ARMANDO ZARAZÚ ALDAVE
LUICO y SU HUACHI

Cuando la fiesta del pueblo terminó Luico, acompañado de su fiel huachi, empezó a caminar con dirección a su casa, allá en Tauripón, carca de Gorgorillo, provincia de Bolognesi. Caminaba pensando en lo bien que lo había pasado con sus amigos, jugando, cantando y bailando, como lo hacían siempre y lo habían hecho antes sus antepasados. Así le contaba en las noches de luna su abuelito, rucush Alicho, sentado en el corredor de su casa, maravillándose con el espectáculo de los millones de estrellas que adornan las noches andinas. Mientras caminaba por el angosto y pedregoso camino su huachi se detenía a ratos para comer alguna hierba de su agrado que encontraba a su paso.
¡Apúrate! ¡No te demores! ¡Se nos hace tarde! -le gritaba Luico- quien tenía temor que el sol se oculte y caiga la noche. Tenía miedo del camino oscuro y del puma, ¡Claro! ¡Del puma! Ese temible y feroz felino de los Andes que los podía atacar y comerse a su huachi. ¡Comerse a su huachi! Al pensar en esa posibilidad un terrible escalofrío recorrió su cuerpo. ¿Cómo el puma se podría comer a su huachi? Si era el mejor amigo y compañero que tenía, ¡Compartía tanto en sus juegos y lo acompañaba en los pequeños trabajos que le encomendaba su mamá! Si bien no tenía la fuerza de un animal grande, como un burro, su huachi lo acompañaba cuando iba a buscar leña para que su mamá pueda cocinar en su casa ¡con lo rico que su mamá Alicha cocinaba! Sobre todo, el locro de cuye. También lo acompañaba cuando iba llevándole el fiambre a su papá cuando sembraba sus campos. No -pensó Luico- el puma no se va a comer a mi huachi ¡Tenemos que caminar rápido y llegar a la casa antes que oscurezca!
Así iba caminado Luico, jalando a su huachi para que no se entretenga, cuando de pronto sintió un extraño ruido a la vuelta del camino ¿Será el puma?, pensó asustado. Su corazón empezó a latir con fuerza, abrazó a su huachi con una mano para protegerlo y con la otra sacó la honda -arma simple pero efectiva en las manos de quien sabe usarla- esperó ansioso y decidido a defender a su amigo. Pasaron largos e interminables minutos, el puma no aparecía, el silencio era total. Se podía escuchar el ruido de su corazón al palpitar. Pasaron unos minutos, Luico seguía esperando con la honda en las manos y el puma no aparecía. Bueno, pensó nuestro amigo, seguro el puma me ha visto con mi honda y ha tenido miedo y se ha ido por otro lado. De pronto apareció su padre por el camino. Serio y con expresión grave le dijo: ¿Dónde has estado Luico?, ¡Nos has tenido preocupados a tu mamá y a mí!, ¡No vuelvas a salir sin avisarnos! Luico sonrió y le prometió a su padre no irse más de fiesta sin pedir permiso. Puso su honda en el bolsillo, abrazó a su huachi y empezó a caminar detrás de su padre.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
Nota importante.- Las fotografías que adornan esta nota han sido tomadas del Facebook de Tauripón Dinamo.
¡Apúrate! ¡No te demores! ¡Se nos hace tarde! -le gritaba Luico- quien tenía temor que el sol se oculte y caiga la noche. Tenía miedo del camino oscuro y del puma, ¡Claro! ¡Del puma! Ese temible y feroz felino de los Andes que los podía atacar y comerse a su huachi. ¡Comerse a su huachi! Al pensar en esa posibilidad un terrible escalofrío recorrió su cuerpo. ¿Cómo el puma se podría comer a su huachi? Si era el mejor amigo y compañero que tenía, ¡Compartía tanto en sus juegos y lo acompañaba en los pequeños trabajos que le encomendaba su mamá! Si bien no tenía la fuerza de un animal grande, como un burro, su huachi lo acompañaba cuando iba a buscar leña para que su mamá pueda cocinar en su casa ¡con lo rico que su mamá Alicha cocinaba! Sobre todo, el locro de cuye. También lo acompañaba cuando iba llevándole el fiambre a su papá cuando sembraba sus campos. No -pensó Luico- el puma no se va a comer a mi huachi ¡Tenemos que caminar rápido y llegar a la casa antes que oscurezca!
Así iba caminado Luico, jalando a su huachi para que no se entretenga, cuando de pronto sintió un extraño ruido a la vuelta del camino ¿Será el puma?, pensó asustado. Su corazón empezó a latir con fuerza, abrazó a su huachi con una mano para protegerlo y con la otra sacó la honda -arma simple pero efectiva en las manos de quien sabe usarla- esperó ansioso y decidido a defender a su amigo. Pasaron largos e interminables minutos, el puma no aparecía, el silencio era total. Se podía escuchar el ruido de su corazón al palpitar. Pasaron unos minutos, Luico seguía esperando con la honda en las manos y el puma no aparecía. Bueno, pensó nuestro amigo, seguro el puma me ha visto con mi honda y ha tenido miedo y se ha ido por otro lado. De pronto apareció su padre por el camino. Serio y con expresión grave le dijo: ¿Dónde has estado Luico?, ¡Nos has tenido preocupados a tu mamá y a mí!, ¡No vuelvas a salir sin avisarnos! Luico sonrió y le prometió a su padre no irse más de fiesta sin pedir permiso. Puso su honda en el bolsillo, abrazó a su huachi y empezó a caminar detrás de su padre.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
Nota importante.- Las fotografías que adornan esta nota han sido tomadas del Facebook de Tauripón Dinamo.