armando zarazú aldave
Con motivo de conmemorarse el décimo aniversario del fallecimiento de GABO, sus hijos Rodrigo y Gonzalo publicaron el último libro de extraordinario escritor colombiano titulado “En agosto nos vemos”. Su lectura me animó a publicar un trabajo que tenía sobre el Nobel de literatura 1982. AZA
INFLUENCIAS EN LA OBRA DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
Gabriel García Márquez es, a mi entender, el escritor latinoamericano más importante e influyente de los últimos tiempos. Ganador del Premio Nóbel de Literatura en 1982, es un intelectual comprometido con los grandes problemas que afectan a su Colombia natal y, a Latinoamérica en general. Es considerado, por la crítica literaria, máxima figura del Realismo Mágico, en el que la realidad y la imaginación se mezclan para dar lugar a una literatura llena de vida y exuberancia, en donde los vivos hablan con los muertos:
“Una noche en que lo encontró lavándose las heridas en su propio cuarto, José Arcadio Buendía no pudo resistir más. -Está bien, Prudencio - le dijo-. Nos iremos de este pueblo, lo más lejos que podamos, y no regresaremos jamás. Ahora puedes irte tranquilo” (GGM p. 24). Y, en conde la historia se confunde con la realidad:
“José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café.
Debían de ser como tres mil -murmuró.
¿Qué?
Los muertos -aclaró él-. Debían de ser todos los que estaban en la estación” (GGM p.257). Cuando en realidad los muertos, en esa masacre de campesinos bananeros colombianos, no llegaron a cien.
Sin embargo, el autor sostiene en su libro El olor de la guayaba, “No hay en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad” (GGM p.37). La realidad, para García Márquez, no son sólo los eventos de la vida diaria, sino también los mitos populares, creencias, costumbres y, como la gente común piensa acerca de ellos. Es allí, en ese inmenso mar de la cultura popular latinoamericana, en donde la imaginación de este genial escritor encuentra la inspiración necesaria para transportar a sus lectores a su mundo de fantasía.
El propósito de este trabajo es analizar las diversas influencias que, de una forma u otra, ha tenido Gabriel García Márquez en su formación como escritor y, que le han permitido llegar a ser periodista, cuentista, ensayista, crítico cinematográfico y, sobre todo, un intelectual comprometido con los grandes problemas que afectan a Colombia y a Latinoamérica. Sus libros reflejan la realidad latinoamericana, como la voz de los desposeídos de esa parte del continente americano.
“Una noche en que lo encontró lavándose las heridas en su propio cuarto, José Arcadio Buendía no pudo resistir más. -Está bien, Prudencio - le dijo-. Nos iremos de este pueblo, lo más lejos que podamos, y no regresaremos jamás. Ahora puedes irte tranquilo” (GGM p. 24). Y, en conde la historia se confunde con la realidad:
“José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café.
Debían de ser como tres mil -murmuró.
¿Qué?
Los muertos -aclaró él-. Debían de ser todos los que estaban en la estación” (GGM p.257). Cuando en realidad los muertos, en esa masacre de campesinos bananeros colombianos, no llegaron a cien.
Sin embargo, el autor sostiene en su libro El olor de la guayaba, “No hay en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad” (GGM p.37). La realidad, para García Márquez, no son sólo los eventos de la vida diaria, sino también los mitos populares, creencias, costumbres y, como la gente común piensa acerca de ellos. Es allí, en ese inmenso mar de la cultura popular latinoamericana, en donde la imaginación de este genial escritor encuentra la inspiración necesaria para transportar a sus lectores a su mundo de fantasía.
El propósito de este trabajo es analizar las diversas influencias que, de una forma u otra, ha tenido Gabriel García Márquez en su formación como escritor y, que le han permitido llegar a ser periodista, cuentista, ensayista, crítico cinematográfico y, sobre todo, un intelectual comprometido con los grandes problemas que afectan a Colombia y a Latinoamérica. Sus libros reflejan la realidad latinoamericana, como la voz de los desposeídos de esa parte del continente americano.
SU FAMILIA
Nacido en Aracataca, Colombia, la niñez de Gabriel García Márquez se desarrolló en un ambiente rural, en donde, la familia, los vecinos, las tradiciones y la cultura popular dejaron profunda huella en su joven espíritu. Por motivos familiares, García Márquez vive, hasta los ocho años, con sus abuelos maternos. Es allí en donde se puede identificar, con nitidez, las dos líneas definidas de influencia familiar. Primero la masculina, en la persona de su abuelo, quien le inculca el interés y amor por la lectura y, segundo, la femenina, en donde su abuela y sus numerosas tías y sirvientas ponen en contacto al niño con la realidad de la vida diaria.
