josé antonio salazar mejía
GUARI, EL GRAN DIOS DE CHAVÍN
De la experiencia personal del autor, recogido en la provincia de Huari.
Siendo en mis años mozos docente de una escuela unitaria en Cochao, caserío del distrito de Chavín, en 1976 y 77, tuve ocasión de congeniar con un sabio anciano. Don Venturo Cotrina, quien me llegó a estima probablemente porque yo era un profesor que llevaba mi guitarra al aula y me pasaba los recreos cantando huaynitos con mis alumnos: los benditos no podían cantar el Himno Nacional, pero el Naranjita de Huando lo entonaban con alma vida y corazón.
En Cochao no se almorzaba, los chicos llevaban su merienda para todo el día. Sus padres y ellos tomaban dos alimentos, uno en la madrugada y el otro al caer la tarde. Pero en setiembre, mes de la fiesta del Arcángel San Miguel, todo era diferente, los alumnos se turnaban y me llevaban a almorzar a sus casas. El menú era el mismo todos los días, un primer plato lleno de papas fritas con un huevo estrellado encima y luego venía un mate de tocosh de papa, sin una pizca de azúcar y oliendo a rayos.
Recuerdo que el Prof. Favio Vásquez Caicedo, Director del Núcleo Educativo comunal o NEC de San Marcos, nos advertía a los profesores foráneos:
La víspera de la fiesta me tocó visitar la casa del tiplak que era el apodo del alumno de más edad en la escuela y bisnieto de don Venturo. Yo había llevado mi guitarra y luego del almuerzo me puse a cantar, total esa tarde no había clases. Don Venturo hizo traer una botella de aguardiente y empezó la tertulia mientras las mujeres de la familia se afanaban en los preparativos de la fiesta, matando cuyes, curando la chicha, preparando puchero y horneando panes y bizcochuelos.
Siendo en mis años mozos docente de una escuela unitaria en Cochao, caserío del distrito de Chavín, en 1976 y 77, tuve ocasión de congeniar con un sabio anciano. Don Venturo Cotrina, quien me llegó a estima probablemente porque yo era un profesor que llevaba mi guitarra al aula y me pasaba los recreos cantando huaynitos con mis alumnos: los benditos no podían cantar el Himno Nacional, pero el Naranjita de Huando lo entonaban con alma vida y corazón.
En Cochao no se almorzaba, los chicos llevaban su merienda para todo el día. Sus padres y ellos tomaban dos alimentos, uno en la madrugada y el otro al caer la tarde. Pero en setiembre, mes de la fiesta del Arcángel San Miguel, todo era diferente, los alumnos se turnaban y me llevaban a almorzar a sus casas. El menú era el mismo todos los días, un primer plato lleno de papas fritas con un huevo estrellado encima y luego venía un mate de tocosh de papa, sin una pizca de azúcar y oliendo a rayos.
Recuerdo que el Prof. Favio Vásquez Caicedo, Director del Núcleo Educativo comunal o NEC de San Marcos, nos advertía a los profesores foráneos:
- Cuando les inviten en la comunidad, nunca les desprecien la comida. Eso va para usted, Ramón Arce. -Y el aludido, profesor limeño especialista en Lengua y Literatura, pero que a falta de plazas en su especialidad enseñaba en Huarimayo, una escuela primaria vecina a la mía solo atinaba a sonreír-.
- ¡Achallau projicho…! Te ha guatado mi tocosh. ¡Sírvete otro mate Proje!
La víspera de la fiesta me tocó visitar la casa del tiplak que era el apodo del alumno de más edad en la escuela y bisnieto de don Venturo. Yo había llevado mi guitarra y luego del almuerzo me puse a cantar, total esa tarde no había clases. Don Venturo hizo traer una botella de aguardiente y empezó la tertulia mientras las mujeres de la familia se afanaban en los preparativos de la fiesta, matando cuyes, curando la chicha, preparando puchero y horneando panes y bizcochuelos.
Padre mío San Antonio
Warmillari quykallami
Cojatapis, wiskalapis,
Quiquillami altukushaq.
Warmillari quykallami
Cojatapis, wiskalapis,
Quiquillami altukushaq.
Ese era el verso que me hacía repetir don Venturo. Hablamos de todo y hablamos demás; pero al caer ya la tarde, el noble anciano, afinando sus recuerdos narró lo siguiente.
- Los andinos medimos el tiempo por soles, niño, cada mil años completa un Sol. El Sol se divide en dos Pachakutis, cada uno de 500 años. Un Pachakuti puede ser ascendente o descendente, depende pues como se ubique nuestro tiempo es ondulante, sube y baja, no es una línea recta como lo presentan en los libros que trae mi bisnieto de la escuela. Y estamos finalizando el último Pachakuti descendente, que han sido 500 años de tremendo daño a nuestro mundo, a nuestra civilización andina; en estos 500 años nos ha pasado de todo, llegaron los europeos, se llevaron nuestras riquezas y nos envenenaron el alma con el amor al dinero y el desprecio al trabajo. Pero no han logrado aniquilarnos, niño, no lo han podido hacer. Los próximos 500 años serán de prosperidad, va a renacer nuestra vida, vamos a volver a ser fuertes, a resturar a nuestra madre tierra, a devolverle su equilibrio.
- Ya viene el tiempo del Dios Jesucristo. Se va a manifestar en todo su poder, va a tener mil años de reinado. Todo un Sol. Así es, así está hecho el mundo. Mis abuelos, los antivos, hablaban del primer dios que hubo, del Guari, el dios de Chavín. ¿Ha visitado El Castillo niño? -me preguntó; ante mi asentimiento, continúo- bien, allí está el dios Guari, es el lanzón que dicen. El Guari era un dios muy bueno, el enseñó a los hombres a cultivar la tierra, a canalizar el agua, a cuidar de las plantas. Podía convertirse en jaguar o en serpiente, también en un anciano pobre que iba por las chacras para probar la bondad de los hombres. Cuando se enojaba enviaba rayos y heladas, pero cuando estaba contento era muy bueno, mandaba el rocío y la lluvia. Su único alimento lo traían del mar, era el mulla. Mentira cuando dicen que comía gente. Ese dios está representado también en las estelas, allí se le ve con los brazos abiertos, mostrando sus dos báculos, símbolos de poder. Yo le decía a Mario Gonzales “¿Porqué no escriben que su nombre es Guari? Tú sabes bien eso…” Pero él me contestaba que los señores arqueólogos no creen en nuestras historias.
- ¿Y las cabezas clavas que significaban don Venturo? ¿Verdad que son los demonios de Chavín?
- Nada de eso niño, esos son los retratos de los sacerdotes del dios Guari. Y están allí cuidando el templo. Tienen los ojos saltones, al algunos les sale el moco de las narices y la baba chorrea de sus bocas porque están en pleno trance, en comunicación con el Guari.
- Cuatro guardianes tiene Chavín, son sus cuatro cerros. Cada uno tiene un espíritu, esos espíritus cuidan, vigilan y no permiten que profanen sus tumbas. En Chavín hay tumbas, hay riquezas, y nunca las van a encontrar…, los espíritus no consienten. Pero el Guari ya no está, ya se fue para siempre, solo queda su estatua. El Guari reinó por mil años, todo un Sol y en ese tiempo Chavín vivió su grandeza, se expandió por todo el Perú, venían a adorarle desde muy lejos en el norte, donde aparece el mullu, y desde muy lejos en el sur, de la tierra de los Incas. A ver niño, si algún día sacas una canción para el Guari.
José Antonio Salazar Mejía
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