UNA ACUSACIÓN AL ALCALDE
Estoy en estos momentos sentado sobre una piedra divisando a mi pueblo de Copa y de paso aprovecho ver cómo pasa un avión choro casi chocando por la cumbre de Calashpunta, derramando su humo como si fuera nube que aparece en el mes de junio. Un ruido inesperado producido por una perdiz me vuelve a la realidad y continúo pensando sobre mi hazaña, aquella vez, que saqué dinero de una bolsa bien guardadita de la tienda de la doña Nancy. Ella tiene bastante dinero, pues es dueña de una tienda donde hay toda laya de cosas desde galletas hasta ganchos, gaseosas y frutas también.
Esa mañana, estuve en la plaza de armas, jugando mis canicas, buen rato y como no había ni un alma, ni un perro, nadie, nadie había, ni hasta un pájaro; ocasión que aproveché para introducirme a la tienda de la señora Nancy, con la intención de sacarme un par de trompos y unas frutas.
Me tomé una gaseosita, agarré unas manzanas y naranjas, y por su puesto un par de trompos. Cuando estuve dentro de la tienda la tentación llegó a mí. Salí a ver si alguien venía y como nadie se aparecía, me acerqué a su mostrador y busqué de inmediato el cajón donde guardaba el dinero producto de la venta, entre bolsas encontré un fajo de billetes que sumaban mil soles, sin dudar cogí la bolsa y salí corriendo con dirección a los baños, es decir a la salida donde parte la carretera hacia la mina, observé rápido a mi alrededor, saqué la mitad del dinero y haciendo hueco sobre la tierra lo enterré como gato que esconde sus heces y el resto en un bosque lleno de ortigas escondí envuelto con la bolsa. Salí desesperado pensando qué dirán, creyendo si tal vez alguien me ha visto. Más pensando en mi Profesora Marcelina, que me azotaría otra vez por no ir a la escuela o con el miedo que llegue a sus oídos, ésta travesura, pues mi intención no era robar el dinero, sino sacarme unas cuantas frutas, ya que en mi pueblo así nomás no se prueba la fruta, pues mis taytas ni plata tienen para comprarme mis antojos, y más por querer un par de trompos.
Desde una esquina ubicada en una de las calles estoy observando los movimientos de la señora Nancy. Al parecer se dio cuenta. Seguro algún chismoso fue a contarle. Ahora, tengo que tranquilizarme, estar sereno, como nada hubiera pasado. Desesperada camina a todas direcciones, hasta que un anciano que me había visto le indica el lugar a dónde escondí lo robado. Busca y rebusca en todos lados, el pinchazo de la ortiga no le doblega en su afán de buscar su dinero, hasta que logra ubicar la bolsa y de inmediato cuenta los billetes. Enojada sale de aquel lugar y se dirige hacia el despacho del Juez de Paz. Conversa con la autoridad y éste le sugiere asentar la denuncia por robo. Asentada la denuncia el Juez se dirige al Gobernador del distrito y le ordena que me capture. Sí, ordenan mi captura, por el robo de Diez mil soles, tal como había denunciado la señora Nancy.
En el despacho, el Juez de Paz de Copa y el Psicólogo del Colegio, conversan, en voz baja. Luego, el psicólogo, me somete a una serie de interrogatorios en relación al robo. Me mantengo en silencio. En mí mismo, digo, ya estoy fregado, yo no robé diez mil soles sólo mil soles. Habla hijo, me dice. Mi pensamiento como un rayo hilvana ideas buscando respuestas que satisfaga a mis juzgadores. Sigo en silencio, con mi cabeza gacha. Pensando que mis taytas también me darán una paliza por ésta travesura.
De tanta exigencia, decido hablar: Toda la plata le di al señor Alcalde, al Señor Villaco, pídanlo a él. Yo no sé nada.
Sorprendidos quedaron ambas autoridades con mi respuesta, boquiabiertos. ¿Niño, es una broma de mal gusto? ¿Cómo es eso que le diste al Alcalde? Ya no quiero responder más a sus preguntas. Sigo en silencio. Se dirigen a la Municipalidad a traerlo al Alcalde.
