Filomeno zubieta núñez
LO QUE SE HA DICHO Y ESCRITO DE LUIS PARDO III
El maestro Jorge Basadre en el tomo XII de Historia de la República del Perú (año 1968, pp. 193-195), le dedica dos temas a Luis Pardo: el primero, a su muerte acaecida el 5 de enero de 1909 y que las mayorías se enteraron por las noticias propaladas por el diario El Comercio el 29 del mismo mes y año; el otro, está referido a la presencia de Luis Pardo en el cancionero criollo iniciada con el vals La Andarita, con fragmentos del Canto a Luis Pardo publicado en el periódico Integridad en 1909.
En 1978 la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga publica un pequeño volumen intitulado Nueva narrativa peruana (año 1978, UNSCH, 84 pp.) de tres promesas de la literatura estudiantil: Manuel Granados, Raúl Zárate Aquino y Julián Pérez Huarancca. El segundo de ellos, el jaujino Raúl Zárate, participa en esta obra con su trabajo titulado Los hijos del Yerupajá (pp. 49-54) donde con lenguaje coloquial hace un recuento de los pasajes más saltantes de la vida de Luis Pardo:
“…y el sol cayó de lleno sobre los campos y empezó a resplandecer las nieves del Yerupajá como si fuera a estallar en llamas” (p. 54).
El escritor y pintor huanuqueño Mauro Aquino Albornoz, publica en el año 1978, Yerupajá, los días de Melchor Albornoz y Luis Pardo (año1978, ediciones G. Herrera, 265 pp.). Novela de realismo pueblerino, describe la geografía común a Huánuco y Ancash con el nevado como monte sagrado y tutelar que será escenario de las correrías de estos dos personajes.
En 1983 el equipo dirigido por Teresa Oré, dedicado a la historia oral, edita el libro Memorias de un viejo luchador campesino: Juan H. Pévez, con los testimonios del líder campesino Juan Hipólito Pévez que dirigiera las luchas por la recuperación y defensa de las tierras comunales en Ica en 1922, éste resalta la cierta unidad y protección mutua del campesinado y los bandoleros contra los hacendados y da su definición de quiénes eran los bandoleros:
“Eran personajes famosos y muy conocidos por todos en el valle de Ica. Se tejían historias alrededor de sus hazañas y eran las preferidas para ser escuchadas. Así, los viejos sobre todo, me contaban del famoso José Morón cuya fama era conocida en todo el valle. Se contaba que lo que robaba era no sólo para él, sino que ayudaba a los hogares y familias pobres de campesinos. ¡Sólo robaba a los ricos, nunca a los pobres! Se decía que todo lo que robaba, lo regalaba a los pobres. Cosa igual oí de un bandolero famoso en el norte, llamado Luis Pardo, que también hacía lo mismo: robaba a los ricos para dárselo a los pobres” (p. 43).
El historiador Alberto Flores Galindo en 1987 publica su libro Buscando un Inca, donde recrea aspectos vinculados con las festividades patronales de pueblos como Chiquián, Mangas, Aquia y otros de la provincia de Bolognesi; al tocar el tema de Luis Pardo reconoce que por su época (la transición del siglo XIX al XX) la debilidad del Estado provocaba el enfrentamiento de unos hacendados con otros y de éstos con los bandoleros.
“El bandido es un personaje típico de esos años. Junto a Luis Pardo, el más conocido, perennizado en canciones y relatos, que actuaba en las inmediaciones de Chiquián, tenemos a Morón con sus bandas recorriendo los valles de Ica, a Lino Ureta en Cañete, a Adolfo Rondón, durante más de treinta años perseguido por los gendarmes de Moquegua, Puno y Cusco y llegando hasta La Paz en sus correrías” (p. 295).
Pero también reconoce que el bandido social –aquel que robaba a los ricos para ayudar a los pobres– era una excepción. Es decir, ante tantos abigeos y bandidos, el caso de Luis Pardo es un caso singular.
De otro lado, el historiador Manuel Burga Díaz, en su libro Nacimiento de una utopía: muerte y resurrección de los Incas (año 1988, IAA, 428 pp.), rescata el significado de Luis Pardo –su opción por los pobres y discriminados– haciendo de Inca en la fiesta patronal de Santa Rosa, cuando por su extracción y situación de clase le correspondía hacer de Capitán (p. 34).
El maestro cajatambino Donato Amador Híjar Soto, en su libro Raíces del folklore peruano (año 1990, s.p.i., 136 pp.), le dedica varias páginas a nuestro personaje con el título Telmo Luis Pardo Novoa (El Bandolero) (pp. 100-106), en base a testimonios de personas mayores recogidos en Cajatambo, Chiquián y Chancay, concluye:
“…hablar de la vida del defensor de los indios, del benefactor social de los desposeídos, del hombre sin miedo ante las injusticias, como fue Luis Pardo Novoa, es hacer precisamente historia y al escribir su nombre en estas líneas, es hacer honor y justicia a un digno ciudadano, a un patriota, a un apasionado de su raza, al abanderado de la clase social explotada y marginada, es resaltar las virtudes de un luchador social, de un convencido del indigenismo, que brindó su vida por defender las miserias y necesidades de la gente de su pueblo, porque supo rebelarse con razón y justicia ante la tiranía de los terratenientes y gobernantes corruptos de esa época” (p. 100).
