federico kauffmann doig
HATUNMACHAY Y SUS “TOCAPUS PÉTREOS” II
Hatunmachay y sus “grutas - santuarios”
El sitio arqueológico de Hatunmachay lo conforman dos grutas decoradas con motivos simbólicos. Este se ubica en un sector de la Pampa de Lampa, planicie altoandina o puna que se extiende por tierras despobladas en altitudes
1 Años después un extracto del estudio publicado en Venecia fue incluido en una obra del autor (Kauffmann Doig 2002, vol. 3: 490-492). Se trata de una nota que apareció inserta en el libro de Federico Kauffmann Doig titulado Peru/atto primo (Venecia, 1993: 394-395, 428-429). Más de veinte años después de nuestra prospección diversos comentarios del arqueólogo Steven A. Wegner (2014) sobre Hatunmachay fueron publicados en la revista Andes N° 3, editada por el Lic. Carlos A. Huerta Chauca. En el año 2006, con el objetivo de publicitar el sitio de Hatunmachay como un lugar de especial atracción turística, la Dirección Desconcentrada del Ministerio de Cultura-Ancash insertaba en una de sus publicaciones acotaciones destinadas a promover el turismo en el sitio. (Anónimo 2006).
El sitio arqueológico de Hatunmachay lo conforman dos grutas decoradas con motivos simbólicos. Este se ubica en un sector de la Pampa de Lampa, planicie altoandina o puna que se extiende por tierras despobladas en altitudes
1 Años después un extracto del estudio publicado en Venecia fue incluido en una obra del autor (Kauffmann Doig 2002, vol. 3: 490-492). Se trata de una nota que apareció inserta en el libro de Federico Kauffmann Doig titulado Peru/atto primo (Venecia, 1993: 394-395, 428-429). Más de veinte años después de nuestra prospección diversos comentarios del arqueólogo Steven A. Wegner (2014) sobre Hatunmachay fueron publicados en la revista Andes N° 3, editada por el Lic. Carlos A. Huerta Chauca. En el año 2006, con el objetivo de publicitar el sitio de Hatunmachay como un lugar de especial atracción turística, la Dirección Desconcentrada del Ministerio de Cultura-Ancash insertaba en una de sus publicaciones acotaciones destinadas a promover el turismo en el sitio. (Anónimo 2006).
Panorámica de la cordillera de Huayhuash, vista desde la Pampa de Lampa. (Foto cortesía Filomeno Zubieta Núñez)
superiores a 4.000 metros correspondiente al distrito de Pampas Chico, provincia de Recuay, región de Ancash (Fig. 2). La gruta más espaciosa y espectacular es la de Hatunmachay (hatun=grande/machay=gruta), que es la que da el nombre al afloramiento rocoso que la alberga. La otra gruta es denominada Ichicmachay (ichic=pequeño/machay=gruta). Ambas grutas aparecen decoradas profusamente con diversos motivos simbólicos y por lo mismo constituyen “grutas-santuarios” (Fig. 5, 6).
Desde el afloramiento rocoso de Hatunmachay, como en general desde la Pampa de Lampa, el panorama se presenta grandioso; particularmente en dirección hacia el oriente donde a lo lejos se divisa la imponente cordillera nevada de Huayhuash, que va coronada por el Yerupajá (6,634 metros), la segunda montaña de mayor altitud en el Perú (Fig. 2). En cuanto a la toponimia de Huayahuash, ésta corresponde al nombre de un tipo de comadreja, mamífero carnívoro de pequeño tamaño perteneciente a la familia de los mustélidos.
El imponente afloramiento rocoso de Hatunmachay, que cobija tanto a la gruta de Hatunmachay como la de Ichicmachay, tiene origen ígneo, producto de la actividad volcánica y por lo mismo se remonta a edades geológicas
Desde el afloramiento rocoso de Hatunmachay, como en general desde la Pampa de Lampa, el panorama se presenta grandioso; particularmente en dirección hacia el oriente donde a lo lejos se divisa la imponente cordillera nevada de Huayhuash, que va coronada por el Yerupajá (6,634 metros), la segunda montaña de mayor altitud en el Perú (Fig. 2). En cuanto a la toponimia de Huayahuash, ésta corresponde al nombre de un tipo de comadreja, mamífero carnívoro de pequeño tamaño perteneciente a la familia de los mustélidos.
