ever romeo reyes cuentas
MADRE DE DIOS

El gran sueño de conocer todo el Perú estaba a punto de concretarse.
La primera gira al norte que marcó el inicio de todo este ciclo viajero abarcó gran parte de las regiones de Lambayeque, Piura, Tumbes, hasta la frontera con Ecuador en Huaquillas, en el mes de julio del año 2015.
La segunda gira al sur, en el mes de julio del año 2017, por las regiones de Ica, Arequipa, Moquegua, Tacna, Arica en la frontera con Chile, Puno, Cuzco y Apurímac.
La tercera, al nororiente -la amazonía peruana- en el mes de enero de 2020, por aire, rio y tierra, a través de 4 regiones: Loreto, Ucayali, San Martin y Amazonas.
Y esta última gira -de agosto- que cristaliza mi gran sueño de conocer todo el Perú. Se había convertido hasta hace poco en mi sueño mayor; completar el mapa de nuestro vasto y diverso territorio, visitando provincias, pueblos, sitios turísticos, y para cumplirlo tuvo que pasar 2 años y medio desde el último viaje.
Así llegué a la distante y lejana Madre de Dios en bus, en 40 horas y 1099 km recorridos. por la Vía Libertadores Wari, desde mi punto de origen: Chiquián.
En Puerto Maldonado, capital de la región y capital de la biodiversidad de nuestro país permanecí 04 días. Debía conocerlo en toda su vastedad. Durante el primer día llegué al punto más cercano en moto, la Laguna Yacumama, a 20 minutos de la ciudad, lugar donde está permitido realizar pesca deportiva de pirañas, avistamiento de aves, monos y otros especímenes.
Noel, el guía local de la agencia “La Loutre”, en el regreso, ya entrada la noche, me recomienda hacer el segundo día al Lago Valencia; una reserva que igualmente alberga especies endémicas en flora y fauna. Partimos a primera hora de la mañana con dirección al norte en bote desde el embarcadero del Rio Madre de Dios, con un grupo de turistas.
Durante el tercer y cuarto día, me interné en el "Tampopata Logde Inn". Después de 4 horas de viaje por tierra y rio llegamos a este paradisiaco albergue que ofrece buena comida y alojamiento -en medio de la selva-; se puede hacer además diversas actividades desde caminatas, visita a las collpas de guacamayos y loros, avistamiento de lagartos, monos, y paseos en cayac, surcando el Rio Tambopata, dentro de la reserva nacional que lleva el mismo nombre.
Un lugareño me comentó que durante los días de mi visita llovería según el pronóstico, y que no iba a haber buen tiempo, ¡vaya que no fue así! todo lo contrario, el tiempo estuvo de mi parte, pudiendo disfrutar al máximo de coloridos e inolvidables atardeceres, todo un espectáculo natural y maravilloso.
Navegar por el rio Madre de Dios es otro momento existencial que experimenté de principio a fin. Es una abstracción plena en tiempo y espacio. Te recuerda que la vida es y será siempre ahora.
Y si algo ha quedado impregnado después de todo y que recordaré por mucho tiempo es el Asaí, el fruto de una palmera que se utiliza en jugos, dulcería y postres, al igual que el Copoazú, otro exquisito fruto. El paco, un pez de suave y delicada carne, muy utilizada en los platos de la gastronomía local.
Cerrando ya el circuito, de regreso hago una visita ineludible a la Capital Arqueológica de América: Cuzco. Siempre hay algo nuevo qué descubrir en el ombligo del mundo; así permanecí dos días con un turismo reactivado al cien por ciento.
Continúo la vuelta, después de 5 horas arribo a la ciudad de Abancay, capital de la región Apurímac, lugar de gratos recuerdos. Me quedé 2 días con la intención de conocer un poco más de sus rutas y destinos turísticos.
Aún quedaba un buen tramo para regresar a casa...
Después de 24 horas de viaje en bus desde este cálido lugar, con la mochila llena de recuerdos, los sueños cumplidos y con la firme convicción de haber ampliado mi horizonte existencial, el cuerpo recargado de energías permanece ahora imperturbable en la tranquilidad del hogar y de la oficina.
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*Esta crónica va dedicada a mi sobrina Andrea C. Rodríguez Reyes y a dos amigos entrañables que acompañaron gran parte de mi viaje: Ricardo Salcedo y Marilia Huaman Huatuco*
Ever Romero Reyes Cuentas.
