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PROCESIÓN DEL DIABLO
SUPAYPA WINTUY
SUPAYPA WINTUY
Media noche de luna llena, un silencio absoluto. Chiquián en una quietud sepulcral, ni siquiera la luciérnaga y la lechuza están despiertas. Umpay Cuta, unión de los cimientos de del Capillapunta por donde el agua baja en pequeñas pacchas (caídas de agua), llena de arbustos y la hierba santa bien crecidas por a humedad.
De pronto, de entre las rocas emerge un triángulo luminoso, multicolor, iluminando la encañada lóbrega a pesar de la tenue luz del reflejo lunar. La figura triangular cada vez tomaba una forma más grotesca. Una cabeza llena de cachos peludos, lengua larga brillante, nariz gruesa deformada; brazos y piernas terminando en garras de cuatro dedos, con espuelas y una cola muy larga, finalizando en triángulo, moviéndose por todos los lados como dando chicotazos. Sus ojos echaban chispas como su luminoso cuerpo de todos los colores, era el mismo diablo (supay).
De entre los arbustos salían muchas luces sostenidas por manos de sombras oscuras, casi de formas humanas yendo hacía el demonio (supay), ubicándose a su alrededor. La luna ya pasaba por las alturas del nevado del Yerupajá, iluminando débilmente todo el panorama de cerros, quebradas, pueblos, Chiquián; pero no llegaba al fondo de la quebrada de Umpay Cuta (rincón de Umpay), donde el numeroso sequito del supay lo levantaba en alto, en un andamio luminoso (especie de anda) parado y pasearlo por ciertas calles de Chiquián en sentido contrario a las procesiones religiosas, (era satanás-supay).
Cruzando la carretera que antes no había, bajando por el pedregal ancho al costado del estadio Bracale, llegaron a Ago Calle (calle del ripio) o 28 de julio, por donde se dirigieron, avanzando varias cuadras hasta llegar al jirón Figueredo, parando a la altura de Jupash, bajándose el diablo de la macabra anda. Revisó todas las casas del lugar, mirando si algún mortal estaba despierto para castígalo y llevárselo.
Lueg recibía a todos los Ichic Hulgos (pequeños diablos) o supaypa wuawuan (hijo del diablo) que venían de distintas cataratas como Husgor, Tuntur (Huasta), Putu, Chirapag (Aquia) y las pacchas grandes como la de Jupash (tempo atrás). También recibía a espíritus de otros lugares y pueblos del norte que esperaban en Fragua (cerca de la casa de Wualín), lugar silencioso a medianoche, con bastante vegetación, lleno de árboles.
Las ánimas bajaban por la caída de agua de Jupash, presentándose ante el demonio que danzaba con sus pequeños diablos como un rito para recibirlos. El diablo subió a su andamiaje especial, golpeando con su puntiaguda cola y pisoteando con sus garras las caras y cabezas de las sufridas almas (era el demonio).
Siguieron la ruta hacía el cementerio, llegando al cruce con la calle Dos de Mayo hicieron un alto, con el mismo rito, para recibir a otro grupo de almas de otros lugares, del cementerio y de los pueblos del este que venían por los caminos de herrada para captar algún ser viviente que caminaba a esas horas prohibidas, llevárselo y entregarlo al diablo. Doblando la esquina siguieron siempre en dirección contraria a la procesión religiosa (era Lucifer, el demonio), por la calle Dos de mayo, como yendo a la Plaza de Armas.
Llegando a la cuadra del mercado de abastos, Satanás bajó de su andamio dirigiéndose a una antigua casa vio, por entre las rendijas de una vieja puerta de madera, un candil con una vela encendida alumbrando las manos de una señora que muy apresurada cosía las telas, armando un vestido (era la costurera del pueblo). Sonó su endeble puerta con golpes de ultratumba. Ella quedó sin aliento, muy asustada. Aterrada miró unas garras con brazos luminosos, que habrían un hoja de la antigua puerta de madera que rechinaba ante el empuje del diablo, “¡me la llevo en cuerpo y alma por no acatar mis órdenes!”. Bramó la bestia.
La mujer qe estaba alelada, por instinto sacó de su pecho un crucifijo de plata, mostrándoselo al diablo. Este retrocedió y dando rápidos saltos se alejó. Llamó a un diablillo, dándole indicaciones le entregó una alforja llena y abultada (talega con bolsas grandes en sus extremos) que llevó a la casa de la costurera. Dejándosela en la puerta le dijo “¡Por hoy se salvó, recogeremos el encargo otra noche de luna llena!” y, amenazándola, se alejó.
