JOSÉ ANTONÍO SALAZAR MEJÍA
EL RETRATO DE ATUSPARIA
Versión narrada en 1980 por don Felipe Castillo Vega, de 87 años de edad, en su casa del jirón José Olaya.
“La Historia la cuenta cada quién a su manera. Antes, en los libros de historia nadita se escribía sobre los indios. Desde el tiempo de Velazco recién le empezaron a dar importancia a esa gente; antes de él, nadie se acordaba de los pobres. Velazco hizo crear la FADA, y le pusieron el nombre de Atusparia y Uchco Pedro. Los del SINAMOS editaron una nueva versión de la novela de Ernesto Reina El Amauta Atusparia. Después, el alcalde Walter González organizó un simposio donde determinaron que fue una revolución la que encabezó Atusparia. Desde allí le empezaron a dar importancia a los cholos.
He visto varios libros que se han escrito desde entonces. Pero ninguno me convence. Yo he escuchado a mis antepasados contar historias terribles sobre los indios. A ellos los trataban peor que a los esclavos. Faltaba nada más que surja un buen líder para que la mecha se prenda.
Sabrán que mi madre conoció a las hijas de Atusparia, decía que ellas traían lecha a mi casa cuando aún estaba tierna. Eran dos muchachas altas y medio coloradas, de ojos claros. Yo escuché decir a mis padres que Atusparia era medio blancón porque era hijo de gringa.
Mi abuela que era costurera, tenía su casa frente a un negocio muy importante en Quichqui calle. Era la tienda de un extranjero apellidado Zender, especialista en venta de telas importadas. El tal Zender era austriaco y vivía con una hija única. Mi abuela decía que la chica no salía a la tienda porque el padre era un hombre muy celoso y no quería que la viera ningún joven de la ciudad.
Yo no sé cómo será el carácter de las mujeres. Sin ser psicóloga, mi abuelita me decía que hacía muy mal Zender al esconder a su hija, pues por donde menos piensa uno, acecha el mal. El austriaco tenía un cholito que le hacía los mandados, era muy hábil y despierto. No se acordaba si le decían shamu o chanti, pero se hizo amiga de la hermana del muchacho, que de vez en cuando llegaba de visita llevando huevos a la casa de Zender.
Al cabo de un tiempo, mi abuelita dice que notó que el cholo ya no atendía en la tienda y un día se encontró con la hermana en el mercado. Ella le contó que había sucedido una desgracia. La hija de Zender, a falta de varón, se había llegado a entender con el cholo y este la había dejado esperando. El austriaco casi mata al cholo, medio muerto lo había botado de su casa.
Curiosa como toda mujer, mi abuelita se enteró que cuando nació el fruto de esos amores prohibidos, a Zender no se le ocurrió mejor idea que regalarlo a la lavandera, que era mujer de un tal Atusparia, de Unchus. Y eso le contó la misma lavandera, quien feliz se llevó al crío, pues un hijo más en el campo, es mano de obra para la familia.
Entonces Atusparia, el gran y famoso Pedro Pablo Atusparia ha sido un cruzadito, hijo de indio y de blanca. Bien sabido es que, del cruce de razas, sale un producto mejorado. Por eso Atusparia era un personaje fuera de lo común. Eso no dice la historia.
Tampoco dice la historia como era Atusparia, pero yo sí he visto su fotografía. Sí señor. Atusparia ha tenido una fotografía. Se la tomaron en Lima, en Palacio de Gobierno, un año antes de su muerte. En la foto se notaba que era un indio medio blancón, con un bigote y barba clara. Más parecía conchucano que huarasino. Lo malo es que esa foto ha desaparecido.
En 1924 desapareció el retrato de Atusaparia. ¿No sabe lo que pasó ese año? Para que se entere, en 1924 un incendio desapareció gran parte del Palacio de Gobierno. Allí se quemó la biblioteca y entre muchas otras cosas, desapareció el archivo fotográfico y con él, la foto que se había tomado Atusparia con el Presidente Cáceres, el día que fue a visitarlo.
