JOSÉ ANTONIO SALAZAR MEJÍA
SIMÓN BOLÍVAR Y LA CHUSCADA
Versión recogida en 1995. El infórmate fue el folclorista carasino José Malca Landaveri.
1824 fue un año feliz, año de la consolidación de nuestra independencia nacional; aunque esto es un decir, pues si bien nos libramos del yugo español, los criollos que asumieron el mando, de muy buen grado aceptaron el yugo económico inglés, con lo que prosiguió nuestra dependencia. En el mes de marzo de ese dichoso año, en nuestra zona se encontraba el germen de Ejército Patriota al mando del Libertador don Simón Bolívar y Palacios, conocido en la posteridad como Simón bolívar, a secas.
Por esas cosas del destino, el Ejército Patriota, que debía enfrentarse meses después con el Ejército Realista en los campos de Junín Y Ayacucho, estaba conformado mayoritariamente por soldados venezolanos, colombianos, ecuatorianos y algunos argentinos y chilenos que quedaron dela ápoca de San Martín. Los únicos peruanos de esa legión extranjera, lo recalcamos, eran los huaylinos - Hoy ancashinos – que gustosos se enrolaron en las filas patriotas para lograr la por entonces tan ansiada independencia nacional.
Don simón bolívar, muy aficionado a probar la fruta del paraíso, por estos lares ya tenía en su haber varias conquistas amorosas, la más notoria fue la de Manuelita Madroño, fina dama huaylina que cayó rendida ante la gloria y aureola del Libertador. Hallábase a sus anchas don Simón cuando fue invitado a la villa de Hatun Huaylas a pasar unos días de descanso. Él, que venía de una larga convalecencia en Pativilca, aceptó gustoso, pues se enteró que el clima de Huaylas era más agradable que el de Carás.
Una vez instalado en el lugar, recibió el cariñoso saludo de los residentes que organizaron una gran fiesta en su honor. El día señalado se adornó toda la villa con guirnaldas de flores y banderas peruanas, se leyeron hermosos discursos que bien podían compararse al de Choquahuanca, y se tuvo buena mesa y mantel largo. Como no podía ser de otra manera, se terminó la reunión con un baile general. Se danzó la cuadrilla y el minué, y se brindó con finos licores y con la sabrosa y ancestral chicha de jora, bebida muy apreciada por el Libertador, pues con ella sentía reponer su vigor y parecerse y parecerse a un toro en primavera.
Cuando ya finalizaba la fiesta, Bolívar escuchó que en la calle un grupo de indígenas ejecutaba una agradable melodía al son de caja y flauta. Intrigado y con el atrevimiento que da el licor, solicitó conocer qué clase de música era aquella. El gobernador de la villa, don Aquilino Zambrano, bastante confundido trató de desviar la conversación.
- ¡Vamos señores, a bailar, que esto no es velorio, no fiesta de godos! –Alzó la voz don Simón Bolívar.
- ¡Sí, a bailar, a bailar! –Respondieron sin mucho entusiasmo los acompañantes del gobernador.
- Pero primero que su excelencia vea como se baila en las estancias –cortó por lo sano don Aquilino, y empujó a una pareja de indios al centro del salón.
Las roncadoras ejecutaban un huayno tradicional y el Libertador pudo admirar la gracia y el salero con que se baila nuestra música. Como era muy aficionado al baile, dejando de lado todo remilgo, se quitó la espada del cinto y con gesto cortés solicitó al campesino le ceda su pareja para bailar con ella. Y se despachó un huaynito a todo dar. En el zapateo la china se esmeró en echar el resto, don Simón no se quiso quedar atrás y comenzó a imitar las piruetas de su ocasional pareja.
La multitud deliraba de encanto al ver a todo un libertador entregado con mucho ahínco a sacar virutas del piso con sus botas. Al estilo nuestro, después de la primera viene la segunda y luego el chico, pues en Áncash sin no se bailan tres piezas juntas, no se ha bailado nada.
