EL NIÑO HÉROE ANCASHINO
De la versión del señor Herminio Paredes antiguo huarasino.
Luego del sismo del 70, quedamos realmente muy pocos huarasinos. Muchos fallecieron, otros, heridos, se fueron a curar a Lima y ya no regresaron; los más emigraron para olvidar a los familiares fallecidos y la pesadilla que significaba el recuerdo. En el caso de mi familia, nos fuimos por más de un año a Piura, pues allí trabajaba como abogado nuestro hermano mayor, Manuel, y fue así que culminé mi secundaria en el San Ignacio de Loyola, el mejor colegio de esa ciudad.
Cuando regresamos, mi padre no pudo resistir la nostalgia del antiguo Huarás y falleció a mediados del año 72. En esos tiempos no había Aranzábal, ni las otras funerarias de moda; sólo existía la funeraria del señor Paredes. Él nos atendió en nuestras horas de dolor. A partir de entonces, nos hicimos amigos. Cuando yo pasaba en mi bicicleta rumbo al colegio Sagrado Corazón donde trabajaba a principios de los años 80, desde la puerta de su local que quedaba a un costado del colegio Antonio Raimondi, me pasaba la voz escandalosamente: ¡Ese señor Salazar, de los pocos huarasinos que quedan!
Yo gustaba de conversar con él, pues me hablaba del antiguo Huarás con mucha emoción. Un día, me contó la historia de su familia y me refirió que de niño oía de boca de su abuelito una historia muy peculiar. Él le contaba que en su casa se hablaba de un tío que durante la guerra con Chile se fue llevando a su menor hijo a la campaña.
- Ese mi tío abuelo dicen que murió en Lima, señor Salazar. Pero yo no he podido averiguar mucho. Total, mi abuelo decía que ni él ni su hijo regresaron a Huarás. ¡Qué habría sido de su vida!
El señor Paredes murió sin saber que el primo de su abuelito, el niño que fue con su padre a la guerra, no era nada más ni nada menos que Viviano Paredes, el niño héroe ancashino.
En 1879 Chile invadió nuestro país y dio inicio a una guerra que duró cinco largos años. Fue la guerra del Salitre, a la que generalmente se le conoce como la guerra del Pacífico. Pero no nos engañemos, detrás de Chile estaban los intereses de Inglaterra, el poderoso país europeo que obtenía grandes ingresos económicos con el comercio del salitre.
Los ancashinos acudieron en masa al llamado de la Patria. Apenas se supo del inicio de la guerra, diecisiete alumnos del 4° y 5° año de Secundaria del Colegio De la Libertad de Huarás, se alistaron en las filas del ejército. Hasta el final de la guerra, se calcula que un total de cinco mil ancashinos participaron de la contienda.
Cuando los chilenos amenazaban con invadir a Lima, a fines de 1880, de Ancash fueron a defender la capital cientos de paisanos. Uno de ellos fue un humilde zapatero a quien siguió tercamente su pequeño hijo de apenas 11 años. Este niño, de nombre Viviano Paredes escribiría una de las páginas más sublimes de heroísmo infantil.
En enero de 1881 se planificó la defensa de Lima, en dos grandes líneas; la primera se ubicó al sur de la capital en terrenos de la hacienda de San Juan, y la segunda en Miraflores. En San Juan, el ejército peruano estaba dividido en tres cuerpos, el Cuerpo Central tenía como jefe al Coronel Andrés Avelino Cáceres. Una de sus tres divisiones era dirigida por el Coronel Ayarza y en ella se encontraba como soldado el padre del pequeño Viviano.
Cáceres en sus Memorias, señala que la División del Coronel Ayarza fue la que sufrió la peor acometida chilena y perdió no solo a su jefe sino a la mayor parte de sus combatientes.
Viviano Paredes ayudaba a los soldados alcanzándoles pólvora y municiones. Cuando las tropas chilenas asaltaron la trinchera donde se encontraba el niño, mataron al portaestandarte del batallón y tomaron la bandera para declarar ejecutada su victoria; es entonces cuando surge entre el humo de los disparos el pequeño Viviano Paredes y en un acto de sublime heroísmo arrebata el glorioso bicolor nacional a los chilenos retornándolo a las filas peruanas.
Los soldados chilenos al darse cuenta que han sido burlados, con ira dirigen sus disparos contra el cuerpo del pequeño. Gravemente herido, el niño héroe, en un supremo esfuerzo logra llegar con la bandera peruana a la trinchera de los defensores.
