RIMAY CÓNDOR
Leyendo el libro CANIS, Lírica y Narrativa Oral de Manuel L. Nieves Fabián encontré algunas anécdotas sobre Luis Pardo, las cuales el autor recogió en Canis y Huallanca, de las cuales compartiré un par apreciados lectores.
Rimay Cóndor.
Rimay Cóndor.
LAS MULAS RECUPERADAS
Luis Pardo, al pasar por Oncoy, en la provincia de Ocros, se enteró de que los ladrones les habían robado a los humildes pobladores cuatro hermosas mulas. Los dueños de los animales lloraban desconsolados sin saber que hacer. Pardo al contemplar la escena desgarradora se condolió y acercándose a ellos les dijo:
-Para las cuatro mulas robadas necesito cuatro voluntarios y en este momento vayab a Huanchay para recogerlos.
Diciendo esto pasó de frente, a galope, a perseguir a los facinerosos. Tal como lo había imaginado, los alcanzó en la punta de Wankarikán. Los ladrones descansaban plácidamente sobre el pasto, mientras los animales ramoneaban las yerbas.
Pardo, al reconocerlos, se disfrazó de campesino y con el sombrero roto y los pies descalzos se acercó a los ladrones, y ya estando cerca les preguntó:
-Señores, ¿A dónde llevan estas mulas?
Ante la risa burlona de los ladrones se sacó el sombrero. Los pillos al reconocerlo empezaron a temblar y partieron en distintas direcciones como espantados por el demonio. De nada les valió su huida, pues Pardo, midiendo siempre la distancia, con cada tiro, uno a uno lo acabó a todos ellos.
Los cuatro hombres que se habían adelantado a Huanchay, esperaban impacientes a Pardo; al verlo llegar con sus animales, llenos de gozo y contento montaron sus mulas y en ese instante volvieron a Oncoy dándoles las gracias al famoso bandolero.
-Para las cuatro mulas robadas necesito cuatro voluntarios y en este momento vayab a Huanchay para recogerlos.
Diciendo esto pasó de frente, a galope, a perseguir a los facinerosos. Tal como lo había imaginado, los alcanzó en la punta de Wankarikán. Los ladrones descansaban plácidamente sobre el pasto, mientras los animales ramoneaban las yerbas.
Pardo, al reconocerlos, se disfrazó de campesino y con el sombrero roto y los pies descalzos se acercó a los ladrones, y ya estando cerca les preguntó:
-Señores, ¿A dónde llevan estas mulas?
Ante la risa burlona de los ladrones se sacó el sombrero. Los pillos al reconocerlo empezaron a temblar y partieron en distintas direcciones como espantados por el demonio. De nada les valió su huida, pues Pardo, midiendo siempre la distancia, con cada tiro, uno a uno lo acabó a todos ellos.
Los cuatro hombres que se habían adelantado a Huanchay, esperaban impacientes a Pardo; al verlo llegar con sus animales, llenos de gozo y contento montaron sus mulas y en ese instante volvieron a Oncoy dándoles las gracias al famoso bandolero.
NUMIA Y JAMÓN
Cuentan que a Pardo le agradaba mucho la numia tostada y el jamón, sobre todo este último que era su delicia.
Por aquellos años los conchucanos que eran comerciantes por excelencia siempre viajaban de pueblo en pueblo, y para sus largas caminatas se aprovisionaban de numia y jamón, porque estos alimentos tenían la propiedad de durar varios días sin malograrse.
Los conchucanos, según el decir de las gentes, dice que eran muy avaros y egoístas. Jamás desperdiciaban nada. Para ellos no existía la palabra invitar. Solos devoraban sus fiambres, ni entre compañeros de viaje jamás compartían.
Pardo, en sus correrías, como conocía que a los conchucanos nunca les faltaba numia y jamón, al encontrarlos en los caminos, les preguntaba:
.¿Llevan en sus alforjas numia y jamón?
Si la respuesta era negativa, se enojaba y les disparaba a matar, en cambio si afirmaban y les entregaban, él no lo recibía como un regalo, sino les pagaba en libras esterlinas mucho más de su precio normal, y muy contento los dejaba pasar.
Por aquellos años los conchucanos que eran comerciantes por excelencia siempre viajaban de pueblo en pueblo, y para sus largas caminatas se aprovisionaban de numia y jamón, porque estos alimentos tenían la propiedad de durar varios días sin malograrse.
Los conchucanos, según el decir de las gentes, dice que eran muy avaros y egoístas. Jamás desperdiciaban nada. Para ellos no existía la palabra invitar. Solos devoraban sus fiambres, ni entre compañeros de viaje jamás compartían.
Pardo, en sus correrías, como conocía que a los conchucanos nunca les faltaba numia y jamón, al encontrarlos en los caminos, les preguntaba:
.¿Llevan en sus alforjas numia y jamón?
Si la respuesta era negativa, se enojaba y les disparaba a matar, en cambio si afirmaban y les entregaban, él no lo recibía como un regalo, sino les pagaba en libras esterlinas mucho más de su precio normal, y muy contento los dejaba pasar.