armando zarazú aldave
Plaza de Chiquián lista para recibir la Navidad 2020. Fotografía de Dante Aldave.
LA NAVIDAD DE NUESTRA NIÑEZ
La Navidad es una festividad religiosa que mueve el fervor de multitudes, no solo en nuestra tierra, sino en el mundo entero. Sus orígenes, o mejor el motivo de su origen, se remonta a poco más de dos mil años, en medio de la pobreza y humildad de sus principales personajes. La imagen que proyecta el nacimiento de un niño en medio de un establo, rodeado de animales, es más impactante para el creyente que todas las historias tejidas alrededor de dicho suceso.
Lamentablemente, ese mensaje de humildad es cosa del pasado. Hoy en día lo material es, muy lamentablemente, lo que más importancia tiene en la Navidad, una idea bombardeada noche y día por los medios de comunicación comerciales que han convertido la idea primogénita y esencial de la Navidad, en algo mundano, carente de espiritualidad y más dada a la superficialidad en donde lo material es lo más importante.
En mi niñez, el chocolate se tomaba acompañado de los sabrosos biscochos que preparaba doña Victoria Montoro, toda una tradición en la industria panadera chiquiana. El panetón que ha invadido los hogares modernos fue introducido por don Pascual Palacios, quien luego de trabajar por muchos años en la industria panedera en Lima, decidió volver a su terruño y abrir su propia panadería, siendo el panetón italiano -que ya se había establecido en la capital -su tarjeta de presentación- si se quiere. Por su puesto que su éxito fue inmediato.
En esos tiempos el ahora famoso Papá Noel era un ilustre desconocido y los nacimientos, armados tanto en las casas particulares o en las iglesias, eran entretenimiento de grandes y pequeños. El barbudo de ropaje blanco y su trineo jalado por venados fue introducido por una bebida gaseosa internacional. La campaña para introducir la idea de Papa Noel fue tan intensa que a los pocos años se había impuesto dentro de la cultura popular y con ello también empezó la comercialización de la Navidad. Porque ahora es solo eso, comercio a todo dar. El amor y aprecio que se tiene por los nuestros se mide en el precio y calidad del obsequio que se hace, la mente de nuestros niños ha sido lavada de tal manera por los medios de comunicación que el desengaño será completo si no se satisface sus exigencias y deseos.
Antes, los que teníamos la suerte de recibir algún regalo, veíamos como el juguete deseado y que nuestros ojos habían visto en las tiendas de Don Mario Reyes o de la tía Pacucha, únicos establecimientos comerciales en ese rubro. El 25 salíamos a la antigua Plaza de Armas a lucir y presumir con los amigos de la pelota nueva, pistola y rifle de vaquero, el carrito de colores que imaginábamos viajando por la carretera. Las chicas recibían los consabidos juegos de te y muñecas dormilonas debido a que “esos juguetes son para niñas”, idea de antaño con la cual nos criaron nuestros padres.
Por otro lado, los juguetes eran simples, sin la sofisticación de los de ahora, en muchos casos un trompo nuevo, o un juego de yas llevaban de alegría a los que los recibían. Conozco algunos que aun conservan el regalo que alegró su niñez y que al verlos recuerdan con nostalgia a sus padres que eran los que, de acuerdo a sus posibilidades, se encargaban de buscar y adquirir lo desado por su engerido o engreida, para ponerlo luego en el zapato puesto en la ventana la noche anterior. Por supuesto que previamente tenía que haber escrito la carta para el Niñito Jesús.
Ahora bien, ¿Cómo se celebra la Navidad? Por todo lo alto, como dirían algunos. Los regalos tienen que ser de marca, cuanto más caros mejor, esto satisface la vanidad del que los hace, muestra su capacidad económica y, en el mundo materialista en que vivimos, los hace sentirse mejor. Mientras el que los recibe, también pone su granito de arena en ese mundo banal. Simplemente considera que se lo merece y sería casi un insulto que el regalo que recibe sea de menos calidad y precio. El ego, de los que regalan y de los que los reciben, se infla a fin de año. Ojalá no sea el caso de ustedes estimados lectores. ¡Felices Fiestas de Fin de Año!
Armando Zarazú
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