PAULLO, EL INCA ANCASHINO

Tomado de una conversación con don Mariano Jaramillo Paulino, guardián del sitio arqueológico de Yayno, en Pomabamba.
Ya hemos señalado que, a la muerte de un Inca, lo reemplazaba quien lo había acompañado durante su mandato como Incapa rantín y si algo le pasaba a este, se armaba todo un lío en el Cusco. Mientras que con un ojo lloraban la partida del Sapa Inca, con el otro andaban buscando al reemplazante.
Sabido es que el futuro marqués, muy bien aleccionado de lo que hizo Hernán Cortez en México, trabajó la misma táctica en el Perú. Apresó al Inca y se alió con los pueblos sojuzgados por los cusqueños, para derrotar cualquier intento de resistencia con mayor facilidad.
Viendo Atahuallpa que su suerte había cambiado radicalmente y temiendo por su vida, recurrió a un argumento muy andino, pretendió hacer de Pizarro su cuñado a fin de que no lo mate. A esto le llaman los estudiosos, establecer lazos de sangre, costumbre muy arraigada en la diplomacia Inca. El mismo Huayna Qapaq, utilizó esta salida para evitar el alzamiento de los Huaras y los Huaylas, nuestros belicosos antepasados. De esto se acordó Atahuallpa y le dio la mano de la princesa de Huaylas, su media hermana, la sin par Quispe Sisa.
¡Qué más se quiso el viejo godo! Él ya era un respetable sesentón y la chica era una deliciosa quinceañera.
Yano tseklla, coshru pega,
Puka shimi, yana nawi,
¡Ay, shumaqmi china!
(Cintura breve, cabello ensortijado,
Labios rojos, ojos negros,
¡Ay, que buenamoza!
Y allí es cuando la historia abre sus páginas al hijo ancashino de Huayna Qapaq. Este inca había tomado como cuncubinas a las hijas de los curacas de Huaylas y de Huarás. Hija de la huaylina fue Quispe Sisa, e hijo de la huarasina fue un niño a quien llevaron al Cusco a ser educado al modo inca. Este niño con el tiempo tomó el nombre de Paullo.
Paullo participó en la guerra entre Huáscar y Atahuallpa, en el bando del primero. Derrotado Huáscar, Paullo fue llevado prisionero a Cajamarca. Allí conoció a diego de Almagro, quien llegó seis meses después de la captura del inca y no tuvo parte en el reparto del fabuloso rescate.
Pizarro pronto se dio cuenta que, para manejar a los naturales, necesitaba un reemplazante de Atahuallpa y fijó los ojos en el joven Manco Inca, con quien llegó al Cusco y allí lo invistió como el nuevo inca. Almagro, en tanto, se fue a buscar la ventura en las tierras del sur. Quería conquistar un nuevo reino para él y hallar otra ciudad tan grande y majestuosa como el Cusco.
En su salida se hizo acompañar con el joven Paullo quien comandaba las tropas aliadas compuestas por Taramas y Xauxas, Huancas y Pocras. Paullo destacó como un hábil jefe militar. Derrotó a los araucanos en inumerables batallas y llevó la expedición hasta los confines del Tahuantinsuyo, pero Almagro no encontró ni el fabuloso reino, ni la ansiada ciudad dorada. Regresó al Cusco con el ánimo de reclamar a Pizarro una nueva redistribución de las riquezas encontradas en nuestras peruleras tierras.
Corría 1537 y una mañana de junio, regresaron al Cusco, Almagro Paullo y sus triunfantes tropas. La situación que encontraron era muy distinta a la que habían dejado. Manco Inca se había alzado en armas y tenía en jaque a los españoles.
La llegada de Paullo al Cusco alivió la tensión que vivían los orejones, la familia real inca. Los representantes de las panacas cusqueñas convencieron a Paullo para que acepte la Mascapaicha, el grarn símbolo de la autoridad inca. Esto sucedió el 16 de julio de 1537. Asentándose Paullo como el nuevo Sapa Inca, Manco pasaba a ser Incapa Rantín, y así se devolvía la dualidad al gobierno del Cusco en plena guerra civil española, pues Almagro alzó armas contra los Pizarro.