INFLUENCIA MASCULINA.- Esta rama de influencia se García Marqéz se centraliza en su abuelo, el coronel Nicolás Márquez Mejía, que vivió la época de la bonanza bananera del Caribe colombiano. Era un personaje principal de Aracataca, su pueblo natal, y había tomado parte de las guerras civiles que, a principios del siglo pasado, destrozó, no solo la población de ese país, sino también su vida económica. La relación de comunicación, entre el abuelo y el nieto, se acentuó más por ser los únicos hombres de la familia. Las primeras visiones que del mundo tiene García Marquéz las hace de la mano de su abuelo, con él camina a todas partes, captando con voracidad de niño, las explicaciones que éste le da a todas sus interrogantes.
Los amigos de su abuelo también serán los suyos y, a través de ellos, irá adquiriendo sus primeros conocimientos y experiencias que, posteriormente, se manifestarán en sus obras. Dos de los amigos de su abuelo, el Dr. Barbosa y Don Emilio, el belga, serán los personajes centrales de su novela La hojarasca. “El belga Don Emilio no sólo se convertiría en el misterioso médico francés de La hojarasca, sino que muchos años después resucitaría otra vez en El amor en los tiempos del cólera con el nombre de Saint-Amour” (Dasso, p. 104). Es el mismo García Máquez quien afirma que su primer contacto con un libro es a través de su abuelo. Luego de una discusión en un circo en la cual no supo explicar la diferencia entre un dromedario y un camello, el abuelo fue a su casa a consultar su diccionario. “Al final me puso el diccionario en el regazo y me dijo:
Este libro no sólo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca” (GGM. P.112). Ese fue el primer contacto que el futuro escritor tuvo con algo que sería fundamental por el resto de sus días, la palabra escrita en forma de un libro. Es de entender, entonces, que la imagen y el carácter de su abuelo aparezcan en muchos de los libros de Gabriel García Márquez.
INFLUENCIA FEMENINA.- La figura femenina influyente en la obra del autor es su abuela, Tranquilina Iguarán, quién le contaba leyendas, fábulas y supersticiones populares de la región. La abuela tenía una extraordinaria forma de contar sus historias, en las cuales siempre asomaban los espíritus. El particular estilo que, para contar sus historias, tenía la abuela materna impactó en el niño, quien muchos años después declararía “había que contar el cuento, simplemente, como lo contaba mi abuela, con una seriedad a toda aprueba, sin poner en duda en ningún momento lo que estaban contando. Como si hubiera sabido que en literatura no hay nada más convincente que la propia convicción” (Domingo, p.96).
Además de los abuelos, en la casa vivían algunas parientes lejanas envejecidas y algunas criadas, las cuales, por sus características personales y forma de ser, fueron modelos de los personajes que irían tomando vida en los libros del autor. Corriendo el tiempo, cuando García Márquez pasa a vivir con su familia, la figura de su madre se iría transformándose paulatinamente hasta ser parte, como él mismo lo ha confesado en más de una oportunidad, del carácter de Ursula Iguarán, (GGM. p.19), el personaje femenino principal de su máxima creación: Cien años de soledad. Además, la influencia de su madre en su futura carrera de escritor fue decisiva. Se encargó de convencer a su padre para que acepte su decisión de abandonar sus estudios de derecho para dedicarse a lo que más ambiocionaba: Ser escritor.
INFLUENCIA MASCULINA.- Esta rama de influencia se García Marqéz se centraliza en su abuelo, el coronel Nicolás Márquez Mejía, que vivió la época de la bonanza bananera del Caribe colombiano. Era un personaje principal de Aracataca, su pueblo natal, y había tomado parte de las guerras civiles que, a principios del siglo pasado, destrozó, no solo la población de ese país, sino también su vida económica. La relación de comunicación, entre el abuelo y el nieto, se acentuó más por ser los únicos hombres de la familia. Las primeras visiones que del mundo tiene García Marquéz las hace de la mano de su abuelo, con él camina a todas partes, captando con voracidad de niño, las explicaciones que éste le da a todas sus interrogantes.
Los amigos de su abuelo también serán los suyos y, a través de ellos, irá adquiriendo sus primeros conocimientos y experiencias que, posteriormente, se manifestarán en sus obras. Dos de los amigos de su abuelo, el Dr. Barbosa y Don Emilio, el belga, serán los personajes centrales de su novela La hojarasca. “El belga Don Emilio no sólo se convertiría en el misterioso médico francés de La hojarasca, sino que muchos años después resucitaría otra vez en El amor en los tiempos del cólera con el nombre de Saint-Amour” (Dasso, p. 104). Es el mismo García Máquez quien afirma que su primer contacto con un libro es a través de su abuelo. Luego de una discusión en un circo en la cual no supo explicar la diferencia entre un dromedario y un camello, el abuelo fue a su casa a consultar su diccionario. “Al final me puso el diccionario en el regazo y me dijo:
Este libro no sólo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca” (GGM. P.112). Ese fue el primer contacto que el futuro escritor tuvo con algo que sería fundamental por el resto de sus días, la palabra escrita en forma de un libro. Es de entender, entonces, que la imagen y el carácter de su abuelo aparezcan en muchos de los libros de Gabriel García Márquez.