El imponente afloramiento rocoso de Hatunmachay, que cobija tanto a la gruta de Hatunmachay como la de Ichicmachay, tiene origen ígneo, producto de la actividad volcánica y por lo mismo se remonta a edades geológicas
Dos vistas de la afloración rocosa de Hatunmachay que se levanta a 4.200 msnm. Alberga las dos grutas - santuarios aquí estudiadas . La más espaciosa es conocida con el mismo nombre, de Hatunmachay, la segunda es conocida como Ichicmachay
anteriores a la presencia del hombre. Sus cimas alcanzan altitudes superiores a 50 metros y se calcula que este bosque rocoso se extiende aproximadamente a lo largo de 200 hectáreas (Figs. 3, 4). No es el único afloramiento rocoso que se levanta en las inmediaciones de Hatunmachay. Otro de excepcional magnitud se ubica en la localidad de Pampas Chico.
Las extrañas y caprichosas formas que presenta el afloramiento rocoso de Hatunmachay fueron modeladas por la lluvia y el viento, salvo en las bóvedas. En la de Hatunmachay debió intervenir también la mano del hombre, raspando las aristas para obtener así una superficie plana y arqueada. Tal vez con el propósito de asemejarla a la bóveda celestial, o para disponer de una superficie lisa en la que pudieran lucir los ideogramas que convertirían la gruta en un santuario.
Como veremos oportunamente, los motivos rupestres eran confeccionados con diversas técnicas: mediante líneas incisas, pintadas a color o labradas en alto o bajorrelieve. Como ya quedo mencionado, la gruta de Hatunmachay luce un motivo que no conocemos se repita en otras grutas dotadas. Toma la forma de una faja o banda conformada por rectángulos sucesivos y los que a su vez incorporan imágenes simbólicas diversas. Este elemento graficado en la roca recuerda las hileras de unidades de tocapos consideradas expresiones propias del Incario. En vista que los tocapos hasta ahora conocidos aparecen en tejidos como también en khero-s o vasos de madera ceremoniales, mas no tallados en la roca nos preguntamos: ¿no estaremos en Hatunmachay frente a “tocapos pétreos”? (Fig. 5, Recuadro IV).
La gruta de Hatunmachay es de planta semicircular y presenta una abertura o “entrada” espaciosa. Medida de esquina a esquina alcanza l30 metros de luz. Por lo mismo que se proyecta arqueada, tomando la forma de una cúpula, su profundidad es desigual, pero en su sector central alcanza 8 metros de profundidad. Dado el carácter abovedado que presenta la gruta, podría decirse que pared y techo conforman un solo elemento. Es de tener en cuenta que solo el sector izquierdo de esta gruta es el que va decorado con motivos simbólicos, los que se distribuyen por encima de la ya referida faja conformada por rectángulos en forma de tocapos y la que se extiende horizontalmente por 16 metros.
La forma perfectamente abovedada que acusa la gruta de Hatunmachay es admirable. Teniendo en cuenta que la cavidad se eleva partiendo desde el piso, la misma conforma una cúpula. Por ello Hatunmachay no se alinea a lo que generalmente se denomina “cueva” y menos aún al concepto de “caverna”.
Las extrañas y caprichosas formas que presenta el afloramiento rocoso de Hatunmachay fueron modeladas por la lluvia y el viento, salvo en las bóvedas. En la de Hatunmachay debió intervenir también la mano del hombre, raspando las aristas para obtener así una superficie plana y arqueada. Tal vez con el propósito de asemejarla a la bóveda celestial, o para disponer de una superficie lisa en la que pudieran lucir los ideogramas que convertirían la gruta en un santuario.
Como veremos oportunamente, los motivos rupestres eran confeccionados con diversas técnicas: mediante líneas incisas, pintadas a color o labradas en alto o bajorrelieve. Como ya quedo mencionado, la gruta de Hatunmachay luce un motivo que no conocemos se repita en otras grutas dotadas. Toma la forma de una faja o banda conformada por rectángulos sucesivos y los que a su vez incorporan imágenes simbólicas diversas. Este elemento graficado en la roca recuerda las hileras de unidades de tocapos consideradas expresiones propias del Incario. En vista que los tocapos hasta ahora conocidos aparecen en tejidos como también en khero-s o vasos de madera ceremoniales, mas no tallados en la roca nos preguntamos: ¿no estaremos en Hatunmachay frente a “tocapos pétreos”? (Fig. 5, Recuadro IV).
