josé antonio salazar mejía
EL ALUVIÓN DE CHAVÍN

Narración del Dr. César Ramírez Cotrina, médico chavino que gentilmente nos autorizó a copiar su tradición familiar contada por su abuelo don Lorenzo Cotrina Veramende, sobreviviente de aquella tragedia.
“Un grupo de autoridades de Huarás, entre ellos el prefecto de Ancash, Sr. Luis Artola, su hija que estudiaba arqueología, el director del Colegio De la Libertad, junto a nuestro paisano Martín Flores, acudieron los primeros días de enero de 1945, a visitar el Castillo de Chavín. En ese entonces, casi todo estaba cubierto por malezas y en la parte baja y plana solo había chacras de maíz, sin embargo se accedía a los pasadizos subterráneos y especialmente al de la Hatun Huanca del Dios Guari a quién los intonsos llaman Lanzón; impresionados por su colosal figura, especialmente la estudiante de arqueología decidieron en un posterior visita retirarlo de su lugar de origen y llevarlo a Lima.
Paralelamente a estos sucesos, mi abuelo recibió la visita del indio Chuna Pablo; este era del anexo de Chunam, al oeste de Chavín, cerca del gran mirador de Pogpogg. Chuna Pablo y muy de vez en cuando venía al pueblo y solo visitaba a mi abuelo, le traía esas papas amarillas deliciosas y las memorables tascas. Acostumbraba a vivir solo y había desarrollado la capacidad de comprender el lenguaje de los Apus, y muy apenado le contó a don Lorenzo una conversación que escuchó a los cuatro cerros vigías de Chavín:
Wagaq el cerro que llora, estremece los Andes con sus lamentos y transmite el mensaje al Huantsan. El gran Huantsan, cuya voz ruge en los Andes, dice: ¡¡¡¡¡¡HUAREMI SAMUSHA!!!!!! (¡Vendré mañana!)
Cuando se retiró Chuna Pablo mi abuelo quedó muy extrañado con este sobrenatural relato.
En respuesta a la intención de retirar la Hatun Huanca del dios Guari, de su ancestral emplazamiento, el 17 de enero de 1945, a las 9 de la mañana, un gran alud, que vino por la estrecha quebrada del Wacheqsa, a consecuencia de la caída de un gran bloque de nieve del Huantsan, destruyó casi completamente todo el antiguo pueblo de Chavín de Huántar. El Huantsan, nevado de la cordillera Blanca, con sus 6,395 m.s.n.m. es el segundo más alto del Perú, después del Huascarán.
Nos contó nuestro abuelo Lorenzo, que días antes sucedió otro acontecimiento otro acontecimiento singular. Una forastera llegó al pueblo, tenía una peculiar vestimenta, iba toda de negro y nadie sabía de donde había venido y ni hacia donde iba, y así como vino desapareció misteriosamente; pero en su corta estadía en el pueblo algunas personas amables, le dieron posada, y alimentos a esta extraña mujer: uno de ellos fue mi abuelo Lorenzo, quien conversó con ella y esta le dijo que había tenido unos sueños y que en muy pocos días ocurriría una gran catástrofe en la zona; Don Lorenzo que a loa sazón, estaba casado con mi abuela Emilia Amado Villanueva, tenía en ese entonces cuatro hijas; tomó muy en serio el consejo de la foránea y preparó una alforja con botellas de agua y provisiones.
Enero, es mes de invierno en la sierra de los -Andes del Perú, y el día 17 amaneció nublado, el cielo estaba triste, como presagio de lo que más tarde iba a suceder, corría un fuerte viento y de pronto un ruido intenso e inusual, muchos pensaron que era un avión; pero algunos que ya habían tenido estas experiencias en otros lugares pues el aluvión de Huarás aun estaba fresco en el recuerdo, tomaron sus precauciones. Ese fue el caso del abuelo, quien gracias al consejo de la forastera y a lo que le contó Chuna Pablo, cogió a sus tres menores hijas y corrió hacía las alturas de Shallapa. Estaba pasando la Toma y se encontró con su esposa y otros vecinos, y al percatarse que faltaba su última hija, volvió nuevamente a la casa; para esto el ruido ya era totalmente ensordecedor, y había una gran nube de polvo que cubrió todo el pueblo. Ya con la niña en sus brazos, partió nuevamente a las alturas de Shallapa a buscar a su familia.
