RICARDO SANTOS ALBORNOZ
EL ARTE DE CHAKCHAR LA HOJA DE COCA EN EL PUEBLO DE MANGAS
La cultura andina identifica y reconoce a la “hoja de coca” como un elemento de la naturaleza importante dentro de las creencias, identidad y costumbres de los pueblos. Si nos remontamos a sus orígenes más remotos; la palabra coca ha sido encontrada en el vocablo Aymara “koka” que significa “árbol”.
Dentro de la cultura del Tiahuanaco la palabra “coca” deriva del término “kuka” que significa “la planta”. La planta o árbol de la coca se cultiva en la zona occidental de América del Sur, entre Perú, Colombia y parte de Bolivia.
El nombre científico de esta planta es ‘Erythoroxilium coca’ de la familia Erithroxilaceae. Mide aproximadamente entre 2.5 a 6 metros de altura. Posee flores blancas y hojas ovoides.
La hoja de coca fue considerada un componente ritual en las sociedades andinas prehispánicas desde hace milenios y ha jugado un rol importante en las creencias, costumbres y conocimientos, insertos en una cosmovisión originaria.
Las evidencias proporcionan datos que el uso de la coca en América del Sur se desarrolló aproximadamente hace 3,000 años antes de Cristo, con los primeros grupos de Lauricocha, Toquepala y Paccaicasa.
Garcilaso de la Vega indica que el uso de la coca se ha generalizado en los pueblos originarios de los Andes y el Altiplano; así como lo demuestra la existencia de los huacos retratos de las culturas Pucará, Tiahuanaco, Moche y Chimú en los que se inmortalizaron algunos personajes con evidencias del chacchado en las vasijas cerámicas.
Dentro del marco Mágico – Religioso; el hombre andino nace, vive y muere en el esplendor de sus dioses tutelares, él es eminentemente religioso y podemos decir que cada persona, cada familia, cada grupo y cada pueblo o comunidad creen en su propio dios, legado prehispánico.
Esto quedó marcado desde aquellos tiempos, donde aún con la llegada del hombre blanco no cambió en ellos sus creencias, ya que sólo adoptaron una religión por obligación, pero todavía respetan y dan reverencia a sus dioses tutelares. Esto podríamos muy bien enmarcar como el sincretismo religioso porque es una combinación latente de la religión andina con la católica.
Durante la colonia la práctica de chacchar fue mal vista, pero permaneció por práctica de los indígenas que realizaban duros trabajos como la minería y mita.
El acto de masticar la coca es una práctica constante principalmente en situaciones de trabajo, rituales y prácticas religiosas. La coca es también considerada como una expresión de relaciones sociales en prácticas ceremoniales, siendo incorporada en las festividades religiosas católicas y costumbristas actuales. En la medicina tradicional tiene un papel fundamental, ya que los conceptos de buena salud, enfermedad y muerte, están siempre asociados a su utilización como medio para lograr cualquiera de esos fines.
Otra forma actual de uso tradicional de la coca es como “pago” a manera de tributo en acción de gracias a la naturaleza, por los frutos concedidos o el aumento de los ganados; así como también es empleada por los “adivinos” como elemento predictivo.
Dentro de la cultura andina, chacchar, coquear o mascar, constituye un acto ritual, social, colectivo y místico. Ésta práctica se desarrolla en los pueblos de las zonas andinas también para evitar o disminuir los efectos del sorroche causado por la falta de oxígeno en la atmósfera a grandes altitudes, disminuir los efectos de la fatiga, el hambre, la indigestión y el cansancio.
La costumbre de mascar hojas de coca se denomina habitualmente chacchar, bolear, coquear. Y a los que practican se les llama coqueros.
En el pueblo de Mangas, se considera como una tradición realizar el jarapakuy o la ofrenda (pago a las deidades tutelares de la comunidad) con la mejor hoja de coca antes de llevarse a la boca y realizar el chacchado y antes de realizar alguna actividad agrícola o ganadera.
Además, se conserva la tradición de chacchar la hoja de coca con propósitos mágicos (comunión con la Pachamama), terapéuticos (proporciona vitaminas, mitiga la sed, el hambre y los efectos del soroche o cansancio) o conmemorativos (rituales, fiestas, velorios) y para solicitar o agradecer algo a los apus andinos.
Para hacer el bolo se introduce en la boca entre la mandíbula y las mejillas, las hojas de coca formando un bolo. A ese bolo se le añade el isku de rato en rato (masa de cal quemada). Este polvo blanco se encuentra preparada en un calero o mate de calabaza pequeña llamada Iskupuru y se extrae con una especie de palillo de madera, dicha sustancia se mezcla con el bolo de coca.
El boleo, chakchado o pikchado, también llamado katipada puede durar varias horas dependiendo de la ceremonia o actividad y su fin es producir la salivación que permita extraer la ecgonina, una sustancia nutritiva y vitamínica.
En todas las actividades de siembra, cosecha, faenas comunales o velorios, el chakchado va acompañado de libaciones de aguardiente, anisado e incluso ron cartavio y cigarrillo nacional.