INFLUENCIA FEMENINA.- La figura femenina influyente en la obra del autor es su abuela, Tranquilina Iguarán, quién le contaba leyendas, fábulas y supersticiones populares de la región. La abuela tenía una extraordinaria forma de contar sus historias, en las cuales siempre asomaban los espíritus. El particular estilo que, para contar sus historias, tenía la abuela materna impactó en el niño, quien muchos años después declararía “había que contar el cuento, simplemente, como lo contaba mi abuela, con una seriedad a toda aprueba, sin poner en duda en ningún momento lo que estaban contando. Como si hubiera sabido que en literatura no hay nada más convincente que la propia convicción” (Domingo, p.96).
Además de los abuelos, en la casa vivían algunas parientes lejanas envejecidas y algunas criadas, las cuales, por sus características personales y forma de ser, fueron modelos de los personajes que irían tomando vida en los libros del autor. Corriendo el tiempo, cuando García Márquez pasa a vivir con su familia, la figura de su madre se iría transformándose paulatinamente hasta ser parte, como él mismo lo ha confesado en más de una oportunidad, del carácter de Ursula Iguarán, (GGM. p.19), el personaje femenino principal de su máxima creación: Cien años de soledad. Además, la influencia de su madre en su futura carrera de escritor fue decisiva. Se encargó de convencer a su padre para que acepte su decisión de abandonar sus estudios de derecho para dedicarse a lo que más ambiocionaba: Ser escritor.
MEDIO AMBIENTE
Es indudable que el medio ambiente en donde se desarrolla la vida de un escritor juega un papel importante en la obra de éste. Gabriel García Márquez no es ajeno a esta realidad. Sus libros reflejan el medio en el cual ha vivido en su infancia, juventud y madurez. Primero el Caribe colombiano, después Colombia y luego Latinoamérica. Uno de ellos, El general en su laberinto, es el que, de acuerdo a su autor “demuestra que toda mi obra corresponde a una realidad geográfica e histórica” (Palencia. P.9)
ARACATACA.- Es un humilde pueblo de la costa del Caribe colombiano, ubicada en la zona de influencia del río Magdalena. Allí se puede encontrar el génesis de la obra de García Márquez. La forma de vida de sus habitantes, sus costumbres y su folklore impactaron profundamente en el escritor para que pueda reflejarlas en su obra. La gente del caribe es alegre por naturaleza y posee un sentido del humor único. Ambas características han sido factores importantes para que García Márquez pueda interpretar y comunicar la realidad diaria de la vida de la forma en que solo él es capaz de hacerlo. El mismo escritor reconoce, en El olor a la guayaba, que es en el Caribe en donde aprendió a ver la realidad de otra manera y “aceptar los elementos sobrenaturales como algo que forma parte de nuestra vida cotidiana (GGM. p.55)
En 1949 el joven García Márquez, cansado de trabajar como columnista de un periódico de Barranquilla, decide volver a la tierra de sus ancestros en busca de sus raíces culturales. Lo hace en la condición de vendedor de libros. Así recorre todos los pueblos de la Guajira colombiana, conversando con la gente de pueblo, conociendo el folklore musical y la historia de la región, algo que le interesaba más que vender libros. Orlando Araujo García, en su estudio titulado El hábitus de García Márquez, afirma que la música regional colombiana, conocida como vallenato, es uno de los elementos más importantes en la configuración del mundo estético de García Márquez. “A través de estos cantos se actualizan, en un amplio trasfondo cultural, los diferentes sistemas éticos de toda una región” (OAG. P.7).
COLOMBIA.- Al cumplir los dieciséis años de edad el futuro escritor es enviado a estudiar la secundaria a Zaquipará, pequeño poblado cercano a Bogotá y ubicado en las alturas altiplánicas colombianas. Es su primer contacto con una nueva realidad, la cual le dio, como el mismo dice “una visión unitaria de la nación, descubrí cuan diversos éramos y para qué servíamos y aprendí para no olvidarlo nunca que en la suma de cada uno de nosotros estaba todo el país” (GGM. p.228). Es en Zaquipará en donde entrará en contacto con los primeros libros que incentivarán su espíritu creativo de escritor. Títulos como El conde de Montecristo, Los tres mosqueteros, Madame Bovary le son familiares al igual que autores como Julio Verne, Thomas Mann e, incluso, Freud. Aquí también leerá Las profecías, de Nostradamus, libro que posteriormente será fundamental para la creación de su obra maestra, Cien años de soledad. Lee todo lo que cae a sus manos y se convierte en voraz lector, dedicando a esta actividad todo el tiempo que puede. Es en estos años juveniles cuando García Márquez empieza a escribir sus primeros trabajos literarios, los cuales publica en el periódico escolar.
