josé antonio salazar mejía
UN NAUFRAGIO Y UNA BODA
De la tradición popular
Una anécdota que muchos ignoran, se refiere a nuestro sabio Dr. Santiago Antúnez de Mayolo, quien, al retornar de Europa al Perú en 1012, casi fallece víctima de un naufragio.
Allí sí que nos hubiéramos quedado sin sabio. En vísperas de su viaje, tomó conocimiento que un nuevo barco se haría a la mar para unir el puerto inglés de Liverpool con el estadounidense de Nueva York y se promocionaban los pasajes con algunas facilidades.
La curiosidad llamó a nuestro sabio y adquirió un boleto de segunda clase en el trasatlántico Titanic, de reciente construcción. De esa embarcación se decía que tenía la más moderna tecnología y prácticamente era imposible que se hunda. Sus constructores, en un acto por demás irreverente afirmaron que al Titanic, ni Dios podía hundirlo.
Aquí es cuando interviene la mano de Dios. El tren que llevó a Antúnez de Mayolo de Londres a Liverpool, cosa rarísima, tuvo un pequeño retraso. En la ciudad, a nuestro héroe se le hizo muy difícil encontrar una movilidad que lo lleve hasta el puerto porque literalmente todos estaban contemplando la grandiosidad del Titanic. Lo cierto es que cuando llegó al embarcadero, solo pudo ver a la enorme nave que se alejaba hacía alta mar.
Al darse cuenta que había perdido el barco, montó en cólera y despotricó contra medio mundo. Él, todo un científico que planificaba con anticipación sus actos, había dejado pasar la oportunidad histórica de estar en el Titánic en su viaje inaugural. No le dolía tanto el dinero perdido sino la curiosidad de poder viajar en una embarcación de lujo, la nave más moderna y famosa del mundo.
Pero no hay mal que por bien no venga. Decepcionado, el sabio se refugió en un hotel del puerto. Al día siguiente hizo los contactos para tomar el siguiente barco a los Estados Unidos. Cuando estaba en ala mar frente a las costas de Terranova en Canadá, la mañana del 15 de abril, Santiago miraba a las olas, lamentando su suerte; grande fue su sorpresa al encontrarse con los restos de un naufragio. Cientos de cadáveres flotaban sobre las aguas del Atlántico; eran los pasajeros del Titanic que se había hundido al chocar con un gigantesco iceberg la noche anterior.
Antúnez de Mayolo dio gracias a la divina providencia por haber impedido que viaje en el Titanic, salvándose de una muerte segura, pues de sus 2220 pasajeros, fallecieron 1513 personas, es el más grande naufragio que registra la historia.
Ya en Nueva York, hizo un post grado en electricidad y conoció a su futura esposa, la joven viuda Lucie Running, bella e inteligente noruega que con el tiempo se convirtió en su más inapreciable colaboradora. Se casaron en diciembre de 1912, días antes de su regreso al Perú.
- Darling, we are going to Perú.
- Yes my little boy. We are married, and we make everything together.
- Of course!
A propósito, era muy simpático el ver a la feliz pareja. La noruega era una verdadera beldad: alta y espigada; mientras que el peruano, rechoncho y con una gran cabeza, no le llegaba a la altura de la oreja. Pero así es el amor. Ella se fijó en sus dotes intelectuales y en su gran corazón; él, en su inteligencia y su gran bondad.
Lucie Reynning cumplió a cabalidad el dicho que reza: Al lado de un hombre grande, siempre hay una gran mujer. Fue infatigable defensora de los derechos de la mujer. Bajo su auspicio se creó el Instituto Industrial de Mujeres y la implantación del curso de Economía Doméstica en el currículo escolar.
A Santiago No le interesaron las múltiples propuestas de trabajo en el extranjero; su objetivo no era hacerse rico, no vivir bien fuera de su patria. Antúnez de Mayolo quiso ardientemente retornar a su país para trabajar aquí por el progreso y desarrollo del Perú. ¡Qué gran ejemplo de amor a la patria!
En 1915nrealizó un largo viaje de estudios por Chavín y la zona de Conchucos, llegando hasta Rapayán; viaje del cual, al finalizar hizo entrega de un voluminoso informe a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su Alma Mater. Este informe serviría de motivación a su amigo Julio César Tello para que en que en 1919 realice una profunda investigación en el lugar, lo que lo llevó a determinar que Chavín es la cuna de la cultura peruana y latinoamericana.
¿Y doña Lucie, qué fue de ella? Le dio dos hijos a Santiago, Llamados Erick y Edmundo. Y siguió con su incansable labor de apoyar a su esposo en todas sus empresas. Si de joven ella le dibujaba los planos, ya siendo mayor se convirtió en su consejera y confidente. Recibió las Palmas Magisteriales por su dedicación en el mejoramiento de la formación de la mujer peruana, y la condecoración del Rey Haakon VII de Noruega.
