JOSÉ ANTONIO SALAZAR MEJÍA
SANTO TORIBIO EN SANTA
Del porte de don Víctor Unyén Velezmoro, en una tertulia en Chimbote, a raíz de la presentación de su obra “La enciclopedia de Áncash” en el 2012.
Santo toribio de Mogrovejo, hombre uy acucioso pues de todo tomaba nota, narra que en uno de sus viajes allá por el año de 1593, estando él por la costa quiso llegar al pueblo de Santa camino a Trujillo y se encontró con un río imposible de cruzar. También narra con mucho detalle como unos expertos chimbadores, que así se llamaban quienes ayudaban a los viajeros las caudalosas aguas del Hatun mayu, o Mayao, hoy conocido como río santa, el que por recibir a todos los afluyentes de la cordillera llega a la costa muy cargado de aguas.
Son de imaginar los apuros de nuestro santo para cruzar al otro lado del río. Encomendándose a la Virgen de la Soledad, de quien era muy devoto y se dejó guiar por un indio fornido encargado de jalar a su jamelgo.
Al día siguiente, el santo recorrió los lugares aledaños como era su costumbre. Conoció que en el valle crecía la algarrobita del Santa, variedad de algarrobo que le llamó la atención.
Subiendo a una loma alta, divisó todo el valle y vio el gran río que habían cruzado el día anterior. Llamó a su guía y le preguntó por el nombre del mismo.
Chimbote, hoy pueblo grande, tuvo orígenes muy humildes, mientras los españoles fundaron el primer pueblo al norte de río, y le pusieron por nombre Santa María de la Parrilla, Chimbote era una bahía desolada. Y así, en el olvido, pasó medio periodo colonial.
El mítico Pedro Nolasco Días, pescador trejo, llevó a su familia a vivir en la caleta, cerca del llamado Cerro Colorado. Su esposa Cayetana Benegas, mujer fuerte y de carácter siguió en la aventura al esposo y lograron hacerse de un lugar apacible para vivir. Corrían los años de la década de 1770 cuando otros campesinos que llevaban apellidos de sus padrinos españoles, se animaron a vivir en el lugar haciendo compañía a Pedro Nolasco Días. De ellos se sabe que apellidaban Mendoza, Arroyo, Beltrán, Leyton y Morales; ellos fueron los primeros pobladores de Chimbote.
En 1813, el padre Manuel Castellanos empadronó a los habitantes de la por entonces llamada Ranchería de Chimbote, y no pasaban de 25 personas. Cien años después Chimbote tenía cerca a dos mil almas. Chimbote crecía a la para que Santa iba perdiendo su antiguo esplendor. Pero nadie imaginaba que 200 años después del censo del padre Castellanos, Chimbote llegaría a ser la gran urbe con cerca a medio millón de habitantes.
José Antonio Salazar Mejía
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Santo toribio de Mogrovejo, hombre uy acucioso pues de todo tomaba nota, narra que en uno de sus viajes allá por el año de 1593, estando él por la costa quiso llegar al pueblo de Santa camino a Trujillo y se encontró con un río imposible de cruzar. También narra con mucho detalle como unos expertos chimbadores, que así se llamaban quienes ayudaban a los viajeros las caudalosas aguas del Hatun mayu, o Mayao, hoy conocido como río santa, el que por recibir a todos los afluyentes de la cordillera llega a la costa muy cargado de aguas.
Son de imaginar los apuros de nuestro santo para cruzar al otro lado del río. Encomendándose a la Virgen de la Soledad, de quien era muy devoto y se dejó guiar por un indio fornido encargado de jalar a su jamelgo.
- ¡Señor secretario -llamaba el Arzobispo- cuide vuesarced de los baúles que en ellos van mis ornamentos, mi cáli y copón! ¡Sabed que sin ellos no puedo celebrar!
- ¡Flotan, flotan su excelencia, los baúles flotan! -Respondió admirado el clérigo.
- ¿Cómo que flotan? ¿Estás delirando?