A Paullo Inca se le endilga el mote de traidor pues desde el punto de vista actual, es imperdonable que no hayan sumado fuerzas ambos líderes incas para expulsar a los españoles de nuestro suelo. Más, desde el punto de vista andino, lo que más importaba para ambos incas era la preservación de la estirpe inca, la sobrevivencia de las panacas, que era lo único que garantizaba la existencia del poder inca en plena ocupación española. Mientras Manco Inca se atrincheraba en Vilcabamba para hostilizar a los españoles, Paullo garantizaba la soberanía inca en el Cusco.
En el ajedrez político, la estrella de Paullo declina a la muerte de Almagro en 1538. Los pizarristas lo desconocieron por haber sido aliado de su enemigo, y como Manco Inca, su autoridad no podía ser legitimada.
Paullo Inca demostró que no solo era un hábil militar, también sabía desenvolverse en el campo de la política y así se convirtió de a pocos en el líder de la nobleza cusqueña. En tal virtud, durante las luchas internas entre los españoles, trató con Cristóbal Vaca de Castro, de quien tomó su nombre y se hizo llamar Cristóbal Inca Paullo. Luego apoyó a Hernando Pizarro en el levantamiento para evitar la exterminación de los descendientes de los incas, y supo finalmente aliarse con el Pacificador La Gasca. Se convirtió en un ducho político y la corona española le otorgó un escudo de armas en 1545, siendo e3se el último dato que se tiene de él.
A su muerte, acaecida en 1551, relata el cronista Betanzos que se llevaron en el Cusco las ceremonias fúnebres que desde Pachakuteq se ejecutaban a la desaparición de un inca. Fue así que salieron a la plaza de Huaycaypata hombres que hicieron un gran llanto por la muerte de Paullo. Luego, continuando el ritual, se presentaron en la plaza dos escuadrones de gente de guerra, uno de Hanan Cusco y el otro de Urin Cusco que batallaron entre sí, debiendo vencer los de Hanan Cusco pues esa era la ritualidad a respetar. Acto seguido se relataron en voz alta los éxitos guerreros y grandezas del difunto. Acabado esto salieron otros dos escuadrones de mujeres vestidas de varones sobre sus mismas ropas y llevaban un grupo unas pavesas y el otro unas alabaradas altas en las manos, y que anduviesen estas mujeres a paso moderado en torno de la plaza a manera de sus bailes y entre las cuales habías algunos hombres portando hondas. Por lo visto ese no era el entierro de un traidor.
Sus descendientes, supieron conservar su memoria y adoptaron su apellido para identificarse. Con el tiempo el apellido se transformó de Paullo en Paulino. En el Cusco, en la provincia de Espinar, en Vilcabamba, aún existe el apellido Paulino. Una rama de los Paulino se trasladó a mediados del siglo pasado a nuestra tierra y hoy radica en Pomabamba. El guardián del gran sitio arqueológico de Yayno es don Mariano Jaramillo Paulino, descendiente directo de Paullo Inca, el inca ancashino.
El nombre de Paullo, el inca olvidado, el ancashino, volvió a la palestra cuando en setiembre del 2007 un grupo de arqueólogos anunció el hallazgo de la tumba de un inca en el frontis del altar mayor del templo de San Cristóbal en el Cusco. Enterrado a la usanza andina, con dos guardianes a los costados, se hallaban los restos óseos de un varón de mediana edad. La inscripción en la tapa del féretro tenía una lánguida nota: PAVLLUS INGA POR LA GRACYA DE DYOS.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]
- ¿Está bien el título, o hay un error de imprenta…o de concepción?
- Lea la tradición y después hablamos.
Ya hemos señalado que, a la muerte de un Inca, lo reemplazaba quien lo había acompañado durante su mandato como Incapa rantín y si algo le pasaba a este, se armaba todo un lío en el Cusco. Mientras que con un ojo lloraban la partida del Sapa Inca, con el otro andaban buscando al reemplazante.