La gruta de Hatunmachay es de planta semicircular y presenta una abertura o “entrada” espaciosa. Medida de esquina a esquina alcanza l30 metros de luz. Por lo mismo que se proyecta arqueada, tomando la forma de una cúpula, su profundidad es desigual, pero en su sector central alcanza 8 metros de profundidad. Dado el carácter abovedado que presenta la gruta, podría decirse que pared y techo conforman un solo elemento. Es de tener en cuenta que solo el sector izquierdo de esta gruta es el que va decorado con motivos simbólicos, los que se distribuyen por encima de la ya referida faja conformada por rectángulos en forma de tocapos y la que se extiende horizontalmente por 16 metros.
La forma perfectamente abovedada que acusa la gruta de Hatunmachay es admirable. Teniendo en cuenta que la cavidad se eleva partiendo desde el piso, la misma conforma una cúpula. Por ello Hatunmachay no se alinea a lo que generalmente se denomina “cueva” y menos aún al concepto de “caverna”.
LA GRUTA - SANTUARIO DE HATUNMACHAY
Los pastores comarcanos se ven forzados a incursionar en las desoladas planicies de la Pampa de Lampa cuando escasean las lluvias y particularmente cuando azotan las sequías. Entonces dejan atrás sus viviendas, ubicadas a menores altitudes, para diri- girse a apacentar su ganado ovino y vacuno, y nutrirlo con ichu (Clamagroste spp.). Ese nombre corresponde a varias gramíneas propias de los humedales de puna y que prosperan en regiones de altitudes que oscilan entre 3.500 y 5.000 metros.
Los pastores que rondan por el bosque rocoso de Hatunmachay se guarecen por las noches en la gruta de Ichicmachay, o también de día cuando ocurren lluvias torrencia- les. Sin embargo, no ocupan con estos fines la de Hatunmachay. Lo pudimos constatar al observar que en esta última no había rastros de depósitos de coprolitos del ganado que suele acampar con los pastores, pero sí se encontraban en la gruta de Ichicmachay. Esto encuentra refuerzo en que, a diferencia de Hatunmachay, en la gruta de Ichicma- chay había sectores ennegrecidos por el humo de fogatas. Todavía más, en rincones encontramos leña apilada, sin duda como un acto de previsión para en una próxima incursión disponer de un carburante seco.
Lo que acabamos de comentar permite inferir que la gruta de Hatunmachay no es ocupada por los pastores con fines domésticos, posiblemente debido al recelo que inspira la majestad de la misma y el respeto que infunde la riqueza y el misterio de los motivos simbólicos que ostenta. Y es que, si bien es cierto que la gruta de Ichicmachay también presenta profusa decoración, ella no alcanza la pulcritud en cuanto a ejecución, tamaño, variedad, como tampoco el crecido número de motivos que reúne la gruta de Hatunmachay. Estos serían los factores que determinan que solo la de Ichicmachay sea trajinada por los pastores.
La presencia de motivos simbólicos en la pared de las dos grutas de Hatunmachay, que debieron fungir de auténticos santuarios, como se sabe no constituye un caso aislado, si tomamos en cuenta que hay otros casos similares en la vecindad como dispersos por diversas regiones del Perú.
Grutas como las de Hatunmachay e Ichicmachay debieron seguir cumpliendo su fun- ción primigenia de santuarios en tiempos del Incario, y más aún luego de consumada la irrupción europea. Esto lo comprueba porque un siglo después de la irrupción europea en el Perú seguía floreciendo la “idolatría”. No se entiende de otra manera el fervor iconoclasta que desempeñaban por entonces varios clérigos, entre estos el famoso Pablo Joseph de Arriaga (1621). De esta manera la “idolatría” seguía vigente, con especial intensidad también en la región de Ocros, contigua a la Pampa de Lam- pa. De ello da cuenta en particular la crónica del clérigo Rodrigo Hernández Príncipe (1621)2. Débese finalmente tomar en cuenta el ya mencionado respeto que todavía en la actualidad guardan los comarcanos a las grutas de Hatunmachay; en particular a la que lleva este nombre y que los lugareños señalan que “es huaca”, es decir, testimonio ancestral sagrado.
