josé antonio salazar mejía
LA PROCLAMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA
De los apuntes de don Augusto Alba Herrera.
Que Huarás y los pueblos de Ancash, lucharon indesmayablemente contra el yugo español durante los 300 años de historia colonial, es una verdad reconocida por propios y extraños. Es por ello que cuando se inicia la lucha por la liberación nacional, nuestros pueblos tuvieron destacada participación.
La siguiente tradición es un homenaje a estos pueblos que no dudaron en sacrificarse por la libertad.
Ya señalamos que desde 1804 se conocía de la actividad de los patriotas que en Huarás confabulaban contra el régimen colonial. Por ello, las autoridades españolas tuvieron especial interés en reprimir con crueldad cualquier brote insurgente.
Los patriotas, lejos de amilanarse, iniciaron una prédica silenciosa en los pueblos del interior. Poco a poco, nuestros antepasados se fueron convenciendo de la necesidad de luchar por la justa causa de la independencia.
En 1814 comenzaron a aparecer las proclamas revolucionarias que eran difundidas especialmente por los párrocos de pequeños pueblos, como don José María Robles en Yaután y don Pablo Malarín, en Yungay. Quien coordinaba estas acciones desde Huarás, era el sacerdote Juan de la Cruz Romero.
La capital de la Intendencia de Huaylas, la Villa de Huarás se convirtió en el centro de la conspiración. En 1818 se formó una Junta Patriótica integrada por personalidades como el Sub Delegado del Partido de Huaylas, el argentino don Felipe Alvarado, el Asesor Juan de Mata Arnao, Andrés Ramón Mejía y Maldonado, el casmeño Sebastián de Béaz, y Andrés Gomero.
En 1819 fueron enviadas desde Lima tropas realistas a sofocar los disturbios que en numerosos pueblos de la región se suscitaron debido a la resistencia al pago del diezmo eclesiástico. La población aprovechó de estas revueltas para expresar sus anhelos de libertad e independencia.
Ese mismo año, llegan a la zona los espías enviados por San Martín. Primero fue Paul Jeremías, conocido como el médico inglés, y luego José Paredes y José García, quienes dieron cuenta al libertador de que el ambiente en la zona era muy propicio para la insurrección. Capturado García, delató a los patriotas huarasinos. Alvarado fue destituido y junto a Sebastián de Béaz fue llevado cargado de cadenas a Lima. Igual suerte corrió Juan De la Mata Arnao.
El Virrey Pezuela, en sus memorias se lamentaba que los Partidos de Conchucos y Cajatambo son tan malos como Huaylas, que está infestado de insurgentes, y añadía, que la costa, apenas contaba con una docena de habitantes realistas.
San Martín, estando al tanto de la situación, trasladó su cuartel general desde Paracas a Huaura, cerca de Lima, pero también cerca a Pativilca, desde donde podía subir hacia el Callejón de Huaylas si es que las tropas españoles pasaban a la ofensiva y había que ponerse a buen recaudo.
Hasta Huaura, una buena mañana llegó el clérigo don Juan de la Cruz Romero y pidió una entrevista con San Martín.
- ¿Qué lo trae por aquí, hombre de Dios? - inquirió el Protector del Perú.
- Vengo en secreto de Huaylas excelencia y quisiera llevar despachos para la Junta Patriótica que existe en Huarás, su capital.
Don José de San Martín dirigió una larga mirada al sacerdote y preguntó:
- ¿No es que los sacerdotes predican desde el púlpito que la causa de la independencia es obra del demonio y que el poder del Rey de España viene de Dios?
Don Juan de la Cruz Romero retrucó rápidamente.
- Pero ese poder deviene en pecado cuando se oprime de modo inmisericorde a los pueblos. El libro de Los Macabeos es una prueba palpable de que el Dios de los ejércitos está del lado de quienes hambre y sed de justicia.
Ante semejante argumento, el Protector ofreció una copa de buen vino al clérigo y ordenó le alcanzaran proclamas para que las reparta entre los conjurados.
Seríamos injustos si no consignáramos los nombres de otros curas revolucionarios que desde el púlpito y en sus parroquias lograron motivar a la población a que abrace la causa de la independencia. Uno de los más brillantes fue don Gabino Uribe, natural de Aija, quien con su peculio armó una fuerte tropa guerrillera y logró capturar a cerca de cincuenta realistas evadidos de prisión que se dirigían a Huarás para asesinar al Presidente Departamental Toribio de Luzuriaga. Otro pundonoroso clérigo fue el famoso cura La Hoz, que logró incendiar con su verbo a los pueblos de la costa. La historia consigna también el nombre del cura Bolaños, adalid de la causa libertaria.
