josé antonio salazar mejía
UN DIPUTADO VALIENTE

De una nota recogida por Jorge Basadre.
Tras la guerra del 79, el país se sumió en la miseria. Como Chile se quedó con las salitreras y las islas guaneras de Chincha, el Perú no tenía cómo pagar a sus acreedores. Michael Grace fungió a nombre de ellos y para cobrar las deudas, mediante un contrato con el estado peruano se hizo cargo de los ferrocarriles, de las minas de Huancavelica, del petróleo de Piura, del carbón de Huallanca, de la navegación en los ríos amazónicos y en el Titicaca, de la aduana de Mollendo, etc. Por el Contrato Grace fuimos despojados de todos nuestros grandes recursos. Sobre la guerra, vino el mayor desastre que fue el Contrato Grace.
Cáceres, que había reemplazado en el gobierno a Iglesias, y en cuyo mandato se firmó el Contrato Grace, pasó de ser el gran héroe de la resistencia, a un servil de la oligarquía nacional y del capital extranjero.
Este parece ser el destino de muchos personajes de nuestra historia, que de villanos pasaron a ser héroes y viceversa. Un villano famoso que ahora descansa en la Cripta de los Héroes es el Brigadier Mateo García Pumacahua, quien en su juventud, siendo Cacique de Chincheros fue enemigo acérrimo de Túpac Amaru II y contribuyó grandemente en su caída, mostrándose godo como el que más; pero pasado el tiempo y convertido a la causa independentista, participó en la sublevación de los Hermanos Angulo y combatió en Umachiri, muriendo decapitado por los españoles en 1815.
Suerte parecida le tocó vivir a Nicolás de Piérola, que luego de mostrarse como el más vil de los peruanos durante la guerra con Chile, en la que prefirió enfrascarse en una lucha intestina por el poder, en vez de enfrentar con todo ahínco a las fuerzas enemigas; se convirtió años más tarde en el más grande caudillo popular que conoce la historia nacional.
En cambio, a nuestro querido Pedro Pablo Atusparia, el destino le jugó una mala pasada. Si él hubiera muerto en la batalla de Yungay, el 26 de abril de 1885, sería el más grande héroe campesino de la América toda. Pero solamente quedó herido y como las damas huarasinas le ocultaron del Coronel Callirgos que había ordenado su muerte, no ha pasado a la historia con el brillo y esplendor que se merece.
Si don Andrés Avelino se hubiera quedado con la gloria de sus hazañas ante las fuerzas invasoras, o habría fallecido en Huamachuco donde es fama que fue salvado por el héroe huarasino Herminio Santa Gadea, no habría cometido la estupidez de firmar el Contrato Grace.
Cuando el tema fue tocado por el Poder Legislativo, un sólo representante, el diputado por Huarás don Evaristo M. Chávez, alzó su voz de protesta ante tamaña vergüenza para el país.
- ¿Qué me cuenta Dr. Jiménez, qué me cuenta? – Preguntó Cáceres a su Jefe del Gabinete Ministerial al enterarse de la noticia.
Jiménez balbuceó una explicación poco convincente.
- ¿Un solo hombre ha osado ponerme en ridículo? ¡Que lo destituyan, para que aprendan de una vez por todas quién manda aquí! – Bramó el Presidente.
- Pero son treinta diputados los que al final se solidarizaron con él. – Retrucó el apocado Primer Ministro.
- ¡Eso no me importa! A ese tal Chávez y a los otros treinta me los reemplazan de inmediato! ¡Habrase visto semejante lisura! ¡Ca...nijo!
Los partidarios del Presidente Cáceres en la Cámara de Diputados, obedientes a sus caprichos, el 8 de abril de 1889 expulsaron de la Cámara a Chávez y a la treintena de opositores, entre los que figuraban también los diputados por la provincia de Santa, don Teodorico Terry, y el de la provincia de Pallasca, don Fernando Bieytes.
La medida fue seguida por una orden terminante del Presidente Cáceres a quien no le cayó en gracia la actitud de los rebeldes: las provincias a las que representaban los diputados expulsados, deberían elegir a sus reemplazantes, sin permitirse la reelección. Por lo visto, el héroe de la Campaña de la Breña, dirigía al país como a un cuartel.
Las otras treinta provincias se avinieron a seguir la orden presidencial y reemplazaron sin chistar a sus valientes diputados. Allá ellas que no fueron consecuentes con sus dignos representantes.