Luego de graduarse de la escuela secundaría y, para agradar a su padre, ingresa a la Universidad Nacional de Colombia para estudiar abogacía. Sus estudios se interrumpen definitivamente a raíz del “Bogotazo”. Evento político del cual es testigo presencial y con el cual empezó la violencia que, por muchos años, desangraría la nación colombiana. La situación caótica que vivió Colombia esos años dejó profunda huella en García Márquez, los cual se puede notar en muchas de sus obras y, más notablemente en La Mala hora. Decidido a no continuar sus estudios universitarios vuelve a su querido Caribe costeño. Se instala primero en Cartagena y luego en Barranquilla, ciudades en donde trabaja como redactor de periódicos locales y empieza a frecuentar la amistad de un selecto grupo de periodistas, pintores, escritores y libreros, con los cuales conforma un círculo literario informal conocido como el grupo de Barranquilla. Ellos serán quienes serán los que, en definitiva, influirán en su carrera de escritor introduciéndolo en la lectura de autores contemporáneos extranjeros. Es en ésta época cuando escribe su primera novela, La hojarasca.
LATINAOAMÉRICA.- Durante sus años de periodista, mientras trabajaba para uno de los periódicos más importantes de Bogotá, el ambiente político latinoamericano ve el auge declive de gobiernos dictatoriales, tanto en Colombia como en otros países del continente. Esos hechos lo hacen tomar conciencia que son la corrupción, crueldad e injusticia imperantes las causas del atraso y abandono de las grandes mayorías oprimidas de esos pueblos. Su profundo análisis crítico le va dando una visión exacta de la realidad imperante en el continente. Sin embargo, como el mismo lo reconoce, no tenía un concepto claro de lo que significaba Latinoamérica. Es cuando, en su condición de periodista, viaja a Europa y conoce a otros latinoamericanos como él que su visión empieza a cambiar y a ampliarse. “En los cafés de Paría conocí a los mexicanos, a los guatemaltecos, a los bolivianos, a los brasileños, y me di cuenta de que yo pertenecía a ese mundo, que no era solamente colombiano sino latinoamericano. Y en relación a Colombia, me di cuenta de lo diferente que era yo de los europeos, siendo colombiano. Y no que unos fueran mejores o peores que otros, sino que éramos completamente distintos” (Lemus, P.271).
En Europa García Márquez se familiariza con lo que no había visto, lo cual fue decisivo para su afán de encontrar, por medio de la literatura, una definición de la identidad cultural latinoamericana con mejores elementos de juicio. Es precisamente esta nueva concepción de sentirse latinoamericano la fuerza motriz que lo inspira para escribir El otoño del Patriarca, libro que, pareciera describir a cualquiera de las dictaduras que constantemente han asolado Latinoamérica.
En 1982 García Márquez ganó el Premio Nóbel de Literatura, ceremonia en la cual pronunció cu célebre conferencia titulada La soledad de América Latina, en la que dejó muy en claro su profunda preocupación por la soledad y abandono de Latinoamérica y de su deseo que, las potencias extranjeras, le concedan a ésta la misma creatividad en la política y en la economía que tanto la alaban en la literatura. Se puede ver en este discurso la innegable influencia que Latinoamérica ha tenido, y la sigue teniendo en la obra de este gran escritor.
ARACATACA.- Es un humilde pueblo de la costa del Caribe colombiano, ubicada en la zona de influencia del río Magdalena. Allí se puede encontrar el génesis de la obra de García Márquez. La forma de vida de sus habitantes, sus costumbres y su folklore impactaron profundamente en el escritor para que pueda reflejarlas en su obra. La gente del caribe es alegre por naturaleza y posee un sentido del humor único. Ambas características han sido factores importantes para que García Márquez pueda interpretar y comunicar la realidad diaria de la vida de la forma en que solo él es capaz de hacerlo. El mismo escritor reconoce, en El olor a la guayaba, que es en el Caribe en donde aprendió a ver la realidad de otra manera y “aceptar los elementos sobrenaturales como algo que forma parte de nuestra vida cotidiana (GGM. p.55)
En 1949 el joven García Márquez, cansado de trabajar como columnista de un periódico de Barranquilla, decide volver a la tierra de sus ancestros en busca de sus raíces culturales. Lo hace en la condición de vendedor de libros. Así recorre todos los pueblos de la Guajira colombiana, conversando con la gente de pueblo, conociendo el folklore musical y la historia de la región, algo que le interesaba más que vender libros. Orlando Araujo García, en su estudio titulado El hábitus de García Márquez, afirma que la música regional colombiana, conocida como vallenato, es uno de los elementos más importantes en la configuración del mundo estético de García Márquez. “A través de estos cantos se actualizan, en un amplio trasfondo cultural, los diferentes sistemas éticos de toda una región” (OAG. P.7).