Si nos preguntamos sobre el culto y los rituales que tuvieron lugar en los santuarios de Hatunmachay, consideramos tentativamente que el objetivo de aquellas prácticas mágico-religiosas apuntaba a resolver problemas inherentes a la alimentación. Esto es, al culto y rituales de orden pluviomágico, teniendo en cuenta que la región de los Andes centrales, que corresponde en términos generales al territorio peruano de hoy, siempre estuvo castigada por los fenómenos atmosféricos, expresados particularmente por el inveterado y recurrente fenómeno de El Niño (ENSO/EFREN). Éste afectaba al peruano ancestral, de modo especial desde que fue dejando atrás la trashumancia para en adelante producir sus alimentos cultivando la tierra y dedicándose al pastoreo. De esta manera, al presentarse sequías o excesos pluviales, estas recurrentes anomalías climáticas estropeaban los cultivos y hacían que asomara el fantasma del hambre. Se presumía, sin duda, la existencia de una divinidad de poderes sobrenaturales, con potestad absoluta sobre los vaivenes generados por los fenómenos climáticos. (Kauffmann Doig 2003).
2 El mencionado extirpador de idolatrías Hernández Príncipe no sólo ofrece una detallada descripción del ritual de la cápac-cocha, o institución relativa al sacrificio de un vástago de un personaje de rango de una “provincia”. Hernández Príncipe en persona fue descubriendo sitios donde yacía una cápac-cocha —frecuentemente emparedada—, que luego de ser identificada era demolida con furia debido a su misión de exterminación de la idolatría. No obstante que su actividad como iconoclasta se desarrolló en el entorno de Hatunmachay, es necesario tener en cuenta que Hernández Príncipe no se desplazaba por lugares comprendidos en altitudes superiores a los 3.500 metros.
Son pocos son los arqueólogos e historiadores que se han atrevido a ocuparse del tema del sacrificio humano en el antiguo Perú, entre ellos Amat 2016 (Cap. 24, pp. 255 - 266), Araníbar 1961, Ceruti 2003, Gentile Lafaille
2017, Kauffmann Doig 1976: 83-95, 1979a, 2012,Martín Rubio 20019, Michetti 2012, Reinhard 1996, 2017, Reinhard y Ceruti 2010. Por lo general el tema es obviado por espinoso (Carrión Cachot 1959 y la gran mayoría de peruanistas) o su presencia es negada rotunda y valientemente (Francis Devigne 2016, Peter Hassler 2004).
Por lo expuesto proponemos que, cuando la agricultura ya se había impuesto como de subsistencia, el culto y los rituales en santuarios altoandinos o de puna, como los presentes en Hatunmachay, eran profesados con la esperanza de manipular favorablemente aquellas fuerzas sobrenaturales o divinas que, a su antojo, producían las crisis alimentarias que ponían en riesgo la existencia misma (Kauffmann Doig
1998, 1999, 2003). Debe recordarse que en tierras colindantes a Hatunmachay, parti- cularmente en el área de Ocros, se encuentran también otras grutas, decoradas igual- mente con motivos rupestres y que habrían tenido la misma función de santuarios. Un poco más alejada y a mayor altura se ubica la gruta de Shajshamachay (4.060 metros), que tuvimos la satisfacción de inspeccionar junto con el historiador Filomeno Zubieta (Véase recuadro 1 / página siguiente).
Como quiera que las andanzas de Rodrigo Hernández Príncipe, en su afán de destruc- tor de idolatrías, se centraban en lugares cordilleranos inferiores a 3.000 metros de altitud, tal como se desprende de su crónica (Hernández Príncipe 1621),
Los pastores que rondan por el bosque rocoso de Hatunmachay se guarecen por las noches en la gruta de Ichicmachay, o también de día cuando ocurren lluvias torrencia- les. Sin embargo, no ocupan con estos fines la de Hatunmachay. Lo pudimos constatar al observar que en esta última no había rastros de depósitos de coprolitos del ganado que suele acampar con los pastores, pero sí se encontraban en la gruta de Ichicmachay. Esto encuentra refuerzo en que, a diferencia de Hatunmachay, en la gruta de Ichicma- chay había sectores ennegrecidos por el humo de fogatas. Todavía más, en rincones encontramos leña apilada, sin duda como un acto de previsión para en una próxima incursión disponer de un carburante seco.
