manuel nieves fabián
FANTASMA
Acurrucado sobre su pellejo negro, junto a su perro que dormitaba por la cercanía de la noche, Glicerio se entretenía viendo cómo las gallinas se picoteaban sobre los troncos del rincón, acomodándose para pasar la noche fría llena de vientos silbadores y de hielos acostumbrados a morder las carnes hasta llegar a los huesos. Sus ojos enrojecidos por los años, bañados sobre un pozo de lágrimas, curiosos miraban a las nubes que raudas subían hacia las alturas. Por la frente le caía un mechón de pelo ya encanecido, burlándose del tosco sombrero que le aprisionaba la cabeza. En su faz rugosa se notaba el movimiento acompasado de sus carrillos que gustaban la coca, fiel amiga de su silencio. De rato en rato, como sacudiéndose del tiempo, erguía su pecho todavía fornido y soltaba un escupitajo amarillo-verdoso, al mismo tiempo que endulzaba el sabor de la coca con la cal extraída de su «porongo»
Al precipitarse las primeras gotas de lluvia su corazón se sintió aliviado, pues, ante la angustiosa sequía ya era tiempo que lloviera. Se decía para sí: «Sin agua la tierra no produce y sin lluvia no podemos vivir».
Cleufa, agotada por el cansancio, llegó a casa completamente mojada por la lluvia. Por los bordes del faldellín goteaba la lluvia como por los canales del tejado. Sin decir palabra alguna a su esposo, en silencio pasó a la cocina. Allí, las ollas las esperaban vacías con las bocas abiertas besando la tierra. El fogón inerte, sin carbón con vida, sólo abrigaba cenizas. Ya no soportando el peso de su faldellín de bayeta negra, haciendo tantísimos esfuerzos, con sus dedos congelados por el frío, logró desatar el nudo de la cintura, luego se despojó y lo colgó sobre el fogón, en un palo clavado sobre la pared. La prenda quedó balanceándose para secarse con el calor del fuego.
–¡Tan!... ¡Tan!… ¡Tan!... –tocaron el zaguán con fuerza.
Y violentamente, sin esperar que abrieran, sumamente indignado ingresó Silvano, casi gritando:
–¡Yo los mato! ¡Yo los mato ahora mismo! ¡Yo los mato!
Y gesticulaba redondeando sus ojos llenos de ira y amenazándoles con los puños, decía:
–¡Tu toro Pinto, ese toro ladrón, está destruyendo mi maizal! ¡Mi pobre maizal! ¿Saben cuánto trabajo me cuesta regar, desyerbar y cuspar? ¡Ni el precio de tu toro va alcanzar para pagarme!
Glicerio, sin escuchar más las amenazas de Silvano, se levantó como un relámpago y maldiciendo al toro por haberse escapado del corral, cogió su machete y salió en su búsqueda. Cleufa, no se quedó atrás, salió tras el esposo a pesar que el tiempo nuevamente empezaba llover.
Entre la humareda que producía la lluvia al rebotar las gotas del suelo, distinguieron al Pinto en medio del maizal que verdeaba. El toro, al ver a su amo, salió corriendo, burlándose con facilidad de los cercos y los muros de la chacra.
–Mejor lo venderemos, Glicerio –inquirió su mujer.
–Si no fuera arador, con éste le partiría la cabeza –dijo, empuñando el machete.
–Después de sembrar la chacra de papa lo venderemos –replicó.
–¡Vender nomás quieres!, después ¿cómo viviremos?
Ella calló. En ese instante el relámpago brilló en sus narices y el trueno retumbó remeciendo los campos.
En medio de la persistente lluvia repararon las murallas luego valorizaron la magnitud del daño.
Ya de vuelta al pueblo, Cleufa, iba por delante cayéndose y levantándose entre el lodo y las aguas que corrían por el camino.
Antes que anocheciera, con los pies llenos de lodo, bañados por la lluvia y el estómago pidiendo alimentos llegaron a casa.
En el patio, donde la penumbra amenazaba con devorarlos, aún resonaban las voces casi histéricas de Silvano. Los puños crispados y las fintas que hacía en el aire allí estaban tan frescos.
