LAS AVENTURAS DE EUSEBIO, TU DIOS
Siento tus pasos acercarse a mi puerta. Las gotas de lluvia que aún chorrean, no impiden distinguir tus pasos, Chaplaj, chaplaj, chaplaj. De pronto oigo que tocas mi puerta, un zaguán viejo de aliso. Al instante llamas en voz alta:
Canto a las flores, canto al amor.
Aquellos romances que ya no vuelven
Tiempo pasado que yo viví.
Ayayay, tiempo pasado que ya se fue.
Canto al recuerdo y a mis ilusiones,
Cuando solito pensando estoy,
Tal vez no sepas porqué será…
Tal vez todo se acabará,
Tal vez todo se borrará,
Las malas huellas de tu querer,
En mí solito se acabará…
Desde ese día, solíamos brindar una mañanita o una tardecita en la tienda de Fabián. ¡Salú shay por nuestra amistad!, ¡Por nuestra amistad, Agucho!, diciendo. Nuestra amistad, que cada vez crecía con un traguito de ron, así como crece el maizal en Kuira o como brotaba sonriente las flores blancas de las arvejas en Ojcha o Chiuro. Solíamos ser como hermanos, entre los dos no había secretos que guardar. En lo bueno y en lo malo, como prometimos.
En mi mente se dibuja nuestras aventuras, como aquella vez que nos comimos los cuyes de doña Petronila y las gallinas de doña Agacha o como aquel día en que nos peleamos por la Julia, esa china que coqueteaba más conmigo, por eso fue la bronca.
Nuestra amistad se consolidó a lo largo del tiempo. Era como si hubiéramos nacido de la misma madre y como si hubiéramos crecido tomando la misma leche, así como hoy tomamos un sorbo de ron juntos de la misma copa.
Tocas la puerta con insistencia, pues sin darme cuenta me quedé parado tras la puerta, pensando en nuestra amistad. Por eso viniste.
Una lluvia tenue sigue cayendo del cielo gris, cubre una densa neblina, es febrero, por eso llueve. Damos pasos agitados en la subida de Qoyllarkancha. Para el valor diciendo, sacas una botella con ron, que luego me invitas.
Los apus en Arkash, esperan la coca que llevamos.
Descansamos sobre la pirca de piedras. Masticamos unas hojas de coca y sorbemos unos tragos de ron, el apu parece estar satisfecho con el jarapakuy; cesa la lluvia y la niebla permite ver el horizonte y la cadena de cerros a las alturas de Utcas. El bosque de kunkish, espera por nostros. Los mugidos de las vacas ahuyentan a las tórtolas que vuelan a uno y otro lado buscando tranquilidad.
Siento tus pasos acercarse a mi puerta. Las gotas de lluvia que aún chorrean, no impiden distinguir tus pasos, Chaplaj, chaplaj, chaplaj. De pronto oigo que tocas mi puerta, un zaguán viejo de aliso. Al instante llamas en voz alta:
- ¡Agustííínnn! ¡Agustííínnn! ¡Oe Aguchooooo! ¡Sal a la puerta shaaaay!
- En la vida andaremos juntos shay, en la buena y en la mala, dicen los amigos deben ser así, nos daremos la mano en todo, en el chacmeo, en el cuspo de papas, en el recuspo o el riego de maíz, en la pirca o en la rajada de leña, o mejor dicho en la preparación de tejas que es lo que más sabemos o hasta cuando nos vemos a escondidas con las chinas, las costías, por eso éste abrazo fuerte, Agustín – diciendo me abrazaste. El tocadiscos esparcía una canción mustia de Tomás Pacheco combinando música y efluvio de ron.
Canto a las flores, canto al amor.
Aquellos romances que ya no vuelven
Tiempo pasado que yo viví.
Ayayay, tiempo pasado que ya se fue.
Canto al recuerdo y a mis ilusiones,
Cuando solito pensando estoy,
Tal vez no sepas porqué será…
Tal vez todo se acabará,
Tal vez todo se borrará,
Las malas huellas de tu querer,
En mí solito se acabará…
Desde ese día, solíamos brindar una mañanita o una tardecita en la tienda de Fabián. ¡Salú shay por nuestra amistad!, ¡Por nuestra amistad, Agucho!, diciendo. Nuestra amistad, que cada vez crecía con un traguito de ron, así como crece el maizal en Kuira o como brotaba sonriente las flores blancas de las arvejas en Ojcha o Chiuro. Solíamos ser como hermanos, entre los dos no había secretos que guardar. En lo bueno y en lo malo, como prometimos.
