josé Antonio Salazar Mejía
UN INTENTO DE ASESINAR A LUZURIAGA

Recogido en una visita al doctor Manuel Reina Loli en enero de 2012, a raíz del otorgamiento de “La Medalla del Dios Guari” por su gran contribución a la historia regional de Ancash.
Cuando a inicios de 1821 en Huarás se conoció el anuncio de la presencia de un alto militar para hacerse cargo de la Presidencia del recientemente creado Departamento de Huaylas, pocos recordaban que dicho personaje era hijo de doña María Josefa Mejía Estrada y Villavicencio, dama huarasina de mucha alcurnia casada con el rico comerciante vizcaíno Manuel de Luzuriaga y Elagarresta que partió a Lima con su familia poco antes de fin de siglo XVIII.
El gobernador encargado, don Juan de la Mata Arnao, fue informado que el 18 de febrero debía hacer entrega de cargo al General don Toribio de Luzuriaga y Mejía, oficial del Ejército Libertador que venía precedido por un envidiable palmarés: tenía el grado de General del Ejército Argentino y Mariscal de Campo del Ejército de Chile. Luzuriaga, compadre e íntimo amigo del Protector del Perú don José de San Martín, llegó a Huarás en la fecha prevista y de inmediato se puso a trabajar pues tenía muchos problemas que resolver.
Al atardecer del 26 de abril de 1821, en las cercanías de Cotaparaco los sublevados fueron cercados por tres flancos. Por la derecha los acosaba el grupo guerrillero dirigido por el sacerdote Tadeo Gómez, por el flanco izquierdo atacaban los hombres del padre Basilio Quispe, mientras que el presbítero Gabino Uribe les cerraba la retaguardia con sus treinta guerreros. Al verse amenazados por las galgas que aventaban los patriotas y al caer sus primeros muertos abatidos a tiros, a los españoles no les quedó otra alternativa que rendirse ante Gabino Uribe. El día 27 todo el contingente ingresaba a Aija donde las muestras de adhesión por la victoria patriota culminaron con un solemne Te Deum concelebrado por los tres bravos jefes guerrilleros.
Enterados en Huarás de estos sucesos, se envió a una partida de veinticinco hombres armados para que salgan a dar el encuentro al destacamento de milicias que custodiaba a los españoles rendidos. Dirigía la partida otro sacerdote patriota, don Juan de la Cruz Romero, quien fuera el primero en entrevistarse con el general San Martín en Huaura.
El 29 de abril a las once de la mañana hacía su ingreso el cortejo triunfal. La villa de Huarás era un hervidero. Los niños portaban rústicas banderitas hechas por sus improvisados docentes, los mayores vitoreaban los nombres de Gabino Uribe y del general Luzuriaga y abucheaban a los españoles capturados.
-¡Muerte a los godos!
- ¡Viva la patria! ¡Viva el general Luzuriaga!
-¡A la picota con los alzados!
-¡Vivan nuestros curas guerrilleros!
La explanada que en ese tiempo era la plaza mayor fue testigo de un hecho singular. Vestido con sus mejores galas y luciendo sus medallas ganadas en los campos de batalla de Suipacha, Yuraicoragua, el general don Toribio de Luzuriaga recibió los sables de los vencidos, hizo ingresar a la cárcel a los alzados y reconoció públicamente el patriotismo de Gabino Uribe y su gente.
Don Toribio de Luzuriaga estuvo al mando de la presidencia de Huaylas hasta el mes de octubre de ese año, cuando fue relevado por el coronel Rivadeneira y Tejada. El balance de su ejercicio fue muy positivo, gracias a él se alejó el fantasma del retorno de las tropas godas y se organizó convenientemente las finanzas del departamento. A fines de año recibió en Lima la Orden del Sol y el ascenso a Gran Mariscal del Perú, siendo el único oficial peruano nominado a tan alta distinción. Lamentablemente, enviado en misión secreta a Buenos Aires, jamás pudo regresar al Perú pues los vaivenes de la política se lo impidieron.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]
Cuando a inicios de 1821 en Huarás se conoció el anuncio de la presencia de un alto militar para hacerse cargo de la Presidencia del recientemente creado Departamento de Huaylas, pocos recordaban que dicho personaje era hijo de doña María Josefa Mejía Estrada y Villavicencio, dama huarasina de mucha alcurnia casada con el rico comerciante vizcaíno Manuel de Luzuriaga y Elagarresta que partió a Lima con su familia poco antes de fin de siglo XVIII.