La primera gira al norte que marcó el inicio de todo este ciclo viajero abarcó gran parte de las regiones de Lambayeque, Piura, Tumbes, hasta la frontera con Ecuador en Huaquillas, en el mes de julio del año 2015.
La segunda gira al sur, en el mes de julio del año 2017, por las regiones de Ica, Arequipa, Moquegua, Tacna, Arica en la frontera con Chile, Puno, Cuzco y Apurímac.
La tercera, al nororiente -la amazonía peruana- en el mes de enero de 2020, por aire, rio y tierra, a través de 4 regiones: Loreto, Ucayali, San Martin y Amazonas.
Y esta última gira -de agosto- que cristaliza mi gran sueño de conocer todo el Perú. Se había convertido hasta hace poco en mi sueño mayor; completar el mapa de nuestro vasto y diverso territorio, visitando provincias, pueblos, sitios turísticos, y para cumplirlo tuvo que pasar 2 años y medio desde el último viaje.
Así llegué a la distante y lejana Madre de Dios en bus, en 40 horas y 1099 km recorridos. por la Vía Libertadores Wari, desde mi punto de origen: Chiquián.
En Puerto Maldonado, capital de la región y capital de la biodiversidad de nuestro país permanecí 04 días. Debía conocerlo en toda su vastedad. Durante el primer día llegué al punto más cercano en moto, la Laguna Yacumama, a 20 minutos de la ciudad, lugar donde está permitido realizar pesca deportiva de pirañas, avistamiento de aves, monos y otros especímenes.
Noel, el guía local de la agencia “La Loutre”, en el regreso, ya entrada la noche, me recomienda hacer el segundo día al Lago Valencia; una reserva que igualmente alberga especies endémicas en flora y fauna. Partimos a primera hora de la mañana con dirección al norte en bote desde el embarcadero del Rio Madre de Dios, con un grupo de turistas.
Durante el tercer y cuarto día, me interné en el "Tampopata Logde Inn". Después de 4 horas de viaje por tierra y rio llegamos a este paradisiaco albergue que ofrece buena comida y alojamiento -en medio de la selva-; se puede hacer además diversas actividades desde caminatas, visita a las collpas de guacamayos y loros, avistamiento de lagartos, monos, y paseos en cayac, surcando el Rio Tambopata, dentro de la reserva nacional que lleva el mismo nombre.
Un lugareño me comentó que durante los días de mi visita llovería según el pronóstico, y que no iba a haber buen tiempo, ¡vaya que no fue así! todo lo contrario, el tiempo estuvo de mi parte, pudiendo disfrutar al máximo de coloridos e inolvidables atardeceres, todo un espectáculo natural y maravilloso.
Navegar por el rio Madre de Dios es otro momento existencial que experimenté de principio a fin. Es una abstracción plena en tiempo y espacio. Te recuerda que la vida es y será siempre ahora.
Y si algo ha quedado impregnado después de todo y que recordaré por mucho tiempo es el Asaí, el fruto de una palmera que se utiliza en jugos, dulcería y postres, al igual que el Copoazú, otro exquisito fruto. El paco, un pez de suave y delicada carne, muy utilizada en los platos de la gastronomía local.
Cerrando ya el circuito, de regreso hago una visita ineludible a la Capital Arqueológica de América: Cuzco. Siempre hay algo nuevo qué descubrir en el ombligo del mundo; así permanecí dos días con un turismo reactivado al cien por ciento.
Continúo la vuelta, después de 5 horas arribo a la ciudad de Abancay, capital de la región Apurímac, lugar de gratos recuerdos. Me quedé 2 días con la intención de conocer un poco más de sus rutas y destinos turísticos.
Aún quedaba un buen tramo para regresar a casa...
Después de 24 horas de viaje en bus desde este cálido lugar, con la mochila llena de recuerdos, los sueños cumplidos y con la firme convicción de haber ampliado mi horizonte existencial, el cuerpo recargado de energías permanece ahora imperturbable en la tranquilidad del hogar y de la oficina.
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*Esta crónica va dedicada a mi sobrina Andrea C. Rodríguez Reyes y a dos amigos entrañables que acompañaron gran parte de mi viaje: Ricardo Salcedo y Marilia Huaman Huatuco*
Ever Romero Reyes Cuentas.