LA CULEBRITA

Una de las estampas poco gratas del pasado chiquiano ofrece el recuerdo de la vida escolar en los años 3 del siglo pasado.
Habían 4 profesores en el Centro Escolar No 351. Uno era egresado del antiguo Instituto Pedagógico Nacional. Sus clases eran verdaderas demostraciones de gran competencia profesional. Pese a la falta de bases y de madurez en el roce con temas que en esa época estaban reservados para la Secundaria y hasta la universidad, el famoso maestro de la de la sección del 4to año explicaba los episodios de la revolución Francesa, lo hacía con tal maestría que sus alumnos lo escuchaban cautivados por su voz baja, su hablar lento y sereno y su paciencia infinita para alsolver preguntas.
Habían también maestros de “tercera categoría” que acertaban a dictar clases despertando el interés del alumno. Pero estos eran los menos-, en estos tiempos el mejor maestro era el más “recto”, el castigador, el que lograba que sus alumnos recitaran de memoria las lecciones que dictaban. Uno de estos últimos llevó al extremo esta actitud del pueblo. Para cohonestar su falso auto calificativo de Gran Maestro, se armó de un cuero trenzado, extremadamente duro, que para utilizarlo con más eficacia, lo untaba con grasa de ovino. Se llamaba la culebrita.
La culebrita era el terror del alumno, porque dejaba en cada golpe sobre el dorso de la mano una huella verduzca y rojiza de, más o menos 10 centímetros de largo acompañado de un intenso dolor.
El maestro que en todo momento sostenía la culebrita, parecía que gozaba con el espanto y el dolor del alumno que sufría esta agresión. No se puede negar que este docente sufría de una neurosis aguda con rasgos de psicopatía, porque alumno que le caía antipático no se le escapaba, a tal punto aye se acercaba a su lado y aparentaba castigar a otro y le daba a quién le tenía ojeriza y, cínicamente comentaba: Que se va hacer…a la tierra flaca cae el hielo. El agredido lo miraba con esa dulce expresión de la inocencia, mientras que por sus mejillas rodaban gotas de lágrimas que tal vez más tarde abonarían el espíritu rebelde y violento de la juventud.
Los alumnos que contemplaban estas agresiones del maestro se llenaban de espanto y optaban por abandonar la escuela. Proliferaban los llamados “vaqueros” o sea, los que salían de la casa con dirección a la escuela, pero cambiaban la ruta y se iban al campo para volver a sus casas cuando la campana del local escolar anunciaba la salida.
Cuando el profesor de marras sabía donde estaba algún vaquero, destacaba a cuatro alumnos de los más altos, para que lo capturen y lleven a su presencia. Los encargados de tomar preso al vaquero cumplían su papel a las mil maravillas. Como en las épocas de las satrapías le pecaban al fugitivo, le amarraban los pies y las manos, luego lo cargaban constituyendo un terrible espectáculo para las demás secciones., que desde sus ramadas (aulas), contemplaban temblorosos, pensando en el castigo que sufrirían, pues el profesor lo esperaba jugando entre sus manos con la culebrita, ansioso de descargarla sobre las manos del detenido. Fue un etapa negra de la pedagogía practicada por la mayoría de los que carecían de estudios profesionales.
Y es que los gobiernos, incluyendo el revolucionario de la Fuerza Armada, siempre consideraron, que para enseñar bastaba tener conocimientos para transmitirlos a otros de cualquier manera y esta actitud aun prevalece para justificar la exigua paga que los presupuestos consignan para la remuneración del magisterio.
El dueño dela culebrita se jactaba de ser el mejor maestro de la provincia, reunía según él mismo las virtudes de un gran maestro recto, sapiente y severo, algunos lo reconocían así; pero pobre de aquel que osaba quejarse por los vejámenes que infería a su hijo, lo traba mal y hasta lo insultaba, tratándolo de indiecito ignorante. Uno de éstos, Herido en su amor propio, se atrevió a denunciarlo a la Comandancia del Puesto de la Guardia Civil.
Para que lo hizo. Se le fueron encima el inseparable trío formado por el Subprefecto, El Inspector de Educación y el Alcalde, este último pariente del “maestro”, ordenaron su captura y lo encarcelaron. No concebían como un cualquiera se había atrevido denunciarlo a tan “eminente profesor”.
Para ser excarcelado tuvo que ir la esposa a suplicar que lo perdonaran, el trío Subprefecto, Inspector y Alcalde que gobernaban de común acuerdo, ordenaron que el padre de familia diera amplias disculpas al dizque digno maestro, que además de la culebrita se consideraba dueño de una gran moralidad.
En esos tiempos las autoridades izaban al tope la moralidad para ser lo únicos amantes de las mujeres, especialmente de ciertas “maestras”.