La costurera muy asustada al día siguiente, al revisar la alforja, quedó espantada al verla llena de largos huesos humanos, de brazos y piernas. Presurosa se dirigió a la iglesia, contándole el suceso al párroco. Este le dijo “Hija, no debiste estar despierta y menos trabajar, sabes, en la noche del demonio no se prenden velas, mecheros, lamparillas (no había luz eléctrica en Chiquián), no salir de su casa o caminar. Volverá para llevarte en cuerpo y alma para convertirte en esos huesos secos y ponerlos como velas en las manos de las almas en pena y sufrimiento acompañando su “procesión”. Te daré ciertas recomendaciones, pueda que te salves del diablo”.
Pasado el año, casi a la misma fecha, noche de luna llena, la costurera temblando de miedo, muy aterrada esperó acompañada de dos niños con grandes crucifijos de plata en sus pechos; la puerta trancada con dos grandes barretas de acero, con la alforja diabólica cerca a la puerta. En el silencio sepulcral de la noche la puerta de madera rechinó por los fuertes empujones y golpes. Las barretas soportaron el el empuje.
Tiritando de horror, llegó la hora, “murmuró la señora”. Como pudo despertó a los niños que inocentemente corrieron a entregar la demoniaca alforja y que al abrir un poco la puerta quedaron cegados y aterrados por el colorido, luminoso cuerpo del diablo, con sus cachos y monstruosas deformaciones, cayeron al suelo casi desmayados. El diablo (supay), muy sorprendido quedó paralizado, sin acción, sin poder dar un paso, al mirar los resplandecientes crucifijos de plata en los pechos de los niños.
Tambaleando por la sorpresa al ver a los pequeños, Satanás agarró su alforja como pudo y bramo: “¡Por los niños te salvaste, pero volveré!”, la amenazó y dando saltos con sus tremendas patas de gallo se alejó uniéndose a su satánico séquito.
Siguiendo la “procesión” la comitiva continuó doblando la esquina del mercado por la calle Sáenz Peña, como dirigiéndose a la Cruz del Olvido (lugar con una cruz grande clavada sobre una peña plana donde descansaba el féretro para para dar el último adiós a los muertos en Chiquián), hasta el jirón Bolívar por donde subieron hacía Janabarrio (barrio arriba), pasando por la parte posterior de la iglesia (el diablo nunca pasaba por delante).
Llegando al final de la calle Bolívar, doblaron a la izquierda, pasando el puente Cantucho, dirigiéndose por Racrán, llegando hasta el pie de la catarata de Putu. Allí recibió a los últimos espíritus que venían de los pueblos y lugares del Sur de Rumichaca.
Lucifer, parado en su especial “anda”, en una pequeña explanada cerca a la catarata de Putu clasificó a las diferentes almas:
Al finalizar la danza el diablo determinó:
En fila entraban al boquerón abierto en la catarata, cada vez más caliente hasta las profundidades de puro fuego, hacía el centro de la tierra, donde era el mismo infierno.
Un alma ploma rebelde antes de entrar dijo “señor diablo, muéstreme su nombramiento como jefe o apu del infierno, en vida fui hombre de leyes y vengo de Mangas, pueblo de brujos”. Sorprendido Lucifer contestó “ah de leyes, ustedes son muy peligrosos. Pero, primero me traes el nombramiento de Dios como jefe del cielo”. Más sabe el diablo por viejo que por diablo. “Pas al infierno sin quejarte” ordenó la bestia. Cerró la catarata, unió el peñasco fluyendo nuevamente el agua. Volviendo todo a la normalidad, mostrando la belleza que siempre admiramos, nuestra catarata de Putu.
En estos tiempos también los diablos y ánimas han mutado. Tal vez estén entre nosotros. ¿A cuál de ellos perteneceremos? Nuestra hermosa “danza de los diablos chiquianos” y de nuestros pueblos bolognesinos viene desde hace mucho tiempo como el cuento.
“Los relatos míticos o cuentos encierran la misma capacidad de síntesis y condensación de sueños”. Franz Kafka.
Agradecer y felicitar a los que se dedicaron a conservar y difundir nuestra gran danza de “Los diablos”. Alejandro Aldave M., Pablo Aldave y otros.
Gracias por su relato a don Benito Moreno Varela, Gregorio Moreno Lara y Don Feliciano Vicuña.
Nota.- Fotografía de Chiquián de noche: Pablito Aldave.
Fotografìa del diablito: Dante Aldave.
De pronto, de entre las rocas emerge un triángulo luminoso, multicolor, iluminando la encañada lóbrega a pesar de la tenue luz del reflejo lunar. La figura triangular cada vez tomaba una forma más grotesca. Una cabeza llena de cachos peludos, lengua larga brillante, nariz gruesa deformada; brazos y piernas terminando en garras de cuatro dedos, con espuelas y una cola muy larga, finalizando en triángulo, moviéndose por todos los lados como dando chicotazos. Sus ojos echaban chispas como su luminoso cuerpo de todos los colores, era el mismo diablo (supay).
