rubén darío robles moreno
LUIS PARDO NOVOA
Nació el 19 de agosto de 1874 en la ciudad de Chiquián. Murió el 5 de enero cerca al pueblo de Cajacay, acribillado por un numeroso gentío, en las aguas del río Tingo.
A 149 años de su nacimiento y a.114 años de su deceso, sigue vivo en todo el ámbito chiquiano-bolognesino y por las rutas de su andar turbulento justiciero en nuestro país.
Cuando tenía 11 años, su padre fue asesinado. Poco tiempo después murió su madre. Pasaron algunos años, mató a los asesinos de su padre, vengándolo.
Como el escritor mejicano Juan Rulfo diría: “Muy temprano conocí la muerte”
Tal vez todo esto y las constantes reyertas que sucedían en Chiquián y sus alrededores, marcó su vida futura .
A los 17 años se casó con la dama chiquiana doña Julia Ramírez, mujer valiente de armas tomar, pero que también con mucha dulzura sabía sacarle a las numerosas cuerdas del arpa, las más bellas notas musicales. Después de un tiempo llegaron a separarse.
A los 25 años, perdidamente se enamoró de la jovencita dama Zoila Tapia, quien falleció al poco tiempo por circunstancias poco esclarecidas.
Integró los montoneros de Andrés A. Cáceres. Cayendo preso en la derrota, pero luego logró escaparse.
Viajó a Arica (Chile) organizando sindicatos y protestas por el mal trato que recibían los trabajadores en el lugar.
Volviendo a Chiquián, esencialmente a su querido Pancal, cuentan que formó una banda de hombres para sus conocidas aventuras.
Muchos de nuestros escritores se han encargado de ilustrarnos con todos los detalles a su favor y en contra de sus distintos hechos, desde su nacimiento hasta la actualidad.
Tal vez sin lograr el perfil completo de un hombre real, de carne y hueso, pero excepcional, lo han denominado “El gran bandolero”, “El asaltante”, “El romántico”, “El abiego”, “El justiciero”, “El asesino”, “El delincuente”, “El político”, “El revolucionario”, “El ladrón”, “El Robin Hood andino”, “El malhechor”, “El montonero”, etc.
Lo cierto es que , tanto para admiradores o para detractores, existió, existe y existirá.
Quien no ha oído mencionar al bandolero Luis Pardo, en lo que va desde el siglo pasado hasta el presente .
Muchos relatos verdaderos o falsos, pasajes, leyendas, anécdotas y sus proezas, si fueron delictivas o lo contrario, ningún bandolero andino en el país alcanzó tanto renombre y popularidad, divulgadas por historiadores, escritores, novelistas, cuentistas, cronistas, etc..
Una cinta cinematográfica, la primera en el Perú, canciones, videos, obras teatrales, poemas , etc, han trascendido los límites de la patria.
MAUSOLEO AL GRAN BANDIDO
Hace 64 años, el 5 de enero de 1959, para conmemorar el cincuentenario de la muerte del gran bandido Luis Pardo se colocó la gran escultura de piedra monolítica que hoy se encuentra el maosoleo del cementerio de Chiquián.
Fue llevada por el camión amarillo " El Chiquiano" del transportista Darío Segundo Robles Valverde, acompañado por un nieto descendiente directo de nuestro paladín, representando a sus descendientes.
Por encargo de éstos, la estatua fue cincelada en Lima por el escultor peruano Vidal León. Su estructura es de granito, con varios cientos de kilos de peso
Muy temprano en la fecha mencionada, el camión con su especial cargamento bajó por el jirón Figueredo, partiendo de Jupash, directo al cementerio (parte norte del estadio de Jircán) .
El tramo siguiente era inaccesible para vehículos en aquellos años. Era una trocha peatonal para bajar al cementerio, muy pendiente hasta la puerta del campo santo chiquiano, por el cual el camión se ubicó a regular distancia del cementerio.
La efigie atada con muchas sogas (cuerdas gruesas), con el mayor cuidado posible se deslizó lentamente, la pesada estatua del camión por un plano inclinado de dobles tablas muy gruesas, jalada por muchos hombres, recibiéndolo en una hilera de troncos paralelos de eucaliptos tendidos en el suelo para rodarlos (como hicieron los incas en sus construcciones líticas), llevando la tremenda efigie hasta el cementerio, por ser imposible cargarlo, para pasar el rústico puente endeble de dos maderos de la acequia a Chíviz, que daba acceso a la puerta del campo santo, se pusieron soportes para pasarlo ingresando al lugar indicado.
Ya dentro, con el apoyo de muchas personas empujando y jalando de las gruesas sogas, se logró parar la escultura.
El maestro albañil don Elías Alvarado "Pichina", se encargó de fijarlo con cemento, dándome la mejor forma al mausoleo en los 4 metros cuadrados de terreno que le correspondía. Perpetuando así la tumba dónde yacen los restos del Gran Bandolero.
Sobre la figura de la escultura hay muchas conjeturas, ya que no guardan relación con la persona, personalidad y acciones de gran bandido.
Quiero felicitar y darles las gracias por darnos mayores luces de las vivencias de Luis Pardo a:
Filomeno Zubieta Núñez, Héctor Gamarra Espinoza, Carlos Garay Veramendi, recomiendo leerla por su especial análisis.