- ¿Pero no heredaba la Mascaypacha el mayorcito de los críos, como debe ser en toda buena familia?
- Esa era la costumbre europea. Y no necesariamente pasaba lo mismo en el incanato. El heredero era el hijo más hábil, el que tenía mejores cualidades para gobernar.
Sabido es que el futuro marqués, muy bien aleccionado de lo que hizo Hernán Cortez en México, trabajó la misma táctica en el Perú. Apresó al Inca y se alió con los pueblos sojuzgados por los cusqueños, para derrotar cualquier intento de resistencia con mayor facilidad.
Viendo Atahuallpa que su suerte había cambiado radicalmente y temiendo por su vida, recurrió a un argumento muy andino, pretendió hacer de Pizarro su cuñado a fin de que no lo mate. A esto le llaman los estudiosos, establecer lazos de sangre, costumbre muy arraigada en la diplomacia Inca. El mismo Huayna Qapaq, utilizó esta salida para evitar el alzamiento de los Huaras y los Huaylas, nuestros belicosos antepasados. De esto se acordó Atahuallpa y le dio la mano de la princesa de Huaylas, su media hermana, la sin par Quispe Sisa.
¡Qué más se quiso el viejo godo! Él ya era un respetable sesentón y la chica era una deliciosa quinceañera.
Yano tseklla, coshru pega,
Puka shimi, yana nawi,
¡Ay, shumaqmi china!
(Cintura breve, cabello ensortijado,
Labios rojos, ojos negros,
¡Ay, que buenamoza!
- ¡Pues me caso y me caso, pardiez! A mis años ya no estoy para hacerle ascos al bocado. ¡Vive dios! Que no se diga que los nacidos en Extremadura, arriamos banderas ante las hijas de Venus. –Se alborozaba el extremeño.
Y allí es cuando la historia abre sus páginas al hijo ancashino de Huayna Qapaq. Este inca había tomado como cuncubinas a las hijas de los curacas de Huaylas y de Huarás. Hija de la huaylina fue Quispe Sisa, e hijo de la huarasina fue un niño a quien llevaron al Cusco a ser educado al modo inca. Este niño con el tiempo tomó el nombre de Paullo.
Paullo participó en la guerra entre Huáscar y Atahuallpa, en el bando del primero. Derrotado Huáscar, Paullo fue llevado prisionero a Cajamarca. Allí conoció a diego de Almagro, quien llegó seis meses después de la captura del inca y no tuvo parte en el reparto del fabuloso rescate.
- ¡Voto a bríos, don Francisco! ¿No me habéis de dar ni un solo maravedí?
- Mi seor don Diego, vos mismo firmasteis las cláusulas del contrato. Y si no habéis estado presente a la captura del inca, bien sabeis que no os toca ni cirio ni vela en este entierro.
- ¡Es una felonía, un verdadero entuerto! ¡Me quejaré ante el Rey, ya veréis que en la corte sabrán hacer justicia a mi causa!
Pizarro pronto se dio cuenta que, para manejar a los naturales, necesitaba un reemplazante de Atahuallpa y fijó los ojos en el joven Manco Inca, con quien llegó al Cusco y allí lo invistió como el nuevo inca. Almagro, en tanto, se fue a buscar la ventura en las tierras del sur. Quería conquistar un nuevo reino para él y hallar otra ciudad tan grande y majestuosa como el Cusco.
En su salida se hizo acompañar con el joven Paullo quien comandaba las tropas aliadas compuestas por Taramas y Xauxas, Huancas y Pocras. Paullo destacó como un hábil jefe militar. Derrotó a los araucanos en inumerables batallas y llevó la expedición hasta los confines del Tahuantinsuyo, pero Almagro no encontró ni el fabuloso reino, ni la ansiada ciudad dorada. Regresó al Cusco con el ánimo de reclamar a Pizarro una nueva redistribución de las riquezas encontradas en nuestras peruleras tierras.
Corría 1537 y una mañana de junio, regresaron al Cusco, Almagro Paullo y sus triunfantes tropas. La situación que encontraron era muy distinta a la que habían dejado. Manco Inca se había alzado en armas y tenía en jaque a los españoles.