Ante el perjuicio hecho por el Pinto no había otro remedio que reparar el daño. Silvano iría en época de cosecha a la chacra de Waltupampa y escogería de la era las más hermosas mazorcas.
–Cleufa, fue directamente a la cocina para encender el fuego y preparar la cena, pero repentinamente apareció a sus ojos una enorme sombra negra sin pies y sin cabeza, parado sobre el fogón. Sus pelos se le erizaron y sus labios no podían pronunciar palabra alguna. Así, llena de horror y tiritando de miedo, como pudo, corrió hacia su esposo con los ojos desmesuradamente abiertos, y apuntando con el índice derecho al interior de la cocina, temblaba.
Glicerio, al advertir el peligro, de un salto se puso frente a la puerta abierta. Cuál habría sido su sorpresa al ver parado sobre el fogón al mismísimo fantasma, sin pies y sin cabeza. Quiso gritar pero sólo atinó abrir la boca. El cuerpo se le enfrió, a pesar de ello logró recuperarse; entonces, tambaleando, optó por arrojarle piedras. El «espectro», sin inmutarse, continuaba parado. Por cada pedrada que recibía, retrocedía y avanzaba ligero hacia adelante. Agotada las piedras del patio y no teniendo ya con qué atacar, cogió de un rincón la «puya» del toro, y ante la mirada atónita de su mujer, que todavía no recobraba el habla, resolvió luchar cuerpo a cuerpo. Con el inmenso palo entre las manos arremetió contra la «sombra» que permanecía, amenazadora, en el lugar. La punta aguda, al hacer impacto en el cuerpo del «espíritu», ingresaba como en una esponja con suma facilidad. Al ver que no se quejaba ni menos respiraba, cobró valor y atacó con más furia. Después de largos minutos de ardorosa e intensa lucha, el «aparecido», acribillado y agujereado por todas partes, cayó como una bolsa pesada al suelo. Glicerio, seguro de su triunfo, aún sin poder pronunciar palabra alguna, jadeante, sudoroso y emocionado, sólo con mímicas le explicaba a su mujer que él había ganado y que llamara a los vecinos para que fueran testigos, de que él, en un acto nunca antes visto, había dado muerte al «fantasma»; prueba de ello, ahora yacía inerte sobre el piso.
Cleufa que hasta ese instante no se había movido, paralizada por el miedo, sabedor de que su esposo había matado al «alma», salió presurosa a llamar a los vecinos. Los hombres y las mujeres, sorprendidos por la actitud de Cleufa, que no podía hablar, y sólo con mímicas les pedía que la siguiesen, obedecieron y fueron tras ella.
Glicerio, cual un loco, furioso, seguía aguijoneando el cuerpo de su víctima arrojado sobre el piso que no daba muestras de vida. Por la frente le caía el sudor y las piernas se le doblaban de cansancio. Al ver que sus vecinos le miraban, se sintió más seguro. Dejó el aguijón y en medio de la penumbra levantó los brazos y les invitó para que se cercioraran y conocieran por primera vez el cadáver del «fantasma» y que él solo, sin ayuda de nadie, lo había vencido en dura y desigual pelea.
Los hombres, incrédulos y curiosos se acercaron. De lejos y con mucho temor tocaron con un palo el cuerpo del muerto. Era blando y esponjoso. No daba signos de vida. Retemplados sus nervios, después del susto inicial, se acercaron más. Querían verle la cara. Querían conocer el cadáver de un espíritu. ¡No había modo de hacerlo!
Uno de ellos, el más valiente, encorajinado, se acercó, lo cogió supuestamente de los cabellos, y de un tirón lo levantó.
Los hombres al descubrir al «fantasma» completamente mojado, agujereado y chorreando abundante agua de lluvia no supieron qué hacer, si enojarse o reírse a carcajadas, ante la mirada estupefacta de Glicerio y el asombro de su mujer.
Al precipitarse las primeras gotas de lluvia su corazón se sintió aliviado, pues, ante la angustiosa sequía ya era tiempo que lloviera. Se decía para sí: «Sin agua la tierra no produce y sin lluvia no podemos vivir».
