Armando zarazú aldave
RASHU LA BANDA, HUAHUA EL TORO, PEPE LA PINTA…
Si algo positivo es rescatable de la pandemia que ha puesto de vuelta y media a la humanidad, es que ahora sobra tiempo para leer, comentar lo leído con los amigos que comparten el mismo interés y, por supuesto, ponernos al día con las últimas novedades. Por eso, cada cierto tiempo me reúno con algunos amigos de juventud, de manera virtual se entiende, utilizando cualquiera de esos novísimos sistemas que permite hablar con alguien que está lejos, muy lejos, y pasar gratos momentos entre bromas, risas y recuerdos. Es así como en una de nuestras charlas cibernéticas estábamos comentando los videos y fotografías de las últimas fiestas de Santa Rosa celebradas en años anteriores y que hemos visto hasta el cansancio en las redes sociales, cuando uno de los participantes recordó la fiesta en la cual gozamos hasta decir basta todos los de mi generación. Indudablemente se estaba refiriendo a la mayordomía de nuestro gran amigo Pepe Alva Lavado a quien, sin ánimo de ofenderlo y con esa chispa que siempre ha caracterizado a los chiquianos, desde el primer momento le chantaron la chapa de Pepe la pinta.
Corría el año 1971 cuando un grupo de jóvenes de entonces conversaban en una de las bancas de la antigua Plaza de Armas mientras se celebraban las elecciones para nombrar a los nuevos funcionarios. Era raro verlos así, hablando tranquilos y sin huellas de haber pasado mala noche, sobre todo en época de fiesta, debido a que eran infaltables en las fiestas que se realizaban en casa de los funcionarios. Parece que en alguna les hicieron sentir mal cuando algún pariente del funcionario de marras mencionó la palabra “guelly”, costumbre muy chiquiana que “alivia” los rigores del gasto que significa pasar la fiesta.
Casi todos los participantes de la tertulia, con excepción de dos o tres que apenas iniciaban su carrera magisterial, eran jóvenes estudiantes y a ellos les caía al dedo aquello de “estudiante cumple la ley del ladrillo, tiene vacío el bolsillo”. Nuestros amigos hablaban y hablaban buscando una solución que les permita gozar como los buenos la próxima fiesta, sin escuchar incómodas indirectas y sufrir “discriminación” a la hora de la repartición de las libaciones.
Estaban en esos cubileteos cuando Puco, uno de los más entusiastas del grupo, dijo - ¿por qué uno de nosotros no entra de mayordomo? - la idea quedó flotando en el aire debido a que todo el mundo se quedó mudo y ninguno se atrevía a abrir la boca; claro la realidad era simple y dura, hacerse responsable de uno de los cargos para pasar la fiesta era cosa seria y ninguno de los presentes estaba en condición de afrontarla. De todas formas, la idea seguía flotando y solo faltaba como darle forma, es decir hacerla realidad. Todos se miraban unos a otros, soltaban una que otra idea, pero no hilvanaban nada concreto. De pronto una voz, nadie recuerda quién, dice –“Pepe ¿Por qué no te animas? Si aceptas todos te ayudamos”- El prospecto de futuro mayordomo, acosado por todos sus amigos, estaba como corazón de quinceañera, sin poder decidirse a decir sí o no. En medio de semejante drama de indecisión Rashu se encargó de dar la estocada final: “Si entras te doy la banda -a lo que rápido y presto Puco acotó- y yo te doy la casa para la fiesta”; inmediatamente, cada uno de los presentes se fue “apuntando” con lo que iba a colaborar. Frente a semejante presión, entusiasmo y generosidad de sus amigos al pobre Pepe no le quedó más remedio que arrear bandera y aceptar pasar la mayordomía el año siguiente. Además, la idea ya iba tomando forma y ahora el prospecto de mayordomo tenía que dar el segundo paso para oficializar la toma del cargo.
Una vez definida la aceptación del nuevo funcionario, había que acercarse a la mesa de las autoridades en donde se realizaba la ceremonia de las elecciones para la respectiva firma del acta de compromiso, previo salucito con los de la mesa se entiende. Al ver la juventud del candidato a mayordomo el encargado de la mesa le dijo, muy suavemente, por cierto - ¿Sabes el compromiso en que te estas metiendo? - a lo que el buen Pepe contesto decididamente con un rotundo y decidido si … como el que todo cristiano bien nacido suelta en la iglesia o la municipalidad antes de ponerse la soga al cuello y llevarse a su quitasueño, sin saber lo que le depara el destino. Así las cosas y ya con mayordomo seguro los procuradores fueron a festejar y realizar los planes para la fiesta. A poco de eso llegó Huahua y, enterado del acontecimiento, completó la faena con su ofrecimiento: un toro para carne. En ese momento nació la frase que se convirtió en eslogan de fiesta “Rashu la Banda, Huahua el toro, Pepe la pinta”.