- ¡Caracoles! – Dijo San Martín, al enterarse de la gran participación de los curas rebeldes. – Tal parece que en Huaylas la independencia se va a lograr desde los púlpitos.
Envalentonado por estas nuevas, el 14 de octubre de 1820 don José de San Martín escribía: dentro de cuatro días debo de embarcarme y atacar a Lima. Sublevaré las provincias de Huaylas y Conchucos, de cuya decisión estoy más que convencido. Esta frase revela la certeza que tenía el libertador de que nuestros pueblos sólo esperaban su señal para levantarse a favor de la causa patriótica.
El General Toribio de Luzuriaga se ofreció a venir para sublevar a su tierra, pero es requerido para un asunto de crucial importancia: los patriotas en Guayaquil corren peligro de ser exterminados y requieren urgente ayuda militar; San Martín no ve a otro militar con mayor aptitud para ir en socorro de los guayaquileños que Luzuriaga, es por ello que no puede venir a cumplir tarea tan gloriosa.
- Mi señor compadre, parta usted de urgencia. El caso de Guayaquil exige nuestra prontísima intervención.
- Soy un soldado del Ejército Libertador y debo cumplir la orden a cabalidad.
- Pero que os pasa... Os noto contrariado.
- Es que mi más íntimo deseo era ir a mi lugar de nacimiento, Huarás, y liberar esa villa del dominio español.
- Entiendo. Pero comprenda usted mi querido compadre que el caso de Guayaquil es de vida o muerte, y no encuentro otro oficial que pueda reemplazarlo. Le ofrezco que a su retorno, lo envío a Huarás como jefe máximo por el tiempo que usted quiera.
Y Luzuriaga tuvo que embarcarse a Guayaquil a tomar posesión de esa plaza que había proclamado la independencia y estaba en peligro de ser destruida por las fuerzas españolas. Es por ello que don Toribio de Luzuriaga y Mejía es considerado libertador de cinco repúblicas: Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador.
Entonces, ¿cómo fue que Huarás y los pueblos del callejón de Huaylas se liberaron del yugo español? El 23 de noviembre parte de Huaura con dirección a Huarás un contingente de 250 soldados a órdenes del Coronel Enrique Campino. Su misión era reclutar a 800 jóvenes para incorporarlos al servicio del Ejército Libertador. El 26 descansó en Marca y cruzó la Cordillera Negra el día 28, estableciendo su cuartel a 10 Km. al sur de Huarás. Los patriotas huarasinos se pusieron en contacto con Campino y le informaron detalladamente sobre la situación existente.
La Villa de San Sebastián de Huarás estaba defendida por 70 soldados de infantería y cinco compañías de milicias, lo que hacía un total de 600 hombres, todos ellos al mando del Coronel español Clemente Lantaño.
Al amanecer del 29 de Noviembre de 1820, Enrique Campino al mando de una avanzada compuesta por 50 soldados, sorprende a los defensores realistas, atacándolos a bayoneta. Los huarasinos acompañaron el ataque organizando una enorme algazara, lo que desconcertó aún más a los realistas pues creyeron ser atacados por tropas inmensamente superiores. Por ello, al ver caer los primeros muertos, presurosos alzaron la bandera blanca en señal de rendición.
- ¡Pardiez! – Decía Lantaño. -¡Esto es peor que el asalto de los moros en el sitio de Sevilla!
Apenas fueron capturados Lantaño, sus oficiales y tropa, el Coronel Campino se dirigió presuroso a Carás, pues recibió el informe que en la víspera los patriotas de Huata y Huacra, hoy Pueblo Libre, habían lanzado el primer grito de libertad en el Callejón de Huaylas y corrían el peligro de ser aniquilados por las tropas realistas acantonadas en Carás.
Mientras tanto Huarás era un hervidero. Los miembros de la Junta Patriótica organizaron la solemne proclamación de la independencia. Al medio día de ese glorioso 29 de noviembre, Juan de la Cruz Romero, Sebastián de Béaz, Juan De la Mata y Andrés Ramón Mejía, blandiendo la gloriosa bandera bicolor que semanas atrás fuera creada por don José de San Martín juraron la Independencia de Huarás, haciendo solemnes votos para impedir a riesgo de la propia vida, el retorno de las tropas realistas a la Villa de San Sebastián de Huarás.