Desconcertado, la autoridad municipal me increpa furioso. Es una equivocación, niño, esto no puede pasar. Camina de un lado para otro, tratando de no creer en la acusación falsa. Preocupado manifiesta decidido a traer a sus abogados para su defensa…
Ricardo Santos Albornoz
rsantosalbornoz @gmail.com
Esa mañana, estuve en la plaza de armas, jugando mis canicas, buen rato y como no había ni un alma, ni un perro, nadie, nadie había, ni hasta un pájaro; ocasión que aproveché para introducirme a la tienda de la señora Nancy, con la intención de sacarme un par de trompos y unas frutas.
Me tomé una gaseosita, agarré unas manzanas y naranjas, y por su puesto un par de trompos. Cuando estuve dentro de la tienda la tentación llegó a mí. Salí a ver si alguien venía y como nadie se aparecía, me acerqué a su mostrador y busqué de inmediato el cajón donde guardaba el dinero producto de la venta, entre bolsas encontré un fajo de billetes que sumaban mil soles, sin dudar cogí la bolsa y salí corriendo con dirección a los baños, es decir a la salida donde parte la carretera hacia la mina, observé rápido a mi alrededor, saqué la mitad del dinero y haciendo hueco sobre la tierra lo enterré como gato que esconde sus heces y el resto en un bosque lleno de ortigas escondí envuelto con la bolsa. Salí desesperado pensando qué dirán, creyendo si tal vez alguien me ha visto. Más pensando en mi Profesora Marcelina, que me azotaría otra vez por no ir a la escuela o con el miedo que llegue a sus oídos, ésta travesura, pues mi intención no era robar el dinero, sino sacarme unas cuantas frutas, ya que en mi pueblo así nomás no se prueba la fruta, pues mis taytas ni plata tienen para comprarme mis antojos, y más por querer un par de trompos.
Desde una esquina ubicada en una de las calles estoy observando los movimientos de la señora Nancy. Al parecer se dio cuenta. Seguro algún chismoso fue a contarle. Ahora, tengo que tranquilizarme, estar sereno, como nada hubiera pasado. Desesperada camina a todas direcciones, hasta que un anciano que me había visto le indica el lugar a dónde escondí lo robado. Busca y rebusca en todos lados, el pinchazo de la ortiga no le doblega en su afán de buscar su dinero, hasta que logra ubicar la bolsa y de inmediato cuenta los billetes. Enojada sale de aquel lugar y se dirige hacia el despacho del Juez de Paz. Conversa con la autoridad y éste le sugiere asentar la denuncia por robo. Asentada la denuncia el Juez se dirige al Gobernador del distrito y le ordena que me capture. Sí, ordenan mi captura, por el robo de Diez mil soles, tal como había denunciado la señora Nancy.
En el despacho, el Juez de Paz de Copa y el Psicólogo del Colegio, conversan, en voz baja. Luego, el psicólogo, me somete a una serie de interrogatorios en relación al robo. Me mantengo en silencio. En mí mismo, digo, ya estoy fregado, yo no robé diez mil soles sólo mil soles. Habla hijo, me dice. Mi pensamiento como un rayo hilvana ideas buscando respuestas que satisfaga a mis juzgadores. Sigo en silencio, con mi cabeza gacha. Pensando que mis taytas también me darán una paliza por ésta travesura.
De tanta exigencia, decido hablar: Toda la plata le di al señor Alcalde, al Señor Villaco, pídanlo a él. Yo no sé nada.
Sorprendidos quedaron ambas autoridades con mi respuesta, boquiabiertos. ¿Niño, es una broma de mal gusto? ¿Cómo es eso que le diste al Alcalde? Ya no quiero responder más a sus preguntas. Sigo en silencio. Se dirigen a la Municipalidad a traerlo al Alcalde.
Desconcertado, la autoridad municipal me increpa furioso. Es una equivocación, niño, esto no puede pasar. Camina de un lado para otro, tratando de no creer en la acusación falsa. Preocupado manifiesta decidido a traer a sus abogados para su defensa…
Ricardo Santos Albornoz
rsantosalbornoz @gmail.com