OLINDA RAMÍREZ SOTO
VIDA DE UNA MAESTRA DE ANTAÑO
(En memoria de mi querida mamita Albina Soto Valverde)
Al cumplir un año de mi colaboración en esta linda revista de chiquianmarka.com, deseo hacerles llegar primero mi gratitud por leer mis artículos, segundo para pedirles su comprensión, que seguramente ya se han dado cuenta, no soy escritora ni pretendo serlo, sólo llevo en las líneas, palabras que brotan con sentimiento propio y de experiencias ajenas que me llegan y gustan.
Escribir sobre las vivencias de Chiquián, no tengo muchas, desde niña estuve con mi mamita Albina Soto Valverde-profesora- a su lado en los pueblos donde ella laboraba, era muy exigente conmigo en clases y no quería que la llame mami, sino profesora, me decía no falles porque eres la hija de la profesora y debes estudiar y cumplir tus tareas bien, debes ser ejemplo de puntualidad y responsabilidad, eso formó mi carácter, en la trayectoria de mi vida , mi mamá fue mi bastión y cada día traté de ser mejor profesional y persona.
En el pueblo de CANIS, estudié la primaria, pueblo y gente a los guardo mucho cariño, aún cuando cierro los ojos escucho los pasos de herrajes de los caballos cuando entrando a Canis desde Chiquián, llevábamos en las alforjas cosas para la estadía, algunas veces cargaban en los burros costales con productos de pan de llevar, fideos, azúcar, galletas etc. Que muchas veces servían de truque para comer cuyes, gallinas, quesos sabrosos, carne, leche. La gente era muy buena, querían mucho a mi mami.
Les voy a contar como era un viaje de Chiquián a Canis. Yo me levantaba con sueño a la llamada de mis papás, mi papá Ezequiel Ramírez Gadea, trabajaba como profesor en el pueblo de Gorgorillo y bajaba a Canis los fines de semana o cada 15 días.
En Chiquián desde las 4:00 a.m ya los caballos estaban listos, encinchados y bien equipados de las patas a la cabeza, teníamos un caballo para cada uno y habían otros potrillos ,crías de las yeguas, eran lindos, preciosos; así temprano entre luna y oscuridad salíamos rumbo a Canis, camino a cuestas hasta Matara ( puna ), donde ya el día se iba aclarando y el viento pasaba por nosotros silbando, tenía tanta fuerza que empujaba a un lado, la laguna para mi era inmensa, a los lejos no más, porque decían que estaba encantada, pero lo misterioso me fascinaba, abría más mis ojos para descubrir a los fantasmas o una alma en pena y nada , los caballos con las orejitas de una lado a otro recogían los sonidos y ruidos y a veces no querían moverse, decían porque ellos detectaron una alma.
La bajada para llegar a Cuspón, camino de herradura a veces con sol o la lluvia, según estación creo que era más largo. Pasando Cuspón nos apeábamos para alimentarlos y hacer que descancen los caballitos, mi mamá sacaba de la alforja un mantel bordadito, la tendía sobre el pasto bajo la sombra de un árbol que daba sombra y sosiego, de las alforjas unas ricas tortillas de maíz, con agua de manzana o anís, carne asada ó papas sancochas con queso, en fin esos refrigerios era únicos, mientras reposaban yo corría entre los arbustos junto a las pircas buscando unos frutos silvestres, que no recuerdo el nombre pero eran como aretes colgantes, muy ricos, y más abajo cuando se abría una parte de pampita ya cerca a LLaclla una ricas pitacayas ( como las tunas ) jugosas y carnosas, esos momentos eran un relax para mí porque el camino era largo, una vez cuando cruzábamos el río de LLaclla, como mi caballo iba medio lento, con mis zapatos ajusté sus costillas para que se apure y éste de un salto me tiro abajo al agua, mi papá bajó y me rescató, suerte que no llevaba mucha agua, aquella vez.
LLaclla, Pueblo situado en una bonita quebrada, donde las flores y los frutos daban su aroma especial y su encanto de tierra privilegiada. Allí por aquel entonces estaba como profesor mi querido tío Antonio Zúñiga, quien fue a su vez tío y guía de mi mamita, ellos se querían bastante, seguramente en LLaclla tienen recuerdos de él porque fue uno de los mejores profesores de su época y un lujo para LLaclla tenerlo a él como profesor.
De LLaclla, volvíamos a un camino de subida rumbo a Canis, ya estábamos cerca y nuestro cansancio empezaba a aliviarse, entrando a Canis los herrajes de los caballos eran los anunciadores de nuestra llegada porque lo empedrado de sus calles. Con los caballos cansados estábamos llegando casi a las 5:00 pm ó más. Ya en la casita a descansar y los caballos al pasto a retomas fuerzas. Mi mamita de Canis pasó a trabajar a Carjuajara , Pacllón y Lima.
Así era la vida de un profesor cuando no había carretera. La entrega, dedicación, responsabilidad, puntualidad era su bandera.