Andrés Ramón Mejía, dueño de un encendido verbo, enfervorizó a la multitud con sentidas palabras que inflamaron los corazones de todos los presentes. Finalizó su intervención con estas sentidas palabras:
¿Y quién fue Juan De la Mata Arnao? Este prócer vio la luz en 1771, en Huarás, lugar donde realizó los estudios primarios en el Convento de los Betlemitas. Con mucho esfuerzo, sus padres le enviaron a estudiar a Lima pues había demostrado tener una viva inteligencia.
Estudió primero en el Seminario de Lima, luego se traslada a la Universidad de San Marcos, donde germinaban las ideas de emancipación, que muy pronto hizo suyas. Recibió el grado de Bachiller en su Facultad de Sagrados Cánones, titulándose en 1810 como abogado.
En Tarma fue elegido como Diputado a las Cortes de Cádiz en 1813 como representante por Huarás. Estando en Panamá fue nombrado Oidor Interino de la Audiencia.
A su retorno al Perú ejerció la abogacía con mucho esmero, lo que le valió ser nombrado Asesor de los Partidos de Huaylas y Conchucos en 1816. Aprovechándose del cargo, difundió las ideas independentistas. Fue uno de los organizadores de la Junta Patriótica que funcionó clandestinamente en Huarás. Tan peligrosa labor le llevó a ser denunciado por insurgente. Hecho prisionero, fue llevado a Lima y confinado en las mazmorras de la Inquisición.
Juan De la Mata logró ser absuelto al no poderse probar fehacientemente las acusaciones en su contra. Una vez libre, continuó con su prédica a favor de la independencia.
Al proclamarse la Independencia en su tierra natal, fue nombrado su Primer Gobernador. Don Toribio de Luzuriaga tuvo en él a un gran colaborador, pero su reemplazante, el Presidente Rivadeneira y Tejada, por intrigas, lo remitió preso a Lima.
El Protector San Martín, escandalizado por tan injusta medida, ordenó su libertad. Cuando retornaba a Huarás, la muerte sorprendió a Juan De la Mata Arnao en el pueblo de Supe. Corría el año de 1822.
Que Huarás y los pueblos de Ancash, lucharon indesmayablemente contra el yugo español durante los 300 años de historia colonial, es una verdad reconocida por propios y extraños. Es por ello que cuando se inicia la lucha por la liberación nacional, nuestros pueblos tuvieron destacada participación.
La siguiente tradición es un homenaje a estos pueblos que no dudaron en sacrificarse por la libertad.
Ya señalamos que desde 1804 se conocía de la actividad de los patriotas que en Huarás confabulaban contra el régimen colonial. Por ello, las autoridades españolas tuvieron especial interés en reprimir con crueldad cualquier brote insurgente.
Los patriotas, lejos de amilanarse, iniciaron una prédica silenciosa en los pueblos del interior. Poco a poco, nuestros antepasados se fueron convenciendo de la necesidad de luchar por la justa causa de la independencia.
En 1814 comenzaron a aparecer las proclamas revolucionarias que eran difundidas especialmente por los párrocos de pequeños pueblos, como don José María Robles en Yaután y don Pablo Malarín, en Yungay. Quien coordinaba estas acciones desde Huarás, era el sacerdote Juan de la Cruz Romero.
La capital de la Intendencia de Huaylas, la Villa de Huarás se convirtió en el centro de la conspiración. En 1818 se formó una Junta Patriótica integrada por personalidades como el Sub Delegado del Partido de Huaylas, el argentino don Felipe Alvarado, el Asesor Juan de Mata Arnao, Andrés Ramón Mejía y Maldonado, el casmeño Sebastián de Béaz, y Andrés Gomero.
En 1819 fueron enviadas desde Lima tropas realistas a sofocar los disturbios que en numerosos pueblos de la región se suscitaron debido a la resistencia al pago del diezmo eclesiástico. La población aprovechó de estas revueltas para expresar sus anhelos de libertad e independencia.
Ese mismo año, llegan a la zona los espías enviados por San Martín. Primero fue Paul Jeremías, conocido como el médico inglés, y luego José Paredes y José García, quienes dieron cuenta al libertador de que el ambiente en la zona era muy propicio para la insurrección. Capturado García, delató a los patriotas huarasinos. Alvarado fue destituido y junto a Sebastián de Béaz fue llevado cargado de cadenas a Lima. Igual suerte corrió Juan De la Mata Arnao.