COLOMBIA.- Al cumplir los dieciséis años de edad el futuro escritor es enviado a estudiar la secundaria a Zaquipará, pequeño poblado cercano a Bogotá y ubicado en las alturas altiplánicas colombianas. Es su primer contacto con una nueva realidad, la cual le dio, como el mismo dice “una visión unitaria de la nación, descubrí cuan diversos éramos y para qué servíamos y aprendí para no olvidarlo nunca que en la suma de cada uno de nosotros estaba todo el país” (GGM. p.228). Es en Zaquipará en donde entrará en contacto con los primeros libros que incentivarán su espíritu creativo de escritor. Títulos como El conde de Montecristo, Los tres mosqueteros, Madame Bovary le son familiares al igual que autores como Julio Verne, Thomas Mann e, incluso, Freud. Aquí también leerá Las profecías, de Nostradamus, libro que posteriormente será fundamental para la creación de su obra maestra, Cien años de soledad. Lee todo lo que cae a sus manos y se convierte en voraz lector, dedicando a esta actividad todo el tiempo que puede. Es en estos años juveniles cuando García Márquez empieza a escribir sus primeros trabajos literarios, los cuales publica en el periódico escolar.
Luego de graduarse de la escuela secundaría y, para agradar a su padre, ingresa a la Universidad Nacional de Colombia para estudiar abogacía. Sus estudios se interrumpen definitivamente a raíz del “Bogotazo”. Evento político del cual es testigo presencial y con el cual empezó la violencia que, por muchos años, desangraría la nación colombiana. La situación caótica que vivió Colombia esos años dejó profunda huella en García Márquez, los cual se puede notar en muchas de sus obras y, más notablemente en La Mala hora. Decidido a no continuar sus estudios universitarios vuelve a su querido Caribe costeño. Se instala primero en Cartagena y luego en Barranquilla, ciudades en donde trabaja como redactor de periódicos locales y empieza a frecuentar la amistad de un selecto grupo de periodistas, pintores, escritores y libreros, con los cuales conforma un círculo literario informal conocido como el grupo de Barranquilla. Ellos serán quienes serán los que, en definitiva, influirán en su carrera de escritor introduciéndolo en la lectura de autores contemporáneos extranjeros. Es en ésta época cuando escribe su primera novela, La hojarasca.
LATINAOAMÉRICA.- Durante sus años de periodista, mientras trabajaba para uno de los periódicos más importantes de Bogotá, el ambiente político latinoamericano ve el auge declive de gobiernos dictatoriales, tanto en Colombia como en otros países del continente. Esos hechos lo hacen tomar conciencia que son la corrupción, crueldad e injusticia imperantes las causas del atraso y abandono de las grandes mayorías oprimidas de esos pueblos. Su profundo análisis crítico le va dando una visión exacta de la realidad imperante en el continente. Sin embargo, como el mismo lo reconoce, no tenía un concepto claro de lo que significaba Latinoamérica. Es cuando, en su condición de periodista, viaja a Europa y conoce a otros latinoamericanos como él que su visión empieza a cambiar y a ampliarse. “En los cafés de Paría conocí a los mexicanos, a los guatemaltecos, a los bolivianos, a los brasileños, y me di cuenta de que yo pertenecía a ese mundo, que no era solamente colombiano sino latinoamericano. Y en relación a Colombia, me di cuenta de lo diferente que era yo de los europeos, siendo colombiano. Y no que unos fueran mejores o peores que otros, sino que éramos completamente distintos” (Lemus, P.271).
En Europa García Márquez se familiariza con lo que no había visto, lo cual fue decisivo para su afán de encontrar, por medio de la literatura, una definición de la identidad cultural latinoamericana con mejores elementos de juicio. Es precisamente esta nueva concepción de sentirse latinoamericano la fuerza motriz que lo inspira para escribir El otoño del Patriarca, libro que, pareciera describir a cualquiera de las dictaduras que constantemente han asolado Latinoamérica.
En 1982 García Márquez ganó el Premio Nóbel de Literatura, ceremonia en la cual pronunció cu célebre conferencia titulada La soledad de América Latina, en la que dejó muy en claro su profunda preocupación por la soledad y abandono de Latinoamérica y de su deseo que, las potencias extranjeras, le concedan a ésta la misma creatividad en la política y en la economía que tanto la alaban en la literatura. Se puede ver en este discurso la innegable influencia que Latinoamérica ha tenido, y la sigue teniendo en la obra de este gran escritor.