(En memoria de mi querida mamita Albina Soto Valverde)
Al cumplir un año de mi colaboración en esta linda revista de chiquianmarka.com, deseo hacerles llegar primero mi gratitud por leer mis artículos, segundo para pedirles su comprensión, que seguramente ya se han dado cuenta, no soy escritora ni pretendo serlo, sólo llevo en las líneas, palabras que brotan con sentimiento propio y de experiencias ajenas que me llegan y gustan.
Escribir sobre las vivencias de Chiquián, no tengo muchas, desde niña estuve con mi mamita Albina Soto Valverde-profesora- a su lado en los pueblos donde ella laboraba, era muy exigente conmigo en clases y no quería que la llame mami, sino profesora, me decía no falles porque eres la hija de la profesora y debes estudiar y cumplir tus tareas bien, debes ser ejemplo de puntualidad y responsabilidad, eso formó mi carácter, en la trayectoria de mi vida , mi mamá fue mi bastión y cada día traté de ser mejor profesional y persona.
En el pueblo de CANIS, estudié la primaria, pueblo y gente a los guardo mucho cariño, aún cuando cierro los ojos escucho los pasos de herrajes de los caballos cuando entrando a Canis desde Chiquián, llevábamos en las alforjas cosas para la estadía, algunas veces cargaban en los burros costales con productos de pan de llevar, fideos, azúcar, galletas etc. Que muchas veces servían de truque para comer cuyes, gallinas, quesos sabrosos, carne, leche. La gente era muy buena, querían mucho a mi mami.
Les voy a contar como era un viaje de Chiquián a Canis. Yo me levantaba con sueño a la llamada de mis papás, mi papá Ezequiel Ramírez Gadea, trabajaba como profesor en el pueblo de Gorgorillo y bajaba a Canis los fines de semana o cada 15 días.
En Chiquián desde las 4:00 a.m ya los caballos estaban listos, encinchados y bien equipados de las patas a la cabeza, teníamos un caballo para cada uno y habían otros potrillos ,crías de las yeguas, eran lindos, preciosos; así temprano entre luna y oscuridad salíamos rumbo a Canis, camino a cuestas hasta Matara ( puna ), donde ya el día se iba aclarando y el viento pasaba por nosotros silbando, tenía tanta fuerza que empujaba a un lado, la laguna para mi era inmensa, a los lejos no más, porque decían que estaba encantada, pero lo misterioso me fascinaba, abría más mis ojos para descubrir a los fantasmas o una alma en pena y nada , los caballos con las orejitas de una lado a otro recogían los sonidos y ruidos y a veces no querían moverse, decían porque ellos detectaron una alma.
La bajada para llegar a Cuspón, camino de herradura a veces con sol o la lluvia, según estación creo que era más largo. Pasando Cuspón nos apeábamos para alimentarlos y hacer que descancen los caballitos, mi mamá sacaba de la alforja un mantel bordadito, la tendía sobre el pasto bajo la sombra de un árbol que daba sombra y sosiego, de las alforjas unas ricas tortillas de maíz, con agua de manzana o anís, carne asada ó papas sancochas con queso, en fin esos refrigerios era únicos, mientras reposaban yo corría entre los arbustos junto a las pircas buscando unos frutos silvestres, que no recuerdo el nombre pero eran como aretes colgantes, muy ricos, y más abajo cuando se abría una parte de pampita ya cerca a LLaclla una ricas pitacayas ( como las tunas ) jugosas y carnosas, esos momentos eran un relax para mí porque el camino era largo, una vez cuando cruzábamos el río de LLaclla, como mi caballo iba medio lento, con mis zapatos ajusté sus costillas para que se apure y éste de un salto me tiro abajo al agua, mi papá bajó y me rescató, suerte que no llevaba mucha agua, aquella vez.
LLaclla, Pueblo situado en una bonita quebrada, donde las flores y los frutos daban su aroma especial y su encanto de tierra privilegiada. Allí por aquel entonces estaba como profesor mi querido tío Antonio Zúñiga, quien fue a su vez tío y guía de mi mamita, ellos se querían bastante, seguramente en LLaclla tienen recuerdos de él porque fue uno de los mejores profesores de su época y un lujo para LLaclla tenerlo a él como profesor.
De LLaclla, volvíamos a un camino de subida rumbo a Canis, ya estábamos cerca y nuestro cansancio empezaba a aliviarse, entrando a Canis los herrajes de los caballos eran los anunciadores de nuestra llegada porque lo empedrado de sus calles. Con los caballos cansados estábamos llegando casi a las 5:00 pm ó más. Ya en la casita a descansar y los caballos al pasto a retomas fuerzas. Mi mamita de Canis pasó a trabajar a Carjuajara , Pacllón y Lima.
Así era la vida de un profesor cuando no había carretera. La entrega, dedicación, responsabilidad, puntualidad era su bandera.