James lópez padilla
EL HUAHUA QUE SE VA

Nos costará tiempo acostumbrarnos sin Huahua. Todos aquellos que somos sus amigos y hemos compartido su amistad, sus vivencias del diario vivir; -sobre todo los de la G60'-, cuya carga generacional va mermando ostensiblemente. De ello se da cuenta el inesperado fallecimiento de nuestro recordado y sentido amigo chiquiano Pepe Lavado y, ahora, este momento de mucho pesar en que nos deja Carlos Vásquez Sotelo, otro admirable chiquiano, cual si fueran dos vidas paralelas que convergen al mismo sino que la vida otorga. Como se vé, no bien han pasado pocos meses y sin mayor tregua, Huahua se va con ese mismo destino irreverente, cual si fuera el Aynín quejumbroso del Pampán invernal. Cuánto lo vamos a recordar, sentir y necesitar sus amigos que somos,
testimonios de valores ético-morales que cultivó y practicó en su vida personal y profesional. Su vida política limpia y principista con la que actuó al servicio del pueblo y la sociedad con la prédica y la acción que él practicó con el ejemplo; su humanismo expresado en sus actos de convivencia social; en el deporte, asumiendo un color que fue del Club Tarapacá, querido y adorado desde su adolescencia y tantas otras facetas de su quehacer social. Sus toros bravos de las fiestas patronales de Santa Rosita y San Pancho que no faltaban para las corridas, ya que él patrocinaba siempre. ASÍ ERA HUAHUA.
¡Descansa en Paz!
James López Padilla
testimonios de valores ético-morales que cultivó y practicó en su vida personal y profesional. Su vida política limpia y principista con la que actuó al servicio del pueblo y la sociedad con la prédica y la acción que él practicó con el ejemplo; su humanismo expresado en sus actos de convivencia social; en el deporte, asumiendo un color que fue del Club Tarapacá, querido y adorado desde su adolescencia y tantas otras facetas de su quehacer social. Sus toros bravos de las fiestas patronales de Santa Rosita y San Pancho que no faltaban para las corridas, ya que él patrocinaba siempre. ASÍ ERA HUAHUA.
¡Descansa en Paz!
James López Padilla
SE FUE NUESTRO QUERIDO HUAHUA

Estamos por terminar la primera cuarta parte del presente siglo y este no han sido nada fácil para los miembros de mi generación, especialmente los tres o cuatro últimos años en los que hemos tenido la desgracia de perder a algunos de ellos, al punto que escribir notas de despedida se están convirtiendo en una especialidad no deseada. Esta semana hice un viaje relámpago a nuestra tierra para despedir a Carlos Ernesto Vásquez Sotelo, a quien sus íntimos llamábamos afectuosamente Huahua. Para ser sincero, desconozco el origen del sobrenombre, pero este se hizo sinónimo del buen Carlos, al punto que en su tierra chiquiana todo el mundo lo conocía y llamaba de esa forma.
El que esto escribe fue su compañero de carpeta en la Prevocacional de Varones de Chiquián, luego en la adolescencia y juventud cómplice de aventuras, farras y serenatas a las mal pagadoras. Pasaron los años, y ya en la universidad Nacional Federico Villarreal, él en la facultad de Derecho y yo en la de Educación, compartimos infinidad de anécdotas, dentro y fuera de la universidad, las cuales, de adultos, recordábamos en medio de risas y recuerdos lejanos de bromas gastadas a amigos comunes y de una que otra mataperrada. En fin, vivimos nuestra juventud a plenitud, en la cual no faltaron romances que nos hacían vivir plenos de felicidad, como también hubo algunos que nos causaron dolor y dejaron marca en nuestras vidas. Como buenos amantes de nuestra música, en nuestras reuniones solíamos expresar nuestros sentimientos por medio del canto, el preferido por Huahua se titulaba “La Magdalena”, un vals que marcó sus años juveniles y que, ya de adultos, lo cantábamos a voz en pecho porque sabíamos que era la llave mágica para que Huahuita se mandara su tanda, y no nos dejara con sed.
