EL HUAYNO CHIQUIANO
CENTRO FILARMÓNICO JUAN SÁNCHEZ DULANTO
Eran los inicios de los años 60 cuando un grupo de amantes de la música chiquiana forman el Centro Filarmónico Juan Sánchez Dulanto con la idea de preservar el acervo musical de la tierra que los vio nacer. Bajo la presidencia del Sr. Alejandro Yábar Alva y la dirección musical del Sr. Alejandro Aldave Montoro, nace esta agrupación musical que muy pronto marcaría un hito dentro de la historia musical chiquiana al realizar la primera grabación con huaynos enteramente nuestros.
Por esos años el Club Chiquián había adquido su local institucional en Breña y, sus dirigentes, entre los que se encontraban los señores Manuel Castillo, Elí Carrillo y el Dr. Daniel Carrillo, decidieron invitar a la agrupación musical chiquiana para participar en una actividad pro fondos para la construcción del club. Es en esta actividad en que los oye el Sr. Luis Pizarro Cerrón, director del programa de música andina “Sol en los Andes”, y los recomienda para que hagan una grabación, la cual realizan el de 1963.
La delegación musical que viajó a Lima para hacer la grabación estuvo conformada por los siguientes artistas chiquianos:
Director musical: Alejandro Aldave Montoro
Arpa: Carlos Alvarado Aldave
Vocalistas: Eva Alvarado Palacios
Luisa Amina Rayo MInaya
Violines: Julio Carhuachín
Juan Jaimes
Valerio Jaimes
Saturnino Jaimes
Mandolina y cantante: Felipe Ramírez Gamarra
También fue parte de esta agrupación, en su calidad de guitarrista don Eusebio Anzualdo.
Lamentablemente la tecnología de la época no permitía realizar filmaciones con la facilidad de estos tiempos, por lo cual no hay dvd disponible. Sin embargo nos deleitaremos con algunas de sus grabaciones.
Armando Zarazú
Eran los inicios de los años 60 cuando un grupo de amantes de la música chiquiana forman el Centro Filarmónico Juan Sánchez Dulanto con la idea de preservar el acervo musical de la tierra que los vio nacer. Bajo la presidencia del Sr. Alejandro Yábar Alva y la dirección musical del Sr. Alejandro Aldave Montoro, nace esta agrupación musical que muy pronto marcaría un hito dentro de la historia musical chiquiana al realizar la primera grabación con huaynos enteramente nuestros.
Por esos años el Club Chiquián había adquido su local institucional en Breña y, sus dirigentes, entre los que se encontraban los señores Manuel Castillo, Elí Carrillo y el Dr. Daniel Carrillo, decidieron invitar a la agrupación musical chiquiana para participar en una actividad pro fondos para la construcción del club. Es en esta actividad en que los oye el Sr. Luis Pizarro Cerrón, director del programa de música andina “Sol en los Andes”, y los recomienda para que hagan una grabación, la cual realizan el de 1963.
La delegación musical que viajó a Lima para hacer la grabación estuvo conformada por los siguientes artistas chiquianos:
Director musical: Alejandro Aldave Montoro
Arpa: Carlos Alvarado Aldave
Vocalistas: Eva Alvarado Palacios
Luisa Amina Rayo MInaya
Violines: Julio Carhuachín
Juan Jaimes
Valerio Jaimes
Saturnino Jaimes
Mandolina y cantante: Felipe Ramírez Gamarra
También fue parte de esta agrupación, en su calidad de guitarrista don Eusebio Anzualdo.
Lamentablemente la tecnología de la época no permitía realizar filmaciones con la facilidad de estos tiempos, por lo cual no hay dvd disponible. Sin embargo nos deleitaremos con algunas de sus grabaciones.
Armando Zarazú
El HUAYNO Y NUESTRA IDENTIDAD CULTURAL
Juan Álvarez Vita, en su Diccionario de Peruanismos, p. 285, define al huayno como “género de baile y música de origen prehispánico y actualmente muy difundido entre los pueblos andinos. Adopta diversas modalidades, según las tradiciones locales o regionales”. Me parece que esta definición es bastante completa primero, debido a que antes de la conquista española, ya existían expresiones musicales autóctonas, como la qashua y el haylli, por mencionar solo algunas y, segundo, por su popularidad no solo en los pueblos andinos de nuestra patria, sino también en países limítrofes como Ecuador, Chile y Bolivia. En cuanto a su forma de bailarlo, ésta varía considerablemente de región en región, para notarlo solo basta asistir a una fiesta de cualquier pueblo del centro del país y luego a otra del departamento de Ancash y se podrá notar la diferencia con que se baila el huayno en las dos zonas mencionadas. En el primero las parejas se cogen de la mano para bailarlo, mientras que en el segundo las parejas lo bailan separadas, generalmente haciendo ondular un pañuelo los hombres y a falta de este la punta del poncho, mientras las mujeres cogen los costados de su falda con ambas manos.
