OLINDA RAMÍREZ SOTO
UN VIAJECITO A QUERO
Por: Olinda Carolina Ramírez Soto
[email protected]
En esta oportunidad que saco nuevamente la experiencia que viví cuando viajé a Quero, los recuerdos afloran en mi memoria como una película y cada paso que viví entonces, me hace sentir afortunada de haber nacido y vivido en suelo bolognesino, de ellas guardo con mucho cariño y emoción todas las vivencias que en mi caso fue desde niña hasta empezar la adolescencia.
Con la carretera inaugurada en junio del 2004, los pobladores de Quero cuentan con un medio fácil y rápido para trasladarse y llevar sus productos a Chiquián y enrumbar a otros lugares.
Mi deseo inicial fue viajar a Pacllón donde mi mami trabajó como docente y la acompañé de pequeña; de ahí que, quise volver a ver aquellos bellos parajes, tal vez entrar a mi saloncito y quien sabe, algunos pobladores nos recordarían, porque guardo hermosos recuerdos de las personas, del lugar y su deliciosa comida. También quiero mencionar a Canis y Carhuajara, donde vivimos algunos años, y por supuesto, otros poblados que cruzábamos en el trayecto, como LLaclla, Kuspón, Roca,Ticllos Corpanqui, Cajamarquilla y Raján, cultivando buenas amistades, lindos y tristes recuerdos , ya dejé los tristes en el baúl del pasado y sólo llevo en mi corazón lo bueno de su gente, sus paisajes y su comida. Estos pueblos merecen desarrollarse para que sus hijos logren sus metas.
Al llegar a la agencia, el único carro con destino a Pacllón ya había salido, me apené, entonces, un señor me dijo: vayan a Quero, este carro sale ahorita. Pregunté a mi tío Julián Soto y a mi hijita Lourdes, que les parecía la idea, pues recordé que mi mami mencionó a Quero, como el primer lugar donde trabajó y nos decía que era lejos... muy lejos. Mi tío dijo haber viajado a caballo y corroboró lo dicho por mi mami; pero hizo hincapié: con carro será diferente, entonces interviene al indicado señor, quien me repitió: “señora, ustedes podrán ver el nevado y si desean pueden ir a la parte alta para tomar fotos'. Aceptando la invitación subimos a la combi, con mucha alegría, pues iba a conocer el lugar donde mi mamá fue a caballo para desempeñarse por primera vez como maestra, cuando ella tenía 17 años de edad, porque a los 16 años estuvo en Huayllacayán, con su tío Antonio Zúñiga, quién era profesor en dicho pueblo y de quién alimento su espíritu y temple como profesora.
La ruta a Quero se inicia en la antigua carretera que pasa por la gruta de la Virgencita, sobre el cementerio de Chiquián. Esta vía nos lleva a Pacllón, Llamac, Quero y otros poblados. Cruzamos río abajo entre eucaliptos, chacras con pasto verde, humo saliendo de alguna cocinita de leña, los animales que dibujan la vida campestre donde se toma leche tibia con canchita, queso sobadito, me pareció sentir el olor de la tierra húmeda, del papa cashqui o de un cuy asadito al carbón. Fue sin duda la invasión de los gratos recuerdos y mis sentidos se llenaron de muchas emociones.
Atravesando el río empezó una subida, dejando atrás el pueblo para ingresar al corazón de la naturaleza. A los lejos se veía el nevado majestuoso, con sus picachos y su blancura, como guardianes de este bello paraíso terrenal que entre cerros esconde la nobleza y la fuerza de nuestra gente.*
El sonido del motor que rueda los neumáticos por esta carretera pedregosa nos mece de una lado a otro como despertándonos. Miré de un lado a otro y estábamos subiendo un cerro y otro más... Este cambio nos presentó un terreno agreste, rudo, de clima airoso y seco, pero lleno de vegetación silvestre, los quinuales, plantas de tallos gruesos muy erguidos y caprichosamente torcidos por el viento y el frío, dramáticos por la soledad en que se encuentran, sujetas una a otras como un abrazo entre hermanos, con flores amarillas pálidas y otras no, mirando al cielo como gritando su existencia a Dios. Fue muy conmovedor ver un lugar que carece de agua de riego, pero que la humedad del clima y las lluvias favorecen su hermosa naturaleza, casi salvaje y virginal.
Reflexionando sobre el paisaje vinieron preguntas y respuestas. Pensé en la vegetación que se veía brusca a primera vista y luego suave, pero fuerte a la vez y capaz de sentir los embates del clima y tener raíces, tallos, hojas y flores sujetas a la vida, para besar al sol y acariciarse con las lluvias, sonriendo así a los cerros y nevados, dándonos con su existencia lecciones de fortaleza para hacerle frente a los problemas y aprender a comprender las debilidades de los demás, sin dejar de ser personas dignas, tomando los hechos con entereza, sin permitir que nos lastimen y por ende no lastimar a los demás.
