novela, Los pasos perdidos, es un excelente intento para lograr su cometido. Indudablemente que este libro de Alejo Carpentier está identificado plenamente con la cultura latinoamericana y sus avatares. A través de su lectura se encuentran menciones a aspectos fundamentales de esa identidad. Lo primero que en ella se puede notar es el reencuentro del narrador con “el idioma que hablé en mi infancia; el idioma en que aprendí a leer y a solfear”. Mencionando al Quijote reafirma el predominio de la lengua de Cervantes en los países ubicados en la parte sur del continente, idioma que ha permitido la existencia de escritores de la calidad del autor de esta obra, algunos laureados con el Nóbel en literatura.
Uno de los problemas grandes que ha frenado tremendamente el desarrollo de nuestros países latinoamericanos ha sido la inestabilidad política, motivada por las luchas internas, todas ellas a espaldas de los intereses del pueblo y en beneficio de unos pocos. Guerras fratricidas peleadas por ejércitos, cuyos soldados muchas veces no sabían porqué eran conducidos a la muerte. El toque de queda que experimenta el narrador ha sido la constante, en algunas oportunidades por años, de gobiernos dictatoriales cuyo interés no era más que perpetuarse en el poder para beneficio propio. “La teoría del gusano” puede entenderse como una expresión popular para explicar las consecuencias negativas de esa lacra que ha oprimido por generaciones a los pueblos latinoamericanos.
Una de las primeras consecuencias de la conquista española fue el mestizaje racial que hoy puebla nuestros países. Carpentier menciona el tema cuando describe a Rosario y explica “que varias razas se encontraban mezcladas en esta mujer” y luego hace referencia “a los formidables encuentros habidos en los grandes lugares de reunión de América, entre celtas, negros, latinos, indios y hasta cristianos nuevos”. Educando al lector sobre la heterogeneidad racial y por ende cultural, de Latinoamérica. Una característica que, lamentablemente y, de manera muy frecuente en nuestra sociedad peruana, es pasada por alto, al extremo que el “choleo” es de uso constante e indiscriminado cuando se trata de menospreciar a alguien y recordarle, de paso, que su origen racial “no está a la altura” de los supuestos “decentes o notables del pueblo”.
Trescientos años de asfixiante dominación cultural española dejaron huella indeleble en nuestros pensadores, los cuales, una vez expulsados estos, miraban, con honrosas excepciones, a la vieja Europa como la panacea del conocimiento, motivando que la realidad latinoamericana sea vista con ojos extranjerizantes, olvidando la realidad de nuestros pueblos, la cual era vista como inferior e incapaz de producir un proceso de inspiración artística y cultural, que no sea la de seguir modelos de otras realidades. En uno de los pasajes del libro Carpentier nos presenta a jóvenes artistas, quienes, al reunirse con Mouche, no hacen sino preocuparse en conocer todas las últimas informaciones, muchas de ellas banales, acerca de París, la meca cultural añorada de muchos de nuestros intelectuales, olvidando olímpicamente los sucesos políticos sociales que los había obligado a abandonar tierra. Es evidente la crítica que hace el autor a esta situación que, felizmente va quedando en el olvido entre las jóvenes generaciones de intelectuales comprometidos con su cultura.
La destrucción, por la llamada civilización, de la cultura autóctona es otra de las características de la realidad latinoamericana, vemos lo que está pasando con nuestras tradiciones andinas. Los pasos perdidos la muestra descarnadamente. Realza su valor pero también nos muestra el lento ocaso de los valores culturales de nuestros ancestros, algo que, lamentablemente continúa, en beneficio de falsos valores inculcados con mentalidad comercial y cubiertos bajo el falso velo de modernidad. En definitiva, el libro, pese a su vocabulario rebuscado y difícil, puede identificarse fácilmente con cualquiera de los pueblos que conforman nuestra América Latina, los cuales, como bien nos dice Alejo Carpentier en las últimas páginas del libro, “los mundos nuevos tienen que ser vividos antes que explicados”.
(1) Libro del mismo autor titulado Razón de ser (1980).
Armando Zarazú Aldave
[email protected]