Lo músicos ejecutaron finalmente el clásico remate, donde tanto varón como dama tiene que sacar todos sus recursos para no dejarse ganar.
Bolívar que estaba acompañado de su Estado Mayor, compuesto por oficiales venezolanos, terminó el baile sudando a mares y al ser vitoreado por sus paisanos, muy al estilo caraqueño soltó una sonora frase:
El gobernador se le acercó a felicitarle y le dijo:
La chuscada, con su picardía y salero, es simplemente la respuesta que da el hombre ancashino a la exuberancia que le ofrece la naturaleza. Es innegable la influencia que ejerce el medio circundante en el corazón del hombre. Teniendo tanta belleza paisajística en Áncash, es imposible concebir que su música sea doliente y lastimera.
Lamentablemente, la frase de Bolívar ha sido tergiversada, o en todo caso, se le ha dado la connotación peruana, pues aquí chusco se le dice a lo corriente, de bajo nivel. Pero revise usted, caro lector, cualquier diccionario y busque el significado de la palabra chusco; verá aue don Simón Bolívar tenía toda la razón.
Tenemos en Áncash un investigador, don Américo Portella Egúsquiza. Él ha publicado un trabajo en una revista de PUCP en 1988, donde señala que en la colonia existía un baile denominado El chusco, que tienen raíz española y se baila en pareja. Sin quitarle méritos a sus indagaciones, nos quedamos con la bella tradición aquí descrita.
1824 fue un año feliz, año de la consolidación de nuestra independencia nacional; aunque esto es un decir, pues si bien nos libramos del yugo español, los criollos que asumieron el mando, de muy buen grado aceptaron el yugo económico inglés, con lo que prosiguió nuestra dependencia. En el mes de marzo de ese dichoso año, en nuestra zona se encontraba el germen de Ejército Patriota al mando del Libertador don Simón Bolívar y Palacios, conocido en la posteridad como Simón bolívar, a secas.
Por esas cosas del destino, el Ejército Patriota, que debía enfrentarse meses después con el Ejército Realista en los campos de Junín Y Ayacucho, estaba conformado mayoritariamente por soldados venezolanos, colombianos, ecuatorianos y algunos argentinos y chilenos que quedaron dela ápoca de San Martín. Los únicos peruanos de esa legión extranjera, lo recalcamos, eran los huaylinos - Hoy ancashinos – que gustosos se enrolaron en las filas patriotas para lograr la por entonces tan ansiada independencia nacional.
Don simón bolívar, muy aficionado a probar la fruta del paraíso, por estos lares ya tenía en su haber varias conquistas amorosas, la más notoria fue la de Manuelita Madroño, fina dama huaylina que cayó rendida ante la gloria y aureola del Libertador. Hallábase a sus anchas don Simón cuando fue invitado a la villa de Hatun Huaylas a pasar unos días de descanso. Él, que venía de una larga convalecencia en Pativilca, aceptó gustoso, pues se enteró que el clima de Huaylas era más agradable que el de Carás.
Una vez instalado en el lugar, recibió el cariñoso saludo de los residentes que organizaron una gran fiesta en su honor. El día señalado se adornó toda la villa con guirnaldas de flores y banderas peruanas, se leyeron hermosos discursos que bien podían compararse al de Choquahuanca, y se tuvo buena mesa y mantel largo. Como no podía ser de otra manera, se terminó la reunión con un baile general. Se danzó la cuadrilla y el minué, y se brindó con finos licores y con la sabrosa y ancestral chicha de jora, bebida muy apreciada por el Libertador, pues con ella sentía reponer su vigor y parecerse y parecerse a un toro en primavera.
Cuando ya finalizaba la fiesta, Bolívar escuchó que en la calle un grupo de indígenas ejecutaba una agradable melodía al son de caja y flauta. Intrigado y con el atrevimiento que da el licor, solicitó conocer qué clase de música era aquella. El gobernador de la villa, don Aquilino Zambrano, bastante confundido trató de desviar la conversación.
