LA SOBADA DE CUYE

El guinea pig es un pequeño roedor, oriundo de los Andes, que pese a su pequeño tamaño presta múltiples servicios a la humanidad. En primer lugar es íntimo colaborador de los científicos para quienes es conocido como cavia porcellus, pero que muy familiarmente por cierto, lo llaman conejillo de indias, y bajo esta denominación son utilizados en los laboratorios para trabajos de investigación y experimentación, sobre todo en la industria farmacéutica. Luego, estos humildes animalitos alegran la existencia de miles de niños alrededor del mundo, en su condición de mascotas, papel que cumplen a la perfección dada su naturaleza pasiva y capacidad de adaptarse a la vida en cautiverio en pequeñas jaulas. Mientras tanto, en los Andes sudamericanos es conocido como cuye o por su nombre en idioma quechua jaca y, desde tiempos prehispánicos, cumple un papel no tan decoroso pero mucho más práctico y sustancial en la vida del hombre andino, es apreciado como parte de su dieta alimenticia y como tal se le consume en diferentes formas y en deliciosos platillos que cambian de nombre dependiendo de la región en la cual es degustado. Finalmente, y esta es una faceta poco conocida de este roedor, cumple un papel bastante curioso e inexplicable dentro de los que se conoce como medicina alternativa, en lo que se conoce como “soba del cuy”.
Para muchos curanderos andinos utilizar el cuy como medio de diagnosticar, pronosticar y, en algunos casos, curar enfermedades es asunto de todos los días. El proceso es simple; se escoge un cuy joven y en buenas condiciones que corresponda al sexo del paciente, y luego se le frota suavemente todo el cuerpo con el animal, empezando por la cabeza. Esta acción dura aproximadamente unos veinte minutos. Luego de finalizada la soba, el curandero o curandera, lo sacrifica y abre el cuerpo del roedor para examinar minuciosamente el organismo del cuy. El organismo del animal sacrificado reproduce las afecciones que padece el enfermo, y para el curandero la revisión del organismo del roedor es como si estuviera observando el organismo interno del paciente. En otras palabras, el animalito de marras funciona exactamente como un moderno equipo de rayos x, solo que esto viene sucediendo desde épocas inmemoriales.
La medicina moderna, basada en estudios serios del organismo humano y en la experimentación científica, siempre ha sido reacia para aceptar este tipo de medicina empírica. Sin embargo, quien sabe por curiosidad o por que, cada vez más, aceptando la realidad de la vida diaria, no queda más camino que investigar algo que se desconoce, pero que cuenta con la confianza de muchos habitantes de los andes, algunos médico han comenzado a realizar investigaciones serias sobre este hecho que tiene mucho de misterioso y desconocido. Equipos de médicos, algunos de ellos provenientes de universidades europeas y estadounidenses, han realizado trabajo de campo con el tema. Utilizando por lo general casos de pacientes que ya contaban con un diagnóstico clínico previo y que, luego de ser sometidos a la soba del cuy, los organismos del animal reflejaban exactamente afecciones internas específicas en el mismo órgano afectado del paciente. Para mayor seguridad, y dado de que se trataba de estudios serios, los órganos del cuy fueron estudiados por especialistas médicos, patólogos y veterinarios, llegando a la conclusión que éstos reflejaban, o mejor, guardaban relación directa con la afección del paciente.
A la fecha no se logra aun descubrir o descifrar el misterio que rodea la relación que pueda tener este acto de medicina alternativa andina que tiene sus raíces en los primeros habitantes del continente. La medicina prehispánica no era científica, más bien estaba basada en creencias mágicas religiosas. Sin embargo, en algunos aspectos tuvo mayor desarrollo que la europea que trajeron los conquistadores, entre las que se puede enumerar mejores técnicas de higiene, trepanaciones craneanas, uso de plantas medicinales para tratar diversas dolencias, además de técnicas ancestrales usadas por los curanderos para arreglar huesos y, de los psicoterapeutas andinos, expertos en curar males que se conocen como “mal de ojo” y “susto”, que no son otra cosa que enfermedades mentales que hoy en día son tratadas por sesudos siquiatras y psicólogos. Es en este escenario mágico religioso sobreviviente entre los habitantes de los Andes, en el cual se desarrolló la “soba del cuy” y que se le sigue practicando como parte del legado cultural de los pueblos ancestrales andinos, de la misma forma como continúan vigentes muchas de sus enseñanzas, costumbres y forma de vida.
Armando Zarazú
[email protected]
Para muchos curanderos andinos utilizar el cuy como medio de diagnosticar, pronosticar y, en algunos casos, curar enfermedades es asunto de todos los días. El proceso es simple; se escoge un cuy joven y en buenas condiciones que corresponda al sexo del paciente, y luego se le frota suavemente todo el cuerpo con el animal, empezando por la cabeza. Esta acción dura aproximadamente unos veinte minutos. Luego de finalizada la soba, el curandero o curandera, lo sacrifica y abre el cuerpo del roedor para examinar minuciosamente el organismo del cuy. El organismo del animal sacrificado reproduce las afecciones que padece el enfermo, y para el curandero la revisión del organismo del roedor es como si estuviera observando el organismo interno del paciente. En otras palabras, el animalito de marras funciona exactamente como un moderno equipo de rayos x, solo que esto viene sucediendo desde épocas inmemoriales.
La medicina moderna, basada en estudios serios del organismo humano y en la experimentación científica, siempre ha sido reacia para aceptar este tipo de medicina empírica. Sin embargo, quien sabe por curiosidad o por que, cada vez más, aceptando la realidad de la vida diaria, no queda más camino que investigar algo que se desconoce, pero que cuenta con la confianza de muchos habitantes de los andes, algunos médico han comenzado a realizar investigaciones serias sobre este hecho que tiene mucho de misterioso y desconocido. Equipos de médicos, algunos de ellos provenientes de universidades europeas y estadounidenses, han realizado trabajo de campo con el tema. Utilizando por lo general casos de pacientes que ya contaban con un diagnóstico clínico previo y que, luego de ser sometidos a la soba del cuy, los organismos del animal reflejaban exactamente afecciones internas específicas en el mismo órgano afectado del paciente. Para mayor seguridad, y dado de que se trataba de estudios serios, los órganos del cuy fueron estudiados por especialistas médicos, patólogos y veterinarios, llegando a la conclusión que éstos reflejaban, o mejor, guardaban relación directa con la afección del paciente.
A la fecha no se logra aun descubrir o descifrar el misterio que rodea la relación que pueda tener este acto de medicina alternativa andina que tiene sus raíces en los primeros habitantes del continente. La medicina prehispánica no era científica, más bien estaba basada en creencias mágicas religiosas. Sin embargo, en algunos aspectos tuvo mayor desarrollo que la europea que trajeron los conquistadores, entre las que se puede enumerar mejores técnicas de higiene, trepanaciones craneanas, uso de plantas medicinales para tratar diversas dolencias, además de técnicas ancestrales usadas por los curanderos para arreglar huesos y, de los psicoterapeutas andinos, expertos en curar males que se conocen como “mal de ojo” y “susto”, que no son otra cosa que enfermedades mentales que hoy en día son tratadas por sesudos siquiatras y psicólogos. Es en este escenario mágico religioso sobreviviente entre los habitantes de los Andes, en el cual se desarrolló la “soba del cuy” y que se le sigue practicando como parte del legado cultural de los pueblos ancestrales andinos, de la misma forma como continúan vigentes muchas de sus enseñanzas, costumbres y forma de vida.
Armando Zarazú
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