El gobernador encargado, don Juan de la Mata Arnao, fue informado que el 18 de febrero debía hacer entrega de cargo al General don Toribio de Luzuriaga y Mejía, oficial del Ejército Libertador que venía precedido por un envidiable palmarés: tenía el grado de General del Ejército Argentino y Mariscal de Campo del Ejército de Chile. Luzuriaga, compadre e íntimo amigo del Protector del Perú don José de San Martín, llegó a Huarás en la fecha prevista y de inmediato se puso a trabajar pues tenía muchos problemas que resolver.
- El gran peligro que tenemos es la presencia de tropas españoles en Pasco y Huánuco. –Le informaba Juan De la Mata.
- No os preocupéis, tomaremos las previsiones del caso. –Respondía lacónico Luzuriaga.
- Y encima tiene la tarea de construir el primer gobierno independiente prácticamente de la nada y sin recursos. –Retrucaba su asistente, un cuajado sargento de apellido Bonet.
- Para eso tenía pensado ajustar las cuentas con los españoles residentes en Huarás y en los pueblos del Callejón. Quienes tienen la correa gruesa, nos ayudarán en el intento.
- Además tenemos que convencer al pueblo que el nuevo gobierno es superior al de los godos. –Volvía a la carga De la Mata Arnao.
- Traigo la experiencia de haber organizado un buen gobierno en la provincia de Cuyo y de haber sostenido al Ejército Libertador luego de la derrota en Cancha Rayada.
- Deberíais estar enterados que gracias a las previsiones de don Toribio, se logró el triunfo en la batalla de Maipú. No por nada el Ejército de Chile lo convirtió en Mariscal. –Afirmó orgulloso el leal sargento Bonet.
- ¿Se ha enterado misia Merceditas del último bando del General Luzuriaga? Trae más novedades que mercachifle andante.
- ¡Jesús, José y María! Qué cosas me dice ña Catalina… ¿será acaso ese el motivo para que en la casa de ño Sebástides de Alzamora, mi vecino, haya tanto movimiento?
- Ahí lo tiene, ha ordenado que en las casas de los pudientes se instale un aula para la enseñanza de las primeras letras a todo mozalbete del lugar.
- ¿Pero de dónde va a sacar preceptores?
- Esa es otra novedad del bando misia Merceditas, cualquier fulano que sepa leer y escribir puede hacer las funciones de preceptor. Es más, su paga ha de ser costeada por el dueño de casa.
- Pero… ¿quién ha de mandar a sus hijos a perder el tiempo aprendiendo el abecedario, habiendo tanto que hacer en las casas y en los huertos?
- ¡Aquí viene lo bueno! El general Luzuriaga ha ordenado se envíe a chirona a todo mal padre que se oponga a educar al hijo.
- ¡Habrase visto semejante entuerto, ña Catalina! ¿Esa es la independencia que querían? ¡Pues tomen su independencia, pardiez!
- ¡Guardia…! ¡Guardia! Acudid presuroso que el coronel Antonio Ita se nos muere de un cólico miserere.
- ¡A socorro…! Que se nos muere sin confesión.
- ¡Listo! Esto salió mejor de lo pensado.
- Quitadles las llaves de la armería y recuperad los mosquetes.
- Dividámonos en dos grupos, uno que vaya en busca de caballos y otro por alimentos.
- ¡Antes de que amanezca debemos partir rumbo a Huarás!
- ¡Sí, caigámosles de sorpresa y asesinemos al endemoniado Luzuriaga! ¡Allá hay gente que nos brindará ayuda!