Cleufa, agotada por el cansancio, llegó a casa completamente mojada por la lluvia. Por los bordes del faldellín goteaba la lluvia como por los canales del tejado. Sin decir palabra alguna a su esposo, en silencio pasó a la cocina. Allí, las ollas las esperaban vacías con las bocas abiertas besando la tierra. El fogón inerte, sin carbón con vida, sólo abrigaba cenizas. Ya no soportando el peso de su faldellín de bayeta negra, haciendo tantísimos esfuerzos, con sus dedos congelados por el frío, logró desatar el nudo de la cintura, luego se despojó y lo colgó sobre el fogón, en un palo clavado sobre la pared. La prenda quedó balanceándose para secarse con el calor del fuego.
–¡Tan!... ¡Tan!… ¡Tan!... –tocaron el zaguán con fuerza.
Y violentamente, sin esperar que abrieran, sumamente indignado ingresó Silvano, casi gritando:
–¡Yo los mato! ¡Yo los mato ahora mismo! ¡Yo los mato!
Y gesticulaba redondeando sus ojos llenos de ira y amenazándoles con los puños, decía:
–¡Tu toro Pinto, ese toro ladrón, está destruyendo mi maizal! ¡Mi pobre maizal! ¿Saben cuánto trabajo me cuesta regar, desyerbar y cuspar? ¡Ni el precio de tu toro va alcanzar para pagarme!
Glicerio, sin escuchar más las amenazas de Silvano, se levantó como un relámpago y maldiciendo al toro por haberse escapado del corral, cogió su machete y salió en su búsqueda. Cleufa, no se quedó atrás, salió tras el esposo a pesar que el tiempo nuevamente empezaba llover.
Entre la humareda que producía la lluvia al rebotar las gotas del suelo, distinguieron al Pinto en medio del maizal que verdeaba. El toro, al ver a su amo, salió corriendo, burlándose con facilidad de los cercos y los muros de la chacra.
–Mejor lo venderemos, Glicerio –inquirió su mujer.
–Si no fuera arador, con éste le partiría la cabeza –dijo, empuñando el machete.
–Después de sembrar la chacra de papa lo venderemos –replicó.
–¡Vender nomás quieres!, después ¿cómo viviremos?
Ella calló. En ese instante el relámpago brilló en sus narices y el trueno retumbó remeciendo los campos.
En medio de la persistente lluvia repararon las murallas luego valorizaron la magnitud del daño.
Ya de vuelta al pueblo, Cleufa, iba por delante cayéndose y levantándose entre el lodo y las aguas que corrían por el camino.
Antes que anocheciera, con los pies llenos de lodo, bañados por la lluvia y el estómago pidiendo alimentos llegaron a casa.
En el patio, donde la penumbra amenazaba con devorarlos, aún resonaban las voces casi histéricas de Silvano. Los puños crispados y las fintas que hacía en el aire allí estaban tan frescos.
Ante el perjuicio hecho por el Pinto no había otro remedio que reparar el daño. Silvano iría en época de cosecha a la chacra de Waltupampa y escogería de la era las más hermosas mazorcas.
–Cleufa, fue directamente a la cocina para encender el fuego y preparar la cena, pero repentinamente apareció a sus ojos una enorme sombra negra sin pies y sin cabeza, parado sobre el fogón. Sus pelos se le erizaron y sus labios no podían pronunciar palabra alguna. Así, llena de horror y tiritando de miedo, como pudo, corrió hacia su esposo con los ojos desmesuradamente abiertos, y apuntando con el índice derecho al interior de la cocina, temblaba.