El escritor José Luis Torres, recoge el gesto inmortal de este pequeño paisano nuestro. Él también nos dice que falleció desangrado en los cerros de San Juan, el fatídico 13 de enero de 1881.
¿Se le ha reconocido como se merece? Luego del sismo, al nominar las nuevas calles de Huarás, la comisión de nomenclatura presidida por don Salvador Cáceres Ángeles, puso el nombre de Viviano Paredes a una pequeña calle de dos cuadras en el barrio de La Soledad. Pese a que por la incuria en su tierra prácticamente se le ha olvidado, hay que reconocer que el ejército peruano no lo ha hecho.
Hasta hace poco, a la altura del puente Atocongo, en Lima, en San Juan de Miraflores, en los pilares del tren eléctrico, el ejército había hecho pintar entre laureles los nombres de cincuenta jefes y oficiales que ofrendaron su vida en la batalla de San Juan. Me llenó el pecho de orgullo constatar que entre tanto nombre de coroneles, capitanes y tenientes, había un solo nombre sin grado militar, era el de Viviano Paredes, el niño ancashino que nos legó tan grande demostración de amor patrio.
Viviano Paredes, niño héroe ancashino de la guerra con Chile. Su ejemplo imperecedero merece la mejor de las alabanzas y homenajes. Ahora que vivimos una época de crisis de valores, debemos buscar íconos que nos permitan elevar en la niñez y juventud, el nivel de conciencia cívica y moral.
Sería justo que algún colegio lleve el nombre de Viviano Paredes, que las promociones escolares lo tengan como adalid y ejemplo. Pueblo que no reconoce el valor de sus héroes, no merece estar a la altura de ellos.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]
Luego del sismo del 70, quedamos realmente muy pocos huarasinos. Muchos fallecieron, otros, heridos, se fueron a curar a Lima y ya no regresaron; los más emigraron para olvidar a los familiares fallecidos y la pesadilla que significaba el recuerdo. En el caso de mi familia, nos fuimos por más de un año a Piura, pues allí trabajaba como abogado nuestro hermano mayor, Manuel, y fue así que culminé mi secundaria en el San Ignacio de Loyola, el mejor colegio de esa ciudad.
Cuando regresamos, mi padre no pudo resistir la nostalgia del antiguo Huarás y falleció a mediados del año 72. En esos tiempos no había Aranzábal, ni las otras funerarias de moda; sólo existía la funeraria del señor Paredes. Él nos atendió en nuestras horas de dolor. A partir de entonces, nos hicimos amigos. Cuando yo pasaba en mi bicicleta rumbo al colegio Sagrado Corazón donde trabajaba a principios de los años 80, desde la puerta de su local que quedaba a un costado del colegio Antonio Raimondi, me pasaba la voz escandalosamente: ¡Ese señor Salazar, de los pocos huarasinos que quedan!
Yo gustaba de conversar con él, pues me hablaba del antiguo Huarás con mucha emoción. Un día, me contó la historia de su familia y me refirió que de niño oía de boca de su abuelito una historia muy peculiar. Él le contaba que en su casa se hablaba de un tío que durante la guerra con Chile se fue llevando a su menor hijo a la campaña.
- Ese mi tío abuelo dicen que murió en Lima, señor Salazar. Pero yo no he podido averiguar mucho. Total, mi abuelo decía que ni él ni su hijo regresaron a Huarás. ¡Qué habría sido de su vida!
El señor Paredes murió sin saber que el primo de su abuelito, el niño que fue con su padre a la guerra, no era nada más ni nada menos que Viviano Paredes, el niño héroe ancashino.
En 1879 Chile invadió nuestro país y dio inicio a una guerra que duró cinco largos años. Fue la guerra del Salitre, a la que generalmente se le conoce como la guerra del Pacífico. Pero no nos engañemos, detrás de Chile estaban los intereses de Inglaterra, el poderoso país europeo que obtenía grandes ingresos económicos con el comercio del salitre.
Los ancashinos acudieron en masa al llamado de la Patria. Apenas se supo del inicio de la guerra, diecisiete alumnos del 4° y 5° año de Secundaria del Colegio De la Libertad de Huarás, se alistaron en las filas del ejército. Hasta el final de la guerra, se calcula que un total de cinco mil ancashinos participaron de la contienda.
