RIMAY CÓNDOR
El AMOR Y LA LITERATURA HISPANOAMERICANA
El amor ha sido, es y será, inagotable fuente de inspiración para la creación de extraordinarias piezas de literatura, las cuales, siempre han tenido cálida recepción por los amantes, no sólo del género, sino de la literatura en general. En este caso no estamos hablando de la literatura rosa, muy al estilo de Corín Tellado, la que no deja huella alguna en los registros de un género, que ha tenido, y tiene, nombres y títulos ilustres que ponen muy en alto la creatividad literaria que perdura a través de los tiempos.
Quien sabe uno de los romances literarios más conocidos sea el protagonizado por El Quijote y Dulcinea del Tobosio. Relación amorosa, que si bien es cierto solo existía en la imaginación del héroe cervantino, fue el aliciente que éste necesitaba para emprender sus alocadas correrías plasmadas magistralmente por El Manco de Lepanto y que, luego de más de cuatrocientos años de su publicación, siguen haciendo las delicias de los lectores, no solo del idioma castellano, sino de los muchos a los que ha sido traducida la obra cumbre de la literatura castellana.
Si bien la escritura, tal como la conocemos hoy en día, no existió en la época precolombina, su carencia no fue óbice para que, la tradición oral nos haga llegar hermosas historias de amor. Tal es el caso, Por ejemplo de Ollantay, que narra los amores entre Kusi Quyllur, princesa inca y Ollantay un jefe del ejército incaico de origen plebeyo. La contraposición social de los amantes origina el rechazo del Inca, padre de ella y trae como consecuencia la rebelión del soldado, quien instala su cuartel general en las actuales ruinas incaicas de Ollaytaytambo. Utilizando artimañas el jefe rebelde es capturado y luego es perdonado por un nuevo monarca, el cual autoriza el matrimonio de los amantes. Si bien Ollantay es una obra anónima, su publicación se remonta a mediados del siglo dieciocho. Es una obra dramática en la cual la comedia no es ajena y se hace palpable por medio de Piquichaqui, personaje secundario ligado al héroe. Ollantay es considerada como una de las genuinas manifestaciones orales de la de la literatura precolombina, y que, al igual que muchas otras expresiones culturales nativas, fue ignorada en la época colonial. La versión actual, tal como la conocemos, fue recopilada por el fraile cusqueño Antonio Valdez, quien, sin lugar a dudas, le impuso algunos recursos literarios de la dramática española y, algo muy importante, su estructuración en escenas.
Un hecho, quizá poco conocido pero muy comentado entre los estudiosos de la literatura hispanoamericana, es el protagonizado, durante la colonia, por el insigne dramaturgo español Lope de Vega y Amarilis, está última anónima poetisa peruana quien, desde su lejano Huanuco, población ubicada al interior del Perú, le declara su platónico amor al gran bardo español en una carta titulada Epístola a Belardo, lo hace con una poesía fina e idealista que consta de 19 estrofas y 335 versos. Lope de Vega la publicó en su libro La Filomena, además incluyó en él la repuesta a su admiradora peruana bajo el título de Belardo a Amarilis. Podemos ver, entonces, que el amor no solo ha sido favorecido por la literatura, sino que también algunas veces tocó directamente a sus autores.
Gabriel García Márquez nos ha legado trabajos en los cuales el tema que nos ocupa ha estado siempre presente. Sin embargo, su novela El amor en los tiempos del cólera, nos muestra un amor diferente al amor convencional, sus personajes no son jóvenes movidos por ese sentimiento. Al contrario, son dos seres septuagenarios, que se conocieron de manera circunstancial en los albores de su juventud, pero que luego de casi cincuenta años, se vuelven a encontrar para verse envueltos en un torbellino de pasión que haría palidecer de envidia a sus nietos. Fermina Daza y Florentino Ariza encuentran, al ocaso de sus vidas, la fuerza y determinación que solo aquellos que sienten realmente el llamado de Eros pueden experimentar. Es curiosa la explicación del amor que da Florentino para explicar su larga espera sin haberse comprometido seriamente con ninguna mujer. Existe, dice, “amor del alma, de la cintura para arriba y amor del cuerpo, de la cintura para abajo”.
Uno de los géneros literarios más identificados con el amor es la prosa, de allí que no se puede dejar de mencionar poetas que han cantado al sublime sentimiento con sus mejores versos. Uno de los poemas más sentidos es el escrito por el prócer de la independencia cubana José Martí y que lleva por título La niña de Guatemala, en el cual una joven muere de amor. Se presume que el poema fue experiencia personal del autor. El mejicano Amado Nervo es otro de los poetas latinoamericanos que nos ha legado imperecederas obras de poesía de amor puro y sin límites, como la sin par La amada inmóvil, escrita por el dolor que le causó al poeta la muerte de su esposa.
Existe, sin embargo que murió hace cerca de ciento cincuenta años, un poeta que vive en la imaginación de muchos jóvenes románticos, los cuales, en los albores de su adolescencia, al sentir los primeros cosquilleos del amor, “escribieron, en estrecha colaboración con él”, versos para las ninfas de sus sueños, los cuales eran recibidos por las destinatarias con un entusiasmo que el poeta que comentamos hubiera envidiado de haber vivido, porque lamentablemente su obra no fue conocida durante su corta existencia. Es el sin par poeta español Gustavo Adolfo Bécquer, quien en sus insuperables Rimas, fue capaz de plasmar una de las poesías más tiernas y puras que hayan salido de pluma romántica. Debido a que en vida no publicó un solo libro, luego de su muerte sus amigos recopilaron sus escritos y los publicaron bajo el título de Obras de Gustavo Adolfo Bécquer. ¿Una muestra? Regocijémonos con una de sus creaciones.