De entre los arbustos salían muchas luces sostenidas por manos de sombras oscuras, casi de formas humanas yendo hacía el demonio (supay), ubicándose a su alrededor. La luna ya pasaba por las alturas del nevado del Yerupajá, iluminando débilmente todo el panorama de cerros, quebradas, pueblos, Chiquián; pero no llegaba al fondo de la quebrada de Umpay Cuta (rincón de Umpay), donde el numeroso sequito del supay lo levantaba en alto, en un andamio luminoso (especie de anda) parado y pasearlo por ciertas calles de Chiquián en sentido contrario a las procesiones religiosas, (era satanás-supay).
Cruzando la carretera que antes no había, bajando por el pedregal ancho al costado del estadio Bracale, llegaron a Ago Calle (calle del ripio) o 28 de julio, por donde se dirigieron, avanzando varias cuadras hasta llegar al jirón Figueredo, parando a la altura de Jupash, bajándose el diablo de la macabra anda. Revisó todas las casas del lugar, mirando si algún mortal estaba despierto para castígalo y llevárselo.
Lueg recibía a todos los Ichic Hulgos (pequeños diablos) o supaypa wuawuan (hijo del diablo) que venían de distintas cataratas como Husgor, Tuntur (Huasta), Putu, Chirapag (Aquia) y las pacchas grandes como la de Jupash (tempo atrás). También recibía a espíritus de otros lugares y pueblos del norte que esperaban en Fragua (cerca de la casa de Wualín), lugar silencioso a medianoche, con bastante vegetación, lleno de árboles.
Las ánimas bajaban por la caída de agua de Jupash, presentándose ante el demonio que danzaba con sus pequeños diablos como un rito para recibirlos. El diablo subió a su andamiaje especial, golpeando con su puntiaguda cola y pisoteando con sus garras las caras y cabezas de las sufridas almas (era el demonio).
Siguieron la ruta hacía el cementerio, llegando al cruce con la calle Dos de Mayo hicieron un alto, con el mismo rito, para recibir a otro grupo de almas de otros lugares, del cementerio y de los pueblos del este que venían por los caminos de herrada para captar algún ser viviente que caminaba a esas horas prohibidas, llevárselo y entregarlo al diablo. Doblando la esquina siguieron siempre en dirección contraria a la procesión religiosa (era Lucifer, el demonio), por la calle Dos de mayo, como yendo a la Plaza de Armas.
Llegando a la cuadra del mercado de abastos, Satanás bajó de su andamio dirigiéndose a una antigua casa vio, por entre las rendijas de una vieja puerta de madera, un candil con una vela encendida alumbrando las manos de una señora que muy apresurada cosía las telas, armando un vestido (era la costurera del pueblo). Sonó su endeble puerta con golpes de ultratumba. Ella quedó sin aliento, muy asustada. Aterrada miró unas garras con brazos luminosos, que habrían un hoja de la antigua puerta de madera que rechinaba ante el empuje del diablo, “¡me la llevo en cuerpo y alma por no acatar mis órdenes!”. Bramó la bestia.
La mujer qe estaba alelada, por instinto sacó de su pecho un crucifijo de plata, mostrándoselo al diablo. Este retrocedió y dando rápidos saltos se alejó. Llamó a un diablillo, dándole indicaciones le entregó una alforja llena y abultada (talega con bolsas grandes en sus extremos) que llevó a la casa de la costurera. Dejándosela en la puerta le dijo “¡Por hoy se salvó, recogeremos el encargo otra noche de luna llena!” y, amenazándola, se alejó.
La costurera muy asustada al día siguiente, al revisar la alforja, quedó espantada al verla llena de largos huesos humanos, de brazos y piernas. Presurosa se dirigió a la iglesia, contándole el suceso al párroco. Este le dijo “Hija, no debiste estar despierta y menos trabajar, sabes, en la noche del demonio no se prenden velas, mecheros, lamparillas (no había luz eléctrica en Chiquián), no salir de su casa o caminar. Volverá para llevarte en cuerpo y alma para convertirte en esos huesos secos y ponerlos como velas en las manos de las almas en pena y sufrimiento acompañando su “procesión”. Te daré ciertas recomendaciones, pueda que te salves del diablo”.
Pasado el año, casi a la misma fecha, noche de luna llena, la costurera temblando de miedo, muy aterrada esperó acompañada de dos niños con grandes crucifijos de plata en sus pechos; la puerta trancada con dos grandes barretas de acero, con la alforja diabólica cerca a la puerta. En el silencio sepulcral de la noche la puerta de madera rechinó por los fuertes empujones y golpes. Las barretas soportaron el el empuje.
