alfono valderrama gonzález
LUIS PARDO
En mi juventud cuando pasaba mi vida en calma,
se impregnó en mi sino, un ejemplo inconfundible, una sonrisa incandescente se produjo en mi alma, al escuchar el relato de Luis Pardo el indomable. En algunos momentos mi imaginación juvenil escuchaba cada noche, corceles libertadores que trotaban en la oscuridad con paso senil, para proteger a los desvalidos, a los pobres. Del bandolero nacido en la hacienda Pancal, su historia, exitaba mi vida, mis sentimientos al escuchar que entregó toda su vida terrenal, al servicio de los desvalidos, ¡Que son tantos! Contaba la linda historia, que casi me aloca en las calles de Chiquián, que ya desde niño escuchaba las hazañas de labio de cada boca, que relataban los hechos con mucho empeño. Relataban sus hazañas con ojos exorbitados, magnificaban las aventuras hasta el hartazgo, imaginaban cada pasaje de esos hechos, como la obra de dios, eso no iba conmigo. Su corazón toco los hielos del hermoso Yerupaja, sus hechos sobrepasaron los límite de Huayhuash aún de nuestra Patria misma, fue una linda paradoja para los que vivieron en aquellos tiempos en Ancash. La dulzura, la alegría que contenía cada relato, me convenció que la vida no tenía importancia, si no se vive para defender los mandamientos, que encarga a los hombres, la divina providencia. Trato de hacer lo que él hacía, para ser su heredero luchar por los pobres incansablemente, hasta alcanzar la libertad de los explotados, que están en el matadero. ¡Que Luis Pardo, insigne caballero trató de desbrozar! |
LIA
Es la mujer que vive con emociones,
luchando, trabajando como los valientes cultivando a sus hijos con sus acciones hasta convertirlos en hombres fuertes. Es la mujer, que practica la bondad, el bien, la tranquilidad, el sacrificio, jamás se enoja ella inculca a sus hijos, al campesinado, al obrero para que defiendan la blanca-roja. Sus años hechas canas, se despiden uno a uno, sus miradas serenas de cada día, son consejos que ofrecen a la vida, felicidad como ninguno, también enseñanzas, que abren nuestros ojos. Su vida es acción que no se cansa, es pujanza por dar de comer a sus hijos, a toda su familia, se desvela a toda hora, trabaja y no descansa, plancha, teje de noche, cocina, lava de día. Mi hermana, adorada hermana, ella campesina cumple las mismas tareas, con más sacrificio porque la gente de la ciudad la recrimina por haber estudiado poco, por no tener oficio. Guía los pasos de sus hijos, ve su porvenir alimentándolos, con el sudor de su frente, si les falta pan, por no robar, por no pedir les da harina tostada, es muy inteligente. Hermana querida, llevas mi sangre sentado en una carpeta de mi colegio con el corazón caliente, mi alma alegre pero mi cabeza fría, te escribo este elogio. Lía Valderrama, te quiero desde mi corazón, porque tú me enseñaste a querer primero, ruego a la vida, en este poema, con razón para que tus hijos te brinden cariño sincero. |
Alfonzo Valderrama González