Glicerio, al advertir el peligro, de un salto se puso frente a la puerta abierta. Cuál habría sido su sorpresa al ver parado sobre el fogón al mismísimo fantasma, sin pies y sin cabeza. Quiso gritar pero sólo atinó abrir la boca. El cuerpo se le enfrió, a pesar de ello logró recuperarse; entonces, tambaleando, optó por arrojarle piedras. El «espectro», sin inmutarse, continuaba parado. Por cada pedrada que recibía, retrocedía y avanzaba ligero hacia adelante. Agotada las piedras del patio y no teniendo ya con qué atacar, cogió de un rincón la «puya» del toro, y ante la mirada atónita de su mujer, que todavía no recobraba el habla, resolvió luchar cuerpo a cuerpo. Con el inmenso palo entre las manos arremetió contra la «sombra» que permanecía, amenazadora, en el lugar. La punta aguda, al hacer impacto en el cuerpo del «espíritu», ingresaba como en una esponja con suma facilidad. Al ver que no se quejaba ni menos respiraba, cobró valor y atacó con más furia. Después de largos minutos de ardorosa e intensa lucha, el «aparecido», acribillado y agujereado por todas partes, cayó como una bolsa pesada al suelo. Glicerio, seguro de su triunfo, aún sin poder pronunciar palabra alguna, jadeante, sudoroso y emocionado, sólo con mímicas le explicaba a su mujer que él había ganado y que llamara a los vecinos para que fueran testigos, de que él, en un acto nunca antes visto, había dado muerte al «fantasma»; prueba de ello, ahora yacía inerte sobre el piso.
Cleufa que hasta ese instante no se había movido, paralizada por el miedo, sabedor de que su esposo había matado al «alma», salió presurosa a llamar a los vecinos. Los hombres y las mujeres, sorprendidos por la actitud de Cleufa, que no podía hablar, y sólo con mímicas les pedía que la siguiesen, obedecieron y fueron tras ella.
Glicerio, cual un loco, furioso, seguía aguijoneando el cuerpo de su víctima arrojado sobre el piso que no daba muestras de vida. Por la frente le caía el sudor y las piernas se le doblaban de cansancio. Al ver que sus vecinos le miraban, se sintió más seguro. Dejó el aguijón y en medio de la penumbra levantó los brazos y les invitó para que se cercioraran y conocieran por primera vez el cadáver del «fantasma» y que él solo, sin ayuda de nadie, lo había vencido en dura y desigual pelea.
Los hombres, incrédulos y curiosos se acercaron. De lejos y con mucho temor tocaron con un palo el cuerpo del muerto. Era blando y esponjoso. No daba signos de vida. Retemplados sus nervios, después del susto inicial, se acercaron más. Querían verle la cara. Querían conocer el cadáver de un espíritu. ¡No había modo de hacerlo!
Uno de ellos, el más valiente, encorajinado, se acercó, lo cogió supuestamente de los cabellos, y de un tirón lo levantó.
Los hombres al descubrir al «fantasma» completamente mojado, agujereado y chorreando abundante agua de lluvia no supieron qué hacer, si enojarse o reírse a carcajadas, ante la mirada estupefacta de Glicerio y el asombro de su mujer.
EL RIAKUY EN CAJAMARQUILLA
Cajamarquilla fue uno de los distritos más antiguos de la provincia de Bolognesi. Al crearse la provincia de Ocros mediante Ley N° 25262 del 19 junio de 1990, pasó a pertenecer a esta nueva provincia.
Las costumbres entre los pueblos de Canis y Cajamarquilla siempre han sido similares porque estuvieron unidos desde épocas inmemoriales en el lugar denominado Wamanwaka, Por discordias entre los dos ayllus se separaron, Cajamarquilla se fue hacia el SO al lugar denominado Cashamarca, mientras que el ayllu de Canis fue a residir al E de Wamanwaka, el actual distrito de Canis.
La costumbre del “Riakuy” siguen siendo casi idénticas, pero Cajamarquilla aún conserva su identidad cultural.
Cuando alguien fallece en el pueblo es costumbre que chicos y grandes asisten a la casa del finado para acompañar a los deudos todas las noches hasta el “Pichgay”. Es costumbre que los familiares del finado invitan el caldo de gallina y el café con pan y el “shinguirito” casi durante toda a che.
Los jóvenes animan la reunión de una manera amena e interesante. Muchas veces cogen sapos y disimuladamente ubican en las faldas de las mujeres que se quedan dormidas; otras veces, cogen un burro mostrenco y hacen que corra rebuznando por entre la gente causando alboroto.