La llegada de los conquistadores españoles y la posterior colonización, significó un duro golpe para las manifestaciones culturales de nuestros antepasados. Se trató de eliminar y menospreciar todo vestigio cultural andino, particularmente luego de la revolución de Túpac Amaru. Sin embargo, la música, como expresión latente de la cultura de nuestro pueblo, se mantuvo viva y por el contrario, logró asimilar y dominar algunas de las innovaciones técnicas musicales llegadas del viejo continente. Lo hizo adaptando, de acuerdo a sus particulares necesidades, los diversos instrumentos musicales que éstos trajeron; en buen romance, la música de nuestros ancestros continuó siendo parte importante de sus manifestaciones culturales, lo cual se expresaba solamente a nivel local, es decir de las comunidades que la gozaban y apreciaban, siendo ignorada por las clases dominantes, primero española y luego sus sucesores.
La creación del charango, gracioso, pequeño y muy sonoro instrumento de cuerdas, único en Latinoamérica, no solo es una prueba del ingenio y habilidad de los constructores de instrumentos del Ande, sino también de nuestros músicos andinos. El arpa andina, de caja más ancha que su antecesor europeo, se convierte, al igual que el violín, en el favorito de las orquestas andinas, con una particularidad, el arpista peruano tienen la capacidad de tocar su instrumento…caminando detrás de los bailarines; técnica musical que llama la atención sobre manera a los visitantes extranjeros, acostumbrados a ver al arpista ejecutar su instrumento cómodamente sentado. El arpa andino es un instrumento muy popular en la música de nuestros pueblos, a nivel nacional hemos gozado con el arte inconfundible de Florencio Coronado, quien sabe el mejor y más conocido de todos sus ejecutantes, cuyo arte musical se ha paseado orgullosamente por diversos escenarios extranjeros. Últimamente Luciano Quispe está destacándose como un excelente intérprete del arpa andina. En el ámbito de nuestra tierra ha habido eximios arpistas, algunos de los cuales tuve la suerte de escuchar, como Miquish Durán, Fanor Alva, Maurelio Reyes, Alejandro Aldave, Anacleto, Garash Lorenzo, José Jaimes, Sabás, Demetrio Calderón y muchos otros. Imagino y tengo la plena seguridad que estoy omitiendo algunos nombres, ello se debe más a la falta de memoria del que esto escribe que a la carencia de calidad de ellos. Como dato curioso debo mencionar que Don Alberto Carrillo, en su libro, “Luis Pardo” El Gran Bandido, p.76, hace mención de la Sra. Julia Ramírez Vda. de Pardo, de quien nos dice era una virtuosa del arpa. Para confirmarlo incluye una fotografía de ella junto a su instrumento, lo cual, sin lugar a dudas, la convierte en pionera de nuestra música chiquiana.