Quien sabe uno de los romances literarios más conocidos sea el protagonizado por El Quijote y Dulcinea del Tobosio. Relación amorosa, que si bien es cierto solo existía en la imaginación del héroe cervantino, fue el aliciente que éste necesitaba para emprender sus alocadas correrías plasmadas magistralmente por El Manco de Lepanto y que, luego de más de cuatrocientos años de su publicación, siguen haciendo las delicias de los lectores, no solo del idioma castellano, sino de los muchos a los que ha sido traducida la obra cumbre de la literatura castellana.
Si bien la escritura, tal como la conocemos hoy en día, no existió en la época precolombina, su carencia no fue óbice para que, la tradición oral nos haga llegar hermosas historias de amor. Tal es el caso, Por ejemplo de Ollantay, que narra los amores entre Kusi Quyllur, princesa inca y Ollantay un jefe del ejército incaico de origen plebeyo. La contraposición social de los amantes origina el rechazo del Inca, padre de ella y trae como consecuencia la rebelión del soldado, quien instala su cuartel general en las actuales ruinas incaicas de Ollaytaytambo. Utilizando artimañas el jefe rebelde es capturado y luego es perdonado por un nuevo monarca, el cual autoriza el matrimonio de los amantes. Si bien Ollantay es una obra anónima, su publicación se remonta a mediados del siglo dieciocho. Es una obra dramática en la cual la comedia no es ajena y se hace palpable por medio de Piquichaqui, personaje secundario ligado al héroe. Ollantay es considerada como una de las genuinas manifestaciones orales de la de la literatura precolombina, y que, al igual que muchas otras expresiones culturales nativas, fue ignorada en la época colonial. La versión actual, tal como la conocemos, fue recopilada por el fraile cusqueño Antonio Valdez, quien, sin lugar a dudas, le impuso algunos recursos literarios de la dramática española y, algo muy importante, su estructuración en escenas.
Un hecho, quizá poco conocido pero muy comentado entre los estudiosos de la literatura hispanoamericana, es el protagonizado, durante la colonia, por el insigne dramaturgo español Lope de Vega y Amarilis, está última anónima poetisa peruana quien, desde su lejano Huanuco, población ubicada al interior del Perú, le declara su platónico amor al gran bardo español en una carta titulada Epístola a Belardo, lo hace con una poesía fina e idealista que consta de 19 estrofas y 335 versos. Lope de Vega la publicó en su libro La Filomena, además incluyó en él la repuesta a su admiradora peruana bajo el título de Belardo a Amarilis. Podemos ver, entonces, que el amor no solo ha sido favorecido por la literatura, sino que también algunas veces tocó directamente a sus autores.
Gabriel García Márquez nos ha legado trabajos en los cuales el tema que nos ocupa ha estado siempre presente. Sin embargo, su novela El amor en los tiempos del cólera, nos muestra un amor diferente al amor convencional, sus personajes no son jóvenes movidos por ese sentimiento. Al contrario, son dos seres septuagenarios, que se conocieron de manera circunstancial en los albores de su juventud, pero que luego de casi cincuenta años, se vuelven a encontrar para verse envueltos en un torbellino de pasión que haría palidecer de envidia a sus nietos. Fermina Daza y Florentino Ariza encuentran, al ocaso de sus vidas, la fuerza y determinación que solo aquellos que sienten realmente el llamado de Eros pueden experimentar. Es curiosa la explicación del amor que da Florentino para explicar su larga espera sin haberse comprometido seriamente con ninguna mujer. Existe, dice, “amor del alma, de la cintura para arriba y amor del cuerpo, de la cintura para abajo”.
Uno de los géneros literarios más identificados con el amor es la prosa, de allí que no se puede dejar de mencionar poetas que han cantado al sublime sentimiento con sus mejores versos. Uno de los poemas más sentidos es el escrito por el prócer de la independencia cubana José Martí y que lleva por título La niña de Guatemala, en el cual una joven muere de amor. Se presume que el poema fue experiencia personal del autor. El mejicano Amado Nervo es otro de los poetas latinoamericanos que nos ha legado imperecederas obras de poesía de amor puro y sin límites, como la sin par La amada inmóvil, escrita por el dolor que le causó al poeta la muerte de su esposa.
Existe, sin embargo que murió hace cerca de ciento cincuenta años, un poeta que vive en la imaginación de muchos jóvenes románticos, los cuales, en los albores de su adolescencia, al sentir los primeros cosquilleos del amor, “escribieron, en estrecha colaboración con él”, versos para las ninfas de sus sueños, los cuales eran recibidos por las destinatarias con un entusiasmo que el poeta que comentamos hubiera envidiado de haber vivido, porque lamentablemente su obra no fue conocida durante su corta existencia. Es el sin par poeta español Gustavo Adolfo Bécquer, quien en sus insuperables Rimas, fue capaz de plasmar una de las poesías más tiernas y puras que hayan salido de pluma romántica. Debido a que en vida no publicó un solo libro, luego de su muerte sus amigos recopilaron sus escritos y los publicaron bajo el título de Obras de Gustavo Adolfo Bécquer. ¿Una muestra? Regocijémonos con una de sus creaciones.
Rima XVII:
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
Hoy llega al fondo de mi alma el sol;
Hoy la he visto…la he visto y me ha mirado…
¡Hoy creo en Dios!
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
Hoy llega al fondo de mi alma el sol;
Hoy la he visto…la he visto y me ha mirado…
¡Hoy creo en Dios!