manuel nieves fabián
EL SHOGPI Y EL GAYAKUY, PRÁCTICAS DE CURANDERISMO EN CANIS
PROVINCA DE BOLOGNESI – REGIÓN ANCASH
PROVINCA DE BOLOGNESI – REGIÓN ANCASH
El curanderismo es practicado mayormente por mujeres aficionadas a la medicina llamadas también curiosas o curanderas. Son muy pocos los varones que se dedican a estas prácticas.
Las curanderas, luego de examinar a los pacientes, recetan medicinas a base de yerbas medicinales o grasas de animales conocidos con el nombre de untu. Las infusiones son para beber, mientras que las hojas de yerbas cocinadas y machacadas lo usan como emplasto, tan igual como las grasas de gallina, de cerdo o de cordero.
Si los tratamientos con estas medicinas no dan resultado y el enfermo continúa igual; entonces, prefieren someter al enfermo al tratamiento del shogpi o examen minucioso de los órganos del cuerpo utilizando al cuy o también los huevos de la gallina.
Luego del shogpi, en la mayoría de los casos las curanderas diagnostican que la enfermedad es producto del “susto” y que el jirka mantiene aprisionado al alma del enfermo. Para efectos de la curación y la devolución del alma practican el gayakuy.
EL SHOGPI
Si el enfermo no recupera su salud, por el contrario, empeora, la curandera, como último recurso, somete al paciente al shogpi.
Antes de iniciar el tratamiento escogen un cuy de sexo similar al del paciente, de preferencia de un solo color, inclinándose más por el negro. El enfermo debe permanecer en ayuno tan igual como el cuy.
A una hora convenida ingresa la curandera al cuarto del enfermo, luego acomoda al cuy sobre los órganos que supuestamente están dañados, luego se sienta al lado del paciente e inicia a masticar la coca y fumar los cigarros de marca Inca o Nacional. Según el sabor de la coca y el humo del cigarro va diagnosticando si será positiva o negativa la curación.
Cuando ya cree conveniente, con suma tranquilidad inicia el acto del shogpi. Empieza a sobar con el cuy el cuerpo del paciente haciendo que coincida las partes del cuerpo del cuy con las de la persona tratada. A veces el cuy resiste toda esta larga sesión del sobeo. En los lugares donde cree encontrar el mal, el animal chilla insistentemente quejándose de dolor: otras veces no soporta la fuerza de la enfermedad, y muere.
Una vez concluida la sesión, la curiosa, con sumo cuidado inicia la operación con una navaja fina. Va describiendo los males encontrados en el recto, los intestinos, la vejiga, los órganos genitales, la bilis, los riñones, la columna vertebral, los pulmones, el corazón, la garganta, los ojos, los oídos, hasta llegar al cerebro. Así verifica los tumores en el recto, los intestinos enredados, la bilis inflamada, los riñones con quistes, los pulmones afectados, el corazón con escasa irrigación sanguínea, en fin.
Al concluir la sesión, el cuerpo del cuy es llevado a lugares lejanos donde es enterrado para que la enfermedad no regrese.
Como complemento al tratamiento, en otros casos, la curandera sale al campo y hace hervir la chicha en una olla de barro para invitar al jirka. Otras veces, luego de sobar con maíz el cuerpo del paciente, la curandera arroja los granos sobre el carbón. Si revientan unos tras otros como si fueran cohetecillos, la curandera, enfáticamente sentencia: el enfermo se sanará.
Por su parte el paciente, luego del shogpi queda completamente débil, por lo que necesita ser alimentado. En muchos casos, debido a su extrema debilidad, los enfermos fallecen.
El término shogpi es similar a shogmar. Otras veces para shogmar al niño lo hacen con el huevo de la gallina. Esta clase de diagnóstico y curación no es tan complicado como el shogpi. En estos casos la curandera escoge un huevo fresco y frota la parte afectada del enfermo, después lo revienta y lo deposita en un vaso de cristal donde ya el agua reposa. Si el huevo, luego de topar con el agua, arroja burbujas blancas, el enfermo se curará; pero, si sobre el agua se forma una capilla, irremediablemente el enfermo morirá.
EL GAYAKUY
Significa “llamar al espíritu del enfermo”. Es un tratamiento para las personas enfermas, cuyo espíritu ha sido aprisionado por el jirka.