En mi mente se dibuja nuestras aventuras, como aquella vez que nos comimos los cuyes de doña Petronila y las gallinas de doña Agacha o como aquel día en que nos peleamos por la Julia, esa china que coqueteaba más conmigo, por eso fue la bronca.
Nuestra amistad se consolidó a lo largo del tiempo. Era como si hubiéramos nacido de la misma madre y como si hubiéramos crecido tomando la misma leche, así como hoy tomamos un sorbo de ron juntos de la misma copa.
Tocas la puerta con insistencia, pues sin darme cuenta me quedé parado tras la puerta, pensando en nuestra amistad. Por eso viniste.
- ¡Agustííínnn! ¡Agustííínnn! ¡Oe Aguchooooo! ¡Abre shaaaay!
- Vamos hacer la mañanita, yo invito. Luego, vamos a traer leña desde Arkash. Vamos.
- Como buen pata, como buen amigo tuyo, te invito un traguito, vamos a la tienda.
- Oe Agucho, las chismosas dirán que somos unos vagos, aunque borrachitos somos de chamba. Si o no. ¡hick!
- Vamos hacia Arkash, shay, vamos traer leña de canay. Vamos a traer leña, shay, ¡hick!, en Arkash he visto mucha leña de kunkish. Saca tu soga y vamos, ¡hick!, apúrate, nos encontramos a la salida en Tejaalpa, diciendo saliste.
Una lluvia tenue sigue cayendo del cielo gris, cubre una densa neblina, es febrero, por eso llueve. Damos pasos agitados en la subida de Qoyllarkancha. Para el valor diciendo, sacas una botella con ron, que luego me invitas.
Los apus en Arkash, esperan la coca que llevamos.
Descansamos sobre la pirca de piedras. Masticamos unas hojas de coca y sorbemos unos tragos de ron, el apu parece estar satisfecho con el jarapakuy; cesa la lluvia y la niebla permite ver el horizonte y la cadena de cerros a las alturas de Utcas. El bosque de kunkish, espera por nostros. Los mugidos de las vacas ahuyentan a las tórtolas que vuelan a uno y otro lado buscando tranquilidad.
- Oe Agucho, shay, ves tanta leña?
- Sí, hombre.
- Tranquilo no te desesperes, con paciencia, ya verás que Doña Macrina se va alegrar, cuando llegas a casa con buena leña.
- Tienes razón amigo, qué amigo, digo hermano Eusebio, tienes razón.
- Corta lo que puedes cargar nomá ah, oe Agustín. ¡hick!
- Oe Aguchito, que se habrá creído esa vieja, creerá que somos choros?
- No creo, Iuchisito, por curiosidad pregunta la tía.
- Va empezar a llover vamos a coger nuestra leña, apúrate shay, diciendo te diriges al bosque de plantas de Kunkish. Yo, voy hacia abajo donde hay chacras.
- Qué pasa aquí, son desaseados, cochinos, porqué sirven con mosca y con pelo. Acaso soy un animal, para comer así, que tal me enfermo – gritaste fuerte y todos te miraron.
- Le traigo otro plato señor, por favor no grite, disculpe señor por la molestia.
- Me trae otro, pero sin pelo ni mosca.
- Le traigo trucha frita, ¿le parece?
- Eso está bien, así está mejor.
La lluvia me recuerda tantas aventuras tuyas y el viento mece mi pelo que con la humedad se pega en mis orejas. Sigo cortando más leña. Chin, chin. Ahora que hace frío, mis manos usan hábilmente el machete. Casualmente levanto la cabeza ¡Oh sorpresa!, veo a un hombre desnudo, calatito, tal como vino al mundo, envuelto con algunas hojas y flores de poroksha silvestre. No sé qué pasa en mi ser, mi cuerpo empieza a temblar, mi respiración se acelera, mi lengua se vuelve grueso, quiero llamarte Eusebio, quiero gritar y no puedo, no sale mi voz, estoy atónito por lo que veo.
- Hijo, no te asustes, tranquilízate, soy tu Dios – Oigo una voz media conocida. Puedo respirar con más tranquilidad.
- ¿Cómo? ¿Quéééé? ¿Mi Dios? - Trato balbucir.
- Soy tu Dios, no temas.