ARMANDO ZARAZÚ
¡NI UNA MENOS!
En la tarde del pasado trece de agosto se llevó a cabo en la ciudad de Lima la marcha llamada “NI UNA MENOS”, en la cual participaron mas de cien mil personas de toda condición social, económica y política, las cuales llenaron decenas de cuadras de las calles de nuestra capital, en una muestra de rechazo hacía un flagelo que está carcomiendo la sociedad peruana: la violencia en contra de la mujer, la cual es mirada por sobre el hombro por las autoridades pertinentes, ya sean estas policiales o judiciales.
La gota que llenó el vaso y, dicho sea de paso, la paciencia de las mujeres y sociedad peruanas, fueron dos casos emblemáticos de abuso contra la mujer, los cuales fueron ignorados por los jueces quienes, pese a las contundentes pruebas existentes, declararon inocentes a los culpables. En el primero, una conocida modelo de televisión fue masacrada y desfigurada por su pareja, mientras que en el segundo, un individuo fue captado por las cámaras de seguridad de un hotel golpeando y arrastrando de los pelos a su pareja por querer terminar su relación sentimental. Ahora bien, en los últimos años en el Perú un total de 829 mujeres han perdido la vida a manos de sus esposos, parejas o enamorados, cifra que debe llamar la atención de las autoridades pertinentes.
De acuerdo a su definición legal, el feminicidio es la muerte de las mujeres por su condición de tal, en contexto de violencia familiar, coacción, hostigamiento o acoso sexual; abuso de poder, confianza o de cualquier otra forma de posición que confiere autoridad a la persona agresora. Ahora bien, una cosa es la definición legal, otra que se apliquen correctamente las normas de castigo para los agresores, los cuales, en la mayoría de casos salen libres de polvo y paja, con el peligro latente de que vuelvan a repetir sus abusos, muchas veces con graves consecuencias como ha sucedido en numerosas oportunidades.
Indudablemente que en una sociedad machista en donde, desde la niñez se cría a los hombres con la creencia equivocada, por cierto, de que son superiores a las mujeres y, como consecuencia directa de ello, deben “mandar y ser obedecidos”. Si a esta errónea actitud agregamos que, en su infancia, vivieron en hogares en el que el maltrato a la madre era cosa rutinaria, esos niños crecerán con la mente envenenada y en su vida adulta repetirán lo que vieron de niños.
El problema de abuso y maltrato de la mujer no es exclusivamente peruano, es un cáncer que carcome al mundo entero. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, “un tercio de las mujeres del mundo son víctimas de violencia física o sexual por parte de sus parejas” y, de acuerdo a este reporte, el treinta ocho por ciento son asesinadas por su pareja. Siguiendo con la misma fuente, en América Latina, “la mayor incidencia de abusos se da en la región andina”, pisándole los talones América Central. Esto no quiere decir que todos los hombres estén metidos en el mismo grupo que los agresores, felizmente los hay quienes valoran y dan el lugar que merece a la mujer. Lamentablemente, los números de las estadísticas son fríos y muestran una realidad escalofriante.
Volviendo al caso peruano, las autoridades pertinentes han creado, un Plan Nacional Contra la Violencia de Género de cinco años para enfrentar el problema y el cual contempla una serie de medidas para prevenir los casos de feminicidio. Este plan crea un sistema único y multisectorial de registro de víctimas para que cuando una mujer acuda a una dependencia policial a denunciar un caso de abuso pueda ver si existen otras denuncias contra el mismo sujeto. Así mismo, el plan que mencionamos incorpora el tema de género en el sistema educativo desde el nivel inicial y contempla también, medidas de asistencia a las víctimas de violencia de género.
Indudablemente que la educación es importante para prevenir, a largo plazo, la violencia en contra de la mujer. Educar a los hijos, hacerles ver que todos los seres humanos son iguales, sin que haya uno superior a otro y, que la diferencia física existente entre el hombre y la mujer no es, ni puede ser motivo para creer que el hombre es superior a la mujer y pueda tener el derecho de maltratarla impunemente. Esa educación debe empezar por casa, continuar en la escuela y, qué duda cabe, prolongarse bien dentro de la sociedad en la que se desenvuelve el niño. Indisputablemente es una tarea difícil, pero no imposible.
