Armando zarazú aldave
MARZO: MES DE LA MUJER

Estamos en marzo, época del año en el cual celebramos a la mujer. Lo hacemos con el mejor de los deseos y con el firme propósito de realzar sus virtudes en todos los papeles que le toca asumir, como ser fundamental en la perpetuación de la especie humana; lamentablemente recién se empieza a reconocer su aporte para el mejor desarrollo de la sociedad. Si damos un vistazo veloz a la historia de la humanidad, encontraremos que, en todas sus etapas, la mujer ha tenido un papel básico y fundamental en su desarrollo. Si bien es cierto que su participación siempre fue opacada por el hombre, no es menos cierto también que, como madre, esposa y, llegado el caso, como cabeza de su comunidad, ha sido parte importante de nuestro continuo vivir, dando pruebas innegables de su capacidad y fortaleza para afrontar adversidades.
En muchas sociedades primitivas el matriarcado fue una forma aceptada de gobierno que reconocía la inteligencia y capacidad directriz de la mujer. Con el correr del tiempo ello se tradujo en mitos y leyendas. La mitología griega, en la cual abundan las diosas femeninas, nos legó la leyenda de un fabuloso pueblo de mujeres guerreras, quienes pasaron a la posteridad como las Amazonas, nombre que, siglos más tarde, sería dado por los conquistadores españoles al río más caudaloso del mundo, por haber encontrado en sus orillas a mujeres que defendieron con ferocidad, nunca vista por ellos, las tierras que compartían con sus familias. En la historia de la humanidad encontraremos nombres femeninos que han destacado y dejado huella indeleble de su influencia en las sociedades que les tocó vivir. Rusia, la tierra de los zares, no vio mejor manera de rendirle homenaje que llamar Catalina la Grande, a quien supo llevar a su país a uno de los puntos más altos de su historia. Victoria I, reina de Inglaterra, dio su nombre a una era conocida como Victoriana, por la sagacidad de su gobierno y la influencia mundial que éste país adquirió durante los más de cincuenta años que duró su reinado.
Por su parte, el continente americano ha visto enriquecida su historia con el aporte de la mujer, quien siempre ha estado al lado de los suyos en los momentos más álgidos de su turbulento desarrollo. Pese a que su contribución ha sido, casi siempre anónima, se han recatado algunos nombres que no podemos dejar de mencionar. Anacahona en el Caribe; Tomasa Tito Condemayta, Micaela Bastidas, las Hermanas Toledo y María Parado de Bellido en el Perú; Bartolina Sisa, en Bolivia; Sor Juana de la Cruz, en México, son algunos de los nombres que han quedado perennizados en la memoria colectiva latinoamericana. Sin embargo, su condición de mujer dentro de la sociedad la ponía como ciudadana de segunda categoría, lo de ciudadana es solo un decir, por cuanto no era tomada en cuenta como tal.
En el Perú, por ejemplo, es recién en 1955 que, a través de la ley 12391 se le otorga el derecho al voto, el cual lo ejerce por primera vez en las elecciones de 1956, en el cual, dicho sea de paso, salieron elegidas nueve parlamentarias: una senadora y ocho diputadas. Lamentablemente, para la mayoría de mujeres peruanas el voto no cambió, su condición de inferioridad, dependencia y sumisión con respecto al hombre, esta continuó siendo la misma y acaso más violenta. En buen romance, el derecho al voto no significó mucho para ella.
Vivimos en un mundo en el cual los adelantos de la ciencia llegan a extremos casi increíbles para el ser humano. Sin embargo y pese a todo ello, la mujer continúa siendo víctima de violencia. No nos equivoquemos, la violencia no necesariamente tiene que ser física para ser calificada como tal. Existe la violencia sexual, la violencia psicológica, que algunas veces pasa desapercibida debido a que muchos no la quieren ver o aceptar por considerarla solo “idea de la mujer”. También existe la llamada violencia económica. Si observamos con detenimiento encontraremos que las diversas formas de violencia en contra de la mujer van relacionadas entre sí y afecta a todas las razas, clases sociales, económicas de todos los países del mundo. Estudios realizados sobre el tema han puntualizado que más de las dos terceras de la población mundial femenina ha experimentado algún tipo de violencia en algún momento de su vida, también deja en claro que esto afecta a la mujer en su desarrollo como ser humano.