La llegada de Paullo al Cusco alivió la tensión que vivían los orejones, la familia real inca. Los representantes de las panacas cusqueñas convencieron a Paullo para que acepte la Mascapaicha, el grarn símbolo de la autoridad inca. Esto sucedió el 16 de julio de 1537. Asentándose Paullo como el nuevo Sapa Inca, Manco pasaba a ser Incapa Rantín, y así se devolvía la dualidad al gobierno del Cusco en plena guerra civil española, pues Almagro alzó armas contra los Pizarro.
A Paullo Inca se le endilga el mote de traidor pues desde el punto de vista actual, es imperdonable que no hayan sumado fuerzas ambos líderes incas para expulsar a los españoles de nuestro suelo. Más, desde el punto de vista andino, lo que más importaba para ambos incas era la preservación de la estirpe inca, la sobrevivencia de las panacas, que era lo único que garantizaba la existencia del poder inca en plena ocupación española. Mientras Manco Inca se atrincheraba en Vilcabamba para hostilizar a los españoles, Paullo garantizaba la soberanía inca en el Cusco.
En el ajedrez político, la estrella de Paullo declina a la muerte de Almagro en 1538. Los pizarristas lo desconocieron por haber sido aliado de su enemigo, y como Manco Inca, su autoridad no podía ser legitimada.
Paullo Inca demostró que no solo era un hábil militar, también sabía desenvolverse en el campo de la política y así se convirtió de a pocos en el líder de la nobleza cusqueña. En tal virtud, durante las luchas internas entre los españoles, trató con Cristóbal Vaca de Castro, de quien tomó su nombre y se hizo llamar Cristóbal Inca Paullo. Luego apoyó a Hernando Pizarro en el levantamiento para evitar la exterminación de los descendientes de los incas, y supo finalmente aliarse con el Pacificador La Gasca. Se convirtió en un ducho político y la corona española le otorgó un escudo de armas en 1545, siendo e3se el último dato que se tiene de él.
A su muerte, acaecida en 1551, relata el cronista Betanzos que se llevaron en el Cusco las ceremonias fúnebres que desde Pachakuteq se ejecutaban a la desaparición de un inca. Fue así que salieron a la plaza de Huaycaypata hombres que hicieron un gran llanto por la muerte de Paullo. Luego, continuando el ritual, se presentaron en la plaza dos escuadrones de gente de guerra, uno de Hanan Cusco y el otro de Urin Cusco que batallaron entre sí, debiendo vencer los de Hanan Cusco pues esa era la ritualidad a respetar. Acto seguido se relataron en voz alta los éxitos guerreros y grandezas del difunto. Acabado esto salieron otros dos escuadrones de mujeres vestidas de varones sobre sus mismas ropas y llevaban un grupo unas pavesas y el otro unas alabaradas altas en las manos, y que anduviesen estas mujeres a paso moderado en torno de la plaza a manera de sus bailes y entre las cuales habías algunos hombres portando hondas. Por lo visto ese no era el entierro de un traidor.
Sus descendientes, supieron conservar su memoria y adoptaron su apellido para identificarse. Con el tiempo el apellido se transformó de Paullo en Paulino. En el Cusco, en la provincia de Espinar, en Vilcabamba, aún existe el apellido Paulino. Una rama de los Paulino se trasladó a mediados del siglo pasado a nuestra tierra y hoy radica en Pomabamba. El guardián del gran sitio arqueológico de Yayno es don Mariano Jaramillo Paulino, descendiente directo de Paullo Inca, el inca ancashino.
El nombre de Paullo, el inca olvidado, el ancashino, volvió a la palestra cuando en setiembre del 2007 un grupo de arqueólogos anunció el hallazgo de la tumba de un inca en el frontis del altar mayor del templo de San Cristóbal en el Cusco. Enterrado a la usanza andina, con dos guardianes a los costados, se hallaban los restos óseos de un varón de mediana edad. La inscripción en la tapa del féretro tenía una lánguida nota: PAVLLUS INGA POR LA GRACYA DE DYOS.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]