Así fueron pasando los años y nuestra amistad, yo diría hermandad, seguía creciendo. Como el mundo en que vivimos es real y no perfecto no faltaron dificultades que Huahua supo enfrentar a mi lado, como amigo, como hermano, como abogado. Siempre utilizó sus conocimientos legales para salir con éxito y sin hacer daño a nadie ¿Cómo olvidar todo eso? Cada vez que volvía de vacaciones me recibía con los brazos abiertos y era el último en despedirme. Conversábamos telefónicamente a menudo para estar al día con lo que pasaba en nuestra tierra, en nuestro Perú y sobre todo de ese pequeño circulo social de amigos que, muy lamentablemente, por cierto, cada vez se va reduciendo.
Recordar a Huahua es hacer reminiscencia de su don de gentes, del apego a su familia, de su generosidad, de su humor constante. Hay tantas historias para recordar que necesitaría cantidades de páginas para hacerlo. Algún día las volcaré al papel, hacerlo será rendir homenaje al amigo, al hermano y sobre todo, a ese espíritu sano y desinteresado que fue la constante de su vida. Descansa en paz Huahuita, los pocos amigos de nuestra juventud que quedamos, te recordamos con afecto y pena mal disimulada, al tomar conciencia que ya no reirás más con nosotros.
Por todo eso no podía dejar de estar presente en tu última despedida, es lo menos que podía haber hecho Huahuita.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
El que esto escribe fue su compañero de carpeta en la Prevocacional de Varones de Chiquián, luego en la adolescencia y juventud cómplice de aventuras, farras y serenatas a las mal pagadoras. Pasaron los años, y ya en la universidad Nacional Federico Villarreal, él en la facultad de Derecho y yo en la de Educación, compartimos infinidad de anécdotas, dentro y fuera de la universidad, las cuales, de adultos, recordábamos en medio de risas y recuerdos lejanos de bromas gastadas a amigos comunes y de una que otra mataperrada. En fin, vivimos nuestra juventud a plenitud, en la cual no faltaron romances que nos hacían vivir plenos de felicidad, como también hubo algunos que nos causaron dolor y dejaron marca en nuestras vidas. Como buenos amantes de nuestra música, en nuestras reuniones solíamos expresar nuestros sentimientos por medio del canto, el preferido por Huahua se titulaba “La Magdalena”, un vals que marcó sus años juveniles y que, ya de adultos, lo cantábamos a voz en pecho porque sabíamos que era la llave mágica para que Huahuita se mandara su tanda, y no nos dejara con sed.
Así fueron pasando los años y nuestra amistad, yo diría hermandad, seguía creciendo. Como el mundo en que vivimos es real y no perfecto no faltaron dificultades que Huahua supo enfrentar a mi lado, como amigo, como hermano, como abogado. Siempre utilizó sus conocimientos legales para salir con éxito y sin hacer daño a nadie ¿Cómo olvidar todo eso? Cada vez que volvía de vacaciones me recibía con los brazos abiertos y era el último en despedirme. Conversábamos telefónicamente a menudo para estar al día con lo que pasaba en nuestra tierra, en nuestro Perú y sobre todo de ese pequeño circulo social de amigos que, muy lamentablemente, por cierto, cada vez se va reduciendo.
Recordar a Huahua es hacer reminiscencia de su don de gentes, del apego a su familia, de su generosidad, de su humor constante. Hay tantas historias para recordar que necesitaría cantidades de páginas para hacerlo. Algún día las volcaré al papel, hacerlo será rendir homenaje al amigo, al hermano y sobre todo, a ese espíritu sano y desinteresado que fue la constante de su vida. Descansa en paz Huahuita, los pocos amigos de nuestra juventud que quedamos, te recordamos con afecto y pena mal disimulada, al tomar conciencia que ya no reirás más con nosotros.
Por todo eso no podía dejar de estar presente en tu última despedida, es lo menos que podía haber hecho Huahuita.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]