Algunas maestras procedían de hogares humildes y necesariamente debían su puesto de trabajo a algún miembro del famoso trío.
Ocurrió que un Inspector de de Educación, trató de acaparar la preferencia de las maestras. Rompiéndose por ello el trío de autoridades. Para eliminar al Inspector se valieron de una treta. Una joven maestra relativamente agraciada y soltera se encargaría de ejecutar el plan.
Subprefecto y Alcalde, se pusieron a conversar con otros ciudadanos en la esquina de la calle donde funcionaba la Inspección de Educación, en cierto momento la maestra entró a la oficina y casi al minuto salió gritando, pidiendo auxilio, decía que el Inspector había tratado de violarla.
Las autoridades dieron otro grito, pero esta vez reclamando sanción contra el funcionario “inmoral”, a los 15 días estaba destituido. Con la misma modalidad se desprendían de todo Inspector que no respetaba los derechos de primacía, que se arrogaban el el subprefecto y el Alcalde en el reparto de ls víctimas. Sin embargo no todos los maestros tenían ese respaldo de las autoridades; por el contrario, el maestro era mal visto por la autoridad política, edil y hasta policial.
Después de unos meses el docente tenía algo para comprarse, un terno presentable y hasta un abrigo. Esta prenda pensaban los de trío debía estar reservada para ellos y uno que otro adinerado, por lo tanto consideraban un desafío que un maestrito (trato que despreciativamente le daban), se atreviese a igualarse a ellos.
Para humillarlo se valían de la policía, que pro proceder también de humildes cunas, sentían animadversión hacía los maestros y en algunos casos absurdas enemistades entre maestros y policías, que se agravaban cuando los gobiernos de turno daban cierta preferencia a uno de los dos grupos humanos.
Esta rivalidad se hacía patente cuando el maestro por su mismo rol salía en defensa del agraviado humilde.
Este es un caso digno de recordar. Un hampón había acuchillado en el vientre a un pacífico ciudadano, éste se presentó al puesto de la Guardia Civil, conteniendo los intestinos que se le vaciaban a través de la herida. Inmediatamente el Comandante ordenó a una pareja que acudiera a detenerlo.
La pareja siguió al delincuente tratando de convencerlo que se entregue. A cierta distancia el frustrado homicida amenazó con atacar a los policías que lo seguían, ante esta situación la pareja dijo; “es mejor que digan que acá corrieron dos y no que acá murieron dos…” se miraron ambos y dijeron mejor vamos a traer nuestras armas. Se volvieron a la Comandancia. El jefe y un grupo de curiosos esperaban en la puerta el desenlace. Uno de los encargados de la captura informó de lo ocurrido entretanto el agresor ya era inubicable, entre el grupo estaba aun maestrito que con valentía llamó la atención.
-Quiere decir qu no tenemos garantía.
-Uno de los guardias al oír esto dijo:
-Está usted ofendiendo a la autoridad.
-Cumplan su deber, pues—respondió el maestro.
Ya con voz destemplada se ordenó que pase a prisión el maestro y cuando la protesta se generalizó, uno de los guardias gritó:
-Voy arrancar el botón de mi polaca y loos voy acusar ante el fuero militar.
Ante esta amenaza todos se marcharon a sus casas.
Eran tiempos en los que reci’en se hablaba de Psicología Infantil, como base de una educación científica. Posteriormente se fortaleció el movimiento intelectual pedagógico. Desapareció la culebrita que sin embargo persistían en el trato humillante al alumno.
Ya pisamos el umbral del siglo XXI y aun estamos lejos de afrontar el reto educativo; vivimos en la edad de piedra de la cultura pedagógica.
La investigación que debería constituir el pedestal de la obra educativa, brilla por su ausencia, sobre todo en su modalidad experimental.
Se habla de nuevos métodos y técnicas, pero la práctica sigue siendo tradicional y es que el sistema político vive conforme con una sociedad donde los desniveles sociales se correlacionan con el desarrollo intelectual.
Sin embargo, los mestros de tercera categoría no todos fueron negativos, par la educación de la niñez, teniendo en cuenta que muchos principios pedagógicos fueron actitudes asumidas por profesoras que sin ostentar un título, supieron poner sus dotes naturales para la conducción y enseñanza de sus alumnos. La misma autoridad de aquel entonces, con ocasión de su gira de supervisión encontró ,a 4,000 metros de altura sobre el nivel del mar, a la única maestra de un caserío, arropada en una manta de lana y sentda en la puerta del único salón con que contaba la escuela, esperando a los alumnos bajo un intenso frío de 4 grados bajo cero.
-Basta este sacrificio para considerarla una heroína de la educación y respaldarla moral y económicamente. -Comentó el Inspector , agregando:
-Con razón en Tokyo, la gente se quita el sombrero cada vez que se cruza en la calle con un maestro.