SUS LECTURAS Y ESCRITORES
García Márquez estudió sus primeros años de educación primaria en la escuela Montessori de su natal Aracataca. Allí su maestra Rosa Elena Fergusson le enseña las primeras letras y lo introduce en el mundo mágico de la lectura. Además, la maestra, amante de la literatura, “nos solía leer en clase los primeros poemas que me pudrieron el seso para siempre” (Dasso, p.110). Su interés por la lectura continúa de manera ascendente y Las mil y una noches se convertirá en su libro de cabecera. Muchos años después el mundo de fantasía de este libro aparecerá en Cien años de soledad.
Su paso por la escuela secundaria de Zaquipará fue decisivo en la vida literaria de García Márquez. Le dio la oportunidad de entrar en contacto con libros y autores que dejaron profunda impresión en el joven colombiano. Sin embargo, Fue en Barranquilla, donde sus amigos del grupo de Barranquilla le hacen entrar en contacto con los trabajos literarios de autores que, definitivamente, influyeron en su obra.
WILLIAM FAULKNER.- Desde sus años de periodista, mucho antes de convertirse en el escritor laureado que es ahora, García Márquez jamás ocultó su entusiasmo por la obra de Faulkner, al punto de haberlo calificado, en uno de sus artículos periodísticos de principios de los años cincuenta, como “lo más extraordinario que tiene la novela del mundo moderno” (Cohn, p.59). En realidad, Faulkner ha gozado de extraordinaria popularidad entre los escritores latinoamericanos contemporáneos a García Márquez. En el año de 1968, en una conferencia dictada conjuntamente con el escritor peruano Mario Vargas Llosa, ambos coincidieron en que el método faulkeriano era muy eficaz y adecuado para contar la realidad latinoamericana de forma convincente, algo que hasta ese entonces ellos no lo habían logrado debido a que utilizaban formas y métodos españoles y europeos.
Los críticos y estudiosos de García Márquez señalan que la influencia de Foulkner en su obra se puede ver, claramente en la presentación del tiempo; éste retrocede y adelanta por décadas, en combinación con los cambios de personaje a personaje, quienes cuentan sus partes en la historia como ellos la entienden. Además presenta a Macondo (ciudad donde se desarrolla de cien años de soledad) como un lugar donde el progreso no existe, el tiempo se detiene y el pasado y presente se confunden en lugar de sucederse, algo similar a como Foulkner presenta el sur de los Estados Unidos. Por otro lado se nota también la similaritud del papel de la mujer en la obra de ambos autores. Esta es el núcleo de las familias en proceso de decline. Es curioso, pero la comparación de la vida y trabajo de ambos escritores es variada. Los dos nacieron y fueron criados en pequeñas y empobrecidas comunidades rurales, arrasadas por la guerra, añorando por una pasada prosperidad. Incluso en las novelas de ambos se encuentra que éstas se basan en la historia de una familia, en donde surgen problemas de honor, incesto, inocencia, violencia y tensiones raciales. De acuerdo a Deborah Cohn, en La hojarasca de García Márquez se pueden muchísimas más huellas de la influencia de Foulkner en su obra literaria. Sin embargo, ha sido el mismo García Márquez el encargado de despejar cualquier duda sobre su admiración hacía Foulkner cuando, en ocasión de recibir el Premio Nóbel de literatura en 1982, dijo “Un día como el de hoy, mi maestro William Foulkner dijo en este mismo lugar, me niego a admitir el fin del hombre”.
FRANZ KAFKA.- Otro escritor que ha tenido mucha influencia en la formación literaria de García Márquez ha sido Franz Kafka, a quien leyó cuando era un joven estudiante de derecho en Bogotá y cuyo libro La metamorfosis ha sido fundamental en su posterior carrera literaria. Su lectura le hizo reflexionar y darse cuenta que la literatura no tiene porque seguir una línea narrativa recta y desarrollarse a lo largo de un argumento tradicional. “Creí que nadie podía escribir de esa manera. De haberlo sabido hace tiempo habría empezado a escribir” (Ruch. p.6). Se había dado cuenta que podía experimentar otras posibilidades literarias diferentes a las tradicionales y académicas. En entonces que empieza a mezclar su narrativa realista con eventos irreales, primero en su cuento El mar del tiempo perdido y luego en su máxima creación titulada Cien años de soledad.
LA BIBLIA.- García Márquez es un hombre de izquierda quien, por algunos años tuvo prohibido el ingreso a los Estados Unidos, gracias a su amistad con Fidel Castro y con algunas figuras, no necesariamente literarias, de la izquierda latinoamericana. Sin embargo, no deja de reconocer las virtudes literarias de la Biblia, la cual leyó en sus años mozos y le impresionó por las buenas historias que contiene. Desde sus primeros trabajos periodísticos se puede notar el amplio conocimiento que tiene de este monumental libro. Es interesante encontrar en las páginas de Cien años de soledad referencias que, fácilmente se pueden asociar con la Biblia. El proceso de nacimiento de Macondo y su posterior destrucción nos recuerdan el Génesis y el Apocalipsis, de la misma forma numerosos hechos dentro de la novela como, la elevación de Remedios, la travesía de las familias fundadoras de Macondo a través de la Ciénaga, las lluvias que afectan al pueblo por cinco años, sin mencionar el pecado original reflejado en el incesto que llevará a la destrucción de Macondo, son referencias bíblicas al cual llama “Un libro cojonudo donde pasan cosas fantásticas” (GM. p. 52).
