Agustín zúñiga gamarra
AGOSTO ES EL MES DE MI CHIQUIÁN
En el mes de agosto la imagen de Santa Rosa de Lima ilumina nuestros recuerdos. El cielo azul se alegra con las avellanas que silban, anunciando festividad. Los castillos de fuegos artificiales como torres de babel se elevan hacia las cumbres de los nevados del Huayhuash, derramando perlas y saludos. Los caballos lujosamente jateados lucen el esplendor económico del ganadero, y la rebeldía de nuestro héroe Luis Pardo, sus pasos al compás de la banda invitan a la amistad, levantan sus brazos en la apoteósica entrada anunciando la llegada del Capitán y el Inca.
Vienen a mi recuerdo también, las corridas de toro que arrancan suspiros y gritos de susto o aplausos de reconocimiento desde las barandas para el joven osado que besa los filosos cachos de toros acostumbrados al olor de pólvora, poncho, castilla roja y sangre,
¡Es la fiesta de Chiquián!,
¡Es la fiesta del 30 de agosto de mi terruño añorado!.
En sus callecitas empedradas del barrio de Oro Puquio, o en las calles carnavalescas de Agocalle, o en las de yerba santa de Jupash, o en las deportivas de Jircán, o en las ceremoniosas de Quiullàn, están las baldosas que construyeron mi vida, mi personalidad, mis valores y mis sentimientos.
Por eso en agosto volveré a mi Chiquián, para revivir mis recuerdos, mis ilusiones, y me nutriré de sus aromas, de su color y sabor. Caminaré con pasos lentos, las estancias de Cochapata donde en aguas turbias del estanque nos bañábamos contentos, o las de Mishay, San Juan Cruz, Pariantana, o Pacra, donde sacar leche de las vaquitas eran nuestros mejores amaneceres de vacaciones.
Y, haré un alto especial en el campo pedregoso de Jircán, y me pararé en los arcos, en el área chica o el “corner”, y recordaré la chalaca, la carretilla, el gol de tiro libre o el penal fallado, luciendo las casaquillas del Cahuide o Tarapacá, correré el campo, vivando al campeón, y sentado en una de las “palincas”, gritaré el nombre de "Choclón" César Ortiz, para representar al mejor jugador que vi, y en su nombre bajaré hasta el cementerio para dejar flores por todos aquellos amigos deportistas que nos enseñaron a jugar con calidad y valor inclaudicable, defendiendo nuestros colores de club, pero siempre hermanados cuando se trataba de defender la única casaquilla que nos pertenece hasta la muerte la de nuestro querido Chiquián.
Seguro que abrazaré, a las ánimas de mis maestros fallecidos, visitando las aulas de mi amada escuelita, la Pre 351, a don Arcadio Zubieta, Jorge Bravo, Cástulo Rivera, Feliciano Vicuña, Crisólogo Ramírez y César Figueroa, me pararé frente a la pizarra negra, y haré las operaciones matemáticas, declamaré, narraré algún cuento, nos bañaremos en la piscina, le pondré cocos a mi calzado, y luego de hacer subibajas en el bosque cantaremos el día de la amistad, con mi promoción, Efra, Gela, Javi, Calolo, Milo y Ofito y llorando nos retiraremos al verla abandonada.
Luego visitaré la iglesia, y lo haré muy temprano a las 5 de la mañana, como cuando solíamos ingresar, para la misa de gallo, en los días de diciembre, y vendré acompañado de mis añoradas amiguitas, Edi, Nina y Macu, que nos reuníamos desde muy temprano para entrenar los cantos y ocultar a nuestro gallito peleador bajo el poncho. Y, seguro, que también lo haré muy de noche para recordar la noche que quedé encerrado en ella, para pedir que mi madre recupere su salud.
Pero, no iré sin visitar el teatro, y entraré como en los 60s, junto a los elegantes caballeros y damas, con finos ternos, abrigos y sombreros, en una velada donde la cartelera anunciaba, al gran elenco del magisterio de Chiquián, dirigido por el escritor don Rubén Barrenechea, aplaudiré de pie, la calidad de los actores desde niños, jóvenes y especial de los maestros, y gritaré uniéndome al coro de: ¡¡ maestros calidad!!, ¡¡maestros calidad!!, ¡¡maestros calidad!!.
Saldré orgulloso y convencido que Chiquián es Cultura, que Chiquián es tierra de maestros.
Y como despedida me uniré en la noche en la plaza de armas a bailar huaynos en el campeonato de bandas, seguro que destacará el bajo de Racrish, en la banda de don Florentino, que sacará la cara por Chiquián cuando se enfrente a las de Llipa, Huanri o Huayllacayán, entonces con los brazos en alto y chinquirito en mano vivaremos por el Capitán Alicho Alvarado Aldave y los demás funcionarios.
Y, cuando todo eso haya pasado, volveré a Lima, contento, recuperado, desde Caranca te diré adiós hasta el próximo año. Porque en agosto, mi mente y corazón está contigo mi querido pueblo de Chiquián, está con mis amigos de infancia y juventud, y está con todos los chiquianos que cumplen años este fin de mes, en especial con mi hermano Uli Zúñiga, que cumple años el 26 de este mes.
Hasta el 28 en la Salva.
¡¡Viva Chiquián!!.