Las curanderas afirman que el susto es producto de las caídas de las personas en el campo, y para este mal no hay medicina científica porque el espíritu del enfermo ha sido capturado por el jirka.
La persona enferma repentinamente empieza a palidecer y como consecuencia a enflaquecer. Ningún remedio casero o de las farmacias lograrán rehabilitarlo; entonces, la curandera, especialista para estos casos, se propone a liberar el espíritu de su paciente del poder del jirka.
A media noche, cuando el enfermo duerme profundamente, se dirige al campo, causante de estos males. Para prevenir el ataque del jirka se hace acompañar, a una prudente distancia, de uno o más individuos. Sola, ya frente al jirka, rompe la quietud del silencio de la noche llamando por tres veces el nombre del enfermo. La voz fuerte, profunda y prolongada llega a los más lejanos confines escalofriando el cuerpo. Si la persona fuera por decir Silvano Huaraca, la curandera llama así:
–¡Silvano Huaraaaaacaaaaa, kutikamuuuuuuyyyyy! ¡Putakaray jirkaaaaaa: kacharamuuuuuyyyyy! ¡Ama kuyapaysu!, ¡Warminpis, surinkunapis wagayanmiiiii! Ama apayraqsuuuuu! (¡Silvano Huaraca, vuelve a tu cuerpo! ¡Campo de Putacaray: suéltale! ¡No lo cariñes, no lo retengas! ¡Su mujer y sus hijos aquí lloran! ¡Todavía no te lo lleves!)
En la tercera llamada, a veces el jirka escucha las súplicas y libera al espíritu aprisionado, manifestándose a través de un sonido largo y prolongado, similar a: ¡chiiiiiiiiiinnnnnnnnn!...
Si la curandera sigue insistiendo con sus llamadas, el jirka que se resiste soltar al espíritu, reacciona violentamente, jaloneándola o golpeándola. Muchas de ellas cuentan que se les aparece en forma de bultos negros o forma de animales del campo (erizos, zorros, mucas), y son perseguidas a pedradas haciendo que ella y sus acompañantes vuelvan hasta la población.
Si el gayakuy ha sido positivo, es decir, se ha logrado arrancar al espíritu del poder del jirka, el paciente se recupera pronto; pero si la curandera no ha logrado su objetico, el paciente esa misma noche se debilita y finalmente muere.
Manuel Nieves Fabián
[email protected]
Nota: La fotografía del cuy pertenece al Sr. Abriles Cano
Las curanderas, luego de examinar a los pacientes, recetan medicinas a base de yerbas medicinales o grasas de animales conocidos con el nombre de untu. Las infusiones son para beber, mientras que las hojas de yerbas cocinadas y machacadas lo usan como emplasto, tan igual como las grasas de gallina, de cerdo o de cordero.
Si los tratamientos con estas medicinas no dan resultado y el enfermo continúa igual; entonces, prefieren someter al enfermo al tratamiento del shogpi o examen minucioso de los órganos del cuerpo utilizando al cuy o también los huevos de la gallina.
Luego del shogpi, en la mayoría de los casos las curanderas diagnostican que la enfermedad es producto del “susto” y que el jirka mantiene aprisionado al alma del enfermo. Para efectos de la curación y la devolución del alma practican el gayakuy.
EL SHOGPI
Si el enfermo no recupera su salud, por el contrario, empeora, la curandera, como último recurso, somete al paciente al shogpi.
Antes de iniciar el tratamiento escogen un cuy de sexo similar al del paciente, de preferencia de un solo color, inclinándose más por el negro. El enfermo debe permanecer en ayuno tan igual como el cuy.
A una hora convenida ingresa la curandera al cuarto del enfermo, luego acomoda al cuy sobre los órganos que supuestamente están dañados, luego se sienta al lado del paciente e inicia a masticar la coca y fumar los cigarros de marca Inca o Nacional. Según el sabor de la coca y el humo del cigarro va diagnosticando si será positiva o negativa la curación.
Cuando ya cree conveniente, con suma tranquilidad inicia el acto del shogpi. Empieza a sobar con el cuy el cuerpo del paciente haciendo que coincida las partes del cuerpo del cuy con las de la persona tratada. A veces el cuy resiste toda esta larga sesión del sobeo. En los lugares donde cree encontrar el mal, el animal chilla insistentemente quejándose de dolor: otras veces no soporta la fuerza de la enfermedad, y muere.