Lo que vino después fue espectacularmente fantasmagórico, una gran mezcla de lodo, piedras, árboles, arbustos y animales muertos se abalanzaba sobre el pueblo. En esta masa amorfa destacaban dos colosales e inmensas piedras, que barrían todo a su paso; de la estrecha quebrada del Wacheqsa, sopló como una tromba, hacía el ancestral Castillo, cubriéndolo con un manto negro y tapándolopor completo; las dos inmensas piedras quedaron varadas cerca del puente del Castillo, donde se encuentran actualmente, han quedado muy juntas, incluso dicen que una es macho y la otra hembra, parecen besarse y la imaginación popular ha creado una tradición, en el sentido que no se pueden destruir, porque si lo hicieran ocurriría un nuevo alud de proporciones que el del 45.
En esta hecatombe murieron aproximadamente 500 personas, entre ellas el maestro Lizardo Muñoz, distinguido profesor huantino que trabajó muchos años en nuestra tierra y dejó sabias enseñanzas; mi abuelo nos contaba de un minusválido que frecuentaba la Plaza de Armas y al no poder escapar, esperó con los brazos abiertos que la vorágine de barro lo engullera. La destrucción del pueblo fue casi total, solo se salvaron las casas del actual Cuta Calli.
Los aterrados sobrevivientes, resguardados en la cueva segura, pasaron la noche y varios días más en las alturas del Shallapa. Me imagino en el tiempo, como sufrieron las familias que pernoctaban en ese inhóspito lugar pues luego del desastre se desató una feroz lluvia. Las mujeres, los niños, niñas, entre ellas nuestra familia pasaron probablemente en vela esa noche; los varones, apenas pudieron descansar, entre ellos mi abuelo, quien tenía gran experiencia, ya que había sido arriero en su juventud, sabía sobrevivir en las dificultades y conocía muy bien el clima y la naturaleza.
En los grandes problemas se ve la amistad de los pueblos, la provincia de Recuay, fue la primera en ofrecer su ayuda. Los recuaínos llegaron con alimentos y frazadas, aunque ha pasado el tiempo, nuestro agradecimiento a este pueblo hermano, que por rama paterna, la de los Ramírez. Me enorgullezco en pertenecer.
Este terrible aluvión, causó destrozos a su paso por todo el cauce del Mosna, moderno nombre del río Tunguragua, borrando caseríos y chacras. Por su intensidad, fue muy destructivo; he tenido oportunidad de ver en todo su trayecto hasta la desembocadura del Mosna al Puchka y de este al Marañón en Huaycabamaba, extensos tajos en los cerros, cual cicatrices son testigos mudos de su gran magnitud.
El prefecto de Ancash -Sr. Artola- su hija, el Director dek colegio De la Libertad, Marino González, Martín Flores y dos adolescentes chavinos: Artemio y Pedrito La Rosa Bardales; quienes había acompañado a la comitiva, estaban en las inmediaciones del Castillo el día del desastre; Don Martín y Don Marino escaparon hacía Ultupuquio y se salvaron; el Sr. Artola, su hija, el director y los dos jóvenes chavinos murieron; muchos años después cuentan que encontraron un dedo al pie de Uco probablemente en Allpash, que por las iniciales del anillo reconocieron que era el dedo del Sr. Artola.
En aquellos tiempos la comunicación con Lima era muy difícil, por ende meses después los soldados del ejercito conocidos como zapadores, llegaron a Chavín para reconstruir el pueblo.
Luego del aluvión el cauce de Mosna cambió y se fue muchos metros hacía el Gaucho al Este. En una de las inmensas rocas que descansan en el Río Wacheqsa hay una gran cruz que se alza como una gran oración hacía el divino, pidiendo por los que fallecieron ese fatídico día.”