No fue éste el caso de Huarás. Los huarasinos fieles a su tradición liberal demostrada infinidad de veces a lo largo del siglo XIX, no aceptaron la imposición presidencial.
- ¡Fíjese don Pedro, - decía don Germán Schreiber dirigiéndose al presidente del colegio electoral de la provincia de Huarás, Pedro Rojas Loayza, - si obedecemos la orden del tuerto Cáceres, vamos a sentar un mal precedente!
- Le doy toda la razón don Germán. ¿Qué se habrá creído que somos nosotros? ¿Unos monigotes para hacer caso a sus caprichos? ¡Faltaba más!
- Pues bien. Tenemos el respaldo de la Junta de Notables, firme usted la resolución de ratificación de los poderes para don Evaristo Chávez.
Y así, para enervar aún más la cólera presidencial, Evaristo Chávez retornó a la Cámara de Diputados ratificado por el colegio electoral de la provincia de Huarás.
Veamos lo que al respecto dice el gran historiador don Jorge Basadre en su monumental Historia de la República del Perú: “Carácter aislado tuvo la acción del colegio electoral de Huarás en el que, por obra de Pedro Rojas Loayza, Germán Schreiber y otros altivos ciudadanos, se exteriorizó la protesta por la expulsión de la minoría parlamentaria y fueron ratificados los poderes del diputado Evaristo M. Chávez. Con tal motivo hubo persecuciones contra los directores de esta rebeldía”.
Mérito para los huarasinos que una vez más hacían notar su espíritu altivo y contestatario, y honra par la memoria del diputado Chávez. Huarás y los pueblos de Ancash, por esta y otras actitudes, quitaron su respaldo a Cáceres y apoyaron decididamente a don Nicolás de PiérolaEl Califa.
José Antonio Salazar Mejía
Tras la guerra del 79, el país se sumió en la miseria. Como Chile se quedó con las salitreras y las islas guaneras de Chincha, el Perú no tenía cómo pagar a sus acreedores. Michael Grace fungió a nombre de ellos y para cobrar las deudas, mediante un contrato con el estado peruano se hizo cargo de los ferrocarriles, de las minas de Huancavelica, del petróleo de Piura, del carbón de Huallanca, de la navegación en los ríos amazónicos y en el Titicaca, de la aduana de Mollendo, etc. Por el Contrato Grace fuimos despojados de todos nuestros grandes recursos. Sobre la guerra, vino el mayor desastre que fue el Contrato Grace.
Cáceres, que había reemplazado en el gobierno a Iglesias, y en cuyo mandato se firmó el Contrato Grace, pasó de ser el gran héroe de la resistencia, a un servil de la oligarquía nacional y del capital extranjero.
Este parece ser el destino de muchos personajes de nuestra historia, que de villanos pasaron a ser héroes y viceversa. Un villano famoso que ahora descansa en la Cripta de los Héroes es el Brigadier Mateo García Pumacahua, quien en su juventud, siendo Cacique de Chincheros fue enemigo acérrimo de Túpac Amaru II y contribuyó grandemente en su caída, mostrándose godo como el que más; pero pasado el tiempo y convertido a la causa independentista, participó en la sublevación de los Hermanos Angulo y combatió en Umachiri, muriendo decapitado por los españoles en 1815.
Suerte parecida le tocó vivir a Nicolás de Piérola, que luego de mostrarse como el más vil de los peruanos durante la guerra con Chile, en la que prefirió enfrascarse en una lucha intestina por el poder, en vez de enfrentar con todo ahínco a las fuerzas enemigas; se convirtió años más tarde en el más grande caudillo popular que conoce la historia nacional.
En cambio, a nuestro querido Pedro Pablo Atusparia, el destino le jugó una mala pasada. Si él hubiera muerto en la batalla de Yungay, el 26 de abril de 1885, sería el más grande héroe campesino de la América toda. Pero solamente quedó herido y como las damas huarasinas le ocultaron del Coronel Callirgos que había ordenado su muerte, no ha pasado a la historia con el brillo y esplendor que se merece.
Si don Andrés Avelino se hubiera quedado con la gloria de sus hazañas ante las fuerzas invasoras, o habría fallecido en Huamachuco donde es fama que fue salvado por el héroe huarasino Herminio Santa Gadea, no habría cometido la estupidez de firmar el Contrato Grace.