Vidal Alvarado Cruz
Habían 4 profesores en el Centro Escolar No 351. Uno era egresado del antiguo Instituto Pedagógico Nacional. Sus clases eran verdaderas demostraciones de gran competencia profesional. Pese a la falta de bases y de madurez en el roce con temas que en esa época estaban reservados para la Secundaria y hasta la universidad, el famoso maestro de la de la sección del 4to año explicaba los episodios de la revolución Francesa, lo hacía con tal maestría que sus alumnos lo escuchaban cautivados por su voz baja, su hablar lento y sereno y su paciencia infinita para alsolver preguntas.
Habían también maestros de “tercera categoría” que acertaban a dictar clases despertando el interés del alumno. Pero estos eran los menos-, en estos tiempos el mejor maestro era el más “recto”, el castigador, el que lograba que sus alumnos recitaran de memoria las lecciones que dictaban. Uno de estos últimos llevó al extremo esta actitud del pueblo. Para cohonestar su falso auto calificativo de Gran Maestro, se armó de un cuero trenzado, extremadamente duro, que para utilizarlo con más eficacia, lo untaba con grasa de ovino. Se llamaba la culebrita.
La culebrita era el terror del alumno, porque dejaba en cada golpe sobre el dorso de la mano una huella verduzca y rojiza de, más o menos 10 centímetros de largo acompañado de un intenso dolor.
El maestro que en todo momento sostenía la culebrita, parecía que gozaba con el espanto y el dolor del alumno que sufría esta agresión. No se puede negar que este docente sufría de una neurosis aguda con rasgos de psicopatía, porque alumno que le caía antipático no se le escapaba, a tal punto aye se acercaba a su lado y aparentaba castigar a otro y le daba a quién le tenía ojeriza y, cínicamente comentaba: Que se va hacer…a la tierra flaca cae el hielo. El agredido lo miraba con esa dulce expresión de la inocencia, mientras que por sus mejillas rodaban gotas de lágrimas que tal vez más tarde abonarían el espíritu rebelde y violento de la juventud.
Los alumnos que contemplaban estas agresiones del maestro se llenaban de espanto y optaban por abandonar la escuela. Proliferaban los llamados “vaqueros” o sea, los que salían de la casa con dirección a la escuela, pero cambiaban la ruta y se iban al campo para volver a sus casas cuando la campana del local escolar anunciaba la salida.
Cuando el profesor de marras sabía donde estaba algún vaquero, destacaba a cuatro alumnos de los más altos, para que lo capturen y lleven a su presencia. Los encargados de tomar preso al vaquero cumplían su papel a las mil maravillas. Como en las épocas de las satrapías le pecaban al fugitivo, le amarraban los pies y las manos, luego lo cargaban constituyendo un terrible espectáculo para las demás secciones., que desde sus ramadas (aulas), contemplaban temblorosos, pensando en el castigo que sufrirían, pues el profesor lo esperaba jugando entre sus manos con la culebrita, ansioso de descargarla sobre las manos del detenido. Fue un etapa negra de la pedagogía practicada por la mayoría de los que carecían de estudios profesionales.
Y es que los gobiernos, incluyendo el revolucionario de la Fuerza Armada, siempre consideraron, que para enseñar bastaba tener conocimientos para transmitirlos a otros de cualquier manera y esta actitud aun prevalece para justificar la exigua paga que los presupuestos consignan para la remuneración del magisterio.
El dueño dela culebrita se jactaba de ser el mejor maestro de la provincia, reunía según él mismo las virtudes de un gran maestro recto, sapiente y severo, algunos lo reconocían así; pero pobre de aquel que osaba quejarse por los vejámenes que infería a su hijo, lo traba mal y hasta lo insultaba, tratándolo de indiecito ignorante. Uno de éstos, Herido en su amor propio, se atrevió a denunciarlo a la Comandancia del Puesto de la Guardia Civil.
Para que lo hizo. Se le fueron encima el inseparable trío formado por el Subprefecto, El Inspector de Educación y el Alcalde, este último pariente del “maestro”, ordenaron su captura y lo encarcelaron. No concebían como un cualquiera se había atrevido denunciarlo a tan “eminente profesor”.
Para ser excarcelado tuvo que ir la esposa a suplicar que lo perdonaran, el trío Subprefecto, Inspector y Alcalde que gobernaban de común acuerdo, ordenaron que el padre de familia diera amplias disculpas al dizque digno maestro, que además de la culebrita se consideraba dueño de una gran moralidad.
En esos tiempos las autoridades izaban al tope la moralidad para ser lo únicos amantes de las mujeres, especialmente de ciertas “maestras”.
Algunas maestras procedían de hogares humildes y necesariamente debían su puesto de trabajo a algún miembro del famoso trío.