Leer los periódicos de nuestro país es enterarnos que aun esta lacra continúa vivita y coleando, el maltrato físico llega en muchos casos a extremos tales que desembocan en crímenes cometidos por sus parejas, muchas veces efectuados en frente de sus propios hijos o de familiares cercanos. Esto ahora tiene una tipificación legal llamada feminicidio. El código penal de numerosos países está haciendo cambios en sus leyes a fin de que el castigo contra los infractores sea más riguroso y no se continúe con el consabido sonsonete de “seguro ella tuvo la culpa”, que se ha escuchado por generaciones para justificar todo tipo de maltrato en contra de la mujer.
Muchas veces se aconseja terapia psicológica para el agresor, desde el punto de vista legal y médico la idea es buena. Sin embargo, la terapia más efectiva es la educación, esta debe empezar en casa. Si un niño ve que su padre maltrata a su madre, crecerá con la idea de que es normal ese tipo de trato y por lo tanto cuando llegue a ser adulto continuará actuando de la misma forma que vio actuar a su padre. La violencia en contra de la mujer es una violación de los derechos humanos y además es consecuencia de la discriminación que esta sufre en el hogar, en el trabajo y por el hecho mismo de ser mujer. Por otro lado, es necesario tener en cuenta que esta afecta el desarrollo y superación de la mujer como ser humano.
La educación es el mejor arma en contra de la violencia contra la mujer. Esto quiere decir que no solo se debe educar al niño que luego se convertirá en hombre, sino también a la mujer, a esta para darle la capacidad de poder decidir por sí misma y para sí misma. La falta de mujeres en posiciones de liderazgo, tanto a nivel del sector privado como político es consecuencia de las desigualdades que por cierto, siempre han existido y existen en nuestra sociedad. Esperemos que esta situación cambie para el bien de todos.
Por todo lo expuesto, no basta decir que en marzo celebramos el mes de la mujer, la mejor forma de valorar a nuestras amigas y compañeras es educando a nuestros hijos, con el ejemplo se hace más que con las palabras. Es necesario que la sociedad en general reconozca que la mujer tiene un rol decisivo en todos los ámbitos del diario vivir y que, cada día aporta más para que el mundo en el que vivimos sea mejor. No aceptarlo sería negar que el sol ilumina la tierra.
Armando Zarazú
En muchas sociedades primitivas el matriarcado fue una forma aceptada de gobierno que reconocía la inteligencia y capacidad directriz de la mujer. Con el correr del tiempo ello se tradujo en mitos y leyendas. La mitología griega, en la cual abundan las diosas femeninas, nos legó la leyenda de un fabuloso pueblo de mujeres guerreras, quienes pasaron a la posteridad como las Amazonas, nombre que, siglos más tarde, sería dado por los conquistadores españoles al río más caudaloso del mundo, por haber encontrado en sus orillas a mujeres que defendieron con ferocidad, nunca vista por ellos, las tierras que compartían con sus familias. En la historia de la humanidad encontraremos nombres femeninos que han destacado y dejado huella indeleble de su influencia en las sociedades que les tocó vivir. Rusia, la tierra de los zares, no vio mejor manera de rendirle homenaje que llamar Catalina la Grande, a quien supo llevar a su país a uno de los puntos más altos de su historia. Victoria I, reina de Inglaterra, dio su nombre a una era conocida como Victoriana, por la sagacidad de su gobierno y la influencia mundial que éste país adquirió durante los más de cincuenta años que duró su reinado.
Por su parte, el continente americano ha visto enriquecida su historia con el aporte de la mujer, quien siempre ha estado al lado de los suyos en los momentos más álgidos de su turbulento desarrollo. Pese a que su contribución ha sido, casi siempre anónima, se han recatado algunos nombres que no podemos dejar de mencionar. Anacahona en el Caribe; Tomasa Tito Condemayta, Micaela Bastidas, las Hermanas Toledo y María Parado de Bellido en el Perú; Bartolina Sisa, en Bolivia; Sor Juana de la Cruz, en México, son algunos de los nombres que han quedado perennizados en la memoria colectiva latinoamericana. Sin embargo, su condición de mujer dentro de la sociedad la ponía como ciudadana de segunda categoría, lo de ciudadana es solo un decir, por cuanto no era tomada en cuenta como tal.
