MISHKY YACU
El Santuario del amor
Con un suave viento que besa mis mejillas,
ingreso a un jardín lleno de flores con romance acompasado,
fragancia de jazmines atrae a mis sentidos,
cual palomas blancas alborotadas al pie de mi ventana.
Un pajarillo inquieto trina sin cesar en lo más alto del Santuario,
¡Tú lo sabes, vida mía!
son los trinos de tu amor, estoy segura.
Y la hostia de la vida, bendice mi día entero con una plegaria.
Hoy me acompañas como ayer…., y siempre.
Pues Dios me lo dice con la señal de su luz divina.
Estuvimos aquí, en días diferentes,
pero hoy nos encontramos en este mismo lugar frente al Santuario,
mirando el escenario maravilloso de la mística belleza de su interior,
en la banca solitaria en la que se escriben estas líneas llenas de emoción.
Una pileta con agua cristalina y discreta, me cuenta al oído que estuviste aquí.
y que naranjas buganvillas trepadas en el balcón, divisaron tu partida.
Fuiste mi luna anoche,
iluminaste mis sueños y pensamientos reflejados en mi alcoba silenciosa.
Fuiste mi montaña blanca que abrazó mi amanecer;
y hoy eres mi sol que alegra la mañana, con rondas y cantos infantiles de alabanza al Divino Redentor.
Palomas blancas alzan su vuelo al replicar las campanas de alegría,
y en la cúpula de nuestra historia oculta,
otras aletean para cruzar aquél arco triunfador,
perdiéndose en el infinito cielo azul.
Me despido del jardín, que asoma a mi aposento acogedor;
Y una rosa pálida y humilde al lado de celestes azucenas me dicen:
“que algún día volverás”,
contarás la alegría que sentiste al llegar, y la nostalgia de la partida de los dos,
y aunque el recuerdo grato los impresiona y acompaña, nunca dirán adiós.
Con un suave viento que besa mis mejillas,
ingreso a un jardín lleno de flores con romance acompasado,
fragancia de jazmines atrae a mis sentidos,
cual palomas blancas alborotadas al pie de mi ventana.
Un pajarillo inquieto trina sin cesar en lo más alto del Santuario,
¡Tú lo sabes, vida mía!
son los trinos de tu amor, estoy segura.
Y la hostia de la vida, bendice mi día entero con una plegaria.
Hoy me acompañas como ayer…., y siempre.
Pues Dios me lo dice con la señal de su luz divina.
Estuvimos aquí, en días diferentes,
pero hoy nos encontramos en este mismo lugar frente al Santuario,
mirando el escenario maravilloso de la mística belleza de su interior,
en la banca solitaria en la que se escriben estas líneas llenas de emoción.
Una pileta con agua cristalina y discreta, me cuenta al oído que estuviste aquí.
y que naranjas buganvillas trepadas en el balcón, divisaron tu partida.
Fuiste mi luna anoche,
iluminaste mis sueños y pensamientos reflejados en mi alcoba silenciosa.
Fuiste mi montaña blanca que abrazó mi amanecer;
y hoy eres mi sol que alegra la mañana, con rondas y cantos infantiles de alabanza al Divino Redentor.
Palomas blancas alzan su vuelo al replicar las campanas de alegría,
y en la cúpula de nuestra historia oculta,
otras aletean para cruzar aquél arco triunfador,
perdiéndose en el infinito cielo azul.
Me despido del jardín, que asoma a mi aposento acogedor;
Y una rosa pálida y humilde al lado de celestes azucenas me dicen:
“que algún día volverás”,
contarás la alegría que sentiste al llegar, y la nostalgia de la partida de los dos,
y aunque el recuerdo grato los impresiona y acompaña, nunca dirán adiós.