Para permanecer despiertos inventan una serie de juegos, entre ellos:
Las costumbres entre los pueblos de Canis y Cajamarquilla siempre han sido similares porque estuvieron unidos desde épocas inmemoriales en el lugar denominado Wamanwaka, Por discordias entre los dos ayllus se separaron, Cajamarquilla se fue hacia el SO al lugar denominado Cashamarca, mientras que el ayllu de Canis fue a residir al E de Wamanwaka, el actual distrito de Canis.
La costumbre del “Riakuy” siguen siendo casi idénticas, pero Cajamarquilla aún conserva su identidad cultural.
Cuando alguien fallece en el pueblo es costumbre que chicos y grandes asisten a la casa del finado para acompañar a los deudos todas las noches hasta el “Pichgay”. Es costumbre que los familiares del finado invitan el caldo de gallina y el café con pan y el “shinguirito” casi durante toda a che.
Los jóvenes animan la reunión de una manera amena e interesante. Muchas veces cogen sapos y disimuladamente ubican en las faldas de las mujeres que se quedan dormidas; otras veces, cogen un burro mostrenco y hacen que corra rebuznando por entre la gente causando alboroto.
Para permanecer despiertos inventan una serie de juegos, entre ellos:
- El Waka Turiay
-May wakallash wakallansi
-Purga Punta wakallash wakallansi. -Imaylla pastutashi mikuykanaq -Lukma Punta pastutashi mikuykanaq -Imallapitash barrerallansiqä -Gagallapitash barrerallansi Ayayay wayayay ayayay wayayay saltandu pulvareda brincandu pulvareda ayayay wayayay ayayay wayayay Traducción -De qué lugar es nuestra vaca -De Purga Punta es nuestra vaca -Qué pasto dice estaba comiendo -El pasto de Lucma Punta -De qué está hecha nuestra barrera -De la piedra o de la peña -May türullash turullansiqä -Pashpa türullash turullansi -May yakutash upiaykanaq -Tarish Puquiu yakutash upiaykanaq ayayay wayayay. Traducción: De qué lugar es nuestra ternera -Del lugar denominado Oju -Qué alfalfa había estado comiendo |
-Imallapitash barrerallansiqä
-Markullapitash barrerallansi Viva viva toro bravo viva viva Comisario wisirallamuy ramarallamuy puka clavelta wisirallamuy. Traducción -De qué lugar es nuestro toro -Del lugar denominado Pashpa -Qué agua había estado tomando .El agua de Tarish Puquio -De qué está hecha nuestra barrera -Del árbol denominado marco. -May ternerash ternerallansiqä -Uqucha ternerallash ternerallansi -May alfartash mikuykanaq -Puka saqa alfartash mikuykanaq -Imallapitash barrerallansiqä -Gagallapitash barrerallansi Ayayay wayayay ayayay wayayay saltando polvareda brincando polvareda ayayay wayayay De qué lugar es nuestra ternera -Del lugar denominado Oju -Qué alfalfa había estado comiendo |
Las plantas silvestres como el chankur y la llima llima son usados en relación con los accidentes geográficos para expresar despecho o también el amor incomprendido:
Chankurina wayta
chumaqlla wayta (bis) mayna maynapis chankaman ninchi (bis) Wagacejachu tuparkullarqa (bis) isisillapis wagasinakuylla (bis) |
Traducción:
Llima llima wayta chumaqlla wayta (bis) piwan maywampis rimaman ninchi (bis) Kallacejachu dejakamuqa (bis) arrastraduqa jepachunachi sabandiqaqa jepachunachi. |
La paloma siempre ha sido el símbolo de la paz y el amor desde la época del incanato. En las canciones del pueblo, dentro de la representación metafórica, se canta al amor y al sentimiento sincero.