Cuando el tema fue tocado por el Poder Legislativo, un sólo representante, el diputado por Huarás don Evaristo M. Chávez, alzó su voz de protesta ante tamaña vergüenza para el país.
- Señor Presidente de esta ilustre Cámara de Diputados. Sorprende grandemente a mis oídos escuchar cómo se pretende mensocabar los intereses de la patria. Pero mayor es mi sorpresa al ver cómo con tanta impavidez este colegiado nada hace ante tamaño desaguisado. ¿Acaso no entendemos que se trata de un acto de lesa patria? ¿Acaso entregar los últimos recursos del país al mejor postor no va a caer como un baldón sobre nuestra gestión? Yo, señor Presidente, represento a la provincia de Huarás en el departamento de Ancash, ¿con qué cara me he enfentar a mis electores cuando sepan que con mi voto he autorizado la firma de este contrato ominoso y a todas luces ilegal y anticonstitucional? No, señor Presidente, hago pública mi protesta y solicito que se consigne en el libro de sesiones mi voto de disconformidad, mi oposición a la firma de este contrato que en nada beneficiará al país.
- ¿Qué me cuenta Dr. Jiménez, qué me cuenta? – Preguntó Cáceres a su Jefe del Gabinete Ministerial al enterarse de la noticia.
Jiménez balbuceó una explicación poco convincente.
- ¿Un solo hombre ha osado ponerme en ridículo? ¡Que lo destituyan, para que aprendan de una vez por todas quién manda aquí! – Bramó el Presidente.
- Pero son treinta diputados los que al final se solidarizaron con él. – Retrucó el apocado Primer Ministro.
- ¡Eso no me importa! A ese tal Chávez y a los otros treinta me los reemplazan de inmediato! ¡Habrase visto semejante lisura! ¡Ca...nijo!
Los partidarios del Presidente Cáceres en la Cámara de Diputados, obedientes a sus caprichos, el 8 de abril de 1889 expulsaron de la Cámara a Chávez y a la treintena de opositores, entre los que figuraban también los diputados por la provincia de Santa, don Teodorico Terry, y el de la provincia de Pallasca, don Fernando Bieytes.
La medida fue seguida por una orden terminante del Presidente Cáceres a quien no le cayó en gracia la actitud de los rebeldes: las provincias a las que representaban los diputados expulsados, deberían elegir a sus reemplazantes, sin permitirse la reelección. Por lo visto, el héroe de la Campaña de la Breña, dirigía al país como a un cuartel.
Las otras treinta provincias se avinieron a seguir la orden presidencial y reemplazaron sin chistar a sus valientes diputados. Allá ellas que no fueron consecuentes con sus dignos representantes.
No fue éste el caso de Huarás. Los huarasinos fieles a su tradición liberal demostrada infinidad de veces a lo largo del siglo XIX, no aceptaron la imposición presidencial.
- ¡Fíjese don Pedro, - decía don Germán Schreiber dirigiéndose al presidente del colegio electoral de la provincia de Huarás, Pedro Rojas Loayza, - si obedecemos la orden del tuerto Cáceres, vamos a sentar un mal precedente!
- Le doy toda la razón don Germán. ¿Qué se habrá creído que somos nosotros? ¿Unos monigotes para hacer caso a sus caprichos? ¡Faltaba más!
- Pues bien. Tenemos el respaldo de la Junta de Notables, firme usted la resolución de ratificación de los poderes para don Evaristo Chávez.
Y así, para enervar aún más la cólera presidencial, Evaristo Chávez retornó a la Cámara de Diputados ratificado por el colegio electoral de la provincia de Huarás.
Veamos lo que al respecto dice el gran historiador don Jorge Basadre en su monumental Historia de la República del Perú: “Carácter aislado tuvo la acción del colegio electoral de Huarás en el que, por obra de Pedro Rojas Loayza, Germán Schreiber y otros altivos ciudadanos, se exteriorizó la protesta por la expulsión de la minoría parlamentaria y fueron ratificados los poderes del diputado Evaristo M. Chávez. Con tal motivo hubo persecuciones contra los directores de esta rebeldía”.
Mérito para los huarasinos que una vez más hacían notar su espíritu altivo y contestatario, y honra par la memoria del diputado Chávez. Huarás y los pueblos de Ancash, por esta y otras actitudes, quitaron su respaldo a Cáceres y apoyaron decididamente a don Nicolás de PiérolaEl Califa.
José Antonio Salazar Mejía