En el Perú, por ejemplo, es recién en 1955 que, a través de la ley 12391 se le otorga el derecho al voto, el cual lo ejerce por primera vez en las elecciones de 1956, en el cual, dicho sea de paso, salieron elegidas nueve parlamentarias: una senadora y ocho diputadas. Lamentablemente, para la mayoría de mujeres peruanas el voto no cambió, su condición de inferioridad, dependencia y sumisión con respecto al hombre, esta continuó siendo la misma y acaso más violenta. En buen romance, el derecho al voto no significó mucho para ella.
Vivimos en un mundo en el cual los adelantos de la ciencia llegan a extremos casi increíbles para el ser humano. Sin embargo y pese a todo ello, la mujer continúa siendo víctima de violencia. No nos equivoquemos, la violencia no necesariamente tiene que ser física para ser calificada como tal. Existe la violencia sexual, la violencia psicológica, que algunas veces pasa desapercibida debido a que muchos no la quieren ver o aceptar por considerarla solo “idea de la mujer”. También existe la llamada violencia económica. Si observamos con detenimiento encontraremos que las diversas formas de violencia en contra de la mujer van relacionadas entre sí y afecta a todas las razas, clases sociales, económicas de todos los países del mundo. Estudios realizados sobre el tema han puntualizado que más de las dos terceras de la población mundial femenina ha experimentado algún tipo de violencia en algún momento de su vida, también deja en claro que esto afecta a la mujer en su desarrollo como ser humano.
Leer los periódicos de nuestro país es enterarnos que aun esta lacra continúa vivita y coleando, el maltrato físico llega en muchos casos a extremos tales que desembocan en crímenes cometidos por sus parejas, muchas veces efectuados en frente de sus propios hijos o de familiares cercanos. Esto ahora tiene una tipificación legal llamada feminicidio. El código penal de numerosos países está haciendo cambios en sus leyes a fin de que el castigo contra los infractores sea más riguroso y no se continúe con el consabido sonsonete de “seguro ella tuvo la culpa”, que se ha escuchado por generaciones para justificar todo tipo de maltrato en contra de la mujer.
Muchas veces se aconseja terapia psicológica para el agresor, desde el punto de vista legal y médico la idea es buena. Sin embargo, la terapia más efectiva es la educación, esta debe empezar en casa. Si un niño ve que su padre maltrata a su madre, crecerá con la idea de que es normal ese tipo de trato y por lo tanto cuando llegue a ser adulto continuará actuando de la misma forma que vio actuar a su padre. La violencia en contra de la mujer es una violación de los derechos humanos y además es consecuencia de la discriminación que esta sufre en el hogar, en el trabajo y por el hecho mismo de ser mujer. Por otro lado, es necesario tener en cuenta que esta afecta el desarrollo y superación de la mujer como ser humano.
La educación es el mejor arma en contra de la violencia contra la mujer. Esto quiere decir que no solo se debe educar al niño que luego se convertirá en hombre, sino también a la mujer, a esta para darle la capacidad de poder decidir por sí misma y para sí misma. La falta de mujeres en posiciones de liderazgo, tanto a nivel del sector privado como político es consecuencia de las desigualdades que por cierto, siempre han existido y existen en nuestra sociedad. Esperemos que esta situación cambie para el bien de todos.
Por todo lo expuesto, no basta decir que en marzo celebramos el mes de la mujer, la mejor forma de valorar a nuestras amigas y compañeras es educando a nuestros hijos, con el ejemplo se hace más que con las palabras. Es necesario que la sociedad en general reconozca que la mujer tiene un rol decisivo en todos los ámbitos del diario vivir y que, cada día aporta más para que el mundo en el que vivimos sea mejor. No aceptarlo sería negar que el sol ilumina la tierra.
Armando Zarazú