- ¡Viva el Rey, muera la patria! –Y diciendo esto se alejaron de la improvisada cárcel.
- ¡Señor sacristán, llame usted al taita cura…! ¡Es de urgencia!
- ¿Qué os sucede, hombre de Dios? –preguntó el doctor Uribe al agitado emisario.
- He visto pasar rumbo a Cotaparaco una partida de gente armada. ¡Y no eran de los nuestros!
- ¡Eso sí que es un asunto muy grave! ¿Y eran muchos?
- ¡Más de cincuenta, todos a caballo!
- ¡Dios nos coja confesados! Avisaré a don Basilio Quispe Rodríguez y al doctor Tadeo Gómez Alvarado para que salgan en su persecución. Y vos, sacristán tocad las campanas a rebato para que se reúna nuestro contingente.
Al atardecer del 26 de abril de 1821, en las cercanías de Cotaparaco los sublevados fueron cercados por tres flancos. Por la derecha los acosaba el grupo guerrillero dirigido por el sacerdote Tadeo Gómez, por el flanco izquierdo atacaban los hombres del padre Basilio Quispe, mientras que el presbítero Gabino Uribe les cerraba la retaguardia con sus treinta guerreros. Al verse amenazados por las galgas que aventaban los patriotas y al caer sus primeros muertos abatidos a tiros, a los españoles no les quedó otra alternativa que rendirse ante Gabino Uribe. El día 27 todo el contingente ingresaba a Aija donde las muestras de adhesión por la victoria patriota culminaron con un solemne Te Deum concelebrado por los tres bravos jefes guerrilleros.
Enterados en Huarás de estos sucesos, se envió a una partida de veinticinco hombres armados para que salgan a dar el encuentro al destacamento de milicias que custodiaba a los españoles rendidos. Dirigía la partida otro sacerdote patriota, don Juan de la Cruz Romero, quien fuera el primero en entrevistarse con el general San Martín en Huaura.
El 29 de abril a las once de la mañana hacía su ingreso el cortejo triunfal. La villa de Huarás era un hervidero. Los niños portaban rústicas banderitas hechas por sus improvisados docentes, los mayores vitoreaban los nombres de Gabino Uribe y del general Luzuriaga y abucheaban a los españoles capturados.
-¡Muerte a los godos!
- ¡Viva la patria! ¡Viva el general Luzuriaga!
-¡A la picota con los alzados!
-¡Vivan nuestros curas guerrilleros!
La explanada que en ese tiempo era la plaza mayor fue testigo de un hecho singular. Vestido con sus mejores galas y luciendo sus medallas ganadas en los campos de batalla de Suipacha, Yuraicoragua, el general don Toribio de Luzuriaga recibió los sables de los vencidos, hizo ingresar a la cárcel a los alzados y reconoció públicamente el patriotismo de Gabino Uribe y su gente.
- Este es un día de gloria para nuestra joven patria, –empezó diciendo el general- somos testigos de que Dios Todopoderoso está de nuestra parte, del lado de la libertad, del lado de la verdad, pues el Divino ha querido que tres de sus mejores hijos, estos presbíteros que decidieron tomar las armas por la justa causa de la patria, nos libren del peligro que nos amenazaba. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!
Don Toribio de Luzuriaga estuvo al mando de la presidencia de Huaylas hasta el mes de octubre de ese año, cuando fue relevado por el coronel Rivadeneira y Tejada. El balance de su ejercicio fue muy positivo, gracias a él se alejó el fantasma del retorno de las tropas godas y se organizó convenientemente las finanzas del departamento. A fines de año recibió en Lima la Orden del Sol y el ascenso a Gran Mariscal del Perú, siendo el único oficial peruano nominado a tan alta distinción. Lamentablemente, enviado en misión secreta a Buenos Aires, jamás pudo regresar al Perú pues los vaivenes de la política se lo impidieron.
José Antonio Salazar Mejía
[email protected]