- Ni delirio ni miento excelencia, véalo vuesamerced con sus propios ojos. ¡Los baúles flotan!
- ¡Esto sí es un verdadero milagro! -exclamó el santo, al tiempo que se volteaba para ver como hacían pasar los pesados baúles montados en unas enormes calabazas atadas entre sí a modo de balsas.
Al día siguiente, el santo recorrió los lugares aledaños como era su costumbre. Conoció que en el valle crecía la algarrobita del Santa, variedad de algarrobo que le llamó la atención.
- Vaya con el arbolito este y tiene un fruto parecido a las habas de Castilla.
- ¡No permita su excelencia que su caballo como de ella! -le advirtió el guía mestizo que le acompañaba.
- Pero no veo cual ha de ser la desventaja. -retrucó el santo.
- Esta fruta es muy temida por los españoles pues si sus caballos comen de ellas se les caen las crines, su ilustrísima.
- ¡Ja, ja, ja! ¿Habrá mayor novedad que esa? -rio de buena gana don Toribio Alfonso.
- Con las personas sucede igual, su ilustrísima, a Don diego de García, hijo del encomendero García Holguín, se le cayó el cabello por haberse aficionado tanto a la algarrobita.
- Vaya, en todas las Europas no creo se encuentre un fruto capaz de hacer caer cabellos y crines. Le haría bien a los monjes, en vez de andar rapándose el bautismo, comerían de la algarrobita para evitarse el afán de la tonsura y dar menos trabajo al hermano barbero. -Y soltando otra alegre carcajada, el santo siguió su camino.
Subiendo a una loma alta, divisó todo el valle y vio el gran río que habían cruzado el día anterior. Llamó a su guía y le preguntó por el nombre del mismo.
- Bueno, su ilustrísima, los antiguos los antiguos le llamaban Mayao, pero los pobladores de la parte alta le dicen Hatun Mayu o Auquis Mayo.
- ¿Y que significado pueden tener esas alabras? -preguntó el santo.
- Perdóneme su merced pero esto lo considerará pecado. Nuestros antepasados, los gentiles, creían que el río era sagrado y le atribuían poderes.
- No me extraña hijo, no me extraña; haz de saber que considero grandes sabios a tus antepasados, por eso he dispuesto que se les enseñe la religión cristiana en su propia lengua quichua; todos los clérigos están en la obligación de aprender a hablar el runa simi. Pero me dejéis con la duda, ¿cómo se llama acá el río?
- Le llamaban Saucha, por la abundancia de carrizales que tienen ese nombre. Y como vuesamerced veréis, hay carrizales en todo el valle, y se le llama así pues, su excelencia.
Chimbote, hoy pueblo grande, tuvo orígenes muy humildes, mientras los españoles fundaron el primer pueblo al norte de río, y le pusieron por nombre Santa María de la Parrilla, Chimbote era una bahía desolada. Y así, en el olvido, pasó medio periodo colonial.
El mítico Pedro Nolasco Días, pescador trejo, llevó a su familia a vivir en la caleta, cerca del llamado Cerro Colorado. Su esposa Cayetana Benegas, mujer fuerte y de carácter siguió en la aventura al esposo y lograron hacerse de un lugar apacible para vivir. Corrían los años de la década de 1770 cuando otros campesinos que llevaban apellidos de sus padrinos españoles, se animaron a vivir en el lugar haciendo compañía a Pedro Nolasco Días. De ellos se sabe que apellidaban Mendoza, Arroyo, Beltrán, Leyton y Morales; ellos fueron los primeros pobladores de Chimbote.
En 1813, el padre Manuel Castellanos empadronó a los habitantes de la por entonces llamada Ranchería de Chimbote, y no pasaban de 25 personas. Cien años después Chimbote tenía cerca a dos mil almas. Chimbote crecía a la para que Santa iba perdiendo su antiguo esplendor. Pero nadie imaginaba que 200 años después del censo del padre Castellanos, Chimbote llegaría a ser la gran urbe con cerca a medio millón de habitantes.
José Antonio Salazar Mejía
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