ARMANDO ZARAZÚ ALDAVE
REFLEXIONES DE SEMANA SANTA
La semana santa el en Perú es una manifestación de religiosidad que data desde la llegada de los conquistadores españoles, al punto que tanto el jueves como el viernes son días feriados, considerados santos, en donde todavía se escenifican diversos aspectos relacionados a esta festividad religiosa, las cuales se manifiestan con más fervor y religiosidad en los pueblos del interior del país. Son famosas y, por lo tanto, muy visitadas por los turistas nacionales y extranjeros, las festividades de semana santa de Ayacucho, Cusco, Huaraz y otras ciudades del interior. Las procesiones del Santo Sepulcro son muy concurridas, tanto por fieles creyentes como turistas, en las cuales se escenifica el entierro de Cristo, cuya anda mortuoria es llevada, con toda solemnidad, por las calles principales del pueblo en donde se lleva a cabo la procesión.
En Chiquián, al menos en el que le tocó vivir al que estas líneas escribe, la Semana Santa comenzaba el domingo de ramos, en el cual una imagen de Jesucristo entraba al pueblo montado en un burrito y acompañada de los fieles los cuales portaban una rama de palma en la mano. El jueves santo se servía una verdadera comilona a Jesucristo y sus apóstoles, recordando la última cena, la escenificación era tan real que incluso las imágenes de los apóstoles eran de tamaño natural. La mesa se servía frente al altar mayor de la iglesia. El viernes santo se procedía a la crucifixión y, luego del sermón de las tres horas, costumbre, dicho sea de paso, originaria en el Perú de la colonia, se procedía a la bajada de Cristo de la cruz por los santos varones, en medio del llanto y consternación de las señoras creyentes. Luego que la imagen era acomodada en el anda respectiva, se procedía a la procesión del Santo Sepulcro. Al día siguiente, el sábado muy de mañana, salía la procesión del Señor de la Resurrección, representada por una imagen de Cristo, vestido apenas con un taparrabos y sosteniendo una especie de lanza con una pequeña bandera peruana en la punta. Por la noche se daba paso al regocijo popular en el llamado Huerto de Judas, el cual se levantaba en el campo de fútbol de Jircán, donde la música y el buen beber contribuían a expresar con más entusiasmo la alegría que causaba la resurrección del salvador.
Actualmente las celebraciones de la semana santa van perdiendo su espectacularidad, fenómeno debido más que nada a los problemas económicos que a la falta de fe. Sus procesiones y festividades aun se mantienen en ciudades grandes y en aquellas que todavía se pueden dar el lujo de sacrificar sus necesidades diarias para glorificar la semana santa. Por otro lado, las facilidades que la tecnología moderna proporciona, permiten que se pueda ver alguna de las actividades que menciono líneas arriba. Digo esto porque, gracias a las páginas sociales pude apreciar la procesión del entierro de Cristo. Algo impensable algunos años atrás.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]
En Chiquián, al menos en el que le tocó vivir al que estas líneas escribe, la Semana Santa comenzaba el domingo de ramos, en el cual una imagen de Jesucristo entraba al pueblo montado en un burrito y acompañada de los fieles los cuales portaban una rama de palma en la mano. El jueves santo se servía una verdadera comilona a Jesucristo y sus apóstoles, recordando la última cena, la escenificación era tan real que incluso las imágenes de los apóstoles eran de tamaño natural. La mesa se servía frente al altar mayor de la iglesia. El viernes santo se procedía a la crucifixión y, luego del sermón de las tres horas, costumbre, dicho sea de paso, originaria en el Perú de la colonia, se procedía a la bajada de Cristo de la cruz por los santos varones, en medio del llanto y consternación de las señoras creyentes. Luego que la imagen era acomodada en el anda respectiva, se procedía a la procesión del Santo Sepulcro. Al día siguiente, el sábado muy de mañana, salía la procesión del Señor de la Resurrección, representada por una imagen de Cristo, vestido apenas con un taparrabos y sosteniendo una especie de lanza con una pequeña bandera peruana en la punta. Por la noche se daba paso al regocijo popular en el llamado Huerto de Judas, el cual se levantaba en el campo de fútbol de Jircán, donde la música y el buen beber contribuían a expresar con más entusiasmo la alegría que causaba la resurrección del salvador.
Actualmente las celebraciones de la semana santa van perdiendo su espectacularidad, fenómeno debido más que nada a los problemas económicos que a la falta de fe. Sus procesiones y festividades aun se mantienen en ciudades grandes y en aquellas que todavía se pueden dar el lujo de sacrificar sus necesidades diarias para glorificar la semana santa. Por otro lado, las facilidades que la tecnología moderna proporciona, permiten que se pueda ver alguna de las actividades que menciono líneas arriba. Digo esto porque, gracias a las páginas sociales pude apreciar la procesión del entierro de Cristo. Algo impensable algunos años atrás.
Armando Zarazú Aldave
[email protected]