Lo que acabamos de comentar permite inferir que la gruta de Hatunmachay no es ocupada por los pastores con fines domésticos, posiblemente debido al recelo que inspira la majestad de la misma y el respeto que infunde la riqueza y el misterio de los motivos simbólicos que ostenta. Y es que, si bien es cierto que la gruta de Ichicmachay también presenta profusa decoración, ella no alcanza la pulcritud en cuanto a ejecución, tamaño, variedad, como tampoco el crecido número de motivos que reúne la gruta de Hatunmachay. Estos serían los factores que determinan que solo la de Ichicmachay sea trajinada por los pastores.
La presencia de motivos simbólicos en la pared de las dos grutas de Hatunmachay, que debieron fungir de auténticos santuarios, como se sabe no constituye un caso aislado, si tomamos en cuenta que hay otros casos similares en la vecindad como dispersos por diversas regiones del Perú.
Grutas como las de Hatunmachay e Ichicmachay debieron seguir cumpliendo su fun- ción primigenia de santuarios en tiempos del Incario, y más aún luego de consumada la irrupción europea. Esto lo comprueba porque un siglo después de la irrupción europea en el Perú seguía floreciendo la “idolatría”. No se entiende de otra manera el fervor iconoclasta que desempeñaban por entonces varios clérigos, entre estos el famoso Pablo Joseph de Arriaga (1621). De esta manera la “idolatría” seguía vigente, con especial intensidad también en la región de Ocros, contigua a la Pampa de Lam- pa. De ello da cuenta en particular la crónica del clérigo Rodrigo Hernández Príncipe (1621)2. Débese finalmente tomar en cuenta el ya mencionado respeto que todavía en la actualidad guardan los comarcanos a las grutas de Hatunmachay; en particular a la que lleva este nombre y que los lugareños señalan que “es huaca”, es decir, testimonio ancestral sagrado.
Si nos preguntamos sobre el culto y los rituales que tuvieron lugar en los santuarios de Hatunmachay, consideramos tentativamente que el objetivo de aquellas prácticas mágico-religiosas apuntaba a resolver problemas inherentes a la alimentación. Esto es, al culto y rituales de orden pluviomágico, teniendo en cuenta que la región de los Andes centrales, que corresponde en términos generales al territorio peruano de hoy, siempre estuvo castigada por los fenómenos atmosféricos, expresados particularmente por el inveterado y recurrente fenómeno de El Niño (ENSO/EFREN). Éste afectaba al peruano ancestral, de modo especial desde que fue dejando atrás la trashumancia para en adelante producir sus alimentos cultivando la tierra y dedicándose al pastoreo. De esta manera, al presentarse sequías o excesos pluviales, estas recurrentes anomalías climáticas estropeaban los cultivos y hacían que asomara el fantasma del hambre. Se presumía, sin duda, la existencia de una divinidad de poderes sobrenaturales, con potestad absoluta sobre los vaivenes generados por los fenómenos climáticos. (Kauffmann Doig 2003).
2 El mencionado extirpador de idolatrías Hernández Príncipe no sólo ofrece una detallada descripción del ritual de la cápac-cocha, o institución relativa al sacrificio de un vástago de un personaje de rango de una “provincia”. Hernández Príncipe en persona fue descubriendo sitios donde yacía una cápac-cocha —frecuentemente emparedada—, que luego de ser identificada era demolida con furia debido a su misión de exterminación de la idolatría. No obstante que su actividad como iconoclasta se desarrolló en el entorno de Hatunmachay, es necesario tener en cuenta que Hernández Príncipe no se desplazaba por lugares comprendidos en altitudes superiores a los 3.500 metros.
Son pocos son los arqueólogos e historiadores que se han atrevido a ocuparse del tema del sacrificio humano en el antiguo Perú, entre ellos Amat 2016 (Cap. 24, pp. 255 - 266), Araníbar 1961, Ceruti 2003, Gentile Lafaille
2017, Kauffmann Doig 1976: 83-95, 1979a, 2012,Martín Rubio 20019, Michetti 2012, Reinhard 1996, 2017, Reinhard y Ceruti 2010. Por lo general el tema es obviado por espinoso (Carrión Cachot 1959 y la gran mayoría de peruanistas) o su presencia es negada rotunda y valientemente (Francis Devigne 2016, Peter Hassler 2004).