¿No sabía? Cuando Atusparia fue llevado a Lima después de la revolución, se entrevistó con el presidente Cáceres. De esa entrevista también hay muchas versiones. Lo cierto es que Atusparia le regaló allí a su hijo Manuel Ceferino al Presidente del Perú, para que lo eduque y le enseñe el amor a la patria.
Para que un hombre regale a su único hijo varón, tienen que haber motivaciones muy fuertes. Atusparia prácticamente hizo un trueque con Cáceres, al presidente le dio a su hijo a cambio de que saque leyes a favor del pueblo andino. Se comportó allí sí, a la usanza del Ande. Realmente era todo un personaje don Pedro Pablo Atusparia.
Ese Manuel Ceferino vivió muchos años en el Callao, allí se casó y llegó a tener cuatro hijas, todas mujeres, por eso el apellido Atusparia ya no continúa. Pero Manuel Ceferino no era como Atusparia, había salido a la mamá, en cambio las hijas Clara y Visitación, eran blancas como el padre.
¿Quiere que le diga algo para que vea que no miento? En Huarás la familia Atusparia tiene varios descendientes, unos están en el Pedregal y otros viven en 28 de Julio, allí tienen sus carros. El hijo mayor del Atusparia de 28 de Julio tiene los ojos verdes. ¡Vaya a verlo si no me cree mi amigo! Y eso no está escrito en la historia. La historia la seguimos haciendo día a día.
Otra cosa que no está escrito en los libros es la muerte de Atusparia. ¿A quién se le ocurrió decir que a Atusparia lo envenenaron? Oiga usted, para mentir y comer pescado hay que tener mucho cuidado. La gente del Ande no mata con veneno, eso es en otros pueblos, en otras culturas. Acá, cuando hay una condena en la comunidad, se apedrea a la gente, se le lincha. ¡Esa es la forma de ejecutar en el Ande! Fresquito está la muerte está la muerte del alcalde de Ilave, en Puno. A él todo el pueblo lo linchó por ser mala autoridad.
Si hubieran querido matar al líder, lo hubieran de esa forma. Es un invento eso de que lo obligaron a tomar un poto de chicha. Acá la gente dice cada cosa y como no hay cultura, rapidito lo llevan a los libros y ya queda como algo cierto. Por eso digo que cada quien escribe la historia a su gusto.
Yo le diré como murió Atusparia. Cuando volvió de Lima, llegaron los periódicos con noticias escandalosas. Allí lo trataban como algo grande, le decía Apu Inca Atusparia y relataban que se había paseado por el célebre Jirón de la Unión. Eso no le gustó a la gente en Huarás. Ya sabe cómo son los huaracinos. Más le valía a Atusparia no haber ido a Lima. Se le fueron en cargamontón y eso le obligó a refugiarse en su casita de Marián, dolido por el maltrato. Para remate de males, en esos días se desató una epidemia de tifus en el campo. Con la tifoidea la gente se moría de inmediato. Y uno de los afectados fue Atusparia. Seguro que estaba bajo de defensas por la situación anímica que atravesaba, y usted que la enfermedad se ensaña en un organismo debilitado.
La historia no dice tampoco que a su entierro fue todo Huarás. A Atusparia lo enterraron en el antiguo cementerio de Yucyucpampa, en Belén. Ese cementerio fue clausurado hacía 1900, y encima construyeron el Seminario San Francisco de Sales. Yo he estudiado en ese seminario, pues como tenía internado, nos mandaban allí a los mataperros. Recuerdo que, tras su salón de actos, quedaba el campo de fútbol. En los alrededores del campo había gran cantidad de lápidas. En una de ellas, que estaba partida, se leía: P.P. Atusparia – 25 de agosto de 1887. ¡Sí señor, yo le he visto! ¡Y eso tampoco está escrito en la historia!”