Como no hay deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla, pasaron los meses y pronto llegaron las vísperas para la fiesta, el mayordomo se había preparado, casi todos los guellis habían cumplido, la banda de Roca había sido contratada por el buen Rashu, la carne estaba colgando y el ánimo de los jóvenes de ese entonces estaba por todo lo alto. Para comenzar, se hicieron amigos de los músicos de la banda y al amanecer, luego de la víspera, estos los acompañaron a las nueve de la mañana para que se den una vueltecita huaylishando, por la plaza de armas, como diciendo ahora tenemos nuestra fiesta propia y la gozamos a nuestro regalado gusto. La banda que, por lo que sabemos, estaba en sus inicios necesita marquetearse y sacaba lo mejor de su repertorio, puso todo de su parte para alegrar la reunión de la muchachada, ganando el segundo puesto del tradicional concurso de bandas en el cual participaban las bandas de Llipa, Huasta y del Colegio Coronel Bolognesi; gracias al empuje, aliento y bulliciosa barra que le hacían sus fanáticos, vale decir los que esos días bailaron a sus compases como si el fin del mundo estuviera estuviera a la vuelta de la esquina. Demás está decir que los participantes de la fiesta gozaron hasta el cansancio y los promotores lo hacían con gusto sin tener que soportar indirectas, dirigidas directamente…
Ver las fotografías que acompañan esta nota, proporcionadas por el mayordomo 1972, hace retroceder en el tiempo y comprender cómo han pasado los años para todos, dejando su marca en esos rostros juveniles y llenos de alegría. los ojos se humedecen cuando vemos amigos que ya no están con nosotros. Volver a mirar a Cancho, Mono Antuco, Cholito Corazón, Challe Espejo, los hermanos Lucho y Pepe López, Gato Martín, nos hace realizar con nostalgia mal disimulada, cuan frágil, pasajera y fugaz es la vida; como los años pasan velozmente, sin que nos demos cuenta, como si la vida fuera eterna. Igualmente, como para recordarnos que no todo es felicidad y que hay momentos de dolor y tragedia, en una de las fotografías se puede apreciar la torre de la iglesia caída como cosecuencia del terremoto del 70 que azoló nuestro departamento.
Han pasado cuarenta y ocho años de esta historia, algunos de los partícipes en aquella inolvidable fiesta todavía nos reunimos, así sea cibernéticamente. Fuimos compañeros de juegos infantiles, de aulas de clase, de palomilladas juveniles y en nuestra adultez, de triunfos y derrotas, porque la amistad sincera se valora, se comparte porque es parte de nuestra vida. Pese a que estamos comenzando a vivir, lo que se llama eufimísticamente, por decir lo menos, “edad de oro”, nos mantenemos jóvenes de espíritu, con la misma chispa de siempre, pero sobre todo manteniendo incólume nuestra amistad de toda una vida que, al final de cuentas es lo que vale.
Corría el año 1971 cuando un grupo de jóvenes de entonces conversaban en una de las bancas de la antigua Plaza de Armas mientras se celebraban las elecciones para nombrar a los nuevos funcionarios. Era raro verlos así, hablando tranquilos y sin huellas de haber pasado mala noche, sobre todo en época de fiesta, debido a que eran infaltables en las fiestas que se realizaban en casa de los funcionarios. Parece que en alguna les hicieron sentir mal cuando algún pariente del funcionario de marras mencionó la palabra “guelly”, costumbre muy chiquiana que “alivia” los rigores del gasto que significa pasar la fiesta.
Casi todos los participantes de la tertulia, con excepción de dos o tres que apenas iniciaban su carrera magisterial, eran jóvenes estudiantes y a ellos les caía al dedo aquello de “estudiante cumple la ley del ladrillo, tiene vacío el bolsillo”. Nuestros amigos hablaban y hablaban buscando una solución que les permita gozar como los buenos la próxima fiesta, sin escuchar incómodas indirectas y sufrir “discriminación” a la hora de la repartición de las libaciones.