Realmente es fantástico contemplar el cielo y las nubes y no pensar en lo pequeñitos que somos ante la maravilla de la Creación; pues, mientras los cerros permanecerán por muchos siglos más o tal vez una eternidad, nosotros somos pasajeros del tiempo y después nos convertimos en nada o quizá en otra vida seamos energía pura; pero aquí y ahora, es cuando debemos construir buenos sentimientos de amistad, amor y respeto, así como valorar lo que nos brinda diariamente la naturaleza.
Bueno, continuando la ruta pasamos “Río Seco” junto a una casita, con algunos burros y un chorrito de agua que fluía de los rincones. Pasé admirando la quietud, solo hacía ruido el motor del carro que cuesta arriba iba gritando: “allá voy... abran paso...” y después una curva, y otras más, no sé cuántas, de sólo mirar el precipicio sentí el poder de los cerros. Abajo se veía como una línea de espejo el río, discurriendo en el paisaje pintado de color pastel mate. De pronto se abrió ante mis ojos una vegetación de verde intenso, increíble...
Escondido entre los cerros estaba un lindo poblado, y ¡qué creen!, era QUERO, rodeado de verdor, con un río limpio, cuyo sonido endulzó mi espíritu y mi sed. Toqué el agua fría con mucho respeto y dije: 'eres hermoso”. El pueblo con pocas casas, todas con tejitas rojas y paredes blancas. Sinceramente quedé fascinada. Era pintura viva, como un cuadro del mejor pintor, entonces aseveré: 'valió la pena venir”. Un buen hombre me dijo: “señora, porqué ha venido aquí”, le contesté: “por esas cosas que son inexplicables y nos hacen realizar algo que nos vincula, como en este caso, conocer el primer lugar donde trabajó mi dulce mamá sin habérmelo propuesto, es Dios que está siempre con nosotros guiándonos, cuando le ponemos corazón a nuestras acciones, Él está siempre”.
Retornamos después de una hora con el mismo carro. En la actualidad es el único vehículo que transporta pasajeros. Con el tiempo habrán otros y llegarán turistas a estos lindos lugares, solamente espero que no pierdan su autenticidad, que se desarrollen y progresen con sus vivencias.
Gracias Quero por haber cobijado a mi mamá en sus años de profesora, Sra. Albina Soto Valverde y gracias por conocerte. Con mucho cariño a nuestra gente bolognesina y gracias a Dios por darnos tanta maravilla.
FOTOGRAFÍAS DE QUERO: Manuel Calderón Vicuña
Por: Olinda Carolina Ramírez Soto
[email protected]
En esta oportunidad que saco nuevamente la experiencia que viví cuando viajé a Quero, los recuerdos afloran en mi memoria como una película y cada paso que viví entonces, me hace sentir afortunada de haber nacido y vivido en suelo bolognesino, de ellas guardo con mucho cariño y emoción todas las vivencias que en mi caso fue desde niña hasta empezar la adolescencia.
Con la carretera inaugurada en junio del 2004, los pobladores de Quero cuentan con un medio fácil y rápido para trasladarse y llevar sus productos a Chiquián y enrumbar a otros lugares.
Mi deseo inicial fue viajar a Pacllón donde mi mami trabajó como docente y la acompañé de pequeña; de ahí que, quise volver a ver aquellos bellos parajes, tal vez entrar a mi saloncito y quien sabe, algunos pobladores nos recordarían, porque guardo hermosos recuerdos de las personas, del lugar y su deliciosa comida. También quiero mencionar a Canis y Carhuajara, donde vivimos algunos años, y por supuesto, otros poblados que cruzábamos en el trayecto, como LLaclla, Kuspón, Roca,Ticllos Corpanqui, Cajamarquilla y Raján, cultivando buenas amistades, lindos y tristes recuerdos , ya dejé los tristes en el baúl del pasado y sólo llevo en mi corazón lo bueno de su gente, sus paisajes y su comida. Estos pueblos merecen desarrollarse para que sus hijos logren sus metas.
Al llegar a la agencia, el único carro con destino a Pacllón ya había salido, me apené, entonces, un señor me dijo: vayan a Quero, este carro sale ahorita. Pregunté a mi tío Julián Soto y a mi hijita Lourdes, que les parecía la idea, pues recordé que mi mami mencionó a Quero, como el primer lugar donde trabajó y nos decía que era lejos... muy lejos. Mi tío dijo haber viajado a caballo y corroboró lo dicho por mi mami; pero hizo hincapié: con carro será diferente, entonces interviene al indicado señor, quien me repitió: “señora, ustedes podrán ver el nevado y si desean pueden ir a la parte alta para tomar fotos'. Aceptando la invitación subimos a la combi, con mucha alegría, pues iba a conocer el lugar donde mi mamá fue a caballo para desempeñarse por primera vez como maestra, cuando ella tenía 17 años de edad, porque a los 16 años estuvo en Huayllacayán, con su tío Antonio Zúñiga, quién era profesor en dicho pueblo y de quién alimento su espíritu y temple como profesora.