Otro instrumento, de origen europeo, que goza de la preferencia de nuestros músicos, por su versatilidad y sonoridad, es la guitarra. Compañera inseparable de serenateros y bohemios chiquianos de todas las épocas. Su versatilidad se acomoda a la habilidad y pericia musical de su ejecutante. Los hay desde los campeones del “rinchiqui miquita” (rasgueo simple de las cuerdas para acompañar un huaynito), hasta los más diestros en “punteo y bordón”. La guitarra o palo trinador, como también la llaman sus fanáticos, se acomoda al “gusto del cliente” y al pecho del cantor. Tiene diversidad de temples o afinaciones, entre los más conocidos en nuestra ruta están los temples “común”, “conchucano”, “maulí”, “transportado”, “amable”, incluso había un temple político, era el “temple aprista”. Lo lamentable es que estas afinaciones están quedando en el olvido al igual que muchas de nuestras tradiciones y expresiones culturales. Es necesario promover y revalorar nuestra música, nuestros intérpretes y lo que ello representa como parte de nuestra identidad cultural. Hablar de la guitarra chiquiana y no mencionar al inolvidable Racrish, Don Eusebio Anzualdo, sería imperdonable. Genuino artista del pueblo, músico versátil (También era experto bajista y miembro de la antigua banda de músicos dirigida por Don Florentino Aldave), cantor de voz seca y potente, Racrish era un experto en el bordoneo típico del huayno chiquiano, al cual sabía darle sabor y alegría sin igual. Escucharlo tocar y cantar sus inspiraciones era una delicia. En mi juventud, en compañía de gratos amigos y, reconfortados por el excelente chinguirito preparado por el buen Penco, solíamos escucharlo embelesados, tratando de memorizar sus canciones y sus chispeantes fugas en quechua. Tenía el don y la facilidad de componer sus propias canciones, y si bien su educación académica era limitada, ello no era impedimento para que sus huaynitos tengan gracia, profundidad y reflejo de la realidad que vivió. Me parece, al momento de escribir estas líneas, estar escuchándolo cantar una de sus canciones de su propia cosecha, “En una noche clara y serena, bajo el cielo de California, Gladis Zénder la mas hermosa, fue coronada Miss Universo…”. Una de mis posesiones más preciadas es, sin lugar a dudas, un cassett de Racrish, grabado en una reunión de amigos, de forma artesanal y casi en el ocaso de la vida de este genuino y gran artista popular nuestro pueblo.
Otro gran cultor del cantar popular de nuestra tierra fue el tempranamente desaparecido César Vicuña, Huayco para sus amigos, excelente cultor de la guitarra chiquiana y gran intérprete, junto a su hermano Osvaldo Vicuña, de nuestro cancionero popular. Huayco, qué duda cabe, era la confirmación de ese popular dicho que a la letra dice “de tal palo tal astilla”. Su padre, don Feliciano Vicuña, fue uno de los más extraordinarios cultores de la guitarra chiquiana.
Es indiscutible que uno de los factores para que el huayno chiquiano no salga de nuestros linderos culturales es precisamente eso, ser netamente chiquiano y diferente a la misma expresión musical de pueblos aledaños, lo cual hace que el número de los admiradores del nuestro huayno chiquiano sea limitado. Como consecuencia nuestros artistas más representativos, para poder vender sus grabaciones y cubrir el costo de ellas, tienen que buscar la forma de adaptarse a necesidades musicales comercialmente más viables, que les permita sobrevivir en el hoy en día competitivo mercado artístico de la música andina. El otro, es la falta de apoyo para la creación y funcionamiento de agrupaciones culturales que puedan fomentar la difusión musical de nuestra tierra entre nuestra juventud.
El huayno chiquiano tiene en la actualidad artistas que llevan el mensaje musical de nuestra tierra a todos los escenarios en que se presentan. Claudio Rivera Jaimes, el recordado Cholo chiquiano, ponía todo el sentimiento telúrico de nuestra tierra en sus interpretaciones, lamentablemente nos dejó muy temprano. Elsa Navarro, con su inconfundible estilo, supo hacernos llegar la alegría y sentimiento de nuestro huayno en cada una de sus interpretaciones. Por otro lado, los nombres de Nieves Alvarado, Carlos Oro, Consuelo Valderrama, Julia Garro, Pablo Aldave Zubieta, son familiares a todos los amantes de nuestro acervo musical. Últimamente los integrantes de la agrupación Son de Chiquián están haciendo que el característico guitarreo chiquiano vuelva a renacer acompañando voces que apuestan por la continuidad de la tradición musical de nuestra tierra. Una tradición que esperamos no se pierda por ser parte de los valores culturales que nos inculcaron tanto nuestros padres como nuestros maestros.
Con la comercialización de la música surge un fenómeno que es negativo para mantener la riqueza y autenticidad musical de nuestra tierra. Muchos de los huaynitos cantados por nuestros abuelos y padres, que de niños aprendimos y cantábamos de memoria, eran producto de la inspiración de autores anónimos; los cuales se transmitían de generación a generación. Hoy, por los famosos derechos comerciales de autor, muchas de esas canciones tienen “dueño”, y lo que es más grave, sus versos son cambiados o mutilados, con el único fin de hacerlas aparecer con el fatídico sello de “propio de mí”, por los supuestos autores, que no dejan de ser más que piratas de la cultura popular. Una forma repudiable de destruir la herencia cultural que nuestros antepasados nos legaron y que se debería cuidar y mantener, a despecho de mezquinos intereses personales que poco o nada hacen por preservar la pureza y calidad de nuestro acervo musical. Por otro lado, cada vez, los llamados huaynos modernos van perdiendo la calidad liguística y poética de los huaynos antiguos o clásicos). Para ejemplo solo hay que escuchar "mi celular", a años luz de distancia de la calidad poetica de "Mujer andina", por ejemplo.