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]
“Un grupo de autoridades de Huarás, entre ellos el prefecto de Ancash, Sr. Luis Artola, su hija que estudiaba arqueología, el director del Colegio De la Libertad, junto a nuestro paisano Martín Flores, acudieron los primeros días de enero de 1945, a visitar el Castillo de Chavín. En ese entonces, casi todo estaba cubierto por malezas y en la parte baja y plana solo había chacras de maíz, sin embargo se accedía a los pasadizos subterráneos y especialmente al de la Hatun Huanca del Dios Guari a quién los intonsos llaman Lanzón; impresionados por su colosal figura, especialmente la estudiante de arqueología decidieron en un posterior visita retirarlo de su lugar de origen y llevarlo a Lima.
Paralelamente a estos sucesos, mi abuelo recibió la visita del indio Chuna Pablo; este era del anexo de Chunam, al oeste de Chavín, cerca del gran mirador de Pogpogg. Chuna Pablo y muy de vez en cuando venía al pueblo y solo visitaba a mi abuelo, le traía esas papas amarillas deliciosas y las memorables tascas. Acostumbraba a vivir solo y había desarrollado la capacidad de comprender el lenguaje de los Apus, y muy apenado le contó a don Lorenzo una conversación que escuchó a los cuatro cerros vigías de Chavín:
- Waugui, pagaspam Hatun Apu Kunata huiargo. (Hermano, por las noches he escuchado hablar a los Apus).
- ¿Imata huiarguequi? (¿Qué has escuchado?)
- Shallapan nishga awachuancata: hatun runatam apquita munayan. (El Apu Shallapa le dice al Apu Awachuanca: quieren llevarse al gran señor).
Wagaq el cerro que llora, estremece los Andes con sus lamentos y transmite el mensaje al Huantsan. El gran Huantsan, cuya voz ruge en los Andes, dice: ¡¡¡¡¡¡HUAREMI SAMUSHA!!!!!! (¡Vendré mañana!)
Cuando se retiró Chuna Pablo mi abuelo quedó muy extrañado con este sobrenatural relato.
En respuesta a la intención de retirar la Hatun Huanca del dios Guari, de su ancestral emplazamiento, el 17 de enero de 1945, a las 9 de la mañana, un gran alud, que vino por la estrecha quebrada del Wacheqsa, a consecuencia de la caída de un gran bloque de nieve del Huantsan, destruyó casi completamente todo el antiguo pueblo de Chavín de Huántar. El Huantsan, nevado de la cordillera Blanca, con sus 6,395 m.s.n.m. es el segundo más alto del Perú, después del Huascarán.
Nos contó nuestro abuelo Lorenzo, que días antes sucedió otro acontecimiento otro acontecimiento singular. Una forastera llegó al pueblo, tenía una peculiar vestimenta, iba toda de negro y nadie sabía de donde había venido y ni hacia donde iba, y así como vino desapareció misteriosamente; pero en su corta estadía en el pueblo algunas personas amables, le dieron posada, y alimentos a esta extraña mujer: uno de ellos fue mi abuelo Lorenzo, quien conversó con ella y esta le dijo que había tenido unos sueños y que en muy pocos días ocurriría una gran catástrofe en la zona; Don Lorenzo que a loa sazón, estaba casado con mi abuela Emilia Amado Villanueva, tenía en ese entonces cuatro hijas; tomó muy en serio el consejo de la foránea y preparó una alforja con botellas de agua y provisiones.
Enero, es mes de invierno en la sierra de los -Andes del Perú, y el día 17 amaneció nublado, el cielo estaba triste, como presagio de lo que más tarde iba a suceder, corría un fuerte viento y de pronto un ruido intenso e inusual, muchos pensaron que era un avión; pero algunos que ya habían tenido estas experiencias en otros lugares pues el aluvión de Huarás aun estaba fresco en el recuerdo, tomaron sus precauciones. Ese fue el caso del abuelo, quien gracias al consejo de la forastera y a lo que le contó Chuna Pablo, cogió a sus tres menores hijas y corrió hacía las alturas de Shallapa. Estaba pasando la Toma y se encontró con su esposa y otros vecinos, y al percatarse que faltaba su última hija, volvió nuevamente a la casa; para esto el ruido ya era totalmente ensordecedor, y había una gran nube de polvo que cubrió todo el pueblo. Ya con la niña en sus brazos, partió nuevamente a las alturas de Shallapa a buscar a su familia.
