Armando Zarazú
EL CASTELLANO Y SU ORIGEN COMO LENGUA
El idioma español o castellano, como también se le conoce, uno de los más importantes del mundo y utilizado por cerca de quinientos millones de personas, conmemora el próximo 23 de abril un aniversario mas de la muerte de don Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la obra cumbre del idioma español y una de las más importantes de la literatura universal, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La importancia que esta descomunal obra tiene para el idioma castellano se basa en que en sus páginas, nuestro idioma aparece, por primera vez, en todo su esplendor lingüístico, además de adquirir una real, y propia perspectiva gramática, dejando de lado los modelos de la gramática latina que se había utilizado hasta ese entonces. Siendo posible, a raíz de ello, poder hablar de dos épocas bien definidas en la historia del idioma castellano, antes y después de Cervantes.
Hasta antes de aparecer El Quijote el español era un idioma en proceso de desarrollo que iba de la mano con la historia del pueblo español. La península ibérica había visto pasar por sus tierras a diversos pueblos, dentro de los cuales se pueden mencionar a los iberos, celtas, griegos, cartaginesa romanos, visigodos y árabes. Todos éstos pueblos dejaron sentir, unos más que otros, su influencia dentro de la formación del idioma español. Sin embargo, los que tuvieron influencia decisiva y sentaron la base para la aparición del español, tal como lo conocemos, fueron los romanos. Lo hicieron a través de su idioma, el latín, el cual se fue mezclando con las lenguas que se hablaban en Iberia. Algo parecido había pasado en otras regiones conquistadas por los romanos, esta influencia del latín dio origen a lo que hoy en día conocemos como lenguas romances o latinas, las cuales forman una familia idiomática, conformadas por el francés, el italiano, el portugués, el rumano y el español, además de algunos dialectos que se hablan principalmente en la península ibérica y al sur de Francia.
Las lenguas romances tienen muchas características en común. Su diferenciación se da básicamente en la fonética, es decir en la pronunciación, más que en la gramática o estructura. Una persona que habla español podrá leer, con un poco de esfuerzo, algunos párrafos en idioma italiano o portugués, además que le será más fácil de entender una conversación en dichos idiomas. Algo que no lo podrá hacer con el inglés o el alemán, lenguas de orígenes diferentes. El francés tiene diferencias fonéticas más grandes y es muy difícil de entenderlo si antes no se le ha estudiado. La estructura gramática del rumano es mas complicada que su fonética, lo cual hace difícil, para un hispanohablante, el poder entenderlo.
El término latino, muy utilizado para identificar a los que hablamos castellano, está basado en su origen, es decir en sus fuertes raíces latinas. Sin embargo, esta connotación tropieza con serios inconvenientes si la analizamos con detenimiento. Veamos, en partes de México, América Central y los Andes Sudamericanos, gran cantidad de sus pobladores utilizan sus idiomas ancestrales, muchos de ellos no hablan absolutamente una palabra de español. ¿Podrían ellos, ser llamados latinos? Esta interrogante presenta un serio reto a los sociólogos, antropólogos y lingüistas, los cuales hasta ahora siguen debatiendo cual es el término adecuado para llamar a los habitantes del continente, en donde, si bien es cierto el español se ha enseñoreado desde la llegada de los conquistadores españoles, cierto es también, que no ha logrado la hegemonía cultural lingüística que podría esperarse luego de más de quinientos años de su llegada.
El continente americano recibió el español como imposición del conquistador, a través de los años lo ha ido adaptando a sus necesidades y lo ha enriquecido con nuevos vocablos extraídos de su léxico aborigen y de las experiencias de su diario vivir. Muchos de sus intelectuales le han dado brillo y esplendor dentro de la literatura mundial, habiendo algunos que han viajado a la frígida Noruega para recibir el codiciado Premio Nóbel en esa área. Esto demuestra la unidad del español, cuya gramática no cambia, es la misma, no importe en que país se le utilice. La parte oral es diferente, existen regionalismos y acentos distintos cuando se le habla, que le dan un sabor especial y que cambia, incluso de pueblo a pueblo, como cambia la música de acuerdo a la región en que se la toca, pero que todos la bailan al escucharla.