Unkanakushqa
palumä saltaykachashpa palumä paluma paluma castilla palumaaa. Taushinakushpa palumä lagiaykachashpa palumä paluma paluma castilla palumaaa. |
Traducción:
Palomas que se dan de comer paloma palomas que están saltando paloma paloma paloma castilla palomaaa. Palomas que se pelean a picotazos paloma Palomas que se pelean a aletazos paloma paloma paloma castilla palomaaa. |
La comparación y la ironía, usando el nombre de la planta silvestre, siempre es frecuente en el cantar popular:
Ay warumitalla warumita (bis)
maychu saychu warä nimanki maychu saychu juyä nimanki. Maychu saychu wararkarpis maychu saychu juyarkarpis sulteritupa waqunchumi (bis) Imata mikur warä nimanki imata upiar juyä nimanki, ayza asaduta mikuykä kuñakta, vinuta upiaykä. Sulterituqa kunvidamansi (bis) ayza asaduta kunvidaman kuñakta, vinuta kunvidaman. Kasadituqa kunvidamansi (bis) kukantam, iskuntam kunvidam iskishqa aswanta kunvidaman. |
Traducción:
Ay planta de waroma, waromita me dices dónde me amanezco me dices dónde me paso todo el día. En cualquier lugar que amanezca en cualquier lugar que pase el día lo hago en brazos de una solterita. Qué comiendo amanezco, me dices que tomando me paso el día, me dices te diré: comiendo carne asada te diré: tomando vino y coñac. El solterito me convida me convida carne asada me convida coñac y vino. El casadito me convida me convida su coca y su cal me convida su chicha liendrosa |
En muchos lugares, los velorios o también los «sacalutos» son tristes al recordar la pérdida del ser querido; pero en Cajamarquilla, es todo lo contrario. Tanto los varones como las mujeres se cogen de las manos y forman círculos y entonan sus canciones dialogadas aludiendo a una u otra persona para alegrar a los deudos.
Mujeres:
Maynin kruzpitaman shillwillway, waychu nirallamuy shillwillway Varones: Kruzpita kruzpitaman shillwillway, waychu nirallamu shillwillway Mujeres: Pi chinata munaparmi shillwillway, waychu nirallamuy shillwillway Varones: Demetra chinata munaparmi shillwillway, waychu nirallamu shillwillway Mujeres: Ima ruraq yachaq kallaptin shillwillway, waychu nirallamuy shillwillway Varones: Aswa ruraq kallapti shillwillway,waychu nirallamu shillwillway |
Traducción
Mujeres: Cuál de las cruces flor de shillhuillhuay y pájaro huayco di shillhuillhuay. Varones: De cruz en cruz flor de shillhuillhuay y pájaro huayco te digo shillhuillhuay. Mujeres: A quién mozuela queriéndola flor de shillhuillhuay y pájaro huayco di shillhuillhuay. Varones: Queriéndola a Demetra flor de shillhuillhuay y pájaro huayco te digo shillhuillhuay. Mujeres: Qué cuando sabe hacer la quieres flor de shillhuillhuay y pájaro huayco di shillhuillhuay. Varones: Porque saber hacer chicha flor de shillhuillhuay y pájaro huayco te digo shillhuillhuay. |
Las bromas y las comparaciones son utilizadas con mucha frecuencia
Wallpacitallay
allgucitullay piraq mayllaraq jataraykashunki Pillapis mayllapis jataraykashuptiqueqa, palabra raykullarchi kariñu raykullarchi Ayayay ayayaaay wayayay wayayaaay Palabra traicionera cariño engañoso Ayayay ayayaaay wayayay wayayaaay FUGA Chaklliki chaklliki wayta rikay washa puntata; ajicitu wanarpu chulu qamta dejarishjayki (bis) |
Traducción:
Ay, mi gallinita ay, mi perrito quién será, cuál será el que te estará cuidando Quien sea y cualquiera que te esté cuidando será por tu palabra será por tu cariño Ayayay, ayayaaay huayayay huayayaaay Por tu palabra traicionera por tu cariño engañoso Ayayay ayayaaay huayayay huayayaaay. FUGA Flor de chaklliki, flor de chaklliki mira aquella punta; cholo que te pareces al ajicito, huanarpo a ti he de dejarte (bis) |