josé antonio salazar mejía
LOS ANCIANOS MENDICANTES
Recogido en 1980 por el Prof. Julio Collazos, tronco de una de las familias más respetadas de Corongo.
Corongo es un pueblo singular. Como si el tiempo se hubiese detenido, la vida transcurre apacible en dicha ciudad. No hay muchos cambios, no hay novedades, sólo en tiempo de fiesta se agita verdaderamente Corongo, luego vuelve a su parsimonia habitual. Conserva antiguas tradiciones como la de sus Jueces de Agua, autoridades campesinas de mayor peso que el mismo alcalde.
Será por ello que en Corongo se hallan vivas leyendas tan antiguas como la wayra warmi y la del dios Guari. Leyendas que se cuentan como si recién hubieran acontecido en los últimos años.
De la wayra warmi, o mujer viento, hemos leído en los compendios de Marcos Yauri, pero la versión que se narra en Corongo es muy especial. Cuentan que hace mucho tiempo, en una apacible tarde de agosto, época de las cosechas de trigo, apareció una mujer vestida de modo inusual por lo que los coronguinos dedujeron que venía de algún remoto lugar. La mujer era alta y delgada, de rostro enjuto y cabellos canos; se distinguía por un detalle especial en su caminar, lo hacía con pequeños y ligeros pasos.
La extraña mujer se cubría con un raído sombrero negro y un pañolón del mismo color, y recorría de parva en parva pidiendo un poco de trigo para guardarlo en una alforja que portaba en los hombros. Nadie se explica cómo los coronguinos, gente proverbialmente dadivosa, reaccionaron de un modo diferente ante la extraña mujer.
Nadie se dio cuenta del momento en que la mujer se encaminó hacia el cerro San Cristóbal, cada uno afanado en sus quehaceres ni siquiera reparó cuando se escucharon las airadas voces de la mujer.
Llegado el primer día de agosto, muy de madrugada se sintió un ruido muy extraño, venía del norte y sobresaltó a todo Corongo, en momentos sopló un viento huracanado como jamás se había sentido en la población. La gente, muy atemorizada, empezó a gritar:
Desde entonces, todos los meses de agosto en Corongo soplan fuertes vientos, como si la wayra warmi estuviera de regreso y echara nuevamente sus maldiciones sobre las sementeras cornguinas.
Así como la wayra warmi que en el Ande se le considera una deidad andina, en Corongo apareció un buen día el dios Guari reencarnado.Muchos atributos del dios Guari se repiten en su sucesor, el dios Wiracocha, dios que sentó sus reales en el sur del país. Ambos dioses al tomar la forma humana la hacían corporizándose en venerables ancianos de ojos claros, cabellos canos y largas barbas, generalmente vestidos de andrajos. Hasta en los mitos costeños como el de Vichama, aparece un anciano andrajoso que en realidad es un majestuoso dios andino, disfrazado para probar el corazón de los hombres.
Pues bien, una tarde llegó a Paqatqui, famoso por sus baños termales, un anciano que encontró a un hombre trabajando en su chacra.
El segundo hombre, por el contrario, tuvo una terrible impresión cuando llegó a su chacra y vio que ésta había desaparecido; en su lugar encontró una larga avenida llena de rocas y entre ellas se deslizaban serpientes venenosas de refulgentes colores junto a las lagartijas que se escondían por entre las espinas que surgían de entre las rocas. Tarde, muy tarde se arrepintió de su proceder de la tarde anterior, ya no podía remediar el mal causado a su propia heredad.
Aún hoy en día, en el lugar, subiendo desde Paqatqui hacia Yánac, se puede apreciar un aluvión ciclópeo que baja hacia el río Chullín abriéndose camino entre primorosos trigales, enormes piedras marcan el camino de un aluvión que ocurrió hace cientos de años. Este suceso histórico, los coronguinos lo recuerdan con esta hermosa tradición atribuida al dios Guari, dios de nuestros antepasados.
Si alguna anciana o anciano toda a tu puerta, no lo desprecies, pueden ser la wayra warmi o el dios Guari disfrazados de esos indefensos personajes, que llegan a probar la nobleza de tu corazón y la grandeza de tu alma.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]
Corongo es un pueblo singular. Como si el tiempo se hubiese detenido, la vida transcurre apacible en dicha ciudad. No hay muchos cambios, no hay novedades, sólo en tiempo de fiesta se agita verdaderamente Corongo, luego vuelve a su parsimonia habitual. Conserva antiguas tradiciones como la de sus Jueces de Agua, autoridades campesinas de mayor peso que el mismo alcalde.
Será por ello que en Corongo se hallan vivas leyendas tan antiguas como la wayra warmi y la del dios Guari. Leyendas que se cuentan como si recién hubieran acontecido en los últimos años.
De la wayra warmi, o mujer viento, hemos leído en los compendios de Marcos Yauri, pero la versión que se narra en Corongo es muy especial. Cuentan que hace mucho tiempo, en una apacible tarde de agosto, época de las cosechas de trigo, apareció una mujer vestida de modo inusual por lo que los coronguinos dedujeron que venía de algún remoto lugar. La mujer era alta y delgada, de rostro enjuto y cabellos canos; se distinguía por un detalle especial en su caminar, lo hacía con pequeños y ligeros pasos.