José Antonio Salazar Mejía
“La Historia la cuenta cada quién a su manera. Antes, en los libros de historia nadita se escribía sobre los indios. Desde el tiempo de Velazco recién le empezaron a dar importancia a esa gente; antes de él, nadie se acordaba de los pobres. Velazco hizo crear la FADA, y le pusieron el nombre de Atusparia y Uchco Pedro. Los del SINAMOS editaron una nueva versión de la novela de Ernesto Reina El Amauta Atusparia. Después, el alcalde Walter González organizó un simposio donde determinaron que fue una revolución la que encabezó Atusparia. Desde allí le empezaron a dar importancia a los cholos.
He visto varios libros que se han escrito desde entonces. Pero ninguno me convence. Yo he escuchado a mis antepasados contar historias terribles sobre los indios. A ellos los trataban peor que a los esclavos. Faltaba nada más que surja un buen líder para que la mecha se prenda.
Sabrán que mi madre conoció a las hijas de Atusparia, decía que ellas traían lecha a mi casa cuando aún estaba tierna. Eran dos muchachas altas y medio coloradas, de ojos claros. Yo escuché decir a mis padres que Atusparia era medio blancón porque era hijo de gringa.
Mi abuela que era costurera, tenía su casa frente a un negocio muy importante en Quichqui calle. Era la tienda de un extranjero apellidado Zender, especialista en venta de telas importadas. El tal Zender era austriaco y vivía con una hija única. Mi abuela decía que la chica no salía a la tienda porque el padre era un hombre muy celoso y no quería que la viera ningún joven de la ciudad.
Yo no sé cómo será el carácter de las mujeres. Sin ser psicóloga, mi abuelita me decía que hacía muy mal Zender al esconder a su hija, pues por donde menos piensa uno, acecha el mal. El austriaco tenía un cholito que le hacía los mandados, era muy hábil y despierto. No se acordaba si le decían shamu o chanti, pero se hizo amiga de la hermana del muchacho, que de vez en cuando llegaba de visita llevando huevos a la casa de Zender.
Al cabo de un tiempo, mi abuelita dice que notó que el cholo ya no atendía en la tienda y un día se encontró con la hermana en el mercado. Ella le contó que había sucedido una desgracia. La hija de Zender, a falta de varón, se había llegado a entender con el cholo y este la había dejado esperando. El austriaco casi mata al cholo, medio muerto lo había botado de su casa.
Curiosa como toda mujer, mi abuelita se enteró que cuando nació el fruto de esos amores prohibidos, a Zender no se le ocurrió mejor idea que regalarlo a la lavandera, que era mujer de un tal Atusparia, de Unchus. Y eso le contó la misma lavandera, quien feliz se llevó al crío, pues un hijo más en el campo, es mano de obra para la familia.
Entonces Atusparia, el gran y famoso Pedro Pablo Atusparia ha sido un cruzadito, hijo de indio y de blanca. Bien sabido es que, del cruce de razas, sale un producto mejorado. Por eso Atusparia era un personaje fuera de lo común. Eso no dice la historia.
Tampoco dice la historia como era Atusparia, pero yo sí he visto su fotografía. Sí señor. Atusparia ha tenido una fotografía. Se la tomaron en Lima, en Palacio de Gobierno, un año antes de su muerte. En la foto se notaba que era un indio medio blancón, con un bigote y barba clara. Más parecía conchucano que huarasino. Lo malo es que esa foto ha desaparecido.
En 1924 desapareció el retrato de Atusaparia. ¿No sabe lo que pasó ese año? Para que se entere, en 1924 un incendio desapareció gran parte del Palacio de Gobierno. Allí se quemó la biblioteca y entre muchas otras cosas, desapareció el archivo fotográfico y con él, la foto que se había tomado Atusparia con el Presidente Cáceres, el día que fue a visitarlo.