El Virrey Pezuela, en sus memorias se lamentaba que los Partidos de Conchucos y Cajatambo son tan malos como Huaylas, que está infestado de insurgentes, y añadía, que la costa, apenas contaba con una docena de habitantes realistas.
San Martín, estando al tanto de la situación, trasladó su cuartel general desde Paracas a Huaura, cerca de Lima, pero también cerca a Pativilca, desde donde podía subir hacia el Callejón de Huaylas si es que las tropas españoles pasaban a la ofensiva y había que ponerse a buen recaudo.
Hasta Huaura, una buena mañana llegó el clérigo don Juan de la Cruz Romero y pidió una entrevista con San Martín.
- ¿Qué lo trae por aquí, hombre de Dios? - inquirió el Protector del Perú.
- Vengo en secreto de Huaylas excelencia y quisiera llevar despachos para la Junta Patriótica que existe en Huarás, su capital.
Don José de San Martín dirigió una larga mirada al sacerdote y preguntó:
- ¿No es que los sacerdotes predican desde el púlpito que la causa de la independencia es obra del demonio y que el poder del Rey de España viene de Dios?
Don Juan de la Cruz Romero retrucó rápidamente.
- Pero ese poder deviene en pecado cuando se oprime de modo inmisericorde a los pueblos. El libro de Los Macabeos es una prueba palpable de que el Dios de los ejércitos está del lado de quienes hambre y sed de justicia.
Ante semejante argumento, el Protector ofreció una copa de buen vino al clérigo y ordenó le alcanzaran proclamas para que las reparta entre los conjurados.
Seríamos injustos si no consignáramos los nombres de otros curas revolucionarios que desde el púlpito y en sus parroquias lograron motivar a la población a que abrace la causa de la independencia. Uno de los más brillantes fue don Gabino Uribe, natural de Aija, quien con su peculio armó una fuerte tropa guerrillera y logró capturar a cerca de cincuenta realistas evadidos de prisión que se dirigían a Huarás para asesinar al Presidente Departamental Toribio de Luzuriaga. Otro pundonoroso clérigo fue el famoso cura La Hoz, que logró incendiar con su verbo a los pueblos de la costa. La historia consigna también el nombre del cura Bolaños, adalid de la causa libertaria.
- ¡Caracoles! – Dijo San Martín, al enterarse de la gran participación de los curas rebeldes. – Tal parece que en Huaylas la independencia se va a lograr desde los púlpitos.
Envalentonado por estas nuevas, el 14 de octubre de 1820 don José de San Martín escribía: dentro de cuatro días debo de embarcarme y atacar a Lima. Sublevaré las provincias de Huaylas y Conchucos, de cuya decisión estoy más que convencido. Esta frase revela la certeza que tenía el libertador de que nuestros pueblos sólo esperaban su señal para levantarse a favor de la causa patriótica.
El General Toribio de Luzuriaga se ofreció a venir para sublevar a su tierra, pero es requerido para un asunto de crucial importancia: los patriotas en Guayaquil corren peligro de ser exterminados y requieren urgente ayuda militar; San Martín no ve a otro militar con mayor aptitud para ir en socorro de los guayaquileños que Luzuriaga, es por ello que no puede venir a cumplir tarea tan gloriosa.
- Mi señor compadre, parta usted de urgencia. El caso de Guayaquil exige nuestra prontísima intervención.
- Soy un soldado del Ejército Libertador y debo cumplir la orden a cabalidad.
- Pero que os pasa... Os noto contrariado.
- Es que mi más íntimo deseo era ir a mi lugar de nacimiento, Huarás, y liberar esa villa del dominio español.
- Entiendo. Pero comprenda usted mi querido compadre que el caso de Guayaquil es de vida o muerte, y no encuentro otro oficial que pueda reemplazarlo. Le ofrezco que a su retorno, lo envío a Huarás como jefe máximo por el tiempo que usted quiera.
Y Luzuriaga tuvo que embarcarse a Guayaquil a tomar posesión de esa plaza que había proclamado la independencia y estaba en peligro de ser destruida por las fuerzas españolas. Es por ello que don Toribio de Luzuriaga y Mejía es considerado libertador de cinco repúblicas: Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador.