En el Perú aún hay restricciones para la siembra de coca con por sus vinculaciones con el narcotráfico y la deforestación amazónica. Solo el uso responsable, comunitario y controlado de los sembríos de hojas de coca podrá recuperar este oro verde legado por nuestros ancestros.
Dentro de la cultura del Tiahuanaco la palabra “coca” deriva del término “kuka” que significa “la planta”. La planta o árbol de la coca se cultiva en la zona occidental de América del Sur, entre Perú, Colombia y parte de Bolivia.
El nombre científico de esta planta es ‘Erythoroxilium coca’ de la familia Erithroxilaceae. Mide aproximadamente entre 2.5 a 6 metros de altura. Posee flores blancas y hojas ovoides.
La hoja de coca fue considerada un componente ritual en las sociedades andinas prehispánicas desde hace milenios y ha jugado un rol importante en las creencias, costumbres y conocimientos, insertos en una cosmovisión originaria.
Las evidencias proporcionan datos que el uso de la coca en América del Sur se desarrolló aproximadamente hace 3,000 años antes de Cristo, con los primeros grupos de Lauricocha, Toquepala y Paccaicasa.
Garcilaso de la Vega indica que el uso de la coca se ha generalizado en los pueblos originarios de los Andes y el Altiplano; así como lo demuestra la existencia de los huacos retratos de las culturas Pucará, Tiahuanaco, Moche y Chimú en los que se inmortalizaron algunos personajes con evidencias del chacchado en las vasijas cerámicas.
Dentro del marco Mágico – Religioso; el hombre andino nace, vive y muere en el esplendor de sus dioses tutelares, él es eminentemente religioso y podemos decir que cada persona, cada familia, cada grupo y cada pueblo o comunidad creen en su propio dios, legado prehispánico.
Esto quedó marcado desde aquellos tiempos, donde aún con la llegada del hombre blanco no cambió en ellos sus creencias, ya que sólo adoptaron una religión por obligación, pero todavía respetan y dan reverencia a sus dioses tutelares. Esto podríamos muy bien enmarcar como el sincretismo religioso porque es una combinación latente de la religión andina con la católica.
Durante la colonia la práctica de chacchar fue mal vista, pero permaneció por práctica de los indígenas que realizaban duros trabajos como la minería y mita.
El acto de masticar la coca es una práctica constante principalmente en situaciones de trabajo, rituales y prácticas religiosas. La coca es también considerada como una expresión de relaciones sociales en prácticas ceremoniales, siendo incorporada en las festividades religiosas católicas y costumbristas actuales. En la medicina tradicional tiene un papel fundamental, ya que los conceptos de buena salud, enfermedad y muerte, están siempre asociados a su utilización como medio para lograr cualquiera de esos fines.
Otra forma actual de uso tradicional de la coca es como “pago” a manera de tributo en acción de gracias a la naturaleza, por los frutos concedidos o el aumento de los ganados; así como también es empleada por los “adivinos” como elemento predictivo.
Dentro de la cultura andina, chacchar, coquear o mascar, constituye un acto ritual, social, colectivo y místico. Ésta práctica se desarrolla en los pueblos de las zonas andinas también para evitar o disminuir los efectos del sorroche causado por la falta de oxígeno en la atmósfera a grandes altitudes, disminuir los efectos de la fatiga, el hambre, la indigestión y el cansancio.
La costumbre de mascar hojas de coca se denomina habitualmente chacchar, bolear, coquear. Y a los que practican se les llama coqueros.
En el pueblo de Mangas, se considera como una tradición realizar el jarapakuy o la ofrenda (pago a las deidades tutelares de la comunidad) con la mejor hoja de coca antes de llevarse a la boca y realizar el chacchado y antes de realizar alguna actividad agrícola o ganadera.
Además, se conserva la tradición de chacchar la hoja de coca con propósitos mágicos (comunión con la Pachamama), terapéuticos (proporciona vitaminas, mitiga la sed, el hambre y los efectos del soroche o cansancio) o conmemorativos (rituales, fiestas, velorios) y para solicitar o agradecer algo a los apus andinos.
Para hacer el bolo se introduce en la boca entre la mandíbula y las mejillas, las hojas de coca formando un bolo. A ese bolo se le añade el isku de rato en rato (masa de cal quemada). Este polvo blanco se encuentra preparada en un calero o mate de calabaza pequeña llamada Iskupuru y se extrae con una especie de palillo de madera, dicha sustancia se mezcla con el bolo de coca.
El boleo, chakchado o pikchado, también llamado katipada puede durar varias horas dependiendo de la ceremonia o actividad y su fin es producir la salivación que permita extraer la ecgonina, una sustancia nutritiva y vitamínica.
En todas las actividades de siembra, cosecha, faenas comunales o velorios, el chakchado va acompañado de libaciones de aguardiente, anisado e incluso ron cartavio y cigarrillo nacional.
En el Perú aún hay restricciones para la siembra de coca con por sus vinculaciones con el narcotráfico y la deforestación amazónica. Solo el uso responsable, comunitario y controlado de los sembríos de hojas de coca podrá recuperar este oro verde legado por nuestros ancestros.