JUAN RULFO.- Gabriel García Márquez cuenta, en su corto ensayo Nostalgia de Juan Rulfo, que ya llevaba residiendo en México algunos meses, con algunos libros publicados y por publicar, pero que no encontraba la forma adecuada de escribir lo que tenía en mente, “me sentía girando en círculos concéntricos” (GGM. p.2). Su problema terminó luego de leer Pedro Páramo y Llano en llamas de Juan Rulfo. Gracias a esas lecturas encontró la salida a que buscaba para desarrollar Cien años de soledad. El lenguaje minucioso y los recursos técnicos del mexicano le habían dado el empuje necesario.
OTROS AUTORES.- Sófocles es uno de los clásicos que han influido en las obras de García Márquez. En El olor de la guayaba el escritor hace repetidas referencias de cómo los trabajos de Sófocles le impresionaron y abrieron los ojos para enfocar determinados temas. En la Hojarasca se puede leer el epígrafe de Antígona en la primera página y, en su cuento Un día después del sábado, el padre Antonio Isabel hace referencia que en su juventud había leído a Sófocles. Edipo rey y Antígona son sus fuentes de inspiración para encontrar ideas de argumentos que traten de la sociedad y los abusos del poder. Posteriormente en Cien años de soledad y Crónica de una muerte anunciada se podrá encontrar el sello inconfundible de la influencia que las lecturas de los libros de Sófocles causaron en sus cuentos y novelas.
Dentro de la lista de escritores que han tenido influencia, en mayor o menor grado, en los trabajos literarios de Gabriel García Márquez y por los cuales él mismo demuestra admiración y reconocimiento, se pueden mencionar también a Ernest Hemingway, Virginia Wolf, Albert Camus, Daniel Defoe y Curzio Malaparte.
Desde que aprendió a leer García Márquez ha sido y es, un lector empedernido. Capaz de amanecerse leyendo y, los más importante, extrayendo enseñanzas de cada uno de ellos para luego plasmarlas en sus obras. Si, en su niñez y juventud, leía lo que estuviera a su alcance y sus amigos le aconsejaban, en su vida adulta sus lecturas han seguido siendo el apoyo e inspiración que todo escritor necesita.
Su paso por la escuela secundaria de Zaquipará fue decisivo en la vida literaria de García Márquez. Le dio la oportunidad de entrar en contacto con libros y autores que dejaron profunda impresión en el joven colombiano. Sin embargo, Fue en Barranquilla, donde sus amigos del grupo de Barranquilla le hacen entrar en contacto con los trabajos literarios de autores que, definitivamente, influyeron en su obra.
WILLIAM FAULKNER.- Desde sus años de periodista, mucho antes de convertirse en el escritor laureado que es ahora, García Márquez jamás ocultó su entusiasmo por la obra de Faulkner, al punto de haberlo calificado, en uno de sus artículos periodísticos de principios de los años cincuenta, como “lo más extraordinario que tiene la novela del mundo moderno” (Cohn, p.59). En realidad, Faulkner ha gozado de extraordinaria popularidad entre los escritores latinoamericanos contemporáneos a García Márquez. En el año de 1968, en una conferencia dictada conjuntamente con el escritor peruano Mario Vargas Llosa, ambos coincidieron en que el método faulkeriano era muy eficaz y adecuado para contar la realidad latinoamericana de forma convincente, algo que hasta ese entonces ellos no lo habían logrado debido a que utilizaban formas y métodos españoles y europeos.
Los críticos y estudiosos de García Márquez señalan que la influencia de Foulkner en su obra se puede ver, claramente en la presentación del tiempo; éste retrocede y adelanta por décadas, en combinación con los cambios de personaje a personaje, quienes cuentan sus partes en la historia como ellos la entienden. Además presenta a Macondo (ciudad donde se desarrolla de cien años de soledad) como un lugar donde el progreso no existe, el tiempo se detiene y el pasado y presente se confunden en lugar de sucederse, algo similar a como Foulkner presenta el sur de los Estados Unidos. Por otro lado se nota también la similaritud del papel de la mujer en la obra de ambos autores. Esta es el núcleo de las familias en proceso de decline. Es curioso, pero la comparación de la vida y trabajo de ambos escritores es variada. Los dos nacieron y fueron criados en pequeñas y empobrecidas comunidades rurales, arrasadas por la guerra, añorando por una pasada prosperidad. Incluso en las novelas de ambos se encuentra que éstas se basan en la historia de una familia, en donde surgen problemas de honor, incesto, inocencia, violencia y tensiones raciales. De acuerdo a Deborah Cohn, en La hojarasca de García Márquez se pueden muchísimas más huellas de la influencia de Foulkner en su obra literaria. Sin embargo, ha sido el mismo García Márquez el encargado de despejar cualquier duda sobre su admiración hacía Foulkner cuando, en ocasión de recibir el Premio Nóbel de literatura en 1982, dijo “Un día como el de hoy, mi maestro William Foulkner dijo en este mismo lugar, me niego a admitir el fin del hombre”.