Por lo expuesto proponemos que, cuando la agricultura ya se había impuesto como de subsistencia, el culto y los rituales en santuarios altoandinos o de puna, como los presentes en Hatunmachay, eran profesados con la esperanza de manipular favorablemente aquellas fuerzas sobrenaturales o divinas que, a su antojo, producían las crisis alimentarias que ponían en riesgo la existencia misma (Kauffmann Doig
1998, 1999, 2003). Debe recordarse que en tierras colindantes a Hatunmachay, parti- cularmente en el área de Ocros, se encuentran también otras grutas, decoradas igual- mente con motivos rupestres y que habrían tenido la misma función de santuarios. Un poco más alejada y a mayor altura se ubica la gruta de Shajshamachay (4.060 metros), que tuvimos la satisfacción de inspeccionar junto con el historiador Filomeno Zubieta (Véase recuadro 1 / página siguiente).
Como quiera que las andanzas de Rodrigo Hernández Príncipe, en su afán de destruc- tor de idolatrías, se centraban en lugares cordilleranos inferiores a 3.000 metros de altitud, tal como se desprende de su crónica (Hernández Príncipe 1621),
La gruta de Ichicmachay en la que suelen acampar los pastores que por temporadas se desplazan por la Pampa de Lampa.
Al igual que otras grutas aledañas a Hatunmachay, como quedó expuesto también la de Shajshamachay debió fungir de santuario, destinado a rendir culto y ceremonias en particular a la divinidad que se presu- mía tenía control absoluto sobre los fenómenos atmosféricos. Esta gruta se ubica en las inmediaciones de la carretera que partiendo de la costa se dirigirse a Huaraz. Precisamente en el lugar desde donde se despredner un sendero peatonal que conduce a Cuspón. La localidad mencionada es célebre porque, hasta su fallecimiento en 2014, allí residía Mama Licuna (Gregoria Rivera), quien siguiendo tradiciones an- cestrales elaboraba cuerdas con nudos que recuerdan los quipus incaicos, pero cuya función era distinta. En efecto, al morir una persona, Mama Licuna confeccionaba una de estas soguillas provista de nudos, con la finalidad de atarla por la cintura al difunto; la intención era que debía acompañarlo a manera de un detente, protegiéndolo en su paso al más allá (Ruiz 1998; Tuny y Zubieta 2016). El autor estima que en la elaboración en estas cuerdas dispuestas con pequeñas ataduras, se interpolan elementos, si bien por igual de orden nemotécnico de origen occidental; tales como el de los rosarios cristianos y particularmente el de los cordeles anudados con los que los padres franciscanos atan su cintura. Volviendo al tema de la gruta de Shajshamachay, el hisoriador Filomeno Zubieta y el autor, gracias a un huashcuruncu1 colmado de “trago”, logramos vencer el cansancio de la empinada cuesta y arribar finalmente a Shajshamachay. Comparados los motivos rupestres de esta gruta con los de Hatunmachay e Ichicmachay, se observa que en su mayoría fueron elaborados utilizando las mismas técnicas; sin embargo en cuanto a lo que se refiere a algunos de los motivos presentes en Shajshamachay, hay varios que se le son propios. Sin embargo, es de subrayar que ninguna de las figuras simbólicas presentes en Shajshamachay es comparable a la portentosa faja integrada por rectángulos, que al parecer retratan tocapos y que presenta Hatunmachay.
1 De acuerdo a lo que Filomeno Zubieta comentó al autor, se trata de un recipiente que contiene aguardiente de caña en el que son maceradas frutas nativas como el mito purojsha, uyu, muchki. Su traducción: Huascu = trago, licor y Runcu = recipiente
1 De acuerdo a lo que Filomeno Zubieta comentó al autor, se trata de un recipiente que contiene aguardiente de caña en el que son maceradas frutas nativas como el mito purojsha, uyu, muchki. Su traducción: Huascu = trago, licor y Runcu = recipiente
es posible conjeturar que las grutas de Hatunmachay no fueron destruidas debido a su ubicación en un sitio altoandino que se eleva a 4.200 metros sobre el nivel del mar y desolado como la Pampa de Lampa. Por ello también descartamos que la losa pétrea, de grosor uniforme, que aparece tirada cerca de uno de los extremos de la gruta de Hatunmachay, fuese la cubierta de una tumba que habría destruido Hernández Príncipe. Sin embargo, el lugar en el que yace amerita ser sometido a excavaciones arqueológicas puesto que podría encerrar sorpresas.
Federico Kauffmann Doig
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Federico Kauffmann Doig
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