La ruta a Quero se inicia en la antigua carretera que pasa por la gruta de la Virgencita, sobre el cementerio de Chiquián. Esta vía nos lleva a Pacllón, Llamac, Quero y otros poblados. Cruzamos río abajo entre eucaliptos, chacras con pasto verde, humo saliendo de alguna cocinita de leña, los animales que dibujan la vida campestre donde se toma leche tibia con canchita, queso sobadito, me pareció sentir el olor de la tierra húmeda, del papa cashqui o de un cuy asadito al carbón. Fue sin duda la invasión de los gratos recuerdos y mis sentidos se llenaron de muchas emociones.
Atravesando el río empezó una subida, dejando atrás el pueblo para ingresar al corazón de la naturaleza. A los lejos se veía el nevado majestuoso, con sus picachos y su blancura, como guardianes de este bello paraíso terrenal que entre cerros esconde la nobleza y la fuerza de nuestra gente.*
El sonido del motor que rueda los neumáticos por esta carretera pedregosa nos mece de una lado a otro como despertándonos. Miré de un lado a otro y estábamos subiendo un cerro y otro más... Este cambio nos presentó un terreno agreste, rudo, de clima airoso y seco, pero lleno de vegetación silvestre, los quinuales, plantas de tallos gruesos muy erguidos y caprichosamente torcidos por el viento y el frío, dramáticos por la soledad en que se encuentran, sujetas una a otras como un abrazo entre hermanos, con flores amarillas pálidas y otras no, mirando al cielo como gritando su existencia a Dios. Fue muy conmovedor ver un lugar que carece de agua de riego, pero que la humedad del clima y las lluvias favorecen su hermosa naturaleza, casi salvaje y virginal.
Reflexionando sobre el paisaje vinieron preguntas y respuestas. Pensé en la vegetación que se veía brusca a primera vista y luego suave, pero fuerte a la vez y capaz de sentir los embates del clima y tener raíces, tallos, hojas y flores sujetas a la vida, para besar al sol y acariciarse con las lluvias, sonriendo así a los cerros y nevados, dándonos con su existencia lecciones de fortaleza para hacerle frente a los problemas y aprender a comprender las debilidades de los demás, sin dejar de ser personas dignas, tomando los hechos con entereza, sin permitir que nos lastimen y por ende no lastimar a los demás.
Realmente es fantástico contemplar el cielo y las nubes y no pensar en lo pequeñitos que somos ante la maravilla de la Creación; pues, mientras los cerros permanecerán por muchos siglos más o tal vez una eternidad, nosotros somos pasajeros del tiempo y después nos convertimos en nada o quizá en otra vida seamos energía pura; pero aquí y ahora, es cuando debemos construir buenos sentimientos de amistad, amor y respeto, así como valorar lo que nos brinda diariamente la naturaleza.
Bueno, continuando la ruta pasamos “Río Seco” junto a una casita, con algunos burros y un chorrito de agua que fluía de los rincones. Pasé admirando la quietud, solo hacía ruido el motor del carro que cuesta arriba iba gritando: “allá voy... abran paso...” y después una curva, y otras más, no sé cuántas, de sólo mirar el precipicio sentí el poder de los cerros. Abajo se veía como una línea de espejo el río, discurriendo en el paisaje pintado de color pastel mate. De pronto se abrió ante mis ojos una vegetación de verde intenso, increíble...
Escondido entre los cerros estaba un lindo poblado, y ¡qué creen!, era QUERO, rodeado de verdor, con un río limpio, cuyo sonido endulzó mi espíritu y mi sed. Toqué el agua fría con mucho respeto y dije: 'eres hermoso”. El pueblo con pocas casas, todas con tejitas rojas y paredes blancas. Sinceramente quedé fascinada. Era pintura viva, como un cuadro del mejor pintor, entonces aseveré: 'valió la pena venir”. Un buen hombre me dijo: “señora, porqué ha venido aquí”, le contesté: “por esas cosas que son inexplicables y nos hacen realizar algo que nos vincula, como en este caso, conocer el primer lugar donde trabajó mi dulce mamá sin habérmelo propuesto, es Dios que está siempre con nosotros guiándonos, cuando le ponemos corazón a nuestras acciones, Él está siempre”.
Retornamos después de una hora con el mismo carro. En la actualidad es el único vehículo que transporta pasajeros. Con el tiempo habrán otros y llegarán turistas a estos lindos lugares, solamente espero que no pierdan su autenticidad, que se desarrollen y progresen con sus vivencias.
Gracias Quero por haber cobijado a mi mamá en sus años de profesora, Sra. Albina Soto Valverde y gracias por conocerte. Con mucho cariño a nuestra gente bolognesina y gracias a Dios por darnos tanta maravilla.
FOTOGRAFÍAS DE QUERO: Manuel Calderón Vicuña