Rubén Darío Robles Moreno
A 149 años de su nacimiento y a.114 años de su deceso, sigue vivo en todo el ámbito chiquiano-bolognesino y por las rutas de su andar turbulento justiciero en nuestro país.
Cuando tenía 11 años, su padre fue asesinado. Poco tiempo después murió su madre. Pasaron algunos años, mató a los asesinos de su padre, vengándolo.
Como el escritor mejicano Juan Rulfo diría: “Muy temprano conocí la muerte”
Tal vez todo esto y las constantes reyertas que sucedían en Chiquián y sus alrededores, marcó su vida futura .
A los 17 años se casó con la dama chiquiana doña Julia Ramírez, mujer valiente de armas tomar, pero que también con mucha dulzura sabía sacarle a las numerosas cuerdas del arpa, las más bellas notas musicales. Después de un tiempo llegaron a separarse.
A los 25 años, perdidamente se enamoró de la jovencita dama Zoila Tapia, quien falleció al poco tiempo por circunstancias poco esclarecidas.
Integró los montoneros de Andrés A. Cáceres. Cayendo preso en la derrota, pero luego logró escaparse.
Viajó a Arica (Chile) organizando sindicatos y protestas por el mal trato que recibían los trabajadores en el lugar.
Volviendo a Chiquián, esencialmente a su querido Pancal, cuentan que formó una banda de hombres para sus conocidas aventuras.
Muchos de nuestros escritores se han encargado de ilustrarnos con todos los detalles a su favor y en contra de sus distintos hechos, desde su nacimiento hasta la actualidad.
Tal vez sin lograr el perfil completo de un hombre real, de carne y hueso, pero excepcional, lo han denominado “El gran bandolero”, “El asaltante”, “El romántico”, “El abiego”, “El justiciero”, “El asesino”, “El delincuente”, “El político”, “El revolucionario”, “El ladrón”, “El Robin Hood andino”, “El malhechor”, “El montonero”, etc.
Lo cierto es que , tanto para admiradores o para detractores, existió, existe y existirá.
Quien no ha oído mencionar al bandolero Luis Pardo, en lo que va desde el siglo pasado hasta el presente .
Muchos relatos verdaderos o falsos, pasajes, leyendas, anécdotas y sus proezas, si fueron delictivas o lo contrario, ningún bandolero andino en el país alcanzó tanto renombre y popularidad, divulgadas por historiadores, escritores, novelistas, cuentistas, cronistas, etc..
Una cinta cinematográfica, la primera en el Perú, canciones, videos, obras teatrales, poemas , etc, han trascendido los límites de la patria.
MAUSOLEO AL GRAN BANDIDO
Hace 64 años, el 5 de enero de 1959, para conmemorar el cincuentenario de la muerte del gran bandido Luis Pardo se colocó la gran escultura de piedra monolítica que hoy se encuentra el maosoleo del cementerio de Chiquián.
Fue llevada por el camión amarillo " El Chiquiano" del transportista Darío Segundo Robles Valverde, acompañado por un nieto descendiente directo de nuestro paladín, representando a sus descendientes.
Por encargo de éstos, la estatua fue cincelada en Lima por el escultor peruano Vidal León. Su estructura es de granito, con varios cientos de kilos de peso
Muy temprano en la fecha mencionada, el camión con su especial cargamento bajó por el jirón Figueredo, partiendo de Jupash, directo al cementerio (parte norte del estadio de Jircán) .
El tramo siguiente era inaccesible para vehículos en aquellos años. Era una trocha peatonal para bajar al cementerio, muy pendiente hasta la puerta del campo santo chiquiano, por el cual el camión se ubicó a regular distancia del cementerio.
La efigie atada con muchas sogas (cuerdas gruesas), con el mayor cuidado posible se deslizó lentamente, la pesada estatua del camión por un plano inclinado de dobles tablas muy gruesas, jalada por muchos hombres, recibiéndolo en una hilera de troncos paralelos de eucaliptos tendidos en el suelo para rodarlos (como hicieron los incas en sus construcciones líticas), llevando la tremenda efigie hasta el cementerio, por ser imposible cargarlo, para pasar el rústico puente endeble de dos maderos de la acequia a Chíviz, que daba acceso a la puerta del campo santo, se pusieron soportes para pasarlo ingresando al lugar indicado.
Ya dentro, con el apoyo de muchas personas empujando y jalando de las gruesas sogas, se logró parar la escultura.
El maestro albañil don Elías Alvarado "Pichina", se encargó de fijarlo con cemento, dándome la mejor forma al mausoleo en los 4 metros cuadrados de terreno que le correspondía. Perpetuando así la tumba dónde yacen los restos del Gran Bandolero.
Sobre la figura de la escultura hay muchas conjeturas, ya que no guardan relación con la persona, personalidad y acciones de gran bandido.
Quiero felicitar y darles las gracias por darnos mayores luces de las vivencias de Luis Pardo a:
Filomeno Zubieta Núñez, Héctor Gamarra Espinoza, Carlos Garay Veramendi, recomiendo leerla por su especial análisis.
Rubén Darío Robles Moreno