Estaban en esos cubileteos cuando Puco, uno de los más entusiastas del grupo, dijo - ¿por qué uno de nosotros no entra de mayordomo? - la idea quedó flotando en el aire debido a que todo el mundo se quedó mudo y ninguno se atrevía a abrir la boca; claro la realidad era simple y dura, hacerse responsable de uno de los cargos para pasar la fiesta era cosa seria y ninguno de los presentes estaba en condición de afrontarla. De todas formas, la idea seguía flotando y solo faltaba como darle forma, es decir hacerla realidad. Todos se miraban unos a otros, soltaban una que otra idea, pero no hilvanaban nada concreto. De pronto una voz, nadie recuerda quién, dice –“Pepe ¿Por qué no te animas? Si aceptas todos te ayudamos”- El prospecto de futuro mayordomo, acosado por todos sus amigos, estaba como corazón de quinceañera, sin poder decidirse a decir sí o no. En medio de semejante drama de indecisión Rashu se encargó de dar la estocada final: “Si entras te doy la banda -a lo que rápido y presto Puco acotó- y yo te doy la casa para la fiesta”; inmediatamente, cada uno de los presentes se fue “apuntando” con lo que iba a colaborar. Frente a semejante presión, entusiasmo y generosidad de sus amigos al pobre Pepe no le quedó más remedio que arrear bandera y aceptar pasar la mayordomía el año siguiente. Además, la idea ya iba tomando forma y ahora el prospecto de mayordomo tenía que dar el segundo paso para oficializar la toma del cargo.
Una vez definida la aceptación del nuevo funcionario, había que acercarse a la mesa de las autoridades en donde se realizaba la ceremonia de las elecciones para la respectiva firma del acta de compromiso, previo salucito con los de la mesa se entiende. Al ver la juventud del candidato a mayordomo el encargado de la mesa le dijo, muy suavemente, por cierto - ¿Sabes el compromiso en que te estas metiendo? - a lo que el buen Pepe contesto decididamente con un rotundo y decidido si … como el que todo cristiano bien nacido suelta en la iglesia o la municipalidad antes de ponerse la soga al cuello y llevarse a su quitasueño, sin saber lo que le depara el destino. Así las cosas y ya con mayordomo seguro los procuradores fueron a festejar y realizar los planes para la fiesta. A poco de eso llegó Huahua y, enterado del acontecimiento, completó la faena con su ofrecimiento: un toro para carne. En ese momento nació la frase que se convirtió en eslogan de fiesta “Rashu la Banda, Huahua el toro, Pepe la pinta”.
Como no hay deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla, pasaron los meses y pronto llegaron las vísperas para la fiesta, el mayordomo se había preparado, casi todos los guellis habían cumplido, la banda de Roca había sido contratada por el buen Rashu, la carne estaba colgando y el ánimo de los jóvenes de ese entonces estaba por todo lo alto. Para comenzar, se hicieron amigos de los músicos de la banda y al amanecer, luego de la víspera, estos los acompañaron a las nueve de la mañana para que se den una vueltecita huaylishando, por la plaza de armas, como diciendo ahora tenemos nuestra fiesta propia y la gozamos a nuestro regalado gusto. La banda que, por lo que sabemos, estaba en sus inicios necesita marquetearse y sacaba lo mejor de su repertorio, puso todo de su parte para alegrar la reunión de la muchachada, ganando el segundo puesto del tradicional concurso de bandas en el cual participaban las bandas de Llipa, Huasta y del Colegio Coronel Bolognesi; gracias al empuje, aliento y bulliciosa barra que le hacían sus fanáticos, vale decir los que esos días bailaron a sus compases como si el fin del mundo estuviera estuviera a la vuelta de la esquina. Demás está decir que los participantes de la fiesta gozaron hasta el cansancio y los promotores lo hacían con gusto sin tener que soportar indirectas, dirigidas directamente…
Ver las fotografías que acompañan esta nota, proporcionadas por el mayordomo 1972, hace retroceder en el tiempo y comprender cómo han pasado los años para todos, dejando su marca en esos rostros juveniles y llenos de alegría. los ojos se humedecen cuando vemos amigos que ya no están con nosotros. Volver a mirar a Cancho, Mono Antuco, Cholito Corazón, Challe Espejo, los hermanos Lucho y Pepe López, Gato Martín, nos hace realizar con nostalgia mal disimulada, cuan frágil, pasajera y fugaz es la vida; como los años pasan velozmente, sin que nos demos cuenta, como si la vida fuera eterna. Igualmente, como para recordarnos que no todo es felicidad y que hay momentos de dolor y tragedia, en una de las fotografías se puede apreciar la torre de la iglesia caída como cosecuencia del terremoto del 70 que azoló nuestro departamento.
Han pasado cuarenta y ocho años de esta historia, algunos de los partícipes en aquella inolvidable fiesta todavía nos reunimos, así sea cibernéticamente. Fuimos compañeros de juegos infantiles, de aulas de clase, de palomilladas juveniles y en nuestra adultez, de triunfos y derrotas, porque la amistad sincera se valora, se comparte porque es parte de nuestra vida. Pese a que estamos comenzando a vivir, lo que se llama eufimísticamente, por decir lo menos, “edad de oro”, nos mantenemos jóvenes de espíritu, con la misma chispa de siempre, pero sobre todo manteniendo incólume nuestra amistad de toda una vida que, al final de cuentas es lo que vale.