Tiritando de horror, llegó la hora, “murmuró la señora”. Como pudo despertó a los niños que inocentemente corrieron a entregar la demoniaca alforja y que al abrir un poco la puerta quedaron cegados y aterrados por el colorido, luminoso cuerpo del diablo, con sus cachos y monstruosas deformaciones, cayeron al suelo casi desmayados. El diablo (supay), muy sorprendido quedó paralizado, sin acción, sin poder dar un paso, al mirar los resplandecientes crucifijos de plata en los pechos de los niños.
Tambaleando por la sorpresa al ver a los pequeños, Satanás agarró su alforja como pudo y bramo: “¡Por los niños te salvaste, pero volveré!”, la amenazó y dando saltos con sus tremendas patas de gallo se alejó uniéndose a su satánico séquito.
Siguiendo la “procesión” la comitiva continuó doblando la esquina del mercado por la calle Sáenz Peña, como dirigiéndose a la Cruz del Olvido (lugar con una cruz grande clavada sobre una peña plana donde descansaba el féretro para para dar el último adiós a los muertos en Chiquián), hasta el jirón Bolívar por donde subieron hacía Janabarrio (barrio arriba), pasando por la parte posterior de la iglesia (el diablo nunca pasaba por delante).
Llegando al final de la calle Bolívar, doblaron a la izquierda, pasando el puente Cantucho, dirigiéndose por Racrán, llegando hasta el pie de la catarata de Putu. Allí recibió a los últimos espíritus que venían de los pueblos y lugares del Sur de Rumichaca.
Lucifer, parado en su especial “anda”, en una pequeña explanada cerca a la catarata de Putu clasificó a las diferentes almas:
- “almas condenadas”- “Las más negras y malignas”. Muy peligrosas para los mortales, divagan buscando venganza entre los vivos por haber muerto asesinadas o en fatales accidentes.
- “Guegue alma”- “Almas en partes-seccionadas”. Por haber tenido en vida relaciones extramaritales y convivido con su comadre o compadre. Castigados divagan por el mundo por el mundo seccionadas en parte, extremidades por un lado, tronco por otro y la cabeza separada, enredándose el cabello entre las chamisas (ramas de arbustos secos), árboles de l os caminos y las chacras de la tierra.
- “Ogue alma”- “alma ploma”. Vivieron robando, estafando, asesinando, defendiendo causas injustas. No tienen cabida en el cielo ni en el purgatorio ni en infierno (Dante Alinghieri). Sus almas vagan por el mundo penando.
- “Michi y mula alma “- “Almas convertidas en gato y mula”. Los que convivieron con curas o monjas. Su castigo es que en las noches de lna llena sus ánimas se transforman: La mujer en mula y el cura en michi (gato) que montado sobre la mula recorren todos los caminos del lugar y el mundo, sin descanso hasta caer exhaustos y pagar sus pecados.
- “Yurag alma”- “Alma blanca”. Murieron sin bautizo o acusados falsamente.
Al finalizar la danza el diablo determinó:
- 13 almas al cielo
- 13 al purgatorio
- 13 (cabalístico), a divagar nuevamente por el mundo pagando sus pecados.
En fila entraban al boquerón abierto en la catarata, cada vez más caliente hasta las profundidades de puro fuego, hacía el centro de la tierra, donde era el mismo infierno.
Un alma ploma rebelde antes de entrar dijo “señor diablo, muéstreme su nombramiento como jefe o apu del infierno, en vida fui hombre de leyes y vengo de Mangas, pueblo de brujos”. Sorprendido Lucifer contestó “ah de leyes, ustedes son muy peligrosos. Pero, primero me traes el nombramiento de Dios como jefe del cielo”. Más sabe el diablo por viejo que por diablo. “Pas al infierno sin quejarte” ordenó la bestia. Cerró la catarata, unió el peñasco fluyendo nuevamente el agua. Volviendo todo a la normalidad, mostrando la belleza que siempre admiramos, nuestra catarata de Putu.
En estos tiempos también los diablos y ánimas han mutado. Tal vez estén entre nosotros. ¿A cuál de ellos perteneceremos? Nuestra hermosa “danza de los diablos chiquianos” y de nuestros pueblos bolognesinos viene desde hace mucho tiempo como el cuento.
“Los relatos míticos o cuentos encierran la misma capacidad de síntesis y condensación de sueños”. Franz Kafka.
Agradecer y felicitar a los que se dedicaron a conservar y difundir nuestra gran danza de “Los diablos”. Alejandro Aldave M., Pablo Aldave y otros.
Gracias por su relato a don Benito Moreno Varela, Gregorio Moreno Lara y Don Feliciano Vicuña.
Nota.- Fotografía de Chiquián de noche: Pablito Aldave.
Fotografìa del diablito: Dante Aldave.
Rubén Dario Robles Moreno