Una vez concluida la sesión, la curiosa, con sumo cuidado inicia la operación con una navaja fina. Va describiendo los males encontrados en el recto, los intestinos, la vejiga, los órganos genitales, la bilis, los riñones, la columna vertebral, los pulmones, el corazón, la garganta, los ojos, los oídos, hasta llegar al cerebro. Así verifica los tumores en el recto, los intestinos enredados, la bilis inflamada, los riñones con quistes, los pulmones afectados, el corazón con escasa irrigación sanguínea, en fin.
Al concluir la sesión, el cuerpo del cuy es llevado a lugares lejanos donde es enterrado para que la enfermedad no regrese.
Como complemento al tratamiento, en otros casos, la curandera sale al campo y hace hervir la chicha en una olla de barro para invitar al jirka. Otras veces, luego de sobar con maíz el cuerpo del paciente, la curandera arroja los granos sobre el carbón. Si revientan unos tras otros como si fueran cohetecillos, la curandera, enfáticamente sentencia: el enfermo se sanará.
Por su parte el paciente, luego del shogpi queda completamente débil, por lo que necesita ser alimentado. En muchos casos, debido a su extrema debilidad, los enfermos fallecen.
El término shogpi es similar a shogmar. Otras veces para shogmar al niño lo hacen con el huevo de la gallina. Esta clase de diagnóstico y curación no es tan complicado como el shogpi. En estos casos la curandera escoge un huevo fresco y frota la parte afectada del enfermo, después lo revienta y lo deposita en un vaso de cristal donde ya el agua reposa. Si el huevo, luego de topar con el agua, arroja burbujas blancas, el enfermo se curará; pero, si sobre el agua se forma una capilla, irremediablemente el enfermo morirá.
EL GAYAKUY
Significa “llamar al espíritu del enfermo”. Es un tratamiento para las personas enfermas, cuyo espíritu ha sido aprisionado por el jirka.
Las curanderas afirman que el susto es producto de las caídas de las personas en el campo, y para este mal no hay medicina científica porque el espíritu del enfermo ha sido capturado por el jirka.
La persona enferma repentinamente empieza a palidecer y como consecuencia a enflaquecer. Ningún remedio casero o de las farmacias lograrán rehabilitarlo; entonces, la curandera, especialista para estos casos, se propone a liberar el espíritu de su paciente del poder del jirka.
A media noche, cuando el enfermo duerme profundamente, se dirige al campo, causante de estos males. Para prevenir el ataque del jirka se hace acompañar, a una prudente distancia, de uno o más individuos. Sola, ya frente al jirka, rompe la quietud del silencio de la noche llamando por tres veces el nombre del enfermo. La voz fuerte, profunda y prolongada llega a los más lejanos confines escalofriando el cuerpo. Si la persona fuera por decir Silvano Huaraca, la curandera llama así:
–¡Silvano Huaraaaaacaaaaa, kutikamuuuuuuyyyyy! ¡Putakaray jirkaaaaaa: kacharamuuuuuyyyyy! ¡Ama kuyapaysu!, ¡Warminpis, surinkunapis wagayanmiiiii! Ama apayraqsuuuuu! (¡Silvano Huaraca, vuelve a tu cuerpo! ¡Campo de Putacaray: suéltale! ¡No lo cariñes, no lo retengas! ¡Su mujer y sus hijos aquí lloran! ¡Todavía no te lo lleves!)
En la tercera llamada, a veces el jirka escucha las súplicas y libera al espíritu aprisionado, manifestándose a través de un sonido largo y prolongado, similar a: ¡chiiiiiiiiiinnnnnnnnn!...
Si la curandera sigue insistiendo con sus llamadas, el jirka que se resiste soltar al espíritu, reacciona violentamente, jaloneándola o golpeándola. Muchas de ellas cuentan que se les aparece en forma de bultos negros o forma de animales del campo (erizos, zorros, mucas), y son perseguidas a pedradas haciendo que ella y sus acompañantes vuelvan hasta la población.
Si el gayakuy ha sido positivo, es decir, se ha logrado arrancar al espíritu del poder del jirka, el paciente se recupera pronto; pero si la curandera no ha logrado su objetico, el paciente esa misma noche se debilita y finalmente muere.
Manuel Nieves Fabián
[email protected]
Nota: La fotografía del cuy pertenece al Sr. Abriles Cano