OMAR LLANOS ESPINOZA
NUESTROS EUCALIPTOS
Los pueblos mineros y ganaderos en el Perú se caracterizan por estar ubicados en las zonas altas de la serranía; desprovistos de vegetación e intenso frío. Esta realidad siempre ha sido un reto para el hombre andino en su afán de transformar la naturaleza, y lo han logrado.
El caso peculiar se da en la ciudad de Huallanca (Bolognesi-Ancash), ubicada sobre los 3538 msnm, que parte de su paisaje está conformado por millares de árboles de eucalipto en el contorno de la urbe; fruto del esfuerzo de sus pobladores para mejorar el clima y el medio ambiente.
David Martel Calderón, huallanquino, que nació a principios del siglo 20, comentaba que, a partir del año 1900, y en forma paulatina, hacen los primeros experimentos de adaptar los eucaliptos en los corrales de Huallanca; tarea titánica para cambiar el clima del pueblo.
Desde Huaraz llevaron las semillas y almácigos; entre los iniciadores podemos mencionar a: Sabino Barrenechea Llanos, Pablo Martel Llanos, Fausto Llanos Rubina, Roberto Matos Astete, Víctor Peña Lugo y otros; ellos lo hacían con gran cuidado, cubrían con paja a los almácigos para proteger de las “heladas” y granizos, luego trasplantar alrededor de los corrales y huertas cercanas al pueblo.
Pasaron algunos años, los eucaliptos se levantaron orgullosos como guardianes de troncos macizos y ramas coposas que domesticaron a los pájaros silvestres. Huallanca comienza a cambiar de clima; más benigno, menos frío, ya pueden sembrar hortalizas.
Huallanca, en el siglo 19, era un paraje desolado, frígido, sin árboles, parecido a Cerro de Pasco. Era un reto para los hombres; quizás alguien recomendó arborizar, tal vez un minero inmigrante de Europa; pero es el hecho que logran cambiar el clima.
Con el transcurso de los años, las nuevas generaciones también siguieron el ejemplo de la arborización; retoño tras retoño, sus maderos van sirviendo como “terrados” eternos soportando las casas amplias del pueblo; ramas que van a los hornos, hojas que dan el olor característico a la población. Gracias “señor eucalipto” nuestro protector, herencia de los abuelos.
En la década de los años 60 del siglo 20, los añejos árboles de eucalipto, por su buena calidad, fueron llevados a las minas de Cerro de Pasco para enmaderar los túneles. Al compás del “hacha y machete” daban cuenta de los guardianes del pueblo; pero allí quedaban los retoños, que solos se levantaban como hijos de buen tronco, ”de tal palo, tal astilla”.
En la misma época, siendo alcalde don Fausto Llanos Rubina, recordando sus años mozos, inicia la arborización de eucaliptos en la zona de Chashinragra (en las faldas del cerro San Cristobal), varios millares de plantas están erguidas, dando un mejor aspecto a la población. Otra iniciativa similar se ha realizado en Chinllillín, siempre con eucaliptos.
Todo este trabajo fue el esfuerzo de nuestros padres y abuelos; hombres capaces, “huallanquinos de pura sepa”, que supieron variar el clima y modificar el medio ambiente para el bienestar de la población y las generaciones venideras.
Omar llanos Espinoza
[email protected]
http://infohuallanca.blogspot.com/
El caso peculiar se da en la ciudad de Huallanca (Bolognesi-Ancash), ubicada sobre los 3538 msnm, que parte de su paisaje está conformado por millares de árboles de eucalipto en el contorno de la urbe; fruto del esfuerzo de sus pobladores para mejorar el clima y el medio ambiente.
David Martel Calderón, huallanquino, que nació a principios del siglo 20, comentaba que, a partir del año 1900, y en forma paulatina, hacen los primeros experimentos de adaptar los eucaliptos en los corrales de Huallanca; tarea titánica para cambiar el clima del pueblo.
Desde Huaraz llevaron las semillas y almácigos; entre los iniciadores podemos mencionar a: Sabino Barrenechea Llanos, Pablo Martel Llanos, Fausto Llanos Rubina, Roberto Matos Astete, Víctor Peña Lugo y otros; ellos lo hacían con gran cuidado, cubrían con paja a los almácigos para proteger de las “heladas” y granizos, luego trasplantar alrededor de los corrales y huertas cercanas al pueblo.
Pasaron algunos años, los eucaliptos se levantaron orgullosos como guardianes de troncos macizos y ramas coposas que domesticaron a los pájaros silvestres. Huallanca comienza a cambiar de clima; más benigno, menos frío, ya pueden sembrar hortalizas.
Huallanca, en el siglo 19, era un paraje desolado, frígido, sin árboles, parecido a Cerro de Pasco. Era un reto para los hombres; quizás alguien recomendó arborizar, tal vez un minero inmigrante de Europa; pero es el hecho que logran cambiar el clima.
Con el transcurso de los años, las nuevas generaciones también siguieron el ejemplo de la arborización; retoño tras retoño, sus maderos van sirviendo como “terrados” eternos soportando las casas amplias del pueblo; ramas que van a los hornos, hojas que dan el olor característico a la población. Gracias “señor eucalipto” nuestro protector, herencia de los abuelos.
En la década de los años 60 del siglo 20, los añejos árboles de eucalipto, por su buena calidad, fueron llevados a las minas de Cerro de Pasco para enmaderar los túneles. Al compás del “hacha y machete” daban cuenta de los guardianes del pueblo; pero allí quedaban los retoños, que solos se levantaban como hijos de buen tronco, ”de tal palo, tal astilla”.
En la misma época, siendo alcalde don Fausto Llanos Rubina, recordando sus años mozos, inicia la arborización de eucaliptos en la zona de Chashinragra (en las faldas del cerro San Cristobal), varios millares de plantas están erguidas, dando un mejor aspecto a la población. Otra iniciativa similar se ha realizado en Chinllillín, siempre con eucaliptos.
Todo este trabajo fue el esfuerzo de nuestros padres y abuelos; hombres capaces, “huallanquinos de pura sepa”, que supieron variar el clima y modificar el medio ambiente para el bienestar de la población y las generaciones venideras.
Omar llanos Espinoza
[email protected]
http://infohuallanca.blogspot.com/