Cuando los chilenos amenazaban con invadir a Lima, a fines de 1880, de Ancash fueron a defender la capital cientos de paisanos. Uno de ellos fue un humilde zapatero a quien siguió tercamente su pequeño hijo de apenas 11 años. Este niño, de nombre Viviano Paredes escribiría una de las páginas más sublimes de heroísmo infantil.
- Adios hijo mío, cuida bien a tu madre y a tus hermanos.
- No señor padre, yo voy con usted.
- ¿Qué cosa? Si ni siquiera tienes doce años, hijito.
- ¿Y eso qué tiene, señor? Ya convencí a mi madre y ella me ha dado su bendición.
- Pero, hijo... ¿sabes lo que es una guerra?
- Lo que sé, señor padre, es que mi patria corre peligro y quiero ir a defenderla. En la misa dominical, el padre Ferreol ha dicho que Dios acoge en su seno a quien da la vida por la patria.
En enero de 1881 se planificó la defensa de Lima, en dos grandes líneas; la primera se ubicó al sur de la capital en terrenos de la hacienda de San Juan, y la segunda en Miraflores. En San Juan, el ejército peruano estaba dividido en tres cuerpos, el Cuerpo Central tenía como jefe al Coronel Andrés Avelino Cáceres. Una de sus tres divisiones era dirigida por el Coronel Ayarza y en ella se encontraba como soldado el padre del pequeño Viviano.
Cáceres en sus Memorias, señala que la División del Coronel Ayarza fue la que sufrió la peor acometida chilena y perdió no solo a su jefe sino a la mayor parte de sus combatientes.
Viviano Paredes ayudaba a los soldados alcanzándoles pólvora y municiones. Cuando las tropas chilenas asaltaron la trinchera donde se encontraba el niño, mataron al portaestandarte del batallón y tomaron la bandera para declarar ejecutada su victoria; es entonces cuando surge entre el humo de los disparos el pequeño Viviano Paredes y en un acto de sublime heroísmo arrebata el glorioso bicolor nacional a los chilenos retornándolo a las filas peruanas.
Los soldados chilenos al darse cuenta que han sido burlados, con ira dirigen sus disparos contra el cuerpo del pequeño. Gravemente herido, el niño héroe, en un supremo esfuerzo logra llegar con la bandera peruana a la trinchera de los defensores.
El escritor José Luis Torres, recoge el gesto inmortal de este pequeño paisano nuestro. Él también nos dice que falleció desangrado en los cerros de San Juan, el fatídico 13 de enero de 1881.
- Enterrador, ¿cuántos cadáveres has encontrado en esta trinchera?
- Dieciséis mi capitán.
- ¡Qué bárbaro, acá murieron todos!
- Disculpe mi capitán, en realidad son diecisiete… también hay el cadáver de un niño. Tiene en sus manos el pendón del batallón.
- ¿Cómo? Quiero ver con mis propios esta increíble azaña… -el capitán Gonzáles bajó a la trinchera y constató lo dicho por el soldado. -Este gesto heroico debe constar en el parte de guerra. ¡Teniente López…! Averigüe usted el nombre de este niño héroe en los partes diarios del jefe de pelotón.
¿Se le ha reconocido como se merece? Luego del sismo, al nominar las nuevas calles de Huarás, la comisión de nomenclatura presidida por don Salvador Cáceres Ángeles, puso el nombre de Viviano Paredes a una pequeña calle de dos cuadras en el barrio de La Soledad. Pese a que por la incuria en su tierra prácticamente se le ha olvidado, hay que reconocer que el ejército peruano no lo ha hecho.
Hasta hace poco, a la altura del puente Atocongo, en Lima, en San Juan de Miraflores, en los pilares del tren eléctrico, el ejército había hecho pintar entre laureles los nombres de cincuenta jefes y oficiales que ofrendaron su vida en la batalla de San Juan. Me llenó el pecho de orgullo constatar que entre tanto nombre de coroneles, capitanes y tenientes, había un solo nombre sin grado militar, era el de Viviano Paredes, el niño ancashino que nos legó tan grande demostración de amor patrio.
Viviano Paredes, niño héroe ancashino de la guerra con Chile. Su ejemplo imperecedero merece la mejor de las alabanzas y homenajes. Ahora que vivimos una época de crisis de valores, debemos buscar íconos que nos permitan elevar en la niñez y juventud, el nivel de conciencia cívica y moral.
Sería justo que algún colegio lleve el nombre de Viviano Paredes, que las promociones escolares lo tengan como adalid y ejemplo. Pueblo que no reconoce el valor de sus héroes, no merece estar a la altura de ellos.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]