La Pluma del Viento
Lima, 27 de agosto de 2015
[email protected]
En el mes de agosto la imagen de Santa Rosa de Lima ilumina nuestros recuerdos. El cielo azul se alegra con las avellanas que silban, anunciando festividad. Los castillos de fuegos artificiales como torres de babel se elevan hacia las cumbres de los nevados del Huayhuash, derramando perlas y saludos. Los caballos lujosamente jateados lucen el esplendor económico del ganadero, y la rebeldía de nuestro héroe Luis Pardo, sus pasos al compás de la banda invitan a la amistad, levantan sus brazos en la apoteósica entrada anunciando la llegada del Capitán y el Inca.
Vienen a mi recuerdo también, las corridas de toro que arrancan suspiros y gritos de susto o aplausos de reconocimiento desde las barandas para el joven osado que besa los filosos cachos de toros acostumbrados al olor de pólvora, poncho, castilla roja y sangre,
¡Es la fiesta de Chiquián!,
¡Es la fiesta del 30 de agosto de mi terruño añorado!.
En sus callecitas empedradas del barrio de Oro Puquio, o en las calles carnavalescas de Agocalle, o en las de yerba santa de Jupash, o en las deportivas de Jircán, o en las ceremoniosas de Quiullàn, están las baldosas que construyeron mi vida, mi personalidad, mis valores y mis sentimientos.
Por eso en agosto volveré a mi Chiquián, para revivir mis recuerdos, mis ilusiones, y me nutriré de sus aromas, de su color y sabor. Caminaré con pasos lentos, las estancias de Cochapata donde en aguas turbias del estanque nos bañábamos contentos, o las de Mishay, San Juan Cruz, Pariantana, o Pacra, donde sacar leche de las vaquitas eran nuestros mejores amaneceres de vacaciones.
Y, haré un alto especial en el campo pedregoso de Jircán, y me pararé en los arcos, en el área chica o el “corner”, y recordaré la chalaca, la carretilla, el gol de tiro libre o el penal fallado, luciendo las casaquillas del Cahuide o Tarapacá, correré el campo, vivando al campeón, y sentado en una de las “palincas”, gritaré el nombre de "Choclón" César Ortiz, para representar al mejor jugador que vi, y en su nombre bajaré hasta el cementerio para dejar flores por todos aquellos amigos deportistas que nos enseñaron a jugar con calidad y valor inclaudicable, defendiendo nuestros colores de club, pero siempre hermanados cuando se trataba de defender la única casaquilla que nos pertenece hasta la muerte la de nuestro querido Chiquián.
Seguro que abrazaré, a las ánimas de mis maestros fallecidos, visitando las aulas de mi amada escuelita, la Pre 351, a don Arcadio Zubieta, Jorge Bravo, Cástulo Rivera, Feliciano Vicuña, Crisólogo Ramírez y César Figueroa, me pararé frente a la pizarra negra, y haré las operaciones matemáticas, declamaré, narraré algún cuento, nos bañaremos en la piscina, le pondré cocos a mi calzado, y luego de hacer subibajas en el bosque cantaremos el día de la amistad, con mi promoción, Efra, Gela, Javi, Calolo, Milo y Ofito y llorando nos retiraremos al verla abandonada.
Luego visitaré la iglesia, y lo haré muy temprano a las 5 de la mañana, como cuando solíamos ingresar, para la misa de gallo, en los días de diciembre, y vendré acompañado de mis añoradas amiguitas, Edi, Nina y Macu, que nos reuníamos desde muy temprano para entrenar los cantos y ocultar a nuestro gallito peleador bajo el poncho. Y, seguro, que también lo haré muy de noche para recordar la noche que quedé encerrado en ella, para pedir que mi madre recupere su salud.
Pero, no iré sin visitar el teatro, y entraré como en los 60s, junto a los elegantes caballeros y damas, con finos ternos, abrigos y sombreros, en una velada donde la cartelera anunciaba, al gran elenco del magisterio de Chiquián, dirigido por el escritor don Rubén Barrenechea, aplaudiré de pie, la calidad de los actores desde niños, jóvenes y especial de los maestros, y gritaré uniéndome al coro de: ¡¡ maestros calidad!!, ¡¡maestros calidad!!, ¡¡maestros calidad!!.
Saldré orgulloso y convencido que Chiquián es Cultura, que Chiquián es tierra de maestros.
Y como despedida me uniré en la noche en la plaza de armas a bailar huaynos en el campeonato de bandas, seguro que destacará el bajo de Racrish, en la banda de don Florentino, que sacará la cara por Chiquián cuando se enfrente a las de Llipa, Huanri o Huayllacayán, entonces con los brazos en alto y chinquirito en mano vivaremos por el Capitán Alicho Alvarado Aldave y los demás funcionarios.
Y, cuando todo eso haya pasado, volveré a Lima, contento, recuperado, desde Caranca te diré adiós hasta el próximo año. Porque en agosto, mi mente y corazón está contigo mi querido pueblo de Chiquián, está con mis amigos de infancia y juventud, y está con todos los chiquianos que cumplen años este fin de mes, en especial con mi hermano Uli Zúñiga, que cumple años el 26 de este mes.
Hasta el 28 en la Salva.
¡¡Viva Chiquián!!.
La Pluma del Viento
Lima, 27 de agosto de 2015
[email protected]