AGUSTÍN ZÚÑIGA GAMARRA
El 30 de Agosto, Fiesta en Chiquian
La vida sin recuerdos no es tal
La vida sin recuerdos no es tal
Vengo a devolver a mis recuerdos gastados,
Al Yerupajá erguido y tierno,
Las chacras,
Las tejas rojizas,
Tus callecitas empedradas, y
Tu alegría de agosto,
Al Yerupajá erguido y tierno,
Las chacras,
Las tejas rojizas,
Tus callecitas empedradas, y
Tu alegría de agosto,

Unos días antes de la fiesta de agosto, los chiquianos en alguna parte del país o del extranjero, toman las precauciones para estar algunos días en su ciudad natal, los permisos, las vacaciones, el apertrechamietno de vehículos, la invitación a amigos etc.
Todo debe quedar listo para estar el día principal, el 30.
Los sonidos de los cohetes, las bandas, se sienten dentro de las casas y hoteles, como avisando que se inicia el día de la fiesta.
A las 10 a.m. todos los llegados para esta fecha, con ternos, vestidos y luciendo su mejor ropa, se dan cita a la plaza de armas y a las tiendas de venta de cerveza que se han instalado en los alrededores, por la simple regla del mercado.
Bajo el fuerte sol, la cerveza es casi una necesidad, un aglutinador, un intermediario para los saludos, los abrazos, la alegría de estar nuevamente juntos.
Algunos se ven luego de 5 o 30 años, cuantos más años separados estás, más entusiasmo demuestras, registras cuánta escena surja, porque deseas volver con recuerdos, con tu memoria, con las mismas sonrisas, aunque con apariencia modificada, pero la niñez que todos tenemos dentro parece no haber cambiado.
Las fotos, las filmaciones se multiplican, menos mal que hoy las cámaras tienen capacidad para centenares de vistas, en el corto tiempo que dura el día, frente a tantos años de ausencia, cada segundo se aprovecha como si fuera el último, las anécdotas se remontan a la infancia, a la escuela a nuestros maestros.
“cuando teníamos solo 7 años y queríamos ambientar nuestro museo del aula, fuimos hasta las alturas de Cutacarcas a visitar unas cuevas y traer restos arqueológicos, después del cual, terminábamos cerca del río, haciendo la pachamanca y bañándonos en las zonas de agua calma, eso lo hicimos con el Prof. Anatolio Calderón, que allí está pasando con su esposa”.
Eso lo comentábamos entre sus alumnos.
Todo debe quedar listo para estar el día principal, el 30.
Los sonidos de los cohetes, las bandas, se sienten dentro de las casas y hoteles, como avisando que se inicia el día de la fiesta.
A las 10 a.m. todos los llegados para esta fecha, con ternos, vestidos y luciendo su mejor ropa, se dan cita a la plaza de armas y a las tiendas de venta de cerveza que se han instalado en los alrededores, por la simple regla del mercado.
Bajo el fuerte sol, la cerveza es casi una necesidad, un aglutinador, un intermediario para los saludos, los abrazos, la alegría de estar nuevamente juntos.
Algunos se ven luego de 5 o 30 años, cuantos más años separados estás, más entusiasmo demuestras, registras cuánta escena surja, porque deseas volver con recuerdos, con tu memoria, con las mismas sonrisas, aunque con apariencia modificada, pero la niñez que todos tenemos dentro parece no haber cambiado.
Las fotos, las filmaciones se multiplican, menos mal que hoy las cámaras tienen capacidad para centenares de vistas, en el corto tiempo que dura el día, frente a tantos años de ausencia, cada segundo se aprovecha como si fuera el último, las anécdotas se remontan a la infancia, a la escuela a nuestros maestros.
“cuando teníamos solo 7 años y queríamos ambientar nuestro museo del aula, fuimos hasta las alturas de Cutacarcas a visitar unas cuevas y traer restos arqueológicos, después del cual, terminábamos cerca del río, haciendo la pachamanca y bañándonos en las zonas de agua calma, eso lo hicimos con el Prof. Anatolio Calderón, que allí está pasando con su esposa”.
Eso lo comentábamos entre sus alumnos.

Luego a las 11:30 a.m., con la iglesia completamente abarrotada se inicia la misa, esta ceremonia, que según como vea el párroco el ambiente lo extiende, hasta 2 horas, incluso aprovecha para captar donaciones, sin duda lo más ansiado es el sermón. Algunos asistentes que, ayer por la noche se sobrepasaron no soportan el sueño pendiente.
Mientras tanto, afuera, en la plaza, los que no han ingresado, o salieron de la iglesia antes del fin de la ceremonia, continúan en el programa “antiolvido”, de la recarga de las baterías del alma, de cumplir con la nostalgia guardada.
Al fin de la misa, sale la procesión de la eucaristía, para visitar las capillas montadas en cada esquina, el capitán y su comitiva, el Inca, el Rumiñahui, la Estandarte, con sus respectivas bandas, le dan la tonalidad de recogimiento con esos toques tristes que en lo recordamos desde la infancia.
Finalizada esta visita, las bandas cambian sus entregas por los huaynos clásicos de Chiquián: tarapaqueño, lirio moradito, o aguas de Husgor, visitando nuevamente las capillas, donde, en esta oportunidad, cada capilla, recibe al capitán con su aprecio donándole cerveza, a todos los asistentes, se baila, con la amiga o amigo de siempre, los cortos momentos, parecen infinitos, suficientes para calmar los deseos del reencuentro.
Continúa el día con el almuerzo en las diversas casas de los funcionarios, donde nos reciben el inigualable caldo de fiesta y el locro de cuy, cada sorbo es una mixtura de banda, huaynos, abrazos y cerveza.