Antes de morir en 1958, dejó este hermoso mensaje como testamente: “En el atardecer de mi vida, con la melancolía que deja en el alma el recuerdo del pasado, me cabe la última satisfacción de haber puesto un grano de arena a favor de mi patria de adopción, tierra de mi esposo y de mis hijos”.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]
Una anécdota que muchos ignoran, se refiere a nuestro sabio Dr. Santiago Antúnez de Mayolo, quien, al retornar de Europa al Perú en 1012, casi fallece víctima de un naufragio.
Allí sí que nos hubiéramos quedado sin sabio. En vísperas de su viaje, tomó conocimiento que un nuevo barco se haría a la mar para unir el puerto inglés de Liverpool con el estadounidense de Nueva York y se promocionaban los pasajes con algunas facilidades.
La curiosidad llamó a nuestro sabio y adquirió un boleto de segunda clase en el trasatlántico Titanic, de reciente construcción. De esa embarcación se decía que tenía la más moderna tecnología y prácticamente era imposible que se hunda. Sus constructores, en un acto por demás irreverente afirmaron que al Titanic, ni Dios podía hundirlo.
Aquí es cuando interviene la mano de Dios. El tren que llevó a Antúnez de Mayolo de Londres a Liverpool, cosa rarísima, tuvo un pequeño retraso. En la ciudad, a nuestro héroe se le hizo muy difícil encontrar una movilidad que lo lleve hasta el puerto porque literalmente todos estaban contemplando la grandiosidad del Titanic. Lo cierto es que cuando llegó al embarcadero, solo pudo ver a la enorme nave que se alejaba hacía alta mar.
Al darse cuenta que había perdido el barco, montó en cólera y despotricó contra medio mundo. Él, todo un científico que planificaba con anticipación sus actos, había dejado pasar la oportunidad histórica de estar en el Titánic en su viaje inaugural. No le dolía tanto el dinero perdido sino la curiosidad de poder viajar en una embarcación de lujo, la nave más moderna y famosa del mundo.
Pero no hay mal que por bien no venga. Decepcionado, el sabio se refugió en un hotel del puerto. Al día siguiente hizo los contactos para tomar el siguiente barco a los Estados Unidos. Cuando estaba en ala mar frente a las costas de Terranova en Canadá, la mañana del 15 de abril, Santiago miraba a las olas, lamentando su suerte; grande fue su sorpresa al encontrarse con los restos de un naufragio. Cientos de cadáveres flotaban sobre las aguas del Atlántico; eran los pasajeros del Titanic que se había hundido al chocar con un gigantesco iceberg la noche anterior.
Antúnez de Mayolo dio gracias a la divina providencia por haber impedido que viaje en el Titanic, salvándose de una muerte segura, pues de sus 2220 pasajeros, fallecieron 1513 personas, es el más grande naufragio que registra la historia.
Ya en Nueva York, hizo un post grado en electricidad y conoció a su futura esposa, la joven viuda Lucie Running, bella e inteligente noruega que con el tiempo se convirtió en su más inapreciable colaboradora. Se casaron en diciembre de 1912, días antes de su regreso al Perú.
- Darling, we are going to Perú.
- Yes my little boy. We are married, and we make everything together.
- Of course!
A propósito, era muy simpático el ver a la feliz pareja. La noruega era una verdadera beldad: alta y espigada; mientras que el peruano, rechoncho y con una gran cabeza, no le llegaba a la altura de la oreja. Pero así es el amor. Ella se fijó en sus dotes intelectuales y en su gran corazón; él, en su inteligencia y su gran bondad.
Lucie Reynning cumplió a cabalidad el dicho que reza: Al lado de un hombre grande, siempre hay una gran mujer. Fue infatigable defensora de los derechos de la mujer. Bajo su auspicio se creó el Instituto Industrial de Mujeres y la implantación del curso de Economía Doméstica en el currículo escolar.
A Santiago No le interesaron las múltiples propuestas de trabajo en el extranjero; su objetivo no era hacerse rico, no vivir bien fuera de su patria. Antúnez de Mayolo quiso ardientemente retornar a su país para trabajar aquí por el progreso y desarrollo del Perú. ¡Qué gran ejemplo de amor a la patria!
En 1915nrealizó un largo viaje de estudios por Chavín y la zona de Conchucos, llegando hasta Rapayán; viaje del cual, al finalizar hizo entrega de un voluminoso informe a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su Alma Mater. Este informe serviría de motivación a su amigo Julio César Tello para que en que en 1919 realice una profunda investigación en el lugar, lo que lo llevó a determinar que Chavín es la cuna de la cultura peruana y latinoamericana.
¿Y doña Lucie, qué fue de ella? Le dio dos hijos a Santiago, Llamados Erick y Edmundo. Y siguió con su incansable labor de apoyar a su esposo en todas sus empresas. Si de joven ella le dibujaba los planos, ya siendo mayor se convirtió en su consejera y confidente. Recibió las Palmas Magisteriales por su dedicación en el mejoramiento de la formación de la mujer peruana, y la condecoración del Rey Haakon VII de Noruega.
Antes de morir en 1958, dejó este hermoso mensaje como testamente: “En el atardecer de mi vida, con la melancolía que deja en el alma el recuerdo del pasado, me cabe la última satisfacción de haber puesto un grano de arena a favor de mi patria de adopción, tierra de mi esposo y de mis hijos”.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]