armando zarazú aldave
LA ERA DE LA COMPUTADORA
En la década de los noventa la computadora hizo su ingreso de una forma, digamos soslayada, a nuestras vidas. Primero fueron los centros de trabajo los que la fueron adaptando a sus necesidades y luego, más abierta y libremente, los hogares la han ido incorporando a su diario vivir, al punto que, ha estas alturas, se ha convertido en un elemento más de los hogares de hoy en día. Es indiscutible que, la cibernética ha transformado, para bien o para mal, todo lo que está a nuestro alrededor.
Hace algún tiempo atrás recibí un correo electrónico de un compañero de estudios, con quien no había conversado desde hsbismos salido del colegio, hacían muchas décadas. Contesté su nota y pronto, en menos de tres días, entramos en contacto casi todos los que habíamos compartido las aulas secundarias. La diáspora que a muchos nos había llevado a diferentes países del mundo se redujo, para ser exactos, al acto de sentarse y escribir en la computadora. Renacer la amistad, recordar inolvidables experiencias juveniles, y reencontrarse, al menos figurativamente, con viejas amistades fue todo al instante, gracias a la era cibernética. Esto no hubiera podido ser posible algunos años atrás. Notradamus, con todas sus profecías, las cuales, según sus seguidores, se van cumpliendo al pie de la letra, o el genial Julio Verne, en sus novelas que se adelantaron a su época, jamás imaginaron los alcances que iba tener la ciencia cibernética. Vivimos, entonces, en una época que esta siendo dominada por los alcances de esta maravilla moderna, a la cual los seres humanos se van adaptando poco a poco.
La revista Time, leída en las diferentes latitudes de la tierra, nombró, en el año 2006, al usuario común y corriente de la computadora el personaje del año. Una elección a todas luces acertada, dada la influencia del aparatito de marras en la vida diaria. Nos agrade o no, pero la realidad es esa. Hoy en día la computadora hace más fácil lo que antes era imposible de imaginar. Quien esté interesado en saber lo que va ocurriendo en el mundo, o aquisito nomás, solo tiene que recurrir a la computadora y, al alcance de la mano, tendrá la oportunidad de leer todos los periódicos del orbe y enterarse de los últimos acontecimientos. Si la nostalgia invadió el espíritu y la añoranza de los años idos nos pone tristes, la computadora nos dará la oportunidad de escuchar, y ver, al cantante de nuestros años mozos, como si el tiempo inexorable no hubiera pasado. Las sorpresas que nos depara esta modernísima ciencia son inacabables.
Los estudiantes tienen, en la computadora, una herramienta que les facilita la investigación sin necesidad de salir de casa. Enciclopedias, libros e información, antes disponible solo en las bibliotecas, y que facilitarán la preparación de sus trabajos, están al alcance de la mano de todo aquel que tenga interés en estudiar. A la fecha, las universidades, al darse cuenta del potencial de la computadora, ofrecen cursos “on line”, algo que se intensificó durante la pandemia y, ahora es cosa común en los centros de estudios e investigación, lo cual, indudablemente beneficia a quienes, por una u otra razón, no pueden asistir a las clases tradicionales. Sin embargo, es bueno señalar también que, de la misma forma que la computadora facilita nuestras vidas, es necesario tener el ojo vigilante en casa, sobre todo cuando hay niños o jóvenes, los cuales pueden ser presa fácil de gente inescrupulosa y perversa. Estos, aprovechando la facilidad de entrar cibernéticamente a los hogares y, que muchos padres no están familiarizados con la computadora, engañan y tratan de sacar de sus hogares a sus victimas con fines inconfesables. Continuamente los medios noticiosos dan cuenta de actos reprobables cometidos por estos individuos utilizando la computadora. Es necesario, entonces, vigilar a nuestros hijos y saber que sitios, en la inmensa red de computación, están visitando. No está demás, por lo tanto, establecer ciertas reglas y restricciones en el uso de la computadora en nuestros hogares a fin de proteger a nuestros niños.
En estos últimos años estamos siendo testigos de una virtual revolución cibernética, de alcances insospechados. Su influencia ha llegado a todos los niveles del accionar de la humanidad. En los negocios la Internet está de moda, se compra y se vende, desde un alfiler a lo que uno pueda imaginar, utilizando la computadora. No es necesario salir de casa y exponerse a los peligros de la calle, sobre todo en los tiempos que vivimos, para poder adquirir lo que se necesita, solo basta sentarse, ponerse a navegar en la red y buscar y buscar, hasta encontrar lo que se quiere. Indudablemente que requiere paciencia y tiempo, además de una disciplina a prueba de todo, porque el uso de la computadora es adictivo y mucho no saben controlarla. Pero, ¿Quién se podría controlar si al alcance de la mano, mejor los dedos, está la posibilidad de ver a nuestro ídolo de juventud interpretar la música que nos hizo soñar en el primer amor? Recordar es vivir, decía el poeta, y no hay nada mejor para eso que, al menos en mi caso, escuchar cantar a mi intérprete favorito, Nino Bravo. No importa que haya muerto hace más de cincuenta años. Para eso esta la Internet.
Armando Zarazú Aldave
Hace algún tiempo atrás recibí un correo electrónico de un compañero de estudios, con quien no había conversado desde hsbismos salido del colegio, hacían muchas décadas. Contesté su nota y pronto, en menos de tres días, entramos en contacto casi todos los que habíamos compartido las aulas secundarias. La diáspora que a muchos nos había llevado a diferentes países del mundo se redujo, para ser exactos, al acto de sentarse y escribir en la computadora. Renacer la amistad, recordar inolvidables experiencias juveniles, y reencontrarse, al menos figurativamente, con viejas amistades fue todo al instante, gracias a la era cibernética. Esto no hubiera podido ser posible algunos años atrás. Notradamus, con todas sus profecías, las cuales, según sus seguidores, se van cumpliendo al pie de la letra, o el genial Julio Verne, en sus novelas que se adelantaron a su época, jamás imaginaron los alcances que iba tener la ciencia cibernética. Vivimos, entonces, en una época que esta siendo dominada por los alcances de esta maravilla moderna, a la cual los seres humanos se van adaptando poco a poco.
La revista Time, leída en las diferentes latitudes de la tierra, nombró, en el año 2006, al usuario común y corriente de la computadora el personaje del año. Una elección a todas luces acertada, dada la influencia del aparatito de marras en la vida diaria. Nos agrade o no, pero la realidad es esa. Hoy en día la computadora hace más fácil lo que antes era imposible de imaginar. Quien esté interesado en saber lo que va ocurriendo en el mundo, o aquisito nomás, solo tiene que recurrir a la computadora y, al alcance de la mano, tendrá la oportunidad de leer todos los periódicos del orbe y enterarse de los últimos acontecimientos. Si la nostalgia invadió el espíritu y la añoranza de los años idos nos pone tristes, la computadora nos dará la oportunidad de escuchar, y ver, al cantante de nuestros años mozos, como si el tiempo inexorable no hubiera pasado. Las sorpresas que nos depara esta modernísima ciencia son inacabables.
Los estudiantes tienen, en la computadora, una herramienta que les facilita la investigación sin necesidad de salir de casa. Enciclopedias, libros e información, antes disponible solo en las bibliotecas, y que facilitarán la preparación de sus trabajos, están al alcance de la mano de todo aquel que tenga interés en estudiar. A la fecha, las universidades, al darse cuenta del potencial de la computadora, ofrecen cursos “on line”, algo que se intensificó durante la pandemia y, ahora es cosa común en los centros de estudios e investigación, lo cual, indudablemente beneficia a quienes, por una u otra razón, no pueden asistir a las clases tradicionales. Sin embargo, es bueno señalar también que, de la misma forma que la computadora facilita nuestras vidas, es necesario tener el ojo vigilante en casa, sobre todo cuando hay niños o jóvenes, los cuales pueden ser presa fácil de gente inescrupulosa y perversa. Estos, aprovechando la facilidad de entrar cibernéticamente a los hogares y, que muchos padres no están familiarizados con la computadora, engañan y tratan de sacar de sus hogares a sus victimas con fines inconfesables. Continuamente los medios noticiosos dan cuenta de actos reprobables cometidos por estos individuos utilizando la computadora. Es necesario, entonces, vigilar a nuestros hijos y saber que sitios, en la inmensa red de computación, están visitando. No está demás, por lo tanto, establecer ciertas reglas y restricciones en el uso de la computadora en nuestros hogares a fin de proteger a nuestros niños.
En estos últimos años estamos siendo testigos de una virtual revolución cibernética, de alcances insospechados. Su influencia ha llegado a todos los niveles del accionar de la humanidad. En los negocios la Internet está de moda, se compra y se vende, desde un alfiler a lo que uno pueda imaginar, utilizando la computadora. No es necesario salir de casa y exponerse a los peligros de la calle, sobre todo en los tiempos que vivimos, para poder adquirir lo que se necesita, solo basta sentarse, ponerse a navegar en la red y buscar y buscar, hasta encontrar lo que se quiere. Indudablemente que requiere paciencia y tiempo, además de una disciplina a prueba de todo, porque el uso de la computadora es adictivo y mucho no saben controlarla. Pero, ¿Quién se podría controlar si al alcance de la mano, mejor los dedos, está la posibilidad de ver a nuestro ídolo de juventud interpretar la música que nos hizo soñar en el primer amor? Recordar es vivir, decía el poeta, y no hay nada mejor para eso que, al menos en mi caso, escuchar cantar a mi intérprete favorito, Nino Bravo. No importa que haya muerto hace más de cincuenta años. Para eso esta la Internet.
Armando Zarazú Aldave