FRANZ KAFKA.- Otro escritor que ha tenido mucha influencia en la formación literaria de García Márquez ha sido Franz Kafka, a quien leyó cuando era un joven estudiante de derecho en Bogotá y cuyo libro La metamorfosis ha sido fundamental en su posterior carrera literaria. Su lectura le hizo reflexionar y darse cuenta que la literatura no tiene porque seguir una línea narrativa recta y desarrollarse a lo largo de un argumento tradicional. “Creí que nadie podía escribir de esa manera. De haberlo sabido hace tiempo habría empezado a escribir” (Ruch. p.6). Se había dado cuenta que podía experimentar otras posibilidades literarias diferentes a las tradicionales y académicas. En entonces que empieza a mezclar su narrativa realista con eventos irreales, primero en su cuento El mar del tiempo perdido y luego en su máxima creación titulada Cien años de soledad.
LA BIBLIA.- García Márquez es un hombre de izquierda quien, por algunos años tuvo prohibido el ingreso a los Estados Unidos, gracias a su amistad con Fidel Castro y con algunas figuras, no necesariamente literarias, de la izquierda latinoamericana. Sin embargo, no deja de reconocer las virtudes literarias de la Biblia, la cual leyó en sus años mozos y le impresionó por las buenas historias que contiene. Desde sus primeros trabajos periodísticos se puede notar el amplio conocimiento que tiene de este monumental libro. Es interesante encontrar en las páginas de Cien años de soledad referencias que, fácilmente se pueden asociar con la Biblia. El proceso de nacimiento de Macondo y su posterior destrucción nos recuerdan el Génesis y el Apocalipsis, de la misma forma numerosos hechos dentro de la novela como, la elevación de Remedios, la travesía de las familias fundadoras de Macondo a través de la Ciénaga, las lluvias que afectan al pueblo por cinco años, sin mencionar el pecado original reflejado en el incesto que llevará a la destrucción de Macondo, son referencias bíblicas al cual llama “Un libro cojonudo donde pasan cosas fantásticas” (GM. p. 52).
JUAN RULFO.- Gabriel García Márquez cuenta, en su corto ensayo Nostalgia de Juan Rulfo, que ya llevaba residiendo en México algunos meses, con algunos libros publicados y por publicar, pero que no encontraba la forma adecuada de escribir lo que tenía en mente, “me sentía girando en círculos concéntricos” (GGM. p.2). Su problema terminó luego de leer Pedro Páramo y Llano en llamas de Juan Rulfo. Gracias a esas lecturas encontró la salida a que buscaba para desarrollar Cien años de soledad. El lenguaje minucioso y los recursos técnicos del mexicano le habían dado el empuje necesario.
OTROS AUTORES.- Sófocles es uno de los clásicos que han influido en las obras de García Márquez. En El olor de la guayaba el escritor hace repetidas referencias de cómo los trabajos de Sófocles le impresionaron y abrieron los ojos para enfocar determinados temas. En la Hojarasca se puede leer el epígrafe de Antígona en la primera página y, en su cuento Un día después del sábado, el padre Antonio Isabel hace referencia que en su juventud había leído a Sófocles. Edipo rey y Antígona son sus fuentes de inspiración para encontrar ideas de argumentos que traten de la sociedad y los abusos del poder. Posteriormente en Cien años de soledad y Crónica de una muerte anunciada se podrá encontrar el sello inconfundible de la influencia que las lecturas de los libros de Sófocles causaron en sus cuentos y novelas.
Dentro de la lista de escritores que han tenido influencia, en mayor o menor grado, en los trabajos literarios de Gabriel García Márquez y por los cuales él mismo demuestra admiración y reconocimiento, se pueden mencionar también a Ernest Hemingway, Virginia Wolf, Albert Camus, Daniel Defoe y Curzio Malaparte.
Desde que aprendió a leer García Márquez ha sido y es, un lector empedernido. Capaz de amanecerse leyendo y, los más importante, extrayendo enseñanzas de cada uno de ellos para luego plasmarlas en sus obras. Si, en su niñez y juventud, leía lo que estuviera a su alcance y sus amigos le aconsejaban, en su vida adulta sus lecturas han seguido siendo el apoyo e inspiración que todo escritor necesita.
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