Lo que vino después fue espectacularmente fantasmagórico, una gran mezcla de lodo, piedras, árboles, arbustos y animales muertos se abalanzaba sobre el pueblo. En esta masa amorfa destacaban dos colosales e inmensas piedras, que barrían todo a su paso; de la estrecha quebrada del Wacheqsa, sopló como una tromba, hacía el ancestral Castillo, cubriéndolo con un manto negro y tapándolopor completo; las dos inmensas piedras quedaron varadas cerca del puente del Castillo, donde se encuentran actualmente, han quedado muy juntas, incluso dicen que una es macho y la otra hembra, parecen besarse y la imaginación popular ha creado una tradición, en el sentido que no se pueden destruir, porque si lo hicieran ocurriría un nuevo alud de proporciones que el del 45.
En esta hecatombe murieron aproximadamente 500 personas, entre ellas el maestro Lizardo Muñoz, distinguido profesor huantino que trabajó muchos años en nuestra tierra y dejó sabias enseñanzas; mi abuelo nos contaba de un minusválido que frecuentaba la Plaza de Armas y al no poder escapar, esperó con los brazos abiertos que la vorágine de barro lo engullera. La destrucción del pueblo fue casi total, solo se salvaron las casas del actual Cuta Calli.
Los aterrados sobrevivientes, resguardados en la cueva segura, pasaron la noche y varios días más en las alturas del Shallapa. Me imagino en el tiempo, como sufrieron las familias que pernoctaban en ese inhóspito lugar pues luego del desastre se desató una feroz lluvia. Las mujeres, los niños, niñas, entre ellas nuestra familia pasaron probablemente en vela esa noche; los varones, apenas pudieron descansar, entre ellos mi abuelo, quien tenía gran experiencia, ya que había sido arriero en su juventud, sabía sobrevivir en las dificultades y conocía muy bien el clima y la naturaleza.
En los grandes problemas se ve la amistad de los pueblos, la provincia de Recuay, fue la primera en ofrecer su ayuda. Los recuaínos llegaron con alimentos y frazadas, aunque ha pasado el tiempo, nuestro agradecimiento a este pueblo hermano, que por rama paterna, la de los Ramírez. Me enorgullezco en pertenecer.
Este terrible aluvión, causó destrozos a su paso por todo el cauce del Mosna, moderno nombre del río Tunguragua, borrando caseríos y chacras. Por su intensidad, fue muy destructivo; he tenido oportunidad de ver en todo su trayecto hasta la desembocadura del Mosna al Puchka y de este al Marañón en Huaycabamaba, extensos tajos en los cerros, cual cicatrices son testigos mudos de su gran magnitud.
El prefecto de Ancash -Sr. Artola- su hija, el Director dek colegio De la Libertad, Marino González, Martín Flores y dos adolescentes chavinos: Artemio y Pedrito La Rosa Bardales; quienes había acompañado a la comitiva, estaban en las inmediaciones del Castillo el día del desastre; Don Martín y Don Marino escaparon hacía Ultupuquio y se salvaron; el Sr. Artola, su hija, el director y los dos jóvenes chavinos murieron; muchos años después cuentan que encontraron un dedo al pie de Uco probablemente en Allpash, que por las iniciales del anillo reconocieron que era el dedo del Sr. Artola.
En aquellos tiempos la comunicación con Lima era muy difícil, por ende meses después los soldados del ejercito conocidos como zapadores, llegaron a Chavín para reconstruir el pueblo.
Luego del aluvión el cauce de Mosna cambió y se fue muchos metros hacía el Gaucho al Este. En una de las inmensas rocas que descansan en el Río Wacheqsa hay una gran cruz que se alza como una gran oración hacía el divino, pidiendo por los que fallecieron ese fatídico día.”
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]