En 1990 se publica el libro Bandolerismo, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX. Aquí, Erick D. Langer, si bien no se refiere específicamente a Luis Pardo, sí en general considera que:
“El bandolerismo social es una de las muchas respuestas posibles a las presiones sociales y económicas sobre la sociedad campesina” (p. 254).
El historiador caracino Augusto Alba Herrera, autor del acucioso estudio Atusparia en la revolución campesina de 1885 en Ancash, en su libro Ancash en el recuerdo y para el recuerdo (año 1994, 292 pp.), le dedica a Luis Pardo unas páginas con el título de El Robin del páramo andino de Ancash (pp. 110-119). No sólo analiza las circunstancias y el contexto del desarrollo de las correrías de lo que denomina el Robin Hood Chiquiano, sino que brinda referencias de uno de los primeros estudiosos de Luis Pardo como fue el ilustre ancashino Ladislao F. Meza. Extractamos parte de su comentario:
“En el departamento de Ancash es donde se tiene formado el verdadero concepto de lo que fue en vida Luis Pardo. El merecimiento de su recuerdo tiene para estar en la memoria de los hijos del pueblo, de los infelices labriegos, de los campesinos siempre explotados por las cuatro o cinco familias de un gamonalismo tradicional que han conseguido enriquecerse con robos que presentan ciertos visos de legalidad, tales como suplantaciones de testamentos, exhibición de escrituras fingidas, remates y otros enredos semejantes en el tinterillaje muy desarrollado en Ancash, guarda como recursos infaltables para que el primer audaz y sinvergüenza se convirtiera en breve plazo en todo un señor de capital y de influencias portentosas. Por supuesto, este criterio de apreciación no es absoluto, no es el que pone en unanimidad el modo de ver de los habitantes de Ancash. Hay otro: el de los que la conciencia pública tilda como antes de la tragedia que vivió en sus días el espíritu fuerte de Luis Pardo. Aquel que propagan los enemigos de la familia Pardo, aquel que alimentan con los más duros epítetos de odio a la memoria del hombre que los pobres, los infelices, llegaron a calificar como la justicia en marcha sobre los campos de la unidad territorial, en la que la justicia residía sobre el trabajo que al brazo llevaban los señores para asesinar a los débiles para despojar a los pobres, para enfangar en la vileza a los tristes.” (p. 118).
En 1978 la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga publica un pequeño volumen intitulado Nueva narrativa peruana (año 1978, UNSCH, 84 pp.) de tres promesas de la literatura estudiantil: Manuel Granados, Raúl Zárate Aquino y Julián Pérez Huarancca. El segundo de ellos, el jaujino Raúl Zárate, participa en esta obra con su trabajo titulado Los hijos del Yerupajá (pp. 49-54) donde con lenguaje coloquial hace un recuento de los pasajes más saltantes de la vida de Luis Pardo:
“…y el sol cayó de lleno sobre los campos y empezó a resplandecer las nieves del Yerupajá como si fuera a estallar en llamas” (p. 54).
El escritor y pintor huanuqueño Mauro Aquino Albornoz, publica en el año 1978, Yerupajá, los días de Melchor Albornoz y Luis Pardo (año1978, ediciones G. Herrera, 265 pp.). Novela de realismo pueblerino, describe la geografía común a Huánuco y Ancash con el nevado como monte sagrado y tutelar que será escenario de las correrías de estos dos personajes.
En 1983 el equipo dirigido por Teresa Oré, dedicado a la historia oral, edita el libro Memorias de un viejo luchador campesino: Juan H. Pévez, con los testimonios del líder campesino Juan Hipólito Pévez que dirigiera las luchas por la recuperación y defensa de las tierras comunales en Ica en 1922, éste resalta la cierta unidad y protección mutua del campesinado y los bandoleros contra los hacendados y da su definición de quiénes eran los bandoleros:
“Eran personajes famosos y muy conocidos por todos en el valle de Ica. Se tejían historias alrededor de sus hazañas y eran las preferidas para ser escuchadas. Así, los viejos sobre todo, me contaban del famoso José Morón cuya fama era conocida en todo el valle. Se contaba que lo que robaba era no sólo para él, sino que ayudaba a los hogares y familias pobres de campesinos. ¡Sólo robaba a los ricos, nunca a los pobres! Se decía que todo lo que robaba, lo regalaba a los pobres. Cosa igual oí de un bandolero famoso en el norte, llamado Luis Pardo, que también hacía lo mismo: robaba a los ricos para dárselo a los pobres” (p. 43).