Entonces, ¿cómo fue que Huarás y los pueblos del callejón de Huaylas se liberaron del yugo español? El 23 de noviembre parte de Huaura con dirección a Huarás un contingente de 250 soldados a órdenes del Coronel Enrique Campino. Su misión era reclutar a 800 jóvenes para incorporarlos al servicio del Ejército Libertador. El 26 descansó en Marca y cruzó la Cordillera Negra el día 28, estableciendo su cuartel a 10 Km. al sur de Huarás. Los patriotas huarasinos se pusieron en contacto con Campino y le informaron detalladamente sobre la situación existente.
La Villa de San Sebastián de Huarás estaba defendida por 70 soldados de infantería y cinco compañías de milicias, lo que hacía un total de 600 hombres, todos ellos al mando del Coronel español Clemente Lantaño.
Al amanecer del 29 de Noviembre de 1820, Enrique Campino al mando de una avanzada compuesta por 50 soldados, sorprende a los defensores realistas, atacándolos a bayoneta. Los huarasinos acompañaron el ataque organizando una enorme algazara, lo que desconcertó aún más a los realistas pues creyeron ser atacados por tropas inmensamente superiores. Por ello, al ver caer los primeros muertos, presurosos alzaron la bandera blanca en señal de rendición.
- ¡Pardiez! – Decía Lantaño. -¡Esto es peor que el asalto de los moros en el sitio de Sevilla!
Apenas fueron capturados Lantaño, sus oficiales y tropa, el Coronel Campino se dirigió presuroso a Carás, pues recibió el informe que en la víspera los patriotas de Huata y Huacra, hoy Pueblo Libre, habían lanzado el primer grito de libertad en el Callejón de Huaylas y corrían el peligro de ser aniquilados por las tropas realistas acantonadas en Carás.
Mientras tanto Huarás era un hervidero. Los miembros de la Junta Patriótica organizaron la solemne proclamación de la independencia. Al medio día de ese glorioso 29 de noviembre, Juan de la Cruz Romero, Sebastián de Béaz, Juan De la Mata y Andrés Ramón Mejía, blandiendo la gloriosa bandera bicolor que semanas atrás fuera creada por don José de San Martín juraron la Independencia de Huarás, haciendo solemnes votos para impedir a riesgo de la propia vida, el retorno de las tropas realistas a la Villa de San Sebastián de Huarás.
Andrés Ramón Mejía, dueño de un encendido verbo, enfervorizó a la multitud con sentidas palabras que inflamaron los corazones de todos los presentes. Finalizó su intervención con estas sentidas palabras:
- Huarás, desde hoy ha quedado liberado del yugo español. Vosotros, sois amantes de la independencia, con vuestra sangre impediréis el retorno de la opresión. ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Independencia! ¡Viva el General San Martín!
¿Y quién fue Juan De la Mata Arnao? Este prócer vio la luz en 1771, en Huarás, lugar donde realizó los estudios primarios en el Convento de los Betlemitas. Con mucho esfuerzo, sus padres le enviaron a estudiar a Lima pues había demostrado tener una viva inteligencia.
Estudió primero en el Seminario de Lima, luego se traslada a la Universidad de San Marcos, donde germinaban las ideas de emancipación, que muy pronto hizo suyas. Recibió el grado de Bachiller en su Facultad de Sagrados Cánones, titulándose en 1810 como abogado.
En Tarma fue elegido como Diputado a las Cortes de Cádiz en 1813 como representante por Huarás. Estando en Panamá fue nombrado Oidor Interino de la Audiencia.
A su retorno al Perú ejerció la abogacía con mucho esmero, lo que le valió ser nombrado Asesor de los Partidos de Huaylas y Conchucos en 1816. Aprovechándose del cargo, difundió las ideas independentistas. Fue uno de los organizadores de la Junta Patriótica que funcionó clandestinamente en Huarás. Tan peligrosa labor le llevó a ser denunciado por insurgente. Hecho prisionero, fue llevado a Lima y confinado en las mazmorras de la Inquisición.
Juan De la Mata logró ser absuelto al no poderse probar fehacientemente las acusaciones en su contra. Una vez libre, continuó con su prédica a favor de la independencia.
Al proclamarse la Independencia en su tierra natal, fue nombrado su Primer Gobernador. Don Toribio de Luzuriaga tuvo en él a un gran colaborador, pero su reemplazante, el Presidente Rivadeneira y Tejada, por intrigas, lo remitió preso a Lima.
El Protector San Martín, escandalizado por tan injusta medida, ordenó su libertad. Cuando retornaba a Huarás, la muerte sorprendió a Juan De la Mata Arnao en el pueblo de Supe. Corría el año de 1822.
José Antonio Salazar Mejía
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