En 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 25 de noviembre como el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, lo hizo como una forma de crear conciencia en contra de tamaño flagelo mundial. La fecha escogida fue emblemática, en ese día se conmemora el aniversario del cruel asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana, por la dictadura de Trujillo. Es necesario que todos los seres humanos vean a la mujer como la amiga, compañera, novia, esposa, confidente y no como a un ser inferior al que se golpea cuando se quiere. Eso no es de hombres, es delito.
Armando Zarazú
[email protected]
La gota que llenó el vaso y, dicho sea de paso, la paciencia de las mujeres y sociedad peruanas, fueron dos casos emblemáticos de abuso contra la mujer, los cuales fueron ignorados por los jueces quienes, pese a las contundentes pruebas existentes, declararon inocentes a los culpables. En el primero, una conocida modelo de televisión fue masacrada y desfigurada por su pareja, mientras que en el segundo, un individuo fue captado por las cámaras de seguridad de un hotel golpeando y arrastrando de los pelos a su pareja por querer terminar su relación sentimental. Ahora bien, en los últimos años en el Perú un total de 829 mujeres han perdido la vida a manos de sus esposos, parejas o enamorados, cifra que debe llamar la atención de las autoridades pertinentes.
De acuerdo a su definición legal, el feminicidio es la muerte de las mujeres por su condición de tal, en contexto de violencia familiar, coacción, hostigamiento o acoso sexual; abuso de poder, confianza o de cualquier otra forma de posición que confiere autoridad a la persona agresora. Ahora bien, una cosa es la definición legal, otra que se apliquen correctamente las normas de castigo para los agresores, los cuales, en la mayoría de casos salen libres de polvo y paja, con el peligro latente de que vuelvan a repetir sus abusos, muchas veces con graves consecuencias como ha sucedido en numerosas oportunidades.
Indudablemente que en una sociedad machista en donde, desde la niñez se cría a los hombres con la creencia equivocada, por cierto, de que son superiores a las mujeres y, como consecuencia directa de ello, deben “mandar y ser obedecidos”. Si a esta errónea actitud agregamos que, en su infancia, vivieron en hogares en el que el maltrato a la madre era cosa rutinaria, esos niños crecerán con la mente envenenada y en su vida adulta repetirán lo que vieron de niños.
El problema de abuso y maltrato de la mujer no es exclusivamente peruano, es un cáncer que carcome al mundo entero. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, “un tercio de las mujeres del mundo son víctimas de violencia física o sexual por parte de sus parejas” y, de acuerdo a este reporte, el treinta ocho por ciento son asesinadas por su pareja. Siguiendo con la misma fuente, en América Latina, “la mayor incidencia de abusos se da en la región andina”, pisándole los talones América Central. Esto no quiere decir que todos los hombres estén metidos en el mismo grupo que los agresores, felizmente los hay quienes valoran y dan el lugar que merece a la mujer. Lamentablemente, los números de las estadísticas son fríos y muestran una realidad escalofriante.
Volviendo al caso peruano, las autoridades pertinentes han creado, un Plan Nacional Contra la Violencia de Género de cinco años para enfrentar el problema y el cual contempla una serie de medidas para prevenir los casos de feminicidio. Este plan crea un sistema único y multisectorial de registro de víctimas para que cuando una mujer acuda a una dependencia policial a denunciar un caso de abuso pueda ver si existen otras denuncias contra el mismo sujeto. Así mismo, el plan que mencionamos incorpora el tema de género en el sistema educativo desde el nivel inicial y contempla también, medidas de asistencia a las víctimas de violencia de género.
Indudablemente que la educación es importante para prevenir, a largo plazo, la violencia en contra de la mujer. Educar a los hijos, hacerles ver que todos los seres humanos son iguales, sin que haya uno superior a otro y, que la diferencia física existente entre el hombre y la mujer no es, ni puede ser motivo para creer que el hombre es superior a la mujer y pueda tener el derecho de maltratarla impunemente. Esa educación debe empezar por casa, continuar en la escuela y, qué duda cabe, prolongarse bien dentro de la sociedad en la que se desenvuelve el niño. Indisputablemente es una tarea difícil, pero no imposible.
En 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 25 de noviembre como el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, lo hizo como una forma de crear conciencia en contra de tamaño flagelo mundial. La fecha escogida fue emblemática, en ese día se conmemora el aniversario del cruel asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana, por la dictadura de Trujillo. Es necesario que todos los seres humanos vean a la mujer como la amiga, compañera, novia, esposa, confidente y no como a un ser inferior al que se golpea cuando se quiere. Eso no es de hombres, es delito.
Armando Zarazú
[email protected]