Mención aparte merecen las bandas de músicos, quienes con la sonoridad de sus instrumentos son infaltables en toda buena fiesta chiquiana. Sus huaynitos y sus interminables fugas, especialmente aquellas que hacen repetir a los extenuados bailarines dos y tres veces el mismo zapateo al grito entusiasta de “chico, chico, chico” los hacen los preferidos. Información más amplia y detallada sobre las bandas de música de nuestra región se puede encontrar en el excelente libro “La Banda De Músicos”, Las bellas artes musicales del sur de Ancash; escrito por el antropólogo chilcasino Dr. Román Robles Mendoza y editado por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Mayor de San Marcos.
Todo pueblo, por más pequeño que este sea, tiene una identidad cultural que la caracteriza y la hace única, representada en todos los aspectos de su vida diaria. La música es una de ellas, cultivarla y mantenerla es una forma de expresar la continuidad de su cultura. Lamentablemente, el avance tecnológico moderno y comercial permite la divulgación agresiva, y su consecuente aceptación por parte de la juventud, de nuevas corrientes musicales que poco o nada tienen que ver con la realidad cultural de nuestro pueblo. Es claro que esta situación no es exclusiva de Chiquián, se la puede encontrar con mayor o menor fuerza en todas las regiones del Perú. Es gigantesca la tarea educacional que se tiene que realizar para hacer que la música de nuestros ancestros, nuestro huayno chiquiano, en este caso, siga teniendo la prestancia y popularidad que siempre tuvo.
Armando Zarazú
[email protected]
Juan Álvarez Vita, en su Diccionario de Peruanismos, p. 285, define al huayno como “género de baile y música de origen prehispánico y actualmente muy difundido entre los pueblos andinos. Adopta diversas modalidades, según las tradiciones locales o regionales”. Me parece que esta definición es bastante completa primero, debido a que antes de la conquista española, ya existían expresiones musicales autóctonas, como la qashua y el haylli, por mencionar solo algunas y, segundo, por su popularidad no solo en los pueblos andinos de nuestra patria, sino también en países limítrofes como Ecuador, Chile y Bolivia. En cuanto a su forma de bailarlo, ésta varía considerablemente de región en región, para notarlo solo basta asistir a una fiesta de cualquier pueblo del centro del país y luego a otra del departamento de Ancash y se podrá notar la diferencia con que se baila el huayno en las dos zonas mencionadas. En el primero las parejas se cogen de la mano para bailarlo, mientras que en el segundo las parejas lo bailan separadas, generalmente haciendo ondular un pañuelo los hombres y a falta de este la punta del poncho, mientras las mujeres cogen los costados de su falda con ambas manos.
La llegada de los conquistadores españoles y la posterior colonización, significó un duro golpe para las manifestaciones culturales de nuestros antepasados. Se trató de eliminar y menospreciar todo vestigio cultural andino, particularmente luego de la revolución de Túpac Amaru. Sin embargo, la música, como expresión latente de la cultura de nuestro pueblo, se mantuvo viva y por el contrario, logró asimilar y dominar algunas de las innovaciones técnicas musicales llegadas del viejo continente. Lo hizo adaptando, de acuerdo a sus particulares necesidades, los diversos instrumentos musicales que éstos trajeron; en buen romance, la música de nuestros ancestros continuó siendo parte importante de sus manifestaciones culturales, lo cual se expresaba solamente a nivel local, es decir de las comunidades que la gozaban y apreciaban, siendo ignorada por las clases dominantes, primero española y luego sus sucesores.