Ocurrió que un Inspector de de Educación, trató de acaparar la preferencia de las maestras. Rompiéndose por ello el trío de autoridades. Para eliminar al Inspector se valieron de una treta. Una joven maestra relativamente agraciada y soltera se encargaría de ejecutar el plan.
Subprefecto y Alcalde, se pusieron a conversar con otros ciudadanos en la esquina de la calle donde funcionaba la Inspección de Educación, en cierto momento la maestra entró a la oficina y casi al minuto salió gritando, pidiendo auxilio, decía que el Inspector había tratado de violarla.
Las autoridades dieron otro grito, pero esta vez reclamando sanción contra el funcionario “inmoral”, a los 15 días estaba destituido. Con la misma modalidad se desprendían de todo Inspector que no respetaba los derechos de primacía, que se arrogaban el el subprefecto y el Alcalde en el reparto de ls víctimas. Sin embargo no todos los maestros tenían ese respaldo de las autoridades; por el contrario, el maestro era mal visto por la autoridad política, edil y hasta policial.
Después de unos meses el docente tenía algo para comprarse, un terno presentable y hasta un abrigo. Esta prenda pensaban los de trío debía estar reservada para ellos y uno que otro adinerado, por lo tanto consideraban un desafío que un maestrito (trato que despreciativamente le daban), se atreviese a igualarse a ellos.
Para humillarlo se valían de la policía, que pro proceder también de humildes cunas, sentían animadversión hacía los maestros y en algunos casos absurdas enemistades entre maestros y policías, que se agravaban cuando los gobiernos de turno daban cierta preferencia a uno de los dos grupos humanos.
Esta rivalidad se hacía patente cuando el maestro por su mismo rol salía en defensa del agraviado humilde.
Este es un caso digno de recordar. Un hampón había acuchillado en el vientre a un pacífico ciudadano, éste se presentó al puesto de la Guardia Civil, conteniendo los intestinos que se le vaciaban a través de la herida. Inmediatamente el Comandante ordenó a una pareja que acudiera a detenerlo.
La pareja siguió al delincuente tratando de convencerlo que se entregue. A cierta distancia el frustrado homicida amenazó con atacar a los policías que lo seguían, ante esta situación la pareja dijo; “es mejor que digan que acá corrieron dos y no que acá murieron dos…” se miraron ambos y dijeron mejor vamos a traer nuestras armas. Se volvieron a la Comandancia. El jefe y un grupo de curiosos esperaban en la puerta el desenlace. Uno de los encargados de la captura informó de lo ocurrido entretanto el agresor ya era inubicable, entre el grupo estaba aun maestrito que con valentía llamó la atención.
-Quiere decir qu no tenemos garantía.
-Uno de los guardias al oír esto dijo:
-Está usted ofendiendo a la autoridad.
-Cumplan su deber, pues—respondió el maestro.
Ya con voz destemplada se ordenó que pase a prisión el maestro y cuando la protesta se generalizó, uno de los guardias gritó:
-Voy arrancar el botón de mi polaca y loos voy acusar ante el fuero militar.
Ante esta amenaza todos se marcharon a sus casas.
Eran tiempos en los que reci’en se hablaba de Psicología Infantil, como base de una educación científica. Posteriormente se fortaleció el movimiento intelectual pedagógico. Desapareció la culebrita que sin embargo persistían en el trato humillante al alumno.
Ya pisamos el umbral del siglo XXI y aun estamos lejos de afrontar el reto educativo; vivimos en la edad de piedra de la cultura pedagógica.
La investigación que debería constituir el pedestal de la obra educativa, brilla por su ausencia, sobre todo en su modalidad experimental.
Se habla de nuevos métodos y técnicas, pero la práctica sigue siendo tradicional y es que el sistema político vive conforme con una sociedad donde los desniveles sociales se correlacionan con el desarrollo intelectual.
Sin embargo, los mestros de tercera categoría no todos fueron negativos, par la educación de la niñez, teniendo en cuenta que muchos principios pedagógicos fueron actitudes asumidas por profesoras que sin ostentar un título, supieron poner sus dotes naturales para la conducción y enseñanza de sus alumnos. La misma autoridad de aquel entonces, con ocasión de su gira de supervisión encontró ,a 4,000 metros de altura sobre el nivel del mar, a la única maestra de un caserío, arropada en una manta de lana y sentda en la puerta del único salón con que contaba la escuela, esperando a los alumnos bajo un intenso frío de 4 grados bajo cero.
-Basta este sacrificio para considerarla una heroína de la educación y respaldarla moral y económicamente. -Comentó el Inspector , agregando:
-Con razón en Tokyo, la gente se quita el sombrero cada vez que se cruza en la calle con un maestro.
Vidal Alvarado Cruz