ARMANDO ZARAZÚ ALDAVE
Día del maestro
Esta nota la escribí hace algunos días, a poco de culminar el año académico en el sistema educacional donde trabajo. La comparto con ustedes estimados lectores debido a que la preocupación del educador por sus estudiantes es la misma en cualquier lugar en donde se desempeñe la noble profesión de MAESTRO.
Estamos en el mes de junio y las escuelas ya se alistan para terminar el año académico, mientras que los estudiantes se preparan para los temidos, en todo sitio, “exámenes finales”, los cuales en realidad van a reflejar lo que han hecho durante todo el año. De todas formas, hay un sector de estudiantes para quienes termina un ciclo en su vida y en su educación. Ellos son los “Seniors”, estudiantes del último grado de la secundaria, quienes ya están con la mente fuera de la escuela, pese a que físicamente están dentro de ella, es lo que en el ambiente educacional se le conoce como “senioritis”, mal endémico que, por lo general, se cura con “zerofin”, medicina milagrosa que muy pronto hace volver a la realidad a los que la padecen.
No es para menos, terminar los doce años de educación (cinco de elemental, tres de intermedia y cuatro de secundaria), significa, para ellos una etapa trascendental en su vida, de allí la importancia que tiene concluirla. Sin embargo, dada su juventud e inexperiencia, son pocos los capaces de avizorar lo que viene por delante. Algunos hablan de la universidad, otros de enlistarse en las Fuerzas Armadas y no faltan los que, por alguna circunstancia que no es el caso de señalar en esta nota, simple y llanamente se alistan para unirse a la fuerza laboral. Por otro lado, dada la edad de los graduados, “Cupido” ha hecho de las suyas y pronto será el momento de poner a prueba los juramentos de amor eterno hecho en las aulas estudiantiles, solo el tiempo lo dirá. La verdad sea dicha, muy pocos son los amores juveniles que sobreviven y tienen final de cuentos de hadas.
Volviendo a nuestros graduados, llegado el momento de la tan esperada Fiesta de Promoción o “Prom”, los involucrados en ella literalmente tiran la casa por la ventana. Las chicas hablan desde meses antes de cómo será el famoso “Prom” y que vestirán esa esperada noche y quien será la afortunada pareja que las acompañará en esa noche de ensueño. Si hacemos cuentas, veremos que el vestido de gala cuesta un ojo de la cara, aunándose a ello el valor del calzado, servicio de belleza, con peinado, maquillaje, arreglo y pintado de uñas incluido. Los muchachos, un poco más modestos, solo necesitan un frac, que haga juego en el vestido de la pareja y, en el peor de los casos, una corbata o corbatín del color necesitado solucionan el problema.
Volviendo a nuestros graduados, llegado el momento de la tan esperada Fiesta de Promoción o “Prom”, los involucrados en ella literalmente tiran la casa por la ventana. Las chicas hablan desde meses antes de cómo será el famoso “Prom” y que vestirán esa esperada noche y quien será la afortunada pareja que las acompañará en esa noche de ensueño. Si hacemos cuentas, veremos que el vestido de gala cuesta un ojo de la cara, aunándose a ello el valor del calzado, servicio de belleza, con peinado, maquillaje, arreglo y pintado de uñas incluido. Los muchachos, un poco más modestos, solo necesitan un frac, que haga juego en el vestido de la pareja y, en el peor de los casos, una corbata o corbatín del color necesitado solucionan el problema.
El famoso “Prom” dura lo que la fiesta de ensueño que gozó la Cenicienta, es decir unas cuantas horas. Después, a volver a la realidad de la vida diaria. Sin embargo, la emoción y gratos momentos vividos esa noche compensan las preocupaciones anteladas y los sacrificios económicos realizados. Los recuerdos de esa maravillosa noche se mantendrán permanentemente en los corazones de los participantes. Después de todo, esas emociones tienen su momento y nuestros jóvenes tienen derecho a disfrutarlo. Se lo han ganado a lo largo de doce años. Lo que viene es otra historia.
Por otro lado, la graduación de los estudiantes del Centro de Educación de Adultos de Hartford, quienes culminaron exitosamente el examen del General Educational Development, más conocido como GED, es diferente, carente de la fanfarrea que acompaña la graduación de los más jóvenes. No hay “Prom” por qué preocuparse y los festejos, si es que tiempo y dinero sobran, son más a nivel familiar. Por supuesto que hay una ceremonia de graduación, con desfile, birrete y toga incluido, en la cual reciben sus respectivos diplomas y a la que asisten familiares, amigos y, en muchos casos, los hijos para quienes ver a sus padres graduarse en, sin lugar a dudas, el mejor de los ejemplos a que puedan ser expuestos. Indudablemente, las circunstancias son diferentes debido a que los que se gradúan son, en su mayoría personas adultas con responsabilidades familiares.
El adulto que se decide estudiar luego de muchos años, cual fuera la razón que sea, sacrifica horas de descanso para poder estudiar todas las noches. Lo hace porque es consciente, la experiencia le ha enseñado, que la educación es la llave que puede abrirle las puertas de un futuro mejor. Si bien es cierto que no gozará de un “Prom”, cierto es también que será acreedor del aprecio y respeto de sus amigos y familiares. Aquellos que, desde el papel de maestro, vemos de cerca sus sacrificios no dejamos de alegrarnos al ver que han logrado su sueño, muchas veces acariciado por años.
Armando Zarazú
[email protected]
El adulto que se decide estudiar luego de muchos años, cual fuera la razón que sea, sacrifica horas de descanso para poder estudiar todas las noches. Lo hace porque es consciente, la experiencia le ha enseñado, que la educación es la llave que puede abrirle las puertas de un futuro mejor. Si bien es cierto que no gozará de un “Prom”, cierto es también que será acreedor del aprecio y respeto de sus amigos y familiares. Aquellos que, desde el papel de maestro, vemos de cerca sus sacrificios no dejamos de alegrarnos al ver que han logrado su sueño, muchas veces acariciado por años.
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