manuel nieves fabián
CÓMO EMPEZÓ EL TRABAJO
Cuentan que en el pueblo de Gasgo, mucho más antes que apareciera la maldad, todos vivían en paz y armonía. Se alimentaban de lo que la naturaleza les daba. Nadie conocía lo que era el trabajo.
Cierto día, Mama Rayguana(1) al ver a uno de sus hijos sumamente triste y desconsolado pensó en buscarle una mujer, y de esa manera ella pensaba que recobraría su felicidad.
Transcurridos los días consiguió a la mujer que sería la compañera de su hijo.
Hicieron los preparativos y el matrimonio se realizó con la asistencia de todos los animales. En aquella reunión los más elegantes fueron los hermanos del novio, quienes tenían una nariz muy larga y llevaban los abrigos forrados con plumas.
Al día siguiente del matrimonio, Mama Rayguana envió a su nuera para que les llevara el almuerzo a sus hijos y con mucho cuidado recomendó diciéndole puntualmente:
–Al llegar al campo tenderás la manta en el suelo, sobre ella les servirás la comida, luego te alejarás del lugar lo más que puedas. Después que acaben de almorzar, recogerás la manta y te volverás a casa.
Así hizo la mujer. Luego que tendió la manta y sirvió la comida llegaron volando una infinidad de pájaros y se pusieron a comer con voracidad. La nuera, con la desesperación de que los pájaros acabaran la comida antes de que llegaran los hijos de su suegra, los ahuyentó a pedradas. Muchos cayeron desplumados y heridos; entonces, comenzaron a llorar diciendo:
–Nos has pegado, nos has maltratado y casi nos has matado. A partir de ahora ya jamás volveremos a trabajar en las chacras de los hombres. Ahora sí, ustedes sabrán lo que es el trabajo, pues, quien no trabaja se morirá de hambre.
Diciendo esto, todos se fueron volando y cada cual tomó su camino.
La nuera, confundida, y no sabiendo explicar lo que le había pasado, recogió la manta y fue a contarle a Mamarrayguana. Ésta, al enterarse, quiso morir de cólera y no soportando su indignación le dijo a su nuera:
–Yo te advertí que les sirvieras la comida, luego te retiraras muy lejos. En lugar de hacer eso los has apedreado a mis hijos. ¡Ellos son los que hacen producir la tierra! ¡Ellos son los que trabajan! Ahora que ellos se han ido, ¿quién los cultivará?, ¿quién? –preguntó.
Ella, aún más confundida respondió:
–Yo no sabía madre que los pájaros eran tus hijos. Tú no me avisaste, tú no me dijiste eso.
Entonces, Mama Rayguana continuó:
–Por tu culpa, a partir de ahora, los hombres sufrirán y encontrar alimentos les costará sudor y sacrificio. Si no hubieras hecho esto, los pájaros habrían seguido labrando la tierra.
Finalmente sentenció:
–Ahora, tú y tu esposo vayan por el mundo y aprendan a labrar la tierra.
A partir de aquella vez los hombres empezaron a trabajar. Algunos pájaros que aún no han olvidado las pedradas de la nuera, muy de mañana vuelven a las chacras, no para trabajar, sino para vengarse, pues, apenas germinan las semillas, los sacan a picotazos; otras veces, al mediodía o al atardecer, siempre cuidándose de no ser vistos, perjudican las sementeras de los hombres.
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(*) En la mitología andina, Mama Rayguana es la madre de las semillas. Las comunidades le rinden homenaje con la danza denominada “Mama Rayguana” que tiene algunas variantes tales como el “Atoj alcalde”, el “León danza”, el “Tatash” o la “Rayguana Wachay”
Manuel Nieves Fabián
Cierto día, Mama Rayguana(1) al ver a uno de sus hijos sumamente triste y desconsolado pensó en buscarle una mujer, y de esa manera ella pensaba que recobraría su felicidad.
Transcurridos los días consiguió a la mujer que sería la compañera de su hijo.
Hicieron los preparativos y el matrimonio se realizó con la asistencia de todos los animales. En aquella reunión los más elegantes fueron los hermanos del novio, quienes tenían una nariz muy larga y llevaban los abrigos forrados con plumas.
Al día siguiente del matrimonio, Mama Rayguana envió a su nuera para que les llevara el almuerzo a sus hijos y con mucho cuidado recomendó diciéndole puntualmente:
–Al llegar al campo tenderás la manta en el suelo, sobre ella les servirás la comida, luego te alejarás del lugar lo más que puedas. Después que acaben de almorzar, recogerás la manta y te volverás a casa.
Así hizo la mujer. Luego que tendió la manta y sirvió la comida llegaron volando una infinidad de pájaros y se pusieron a comer con voracidad. La nuera, con la desesperación de que los pájaros acabaran la comida antes de que llegaran los hijos de su suegra, los ahuyentó a pedradas. Muchos cayeron desplumados y heridos; entonces, comenzaron a llorar diciendo:
–Nos has pegado, nos has maltratado y casi nos has matado. A partir de ahora ya jamás volveremos a trabajar en las chacras de los hombres. Ahora sí, ustedes sabrán lo que es el trabajo, pues, quien no trabaja se morirá de hambre.
Diciendo esto, todos se fueron volando y cada cual tomó su camino.
La nuera, confundida, y no sabiendo explicar lo que le había pasado, recogió la manta y fue a contarle a Mamarrayguana. Ésta, al enterarse, quiso morir de cólera y no soportando su indignación le dijo a su nuera:
–Yo te advertí que les sirvieras la comida, luego te retiraras muy lejos. En lugar de hacer eso los has apedreado a mis hijos. ¡Ellos son los que hacen producir la tierra! ¡Ellos son los que trabajan! Ahora que ellos se han ido, ¿quién los cultivará?, ¿quién? –preguntó.
Ella, aún más confundida respondió:
–Yo no sabía madre que los pájaros eran tus hijos. Tú no me avisaste, tú no me dijiste eso.
Entonces, Mama Rayguana continuó:
–Por tu culpa, a partir de ahora, los hombres sufrirán y encontrar alimentos les costará sudor y sacrificio. Si no hubieras hecho esto, los pájaros habrían seguido labrando la tierra.
Finalmente sentenció:
–Ahora, tú y tu esposo vayan por el mundo y aprendan a labrar la tierra.
A partir de aquella vez los hombres empezaron a trabajar. Algunos pájaros que aún no han olvidado las pedradas de la nuera, muy de mañana vuelven a las chacras, no para trabajar, sino para vengarse, pues, apenas germinan las semillas, los sacan a picotazos; otras veces, al mediodía o al atardecer, siempre cuidándose de no ser vistos, perjudican las sementeras de los hombres.
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(*) En la mitología andina, Mama Rayguana es la madre de las semillas. Las comunidades le rinden homenaje con la danza denominada “Mama Rayguana” que tiene algunas variantes tales como el “Atoj alcalde”, el “León danza”, el “Tatash” o la “Rayguana Wachay”
Manuel Nieves Fabián