Volviendo al inicio de éstas líneas, repetiremos que el español le debe mucho al Manco de Lepanto, quien, a través de su maravillosa creación, dio vida definitiva a la lengua que hoy es medio de comunicación para millones de hispanohablantes. No en vano en su lápida figura este epitafio:
El idioma español o castellano, como también se le conoce, uno de los más importantes del mundo y utilizado por cerca de quinientos millones de personas, conmemora el próximo 23 de abril un aniversario mas de la muerte de don Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la obra cumbre del idioma español y una de las más importantes de la literatura universal, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La importancia que esta descomunal obra tiene para el idioma castellano se basa en que en sus páginas, nuestro idioma aparece, por primera vez, en todo su esplendor lingüístico, además de adquirir una real, y propia perspectiva gramática, dejando de lado los modelos de la gramática latina que se había utilizado hasta ese entonces. Siendo posible, a raíz de ello, poder hablar de dos épocas bien definidas en la historia del idioma castellano, antes y después de Cervantes.
Hasta antes de aparecer El Quijote el español era un idioma en proceso de desarrollo que iba de la mano con la historia del pueblo español. La península ibérica había visto pasar por sus tierras a diversos pueblos, dentro de los cuales se pueden mencionar a los iberos, celtas, griegos, cartaginesa romanos, visigodos y árabes. Todos éstos pueblos dejaron sentir, unos más que otros, su influencia dentro de la formación del idioma español. Sin embargo, los que tuvieron influencia decisiva y sentaron la base para la aparición del español, tal como lo conocemos, fueron los romanos. Lo hicieron a través de su idioma, el latín, el cual se fue mezclando con las lenguas que se hablaban en Iberia. Algo parecido había pasado en otras regiones conquistadas por los romanos, esta influencia del latín dio origen a lo que hoy en día conocemos como lenguas romances o latinas, las cuales forman una familia idiomática, conformadas por el francés, el italiano, el portugués, el rumano y el español, además de algunos dialectos que se hablan principalmente en la península ibérica y al sur de Francia.
Las lenguas romances tienen muchas características en común. Su diferenciación se da básicamente en la fonética, es decir en la pronunciación, más que en la gramática o estructura. Una persona que habla español podrá leer, con un poco de esfuerzo, algunos párrafos en idioma italiano o portugués, además que le será más fácil de entender una conversación en dichos idiomas. Algo que no lo podrá hacer con el inglés o el alemán, lenguas de orígenes diferentes. El francés tiene diferencias fonéticas más grandes y es muy difícil de entenderlo si antes no se le ha estudiado. La estructura gramática del rumano es mas complicada que su fonética, lo cual hace difícil, para un hispanohablante, el poder entenderlo.
El término latino, muy utilizado para identificar a los que hablamos castellano, está basado en su origen, es decir en sus fuertes raíces latinas. Sin embargo, esta connotación tropieza con serios inconvenientes si la analizamos con detenimiento. Veamos, en partes de México, América Central y los Andes Sudamericanos, gran cantidad de sus pobladores utilizan sus idiomas ancestrales, muchos de ellos no hablan absolutamente una palabra de español. ¿Podrían ellos, ser llamados latinos? Esta interrogante presenta un serio reto a los sociólogos, antropólogos y lingüistas, los cuales hasta ahora siguen debatiendo cual es el término adecuado para llamar a los habitantes del continente, en donde, si bien es cierto el español se ha enseñoreado desde la llegada de los conquistadores españoles, cierto es también, que no ha logrado la hegemonía cultural lingüística que podría esperarse luego de más de quinientos años de su llegada.
El continente americano recibió el español como imposición del conquistador, a través de los años lo ha ido adaptando a sus necesidades y lo ha enriquecido con nuevos vocablos extraídos de su léxico aborigen y de las experiencias de su diario vivir. Muchos de sus intelectuales le han dado brillo y esplendor dentro de la literatura mundial, habiendo algunos que han viajado a la frígida Noruega para recibir el codiciado Premio Nóbel en esa área. Esto demuestra la unidad del español, cuya gramática no cambia, es la misma, no importe en que país se le utilice. La parte oral es diferente, existen regionalismos y acentos distintos cuando se le habla, que le dan un sabor especial y que cambia, incluso de pueblo a pueblo, como cambia la música de acuerdo a la región en que se la toca, pero que todos la bailan al escucharla.
Volviendo al inicio de éstas líneas, repetiremos que el español le debe mucho al Manco de Lepanto, quien, a través de su maravillosa creación, dio vida definitiva a la lengua que hoy es medio de comunicación para millones de hispanohablantes. No en vano en su lápida figura este epitafio:
“Caminante, el peregrino
Cervantes aquí se encierra;
Su cuerpo cubre la tierra,
No su nombre que es divino"
Cervantes aquí se encierra;
Su cuerpo cubre la tierra,
No su nombre que es divino"