manuel nieves fabián
VIVIANO Y ELEUTERIO, EMPATADOS
Eleuterio, era un personaje ocurrente y muy jocoso. No faltaba día en que apareciera sin novedad. Era integrante de la banda de músicos y tocaba el clarinete. Cada vez que viajaban con la banda de músicos a cumplir sus contratos, sus esposas les preparaban sus fiambres, donde eran infaltables las humitas y los cuyes aderezados con anteca y bastante wakatay. Cuando el viaje era a lugares lejanos cargaban los instrumentos y los fiambres a lomo de bestia.
En una ocasión, Eleuterio se había demorado en el camino enamorando a las mujeres, como era su costumbre, mientras los otros habían avanzado y le llevaban un buen trecho. Los que iban delante, sumamente cansados dijeron: «comeremos nuestros fiambres mientras el resto nos alcancen»; entonces, Viviano, el trompetista, también era otro ocurrente y sugirió:
–Jorjayamuy Eleuteriopa fiambrinta. Queridanmi rurash. (Saquen el fiambre de Eleuterio. Ha sido preparado por su querida)
Efectivamente, abrieron los manteles primorosamente bordados y acabaron el fiambre de Eleuterio, dejándole solamente el mantel cuidadosamente doblado.
Cuando Eleuterio, después de esforzada caminata, les dio alcance, al ver los rostros un tanto burlones de sus amigos, intuyó lo que habrían hecho con su fiambre, y para no quedar en ridículo se hizo el desentendido y simplemente manifestó que no tenía ganas de comer, a pesar que los intestinos le solicitaban alimentos.
En otra ocasión la banda había sido contratada para tocar en la fiesta patronal de la Virgen de la Asunción. Las mujeres, como siempre prepararon los fiambres, donde era infaltable los tamales, las humitas y los cuyes y conejos asados al carbón.
Viviano, que iba conjuntamente con el grupo, al llegar a un manantial donde discurría el agua cristalino de la quebrada, fatigado y con tanta sed colgó la trompeta en la rama de un árbol, luego se sentó y bebió el agua hasta saciarse, seguidamente se levantó y a paso ligero fue al alcance de sus amigos; pero ya habiendo avanzado más de un kilómetro se dio cuenta que había dejado la trompeta colgado en la rama del árbol, por lo que, regresó a paso ligero hasta el manantial, mientras que el resto de los músicos avanzaban. Pasado el mediodía al sentir el hambre los músicos descansaron y se alistaron para saborear sus fiambres. Esta vez, Eleuterio ordenó que abrieran el fiambre de Viviano. Así lo hicieron y entre todos se repartieron los cuyes y los conejos. Cuando Viviano les dio alcance, ya se imaginaba lo que habían hecho con su fiambre. Eleuterio fue el primero en decirle:
–Viviano, mallgashchi kaykanki. Hakaykita mikukuy. (Viviano, debes estar de hambre. Come tu cuy)
–No, ya no tengo hambre, me han invitado en el camino –dijo por cumplimiento, a pesar de sentir mucha hambre.
Al día siguiente, cuando Viviano abrió el mantel que envolvía su fiambre, encontró un papel en la que decía: «Viviano y Eleuterio: Empatados»
Manuel Nieves Fabián
En una ocasión, Eleuterio se había demorado en el camino enamorando a las mujeres, como era su costumbre, mientras los otros habían avanzado y le llevaban un buen trecho. Los que iban delante, sumamente cansados dijeron: «comeremos nuestros fiambres mientras el resto nos alcancen»; entonces, Viviano, el trompetista, también era otro ocurrente y sugirió:
–Jorjayamuy Eleuteriopa fiambrinta. Queridanmi rurash. (Saquen el fiambre de Eleuterio. Ha sido preparado por su querida)
Efectivamente, abrieron los manteles primorosamente bordados y acabaron el fiambre de Eleuterio, dejándole solamente el mantel cuidadosamente doblado.
Cuando Eleuterio, después de esforzada caminata, les dio alcance, al ver los rostros un tanto burlones de sus amigos, intuyó lo que habrían hecho con su fiambre, y para no quedar en ridículo se hizo el desentendido y simplemente manifestó que no tenía ganas de comer, a pesar que los intestinos le solicitaban alimentos.
En otra ocasión la banda había sido contratada para tocar en la fiesta patronal de la Virgen de la Asunción. Las mujeres, como siempre prepararon los fiambres, donde era infaltable los tamales, las humitas y los cuyes y conejos asados al carbón.
Viviano, que iba conjuntamente con el grupo, al llegar a un manantial donde discurría el agua cristalino de la quebrada, fatigado y con tanta sed colgó la trompeta en la rama de un árbol, luego se sentó y bebió el agua hasta saciarse, seguidamente se levantó y a paso ligero fue al alcance de sus amigos; pero ya habiendo avanzado más de un kilómetro se dio cuenta que había dejado la trompeta colgado en la rama del árbol, por lo que, regresó a paso ligero hasta el manantial, mientras que el resto de los músicos avanzaban. Pasado el mediodía al sentir el hambre los músicos descansaron y se alistaron para saborear sus fiambres. Esta vez, Eleuterio ordenó que abrieran el fiambre de Viviano. Así lo hicieron y entre todos se repartieron los cuyes y los conejos. Cuando Viviano les dio alcance, ya se imaginaba lo que habían hecho con su fiambre. Eleuterio fue el primero en decirle:
–Viviano, mallgashchi kaykanki. Hakaykita mikukuy. (Viviano, debes estar de hambre. Come tu cuy)
–No, ya no tengo hambre, me han invitado en el camino –dijo por cumplimiento, a pesar de sentir mucha hambre.
Al día siguiente, cuando Viviano abrió el mantel que envolvía su fiambre, encontró un papel en la que decía: «Viviano y Eleuterio: Empatados»
Manuel Nieves Fabián