El historiador Alberto Flores Galindo en 1987 publica su libro Buscando un Inca, donde recrea aspectos vinculados con las festividades patronales de pueblos como Chiquián, Mangas, Aquia y otros de la provincia de Bolognesi; al tocar el tema de Luis Pardo reconoce que por su época (la transición del siglo XIX al XX) la debilidad del Estado provocaba el enfrentamiento de unos hacendados con otros y de éstos con los bandoleros.
“El bandido es un personaje típico de esos años. Junto a Luis Pardo, el más conocido, perennizado en canciones y relatos, que actuaba en las inmediaciones de Chiquián, tenemos a Morón con sus bandas recorriendo los valles de Ica, a Lino Ureta en Cañete, a Adolfo Rondón, durante más de treinta años perseguido por los gendarmes de Moquegua, Puno y Cusco y llegando hasta La Paz en sus correrías” (p. 295).
Pero también reconoce que el bandido social –aquel que robaba a los ricos para ayudar a los pobres– era una excepción. Es decir, ante tantos abigeos y bandidos, el caso de Luis Pardo es un caso singular.
De otro lado, el historiador Manuel Burga Díaz, en su libro Nacimiento de una utopía: muerte y resurrección de los Incas (año 1988, IAA, 428 pp.), rescata el significado de Luis Pardo –su opción por los pobres y discriminados– haciendo de Inca en la fiesta patronal de Santa Rosa, cuando por su extracción y situación de clase le correspondía hacer de Capitán (p. 34).
El maestro cajatambino Donato Amador Híjar Soto, en su libro Raíces del folklore peruano (año 1990, s.p.i., 136 pp.), le dedica varias páginas a nuestro personaje con el título Telmo Luis Pardo Novoa (El Bandolero) (pp. 100-106), en base a testimonios de personas mayores recogidos en Cajatambo, Chiquián y Chancay, concluye:
“…hablar de la vida del defensor de los indios, del benefactor social de los desposeídos, del hombre sin miedo ante las injusticias, como fue Luis Pardo Novoa, es hacer precisamente historia y al escribir su nombre en estas líneas, es hacer honor y justicia a un digno ciudadano, a un patriota, a un apasionado de su raza, al abanderado de la clase social explotada y marginada, es resaltar las virtudes de un luchador social, de un convencido del indigenismo, que brindó su vida por defender las miserias y necesidades de la gente de su pueblo, porque supo rebelarse con razón y justicia ante la tiranía de los terratenientes y gobernantes corruptos de esa época” (p. 100).
En 1990 se publica el libro Bandolerismo, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos XVIII-XX. Aquí, Erick D. Langer, si bien no se refiere específicamente a Luis Pardo, sí en general considera que:
“El bandolerismo social es una de las muchas respuestas posibles a las presiones sociales y económicas sobre la sociedad campesina” (p. 254).
El historiador caracino Augusto Alba Herrera, autor del acucioso estudio Atusparia en la revolución campesina de 1885 en Ancash, en su libro Ancash en el recuerdo y para el recuerdo (año 1994, 292 pp.), le dedica a Luis Pardo unas páginas con el título de El Robin del páramo andino de Ancash (pp. 110-119). No sólo analiza las circunstancias y el contexto del desarrollo de las correrías de lo que denomina el Robin Hood Chiquiano, sino que brinda referencias de uno de los primeros estudiosos de Luis Pardo como fue el ilustre ancashino Ladislao F. Meza. Extractamos parte de su comentario:
“En el departamento de Ancash es donde se tiene formado el verdadero concepto de lo que fue en vida Luis Pardo. El merecimiento de su recuerdo tiene para estar en la memoria de los hijos del pueblo, de los infelices labriegos, de los campesinos siempre explotados por las cuatro o cinco familias de un gamonalismo tradicional que han conseguido enriquecerse con robos que presentan ciertos visos de legalidad, tales como suplantaciones de testamentos, exhibición de escrituras fingidas, remates y otros enredos semejantes en el tinterillaje muy desarrollado en Ancash, guarda como recursos infaltables para que el primer audaz y sinvergüenza se convirtiera en breve plazo en todo un señor de capital y de influencias portentosas. Por supuesto, este criterio de apreciación no es absoluto, no es el que pone en unanimidad el modo de ver de los habitantes de Ancash. Hay otro: el de los que la conciencia pública tilda como antes de la tragedia que vivió en sus días el espíritu fuerte de Luis Pardo. Aquel que propagan los enemigos de la familia Pardo, aquel que alimentan con los más duros epítetos de odio a la memoria del hombre que los pobres, los infelices, llegaron a calificar como la justicia en marcha sobre los campos de la unidad territorial, en la que la justicia residía sobre el trabajo que al brazo llevaban los señores para asesinar a los débiles para despojar a los pobres, para enfangar en la vileza a los tristes.” (p. 118).
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