La extraña mujer se cubría con un raído sombrero negro y un pañolón del mismo color, y recorría de parva en parva pidiendo un poco de trigo para guardarlo en una alforja que portaba en los hombros. Nadie se explica cómo los coronguinos, gente proverbialmente dadivosa, reaccionaron de un modo diferente ante la extraña mujer.
- Mamita, dame trigo.
- No tengo, vuélvete más rato.
- Mamita, dame tu trigo.
- Recién estoy cosechando señora…
- Tayta, dame trigo.
- Estoy ocupado señora.
- Tayta, dame trigo por favor.
- No me moleste señora…
Nadie se dio cuenta del momento en que la mujer se encaminó hacia el cerro San Cristóbal, cada uno afanado en sus quehaceres ni siquiera reparó cuando se escucharon las airadas voces de la mujer.
- ¡Miserables coronguinos! ¡Tacaños…! Les he pedido un poco de trigo y ustedes no me lo han regalado. Pero les va a costar muy caro su desaire. ¡Escúchenme bien! A partir del año entrante, en este mes soplarán vientos muy fuertes… ¡Acabarán con sus trigales, sus árboles y sus tejados! ¡Se acordarán de mí, miserables!
- ¡Bárbaro, corría como el viento! –fue el comentario de las perseguidoras que frustradas por no poderle dar un buen escarmiento a la atrevida mujer, retornaron a Corongo comentando los sucesos de la jornada.
Llegado el primer día de agosto, muy de madrugada se sintió un ruido muy extraño, venía del norte y sobresaltó a todo Corongo, en momentos sopló un viento huracanado como jamás se había sentido en la población. La gente, muy atemorizada, empezó a gritar:
- ¡Wayra, wayra,wayra! -¡Viento, viento, viento!
- ¡Era la wayra warmi la que nos había maldecido!
- Le hubiéramos dado el trigo que nos pedía…
- ¡Wayra warmimaldiciada!
- ¡Cómo fallamos…! Ahora lo hemos perdido todo…
- ¡Maldición de la wayra warmi había sido!
Desde entonces, todos los meses de agosto en Corongo soplan fuertes vientos, como si la wayra warmi estuviera de regreso y echara nuevamente sus maldiciones sobre las sementeras cornguinas.
Así como la wayra warmi que en el Ande se le considera una deidad andina, en Corongo apareció un buen día el dios Guari reencarnado.Muchos atributos del dios Guari se repiten en su sucesor, el dios Wiracocha, dios que sentó sus reales en el sur del país. Ambos dioses al tomar la forma humana la hacían corporizándose en venerables ancianos de ojos claros, cabellos canos y largas barbas, generalmente vestidos de andrajos. Hasta en los mitos costeños como el de Vichama, aparece un anciano andrajoso que en realidad es un majestuoso dios andino, disfrazado para probar el corazón de los hombres.
Pues bien, una tarde llegó a Paqatqui, famoso por sus baños termales, un anciano que encontró a un hombre trabajando en su chacra.
- ¿Qué hace usted, buen hombre? –Le preguntó amigablemente.
- Aquí señorcito, sembrando mi trigo. Si Dios quiere producirá una buena cosecha para el pan de mis hijos. –Respondió el hombre con suma naturalidad.
- Dios así lo va a querer, buen hombre. –Añadió el anciano con acento profético.
- ¿Qué estás haciendo, hijo? –Preguntó amigablemente.
- ¡Estoy sembrando culebras, lagartijas, espinas y rocas! –Contestó malhumorado y sin levantar la cabeza el segundo hombre al considerar impertinente la pregunta. Luego cuando quiso ver quién era el que le había tratado de interrumpir en su trabajo, solo pudo ver que un anciano se alejaba silenciosamente.
El segundo hombre, por el contrario, tuvo una terrible impresión cuando llegó a su chacra y vio que ésta había desaparecido; en su lugar encontró una larga avenida llena de rocas y entre ellas se deslizaban serpientes venenosas de refulgentes colores junto a las lagartijas que se escondían por entre las espinas que surgían de entre las rocas. Tarde, muy tarde se arrepintió de su proceder de la tarde anterior, ya no podía remediar el mal causado a su propia heredad.
Aún hoy en día, en el lugar, subiendo desde Paqatqui hacia Yánac, se puede apreciar un aluvión ciclópeo que baja hacia el río Chullín abriéndose camino entre primorosos trigales, enormes piedras marcan el camino de un aluvión que ocurrió hace cientos de años. Este suceso histórico, los coronguinos lo recuerdan con esta hermosa tradición atribuida al dios Guari, dios de nuestros antepasados.
Si alguna anciana o anciano toda a tu puerta, no lo desprecies, pueden ser la wayra warmi o el dios Guari disfrazados de esos indefensos personajes, que llegan a probar la nobleza de tu corazón y la grandeza de tu alma.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]