- No repare en nimiedades su excelencia, que eso es cosa de indios. Véngase conmigo al salón, que he reservado para agasajarle un riquísimo jerez, recuerdo de mis abuelos.
- Pues ambas cosas no se contraponen, señor gobernador -retrucó Bolívar. – Haga pasar al salón a los músicos y bebamos con ellos ese jerez que su generosidad y largueza me ofrecen.
- ¡Vamos señores, a bailar, que esto no es velorio, no fiesta de godos! –Alzó la voz don Simón Bolívar.
- ¡Sí, a bailar, a bailar! –Respondieron sin mucho entusiasmo los acompañantes del gobernador.
- Pero primero que su excelencia vea como se baila en las estancias –cortó por lo sano don Aquilino, y empujó a una pareja de indios al centro del salón.
Las roncadoras ejecutaban un huayno tradicional y el Libertador pudo admirar la gracia y el salero con que se baila nuestra música. Como era muy aficionado al baile, dejando de lado todo remilgo, se quitó la espada del cinto y con gesto cortés solicitó al campesino le ceda su pareja para bailar con ella. Y se despachó un huaynito a todo dar. En el zapateo la china se esmeró en echar el resto, don Simón no se quiso quedar atrás y comenzó a imitar las piruetas de su ocasional pareja.
La multitud deliraba de encanto al ver a todo un libertador entregado con mucho ahínco a sacar virutas del piso con sus botas. Al estilo nuestro, después de la primera viene la segunda y luego el chico, pues en Áncash sin no se bailan tres piezas juntas, no se ha bailado nada.
Lo músicos ejecutaron finalmente el clásico remate, donde tanto varón como dama tiene que sacar todos sus recursos para no dejarse ganar.
Bolívar que estaba acompañado de su Estado Mayor, compuesto por oficiales venezolanos, terminó el baile sudando a mares y al ser vitoreado por sus paisanos, muy al estilo caraqueño soltó una sonora frase:
- ¡Qué chusco!
- ¡Realmente chusco! –Corearon al unísono sus paisanos.
El gobernador se le acercó a felicitarle y le dijo:
- Ha hecho bien su excelencia en decir que este es un baile para los chuscos, para gente ordinaria. Nosotros que somos gente de bien, no bailamos ese tipo de aires.
- ¡La pin…pinela! –se escandalizó el Libertador.-Con que esas tenemos señor gobernador. Pues sepa usted que, en castizo, chusco significa gracioso, con donaire y picardía. Y a eso me refería yo, y que me parta un rayo si miento, pero con todo el mundo que llevo caminado, no he visto en otro lugar baile tan alegre y especial.
- Disculpe su excelencia… -Zambrano estaba ya en retirada- No fue mi intención ofender.
- No sé qué significado le hayan puesto ustedes los peruleros a chusco; es todo lo contrario –y levantándose de la mesa, Bolívar ordenó: -¡A ver! ¡Que siga la fiesta y vengan más chuscadas!
La chuscada, con su picardía y salero, es simplemente la respuesta que da el hombre ancashino a la exuberancia que le ofrece la naturaleza. Es innegable la influencia que ejerce el medio circundante en el corazón del hombre. Teniendo tanta belleza paisajística en Áncash, es imposible concebir que su música sea doliente y lastimera.
Lamentablemente, la frase de Bolívar ha sido tergiversada, o en todo caso, se le ha dado la connotación peruana, pues aquí chusco se le dice a lo corriente, de bajo nivel. Pero revise usted, caro lector, cualquier diccionario y busque el significado de la palabra chusco; verá aue don Simón Bolívar tenía toda la razón.
Tenemos en Áncash un investigador, don Américo Portella Egúsquiza. Él ha publicado un trabajo en una revista de PUCP en 1988, donde señala que en la colonia existía un baile denominado El chusco, que tienen raíz española y se baila en pareja. Sin quitarle méritos a sus indagaciones, nos quedamos con la bella tradición aquí descrita.