La creación del charango, gracioso, pequeño y muy sonoro instrumento de cuerdas, único en Latinoamérica, no solo es una prueba del ingenio y habilidad de los constructores de instrumentos del Ande, sino también de nuestros músicos andinos. El arpa andina, de caja más ancha que su antecesor europeo, se convierte, al igual que el violín, en el favorito de las orquestas andinas, con una particularidad, el arpista peruano tienen la capacidad de tocar su instrumento…caminando detrás de los bailarines; técnica musical que llama la atención sobre manera a los visitantes extranjeros, acostumbrados a ver al arpista ejecutar su instrumento cómodamente sentado. El arpa andino es un instrumento muy popular en la música de nuestros pueblos, a nivel nacional hemos gozado con el arte inconfundible de Florencio Coronado, quien sabe el mejor y más conocido de todos sus ejecutantes, cuyo arte musical se ha paseado orgullosamente por diversos escenarios extranjeros. Últimamente Luciano Quispe está destacándose como un excelente intérprete del arpa andina. En el ámbito de nuestra tierra ha habido eximios arpistas, algunos de los cuales tuve la suerte de escuchar, como Miquish Durán, Fanor Alva, Maurelio Reyes, Alejandro Aldave, Anacleto, Garash Lorenzo, José Jaimes, Sabás, Demetrio Calderón y muchos otros. Imagino y tengo la plena seguridad que estoy omitiendo algunos nombres, ello se debe más a la falta de memoria del que esto escribe que a la carencia de calidad de ellos. Como dato curioso debo mencionar que Don Alberto Carrillo, en su libro, “Luis Pardo” El Gran Bandido, p.76, hace mención de la Sra. Julia Ramírez Vda. de Pardo, de quien nos dice era una virtuosa del arpa. Para confirmarlo incluye una fotografía de ella junto a su instrumento, lo cual, sin lugar a dudas, la convierte en pionera de nuestra música chiquiana.
Otro instrumento, de origen europeo, que goza de la preferencia de nuestros músicos, por su versatilidad y sonoridad, es la guitarra. Compañera inseparable de serenateros y bohemios chiquianos de todas las épocas. Su versatilidad se acomoda a la habilidad y pericia musical de su ejecutante. Los hay desde los campeones del “rinchiqui miquita” (rasgueo simple de las cuerdas para acompañar un huaynito), hasta los más diestros en “punteo y bordón”. La guitarra o palo trinador, como también la llaman sus fanáticos, se acomoda al “gusto del cliente” y al pecho del cantor. Tiene diversidad de temples o afinaciones, entre los más conocidos en nuestra ruta están los temples “común”, “conchucano”, “maulí”, “transportado”, “amable”, incluso había un temple político, era el “temple aprista”. Lo lamentable es que estas afinaciones están quedando en el olvido al igual que muchas de nuestras tradiciones y expresiones culturales. Es necesario promover y revalorar nuestra música, nuestros intérpretes y lo que ello representa como parte de nuestra identidad cultural. Hablar de la guitarra chiquiana y no mencionar al inolvidable Racrish, Don Eusebio Anzualdo, sería imperdonable. Genuino artista del pueblo, músico versátil (También era experto bajista y miembro de la antigua banda de músicos dirigida por Don Florentino Aldave), cantor de voz seca y potente, Racrish era un experto en el bordoneo típico del huayno chiquiano, al cual sabía darle sabor y alegría sin igual. Escucharlo tocar y cantar sus inspiraciones era una delicia. En mi juventud, en compañía de gratos amigos y, reconfortados por el excelente chinguirito preparado por el buen Penco, solíamos escucharlo embelesados, tratando de memorizar sus canciones y sus chispeantes fugas en quechua. Tenía el don y la facilidad de componer sus propias canciones, y si bien su educación académica era limitada, ello no era impedimento para que sus huaynitos tengan gracia, profundidad y reflejo de la realidad que vivió. Me parece, al momento de escribir estas líneas, estar escuchándolo cantar una de sus canciones de su propia cosecha, “En una noche clara y serena, bajo el cielo de California, Gladis Zénder la mas hermosa, fue coronada Miss Universo…”. Una de mis posesiones más preciadas es, sin lugar a dudas, un cassett de Racrish, grabado en una reunión de amigos, de forma artesanal y casi en el ocaso de la vida de este genuino y gran artista popular nuestro pueblo.
Otro gran cultor del cantar popular de nuestra tierra fue el tempranamente desaparecido César Vicuña, Huayco para sus amigos, excelente cultor de la guitarra chiquiana y gran intérprete, junto a su hermano Osvaldo Vicuña, de nuestro cancionero popular. Huayco, qué duda cabe, era la confirmación de ese popular dicho que a la letra dice “de tal palo tal astilla”. Su padre, don Feliciano Vicuña, fue uno de los más extraordinarios cultores de la guitarra chiquiana.
Es indiscutible que uno de los factores para que el huayno chiquiano no salga de nuestros linderos culturales es precisamente eso, ser netamente chiquiano y diferente a la misma expresión musical de pueblos aledaños, lo cual hace que el número de los admiradores del nuestro huayno chiquiano sea limitado. Como consecuencia nuestros artistas más representativos, para poder vender sus grabaciones y cubrir el costo de ellas, tienen que buscar la forma de adaptarse a necesidades musicales comercialmente más viables, que les permita sobrevivir en el hoy en día competitivo mercado artístico de la música andina. El otro, es la falta de apoyo para la creación y funcionamiento de agrupaciones culturales que puedan fomentar la difusión musical de nuestra tierra entre nuestra juventud.
El huayno chiquiano tiene en la actualidad artistas que llevan el mensaje musical de nuestra tierra a todos los escenarios en que se presentan. Claudio Rivera Jaimes, el recordado Cholo chiquiano, ponía todo el sentimiento telúrico de nuestra tierra en sus interpretaciones, lamentablemente nos dejó muy temprano. Elsa Navarro, con su inconfundible estilo, supo hacernos llegar la alegría y sentimiento de nuestro huayno en cada una de sus interpretaciones. Por otro lado, los nombres de Nieves Alvarado, Carlos Oro, Consuelo Valderrama, Julia Garro, Pablo Aldave Zubieta, son familiares a todos los amantes de nuestro acervo musical. Últimamente los integrantes de la agrupación Son de Chiquián están haciendo que el característico guitarreo chiquiano vuelva a renacer acompañando voces que apuestan por la continuidad de la tradición musical de nuestra tierra. Una tradición que esperamos no se pierda por ser parte de los valores culturales que nos inculcaron tanto nuestros padres como nuestros maestros.
Con la comercialización de la música surge un fenómeno que es negativo para mantener la riqueza y autenticidad musical de nuestra tierra. Muchos de los huaynitos cantados por nuestros abuelos y padres, que de niños aprendimos y cantábamos de memoria, eran producto de la inspiración de autores anónimos; los cuales se transmitían de generación a generación. Hoy, por los famosos derechos comerciales de autor, muchas de esas canciones tienen “dueño”, y lo que es más grave, sus versos son cambiados o mutilados, con el único fin de hacerlas aparecer con el fatídico sello de “propio de mí”, por los supuestos autores, que no dejan de ser más que piratas de la cultura popular. Una forma repudiable de destruir la herencia cultural que nuestros antepasados nos legaron y que se debería cuidar y mantener, a despecho de mezquinos intereses personales que poco o nada hacen por preservar la pureza y calidad de nuestro acervo musical. Por otro lado, cada vez, los llamados huaynos modernos van perdiendo la calidad liguística y poética de los huaynos antiguos o clásicos). Para ejemplo solo hay que escuchar "mi celular", a años luz de distancia de la calidad poetica de "Mujer andina", por ejemplo.
Mención aparte merecen las bandas de músicos, quienes con la sonoridad de sus instrumentos son infaltables en toda buena fiesta chiquiana. Sus huaynitos y sus interminables fugas, especialmente aquellas que hacen repetir a los extenuados bailarines dos y tres veces el mismo zapateo al grito entusiasta de “chico, chico, chico” los hacen los preferidos. Información más amplia y detallada sobre las bandas de música de nuestra región se puede encontrar en el excelente libro “La Banda De Músicos”, Las bellas artes musicales del sur de Ancash; escrito por el antropólogo chilcasino Dr. Román Robles Mendoza y editado por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Mayor de San Marcos.
Todo pueblo, por más pequeño que este sea, tiene una identidad cultural que la caracteriza y la hace única, representada en todos los aspectos de su vida diaria. La música es una de ellas, cultivarla y mantenerla es una forma de expresar la continuidad de su cultura. Lamentablemente, el avance tecnológico moderno y comercial permite la divulgación agresiva, y su consecuente aceptación por parte de la juventud, de nuevas corrientes musicales que poco o nada tienen que ver con la realidad cultural de nuestro pueblo. Es claro que esta situación no es exclusiva de Chiquián, se la puede encontrar con mayor o menor fuerza en todas las regiones del Perú. Es gigantesca la tarea educacional que se tiene que realizar para hacer que la música de nuestros ancestros, nuestro huayno chiquiano, en este caso, siga teniendo la prestancia y popularidad que siempre tuvo.
Armando Zarazú
[email protected]