¿No sabía? Cuando Atusparia fue llevado a Lima después de la revolución, se entrevistó con el presidente Cáceres. De esa entrevista también hay muchas versiones. Lo cierto es que Atusparia le regaló allí a su hijo Manuel Ceferino al Presidente del Perú, para que lo eduque y le enseñe el amor a la patria.
Para que un hombre regale a su único hijo varón, tienen que haber motivaciones muy fuertes. Atusparia prácticamente hizo un trueque con Cáceres, al presidente le dio a su hijo a cambio de que saque leyes a favor del pueblo andino. Se comportó allí sí, a la usanza del Ande. Realmente era todo un personaje don Pedro Pablo Atusparia.
Ese Manuel Ceferino vivió muchos años en el Callao, allí se casó y llegó a tener cuatro hijas, todas mujeres, por eso el apellido Atusparia ya no continúa. Pero Manuel Ceferino no era como Atusparia, había salido a la mamá, en cambio las hijas Clara y Visitación, eran blancas como el padre.
¿Quiere que le diga algo para que vea que no miento? En Huarás la familia Atusparia tiene varios descendientes, unos están en el Pedregal y otros viven en 28 de Julio, allí tienen sus carros. El hijo mayor del Atusparia de 28 de Julio tiene los ojos verdes. ¡Vaya a verlo si no me cree mi amigo! Y eso no está escrito en la historia. La historia la seguimos haciendo día a día.
Otra cosa que no está escrito en los libros es la muerte de Atusparia. ¿A quién se le ocurrió decir que a Atusparia lo envenenaron? Oiga usted, para mentir y comer pescado hay que tener mucho cuidado. La gente del Ande no mata con veneno, eso es en otros pueblos, en otras culturas. Acá, cuando hay una condena en la comunidad, se apedrea a la gente, se le lincha. ¡Esa es la forma de ejecutar en el Ande! Fresquito está la muerte está la muerte del alcalde de Ilave, en Puno. A él todo el pueblo lo linchó por ser mala autoridad.
Si hubieran querido matar al líder, lo hubieran de esa forma. Es un invento eso de que lo obligaron a tomar un poto de chicha. Acá la gente dice cada cosa y como no hay cultura, rapidito lo llevan a los libros y ya queda como algo cierto. Por eso digo que cada quien escribe la historia a su gusto.
Yo le diré como murió Atusparia. Cuando volvió de Lima, llegaron los periódicos con noticias escandalosas. Allí lo trataban como algo grande, le decía Apu Inca Atusparia y relataban que se había paseado por el célebre Jirón de la Unión. Eso no le gustó a la gente en Huarás. Ya sabe cómo son los huaracinos. Más le valía a Atusparia no haber ido a Lima. Se le fueron en cargamontón y eso le obligó a refugiarse en su casita de Marián, dolido por el maltrato. Para remate de males, en esos días se desató una epidemia de tifus en el campo. Con la tifoidea la gente se moría de inmediato. Y uno de los afectados fue Atusparia. Seguro que estaba bajo de defensas por la situación anímica que atravesaba, y usted que la enfermedad se ensaña en un organismo debilitado.
La historia no dice tampoco que a su entierro fue todo Huarás. A Atusparia lo enterraron en el antiguo cementerio de Yucyucpampa, en Belén. Ese cementerio fue clausurado hacía 1900, y encima construyeron el Seminario San Francisco de Sales. Yo he estudiado en ese seminario, pues como tenía internado, nos mandaban allí a los mataperros. Recuerdo que, tras su salón de actos, quedaba el campo de fútbol. En los alrededores del campo había gran cantidad de lápidas. En una de ellas, que estaba partida, se leía: P.P. Atusparia – 25 de agosto de 1887. ¡Sí señor, yo le he visto! ¡Y eso tampoco está escrito en la historia!”
José Antonio Salazar Mejía