Termina el día de la fiesta principal, aquel día tan soñado de infaltable reencuentro que dará, fuerza inapreciable para volver a verse nuevamente el próximo año o talvez cuántos años después, o para algunos la última vez que los vimos junto a nosotros. La vida es tan corta que no deberíamos perdernos un locro de cuy el 30 de agosto.
Por eso valió la pena hacer ese esfuerzo de ir a la fiesta Santa Rosa de Lima, la patrona de nuestro pequeño y acogedor pueblo de Chiquián, grande en cariño y ciertamente el Espejito de Cielo.
Con este resumen de solo un día, no se puede responder a la infinidad de preguntas que los acuciosos analistas de tanto en tano nos plantean hasta escandalizados:
¿Por qué van a la fiesta de agosto?, ¿Qué sentido tiene gastar tanto en una fiesta como funcionario?, ¿Qué significa, asistir a la misa del 30, y volverse al día siguiente? ¿Qué significa compartir cervezas en la plaza de armas o en las cantinas? ¿Qué es comer un caldo de fiesta y un locro de cuy? ¿Qué es caminar bailando por las calles?, ¿Qué es compartir una pachamanca por invitación de un amigo en su casa? ¿Qué es mirar a Usgor u otro paraje? ¿Qué significa cantar huaynos recordados en la voz y guitarra de los amigos?, ¿Qué es beber en la noche fría el chinguirito quemante?, ¿Qué es el sonido de la banda con el huayno predilecto tocando en la esquina de tu casa?, o, ¿Qué hacemos en Chiquián mientras que en otra parte del Perú la gente sufre? Etc.
Podríamos continuar con más preguntas y habrán respuestas también para todas ellas desde la más objetivas y científicas cuanto las más subjetivas y de fe. Creo que no nos pondríamos de acuerdo, para unos valdrá infinitamente (como es mi caso), y para otros no.
Entonces busquemos las respuestas en cada uno, en nuestra vida cotidiana, y seamos coherentes con lo que hacemos y pensamos, en particular aquellos “sabihondos” que aspiran a modificar culturas, o desaparecerlas, cuando lo único cierto es que esas manifestaciones superarán su propia existencia.
La Pluma del Viento
Lima, agosto de 2016
[email protected]
Mientras tanto, afuera, en la plaza, los que no han ingresado, o salieron de la iglesia antes del fin de la ceremonia, continúan en el programa “antiolvido”, de la recarga de las baterías del alma, de cumplir con la nostalgia guardada.
Al fin de la misa, sale la procesión de la eucaristía, para visitar las capillas montadas en cada esquina, el capitán y su comitiva, el Inca, el Rumiñahui, la Estandarte, con sus respectivas bandas, le dan la tonalidad de recogimiento con esos toques tristes que en lo recordamos desde la infancia.
Finalizada esta visita, las bandas cambian sus entregas por los huaynos clásicos de Chiquián: tarapaqueño, lirio moradito, o aguas de Husgor, visitando nuevamente las capillas, donde, en esta oportunidad, cada capilla, recibe al capitán con su aprecio donándole cerveza, a todos los asistentes, se baila, con la amiga o amigo de siempre, los cortos momentos, parecen infinitos, suficientes para calmar los deseos del reencuentro.
Continúa el día con el almuerzo en las diversas casas de los funcionarios, donde nos reciben el inigualable caldo de fiesta y el locro de cuy, cada sorbo es una mixtura de banda, huaynos, abrazos y cerveza.
Termina el día de la fiesta principal, aquel día tan soñado de infaltable reencuentro que dará, fuerza inapreciable para volver a verse nuevamente el próximo año o talvez cuántos años después, o para algunos la última vez que los vimos junto a nosotros. La vida es tan corta que no deberíamos perdernos un locro de cuy el 30 de agosto.
Por eso valió la pena hacer ese esfuerzo de ir a la fiesta Santa Rosa de Lima, la patrona de nuestro pequeño y acogedor pueblo de Chiquián, grande en cariño y ciertamente el Espejito de Cielo.
Con este resumen de solo un día, no se puede responder a la infinidad de preguntas que los acuciosos analistas de tanto en tano nos plantean hasta escandalizados:
¿Por qué van a la fiesta de agosto?, ¿Qué sentido tiene gastar tanto en una fiesta como funcionario?, ¿Qué significa, asistir a la misa del 30, y volverse al día siguiente? ¿Qué significa compartir cervezas en la plaza de armas o en las cantinas? ¿Qué es comer un caldo de fiesta y un locro de cuy? ¿Qué es caminar bailando por las calles?, ¿Qué es compartir una pachamanca por invitación de un amigo en su casa? ¿Qué es mirar a Usgor u otro paraje? ¿Qué significa cantar huaynos recordados en la voz y guitarra de los amigos?, ¿Qué es beber en la noche fría el chinguirito quemante?, ¿Qué es el sonido de la banda con el huayno predilecto tocando en la esquina de tu casa?, o, ¿Qué hacemos en Chiquián mientras que en otra parte del Perú la gente sufre? Etc.
Podríamos continuar con más preguntas y habrán respuestas también para todas ellas desde la más objetivas y científicas cuanto las más subjetivas y de fe. Creo que no nos pondríamos de acuerdo, para unos valdrá infinitamente (como es mi caso), y para otros no.
Entonces busquemos las respuestas en cada uno, en nuestra vida cotidiana, y seamos coherentes con lo que hacemos y pensamos, en particular aquellos “sabihondos” que aspiran a modificar culturas, o desaparecerlas, cuando lo único cierto es que esas manifestaciones superarán su propia existencia.
